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miércoles, 7 de septiembre de 2016




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Ahora a leer, disfrutar y comentar:

El precio de capricho 3º parte


Julia era un dulce niña de nueve años que lo que más deseaba en el mundo era tener una hermana más pequeña con quien jugar. Pero las vueltas de la vida hicieron que eso jamás se diera ya que su padre murió muy joven dejándola a ella y a su madre solas.

Lo más cercano a un hermano era Luciano su fastidioso primo de doce años, que lo único que hacía era molestarla todo el tiempo.

Por ello cuando Julia se enteró de que pasaría las vacaciones de invierno con ella y su madre se preparó para lo peor, sabiendo que serían dos semanas imposibles de soportar.

No estaba tan errada ya que a tan solo dos horas de llegar ya le había alborotado toda su habitación, un día después de llegar todo lo que Julia amaba se había vuelto un caos.

Julia habló con su madre Miriam y pese a que esta regañó al niño, nadie parecía calmarlo.

Miriam pasó toda la noche pensando en cómo hacer para corregir la conducta de su sobrino y al mismo tiempo darle a su hija la alegría de tener a alguien con quien jugar. Cuando ya estaba a punto de dormirse una idea se le vino a la mente, mil y más veces repensó el plan, aunque muchas veces también se preguntó si no sería excesivo.

A la mañana siguiente llamó a su hermana, que estaba de viaje, y le consultó para saber si estaba de acuerdo con el castigo que había pensado para su hijo, la cual dio su aprobación y Miriam con una sonrisa puso en marcha su plan.

Se levantó bien temprano en la mañana y fue a comprar todo lo que necesitaba. Cuando regresó se encontró con el mismo panorama que el día anterior: su hija llorando desconsolada y su sobrino haciendo maldades.

Miriam lo reprendió por última vez advirtiéndole que de no cambiar su actitud lo daría un castigo ejemplar. Luciano no cambió su actitud pese a la advertencia. Entonces empezó el castigo.

Luciano salió a hacer unas compras por pedido de Miriam y en ese momento, ella aprovechó para contarle el plan a su hija la cual aceptó de inmediato.

Cuando el niño regresó y se dirigió a su cuarto, no encontró ninguna de sus pertenencias, reviso los cajones y tampoco estaba su ropa. Empezó a gritar lleno de furia. Miriam se hizo presente y cruzada de brazos y apoyada en el marco de la puerta le exigió que se tranquilice.

-¿Dónde están mis cosas? –quiso saber de mal modo el niño.

-Te dije que te castigaría.

-Llamaré a mamá y le diré todo.

-Hazlo, ella está al tanto de todo y me apoya. Ahora empecemos con tu castigo.

-¡¡¡¿QUÉ?!!! –grito el niño al ver que su tía sacaba de una bolsa un vestido rosa exageradamente femenino.

Luciano intentó resistirse pero su tía fue más fuerte y logró sacarle la ropa y ponerle el vestido, inmediatamente se alejó y le tomó una foto.

-Ahora –exclamó ella -más te vale que te comportes, o esta foto ira a parar a tu Facebook para que la vean todos tus amigos.

Frente a tal amenaza el niño no pudo hacer más que entregarse voluntariamente a su castigo. Miriam entre risas continuó adelante. Lo maquilló terminó de vestirlo, y le colocó una peluca.

Finalmente lo tomó de la mano y lo llevó hasta el cuarto de su hija, que al verlo no podía parar de reír.

-Por las próximas dos semanas, te comportaras como una buena niña y jugaras con ella a lo que quiera y como si fueran hermanas.

El niño refunfuño pero no se negó.

-Pero mamá, no es lo que quiero, yo quiero una hermana menor y ellas es mayor que yo –dijo Julia.

-Eso puede arreglarse fácilmente –respondió su madre y sacó un pañal rosa.

-¡No de ninguna manera! –gritó el niño, pero fue en vano, antes de terminar su queja ya estaba tirado sobre la cama y mientras su tía lo sujetaba su prima lo rociaba con talco y le colocaba el pañal y luego le pusieron un bombacha de plástico cerrado con un candado para que no se lo quite.

-Ahora, se una buena bebita y juega con tu hermana.

-Vamos a jugar a la mamá y al bebé –exclamó Julia una vez solos -.Te imaginaras quien es la mamá y quien el bebé.

-Ni loco –refunfuño Luciano de brazos cruzados.

-Si no lo haces esto ira directo a tus amigos –movió el celular de su madre de un lado a otro en donde estaba la foto de él vestido de niña.

El niño se puso rojo de vergüenza y contra su voluntad debió acceder a los caprichos de su prima.

Julia tomó a Luciano de la mano y lo recostó en una cuna, sacó una mamadera llena de jugo de un bolso y se la dio de beber. Mientras le acariciaba la cabeza y susurraba.

-Buena bebita, buena bebita.

Luciano bebía con gran entusiasmo ya que contenía el jugo que más le gustaba, incluso por unos instantes olvido el vestido, el maquillaje o incluso el pañal.

Bebió tanto que en pocos segundos su vejiga le reclamó liberar todo el pipi. Poco a poco la presión comenzó a aumentar. Necesitaba llegar al baño pero para eso debía librarse de su prima. Formuló un plan. y como si le hubiese gustado el juego exclamó con la voz de un bebé.

