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viernes, 2 de septiembre de 2016


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Ahora a leer, disfrutar y comentar:



Alimentando a mí hermana



Recuerdo que esto me ocurrió cuando tenía quince años. Mi hermana se había casado hacia un tiempo y recientemente había tenido un bebé. A mí me encantaba cuidar de mi sobrino los días que tenía libre y de paso le daba una mano a la madre.

Un Lunes me desperté sin sentirme muy bien, cando se lo dije a mi mamá, ésta me tomó la fiebre y descubrió que tenía bastante, por ello me mando a acostarme de nuevo ya que ese día no iría a la escuela.

Pasé todo el día en cama. Mi mamá faltó al trabajo preocupada por mí y se quedó cuidándome. Al caer la noche mí estado no era mucho mejor, la fiebre apenas había cedido y me encontraba muy débil, tanto que casi no había probado bocado en todo el día.

Mi madre llamó a Lisa, mi hermana, para averiguar si podía venir al día siguiente para cuidarme, ya que ella no podía volver a faltar al trabajo. Lisa respondió que sí y que a primera hora llegaría.

Y así fue, antes de que mi madre se marchara al trabajo, mi hermana ya estaba en casa dispuesta a cuidarme.

-No te preocupes, yo me encargo de todo –tranquilizó a mi madre.

-Cualquier cosa, no dudes en llamarme ¿Tienes el número de teléfono de la oficina? –Lisa asintió con la cabeza -.Bien.

Mi madre me besó la frente, me deseó que me mejorara y se marchó. Luego mi hermana se sentó a mi lado en la cama y me miró con una sonrisa llena de ternura.

-¿Cómo te sentís, Morena? –me preguntó.

-No muy bien la verdad. Perdón por hacerte venir.

-No seas tonta, no me molesta. Tantas veces cuidaste de mi bebé ahora yo te cuido a vos.

Le agradecí su amabilidad e inmediatamente volví a quedarme dormida debido a la alta fiebre.

No estoy segura de cuánto tiempo había trascurrido cuando mi hermana me despertó.

-¿Cómo estas, more?

-Igual, sigo sin sentirme bien.

-Bueno, tienes que comer algo por que estas tomando mucho medicamentos.

-No tengo hambre, me dan nauseas.

-Pero tienes que comer algo.

-No tengo hambre ahora.

Me giré, me volvía tapar y continúe durmiendo.

Media hora después me volví a despertar, las sabanas estaban empapadas, pensé que había transpirado debido a la fiebre pero pronto descubrí que no había sido así, mientras dormía había mojado la cama.

En ese momento entró Lisa a la habitación y me miró parada al lado de la cama y luego miró a ésta toda mojada. Yo tironeaba de mi pijama de la vergüenza que tenía, de hecho aún del pantalón caían unas últimas gotas.

-Anda… anda a cambiarte esa ropa, yo voy a ponerte sabanas limpias –exclamó mi hermana aún atónita.

No dije nada, solo tomé algo de ropa interior de mi armario y salí cabizbaja y con el rostro rojo por la vergüenza.

Al regresar la cama ya tenía sabanas nuevas y mi hermana me aguardaba sentada en un costado.

-Tienes que comer algo –me dijo.

-Ya te dije, no tengo hambre, me da nauseas.

-Todo lo que paso es porque estas muy débil.

-Fue un accidente.

-No, tu cuerpo está débil y yo sé cómo hacer para fortalecerlo.

Se levantó y se colocó a mi lado en la cama, se desprendió algunos botones de la blusa, y quedó al descubierto un corpiño para amamantar el cual también se soltó de un lado y me ofreció su pecho. Enseguida me alejé confundida y nerviosa.

-¡¿Qu… qué haces?! –pregunté desconcertada.

-Hacerte sentir mejor, es leche materna, no hay nada mejor y más saludable en el mundo.

-Pero… yo… no quiero.

-Quiero que te sientas mejor, solo eso.

En ese momento no se si mi fiebre había vuelto a aumentar o fue que creí realmente en lo que Lisa decía, el caso es que finalmente mi voluntad flaqueó. Me recosté sobre mi hermana, llevé mis labios hasta su pezón y empecé a succionar sin tener mucha idea si lo hacía correctamente. Mi hermana me acariciaba el pelo con una mano mientras susurraba.

-Así, bebita, así.

En pocos segundo un líquido denso y de mal sabor se vino a mi boca, quise apartarme pero Lisa me sujetó más fuerte de la nuca y me fue imposible alejarme, solo tenía una opción y era seguir bebiendo. Pensé que mi estómago no resistiría aquel líquido, sin embargo lo hizo y poco a poco me fue exigiendo más. Así que sin prestarle mucha atención al sabor seguí succionando con el fin de saciar mi estómago.

Una vez agotado un pecho, mi hermana me ofreció el otro, dudé unos pocos segundos y puesto que tenía hambre accedí y continué.

A los pocos minutos me quedé profundamente dormida. Desperté cerca de las tres de la tarde. Increíblemente me sentía mejor, intenté pensar que no era debido a la leche de mi hermana, pero la verdad es que no encontraba otra respuesta. Justamente ella entró y me midió la fiebre y se percató de que había disminuido.

-Veo que empiezas a mejorar, me alegra. Pero mojaste otra vez.

-¡¿QUÉ?! No puede ser, otra vez –toqué las sabanas pero estas estaban secas -.La cama no está húmeda.

-No, pero tu pañal si-me explicó mirando mi entrepierna.