-Más… más.

-¿Quieres más, bebita? Ok mami va a buscarte.

Julia salió de la pieza y el niño vio su oportunidad. En puntas de pie fue acercándose hasta el baño, justo antes de alcanzar el picaporte escuchó un fuerte grito a su espalda.

-¡¡¡BEBITA!!! –dijo con todas sus fuerzas su prima.

El susto fue tan grande que Luciano olvidó apretar su vejiga y soltó todo el pipi que tenía acumulado. En segundos el pañal se volvió pesado y tomó un color amarillento.

-Uh –exclamó Julia mirando el pañal y tocándolo un poco.

Luciano no pudo contener más el llanto frente a tanta humillación y comenzó a llorar sin consuelo.

-Ya bebita, ya. –intentaba calmarlo su prima -¡Mamá, la nena ya se hizo pis! –gritó.

La madre de la niña se hizo presente y entre ambas llevaron al niño de regreso a la habitación y allí julia desplegó un nuevo pañal y se lo pasó a su madre, ésta después de limpiar bien al niño con toallitas húmedas, le colocó un nuevo pañal.

Luciano estaba entregado a todo lo que sus captoras querían. Intentó unas cuantas veces por medio de suplicas que terminaran con su castigo pero las mujeres lo ignoraron y siguieron adelante con su plan.

Cambiado el pañal lo trasladaron a la cocina, lo sentaron en una sillita alta, le pusieron un babero y le dieron a comer un preparado para bebés.

-Acá viene el avioncito –Julia movía la cuchara con la comida –.Que la nena abra la boca.

Bocado a bocado Luciano comió todo cuanto le habían preparado, le limpiaron la boca con el babero. Luego su tía lo tomó en brazos y con golpecitos en la espalda lo ayudó a eructar. Hecho esto, lo colocaron en un corralito con un chupete.

-Ahora vamos a comer nosotras, pórtate bien, linda –Julia le acarició la cabeza. Luciano miró a su alrededor abundaban muñecas y osos de peluches, todos juguetes de niña. Molesto los arrojaba de un lado a otro, pero con el tiempo, encontró entretenido jugar con dos muñecas y así estuvo un buen rato.

Julia y su madre lo observaban desde lejos con una sonrisa de satisfacción.

Cerca de una hora después Luciano sintió unos fuertes cólicos que le indicaban que era hora de evacuar los intestinos. El chico no quería interrumpir su diversión y por otro lado sabía que las mujeres no le permitirían ir hasta al baño.

Se le vino a la mente una idea que en otro momento hubiera sido una locura, pero dado las circunstancias no lo dudo. Se acomodó dentro del corralito colocándose de rodillas y dejando su cola en el aire, con un poco de fuerza el popo le salió, en segundos el pañal se manchó y se volvió pesado.

Luciano volvió a sentarse y sintió el popo desparramarse aún más pero no le dio importancia y continuó con su diversión al tiempo que el mal olor se esparcía por la habitación.

Las mujeres sintieron el mal olor y enseguida supieron que había pasado. Julia tiró del pañal,  miró por detrás y confirmó sus sospechas, éste estaba muy embarrado. Asintió a su madre con un leve movimiento de la cabeza. Miriam tomó a su sobrino en brazos y lo llevó hasta la habitación. Allí le quitó el pañal sucio y lo limpió con toallitas húmedas, mientras el niño avergonzado se chupaba el dedo gordo.

-¿Viste? Esta bebita es una cochina -dijo Miriam a su hija.

-Una nena sucia, una nena sucia –repetía cantando la niña para hacer más grande la humillación de su primo.

-Ya está –exclamó cerrándole con fuerza un nuevo pañal -.Deberíamos cambiarle la ropa para dar un paseo.

-¡¡¡¿QUÉ?!!! ¡No! –gritó Luciano, pero solo eso pudo ya que Julia le colocó un chupete con correa en la boca que le impidió hablar.

Las dos mujeres le colocaron un nuevo vestido bien femenino, lo pusieron en un cochecito y salieron a la calle. La gente lo miraba extrañada y Luciano sentía que moriría de la vergüenza.

El paseo se extendió cerca de una hora, hasta que arribaron a una plaza, Miriam tomó a su sobrino en brazos y lo puso a jugar en el arenero con otros niños más pequeños, estos al verlo se rieron y se burlaron. La vergüenza de Luciano fue tan grande que no pudo evitar que su vejiga se vaciara en su pañal. Así estuvo hasta que  Julia se le acercó y se percató de lo sucedido.

-¡Mamá, la nena ya se hizo pis! -gritó.

Miriam corroboró lo dicho por su hija, y frente a todo el mundo le cambió los pañales lo que provocó más risas y burlas. Terminado esto la mujer sacó una mamadera con leche y se la dio de beber al niño. Cuando la terminó, le alzó en brazos y con ligeros golpecitos lo ayudó a eructar.

Al regresar acostaron a Luciano en una cuna y le cantaron canciones, al tiempo que alternaban con frases como: “que hermosa nenita” o “es una bebé preciosa” Luciano no quería más humillaciones pero está muy cansado como para responder y poco a poco se quedó dormido.

Ese fue el primer día del niño como bebé, lo que no sabía es que aún le quedaban dos largas semanas como una niña, como una tierna bebé.


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