-¡¡¡¿Mi qué?!!! –me incorporé de un salto y vi que debajo de mi buzo-pijama había un abultado pañal de bebé con dibujos de “Minnie”.

-No estaba muy segura si te iban a aquedar los pañales de bebés, eran los únicos que había acá en casa, pero por suerte te quedan barbaros. Ji, ji, que ternurita sos.

 -Pero ¿Qué…? Es decir ¿cuándo? –balbuceé confundida.

-Yo te los coloqué mientras dormías, ni te diste cuenta. No quería que con tanta leche que tomaste vuelvas a mojar la cama.

-Pero ya te expliqué que fue un accidente.

-A mí no me parece, por lo visto tu pañal rebosa de pipi. Voy a traer cosas para limpiarte y cambiarte.

Salió de la habitación y volvió a los pocos minutos cargando un  gran paquete de pañales y demás cosas. Se sentó a mi lado y me desprendió los abrojos del pañal. Pero en seguida me incorporé y me tapé.

-¡¡¡No!!! Yo puedo hacerlo sola.

-No seas tonta –con delicadeza me empujó para que me vuelva a acostarme -.Es imposible que lo hagas por vos sola, además que no te de vergüenza, yo te cambié cuando eras un bebé.

-Sí, pero ahora…

-Ahora no hay diferencia, sos igual de tierna.

Mientras hablaba todo esto, me quitó el pañal, me limpió con toallitas húmedas, y me volvió a colocar otro pañal de bebé.

-Ya en un rato va a venir mamá, así que ¿qué te parece si comes algo antes de que me vaya?

-Está bien –respondí sin comprender a lo que mi hermana se refería exactamente.

-Buena bebé –me acarició el cabello.

Volvió a desprenderse los botones de la camisa y del corpiño y como hiciera pocas horas atrás me ofreció el pecho.

-¡¡¡No –exclamé –es decir me refería a comer, pero otra cosa!!! –traté de explicarme.

-More, es evidente que mi leche te hizo bien.

-Pero después tu bebé no va a poder…

-Ja, ja, ja –rio –No se me va acabar, si es lo que te preocupa, más bien lo contrario más se toma más se produce. Vamos.

Tomó de entre las cosas que había traído un babero, me lo ató al cuello, me puso sobre su regazo y llevó su pecho a mi boca, y tal como había hecho antes empecé a succionar. En esta ocasión la leche que tragaba no me sabia tan desagradable, más bien todo lo contrario comenzaba a gustarme. Así que contenta y como si me tratara de la bebé más tierna bebí llena de alegría.

Poco antes de que mi madre llegara, me quité el pañal, ya que pensamos que no le agradaría y volví a mi ropa habitual.

Tal como lo había dicho mi mamá volvió a casa a las seis en punto, agradeció a mi hermana y ésta, después de saludarme y guiñarme un ojo, se marchó.

-Veo que ya estas mucho mejor –exclamó mi mamá tocando mi frente.

-Sí, Lisa me cuidó muy bien, como si fuera un bebé –reí.

A la noche, sola en mi habitación, temí de mojar la cama durante la noche. Así que me coloqué un pañal, que mi hermana había dejado en mi armario y con él me dormí.

-Es hora cambiar ese pañal, bebita—me despertó una voz familiar.

Abrí los ojos vi que se trataba de mi hermana y que ya había amanecido.

-¿Qué haces acá? –pregunté aun dormida.

-¿Cómo que qué hago? Vine a cuidarte, bebita –me explicó mientras me cambiaba el pañal y me limpiaba.

No sé si es porque estaba medio dormida o porque ya empezaba a gustarme, pero en esta ocasión no me resistí ni me avergonzó que mi hermana me cambiara.

-¿Volví a mojarlo?

-Y embárralo.

-¡¿Qué?! –mi hermana levantó el pañal un poco y vi que también tenía popo –¡Hay no, que horrible!

-No te preocupes, debe ser que te subió un poco de fiebre durante la noche. Por otro lado mamá no se dio cuenta.

-Qué suerte.

-Pero si quieres que esto termine, tienes que alimentarte bien. Entiendes a que me refiero ¿no?

-Sí –respondí con una enorme sonrisa.

-Bien -también sonrió.

Se acomodó como el día anterior, y yo sobre ella, y sin dudarlo cuando su pecho quedó al descubierto, me colgué de su pezón y comencé a succionar aquella deliciosa leche. Bebí hasta hartarme.

Mi hermana me cuidó además, dos días más, en aquel tiempo no comía otra cosa que la leche que salía de sus pechos, en cierta forma sentí envidia de que mi sobrino tuviera eso todos los días y cuanto quisiera, pero me alegró al menos tenerlo para mí unas pocas veces. Por otro lado mi problema de incontinencia mejoró, ya no mojaba la cama. Pero mi hermana insistía en que no era necesario que me levantara para ir al baño, por lo tanto me seguía colocándome pañales, y cuando los mojaba o los embarraba solo debía llamarla, y ella con una gran sonrisa venía a limpiarme.

Así gracias a la leche de mi hermana mejoré de una de los peores virus que me había agarrado. Incluso en algunas ocasiones que ella venía de visitas o yo iba a su casa y nos encontrábamos a solas, no dudaba en amamantarme de nuevo, argumentando que así mis defensas estarían altas y no volvería enfermarme. Yo desde luego no dudaba en beber ese néctar. Y recordar como, por una enfermedad, me había convertida en la bebita de mi hermana.




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