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lunes, 12 de septiembre de 2016



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Ahora a leer, disfrutar y comentar:


Quiere a los bebes



Esto que les voy a relatar es 100% real, aunque posiblemente no me lo crean. Yo era una persona que odiaba a los bebes, todo en ellos me causaba gran desprecio, eso me llevó a vivir la experiencia más humillante pero al mismo tiempo las más increíble de mi vida.

Todo comenzó un lunes en mi trabajo, estaba atendido mi quiosco, cuando una mujer llegó con un bebe en brazos, luego de comprar unas pocas cosas el niño se hizo popo, apestando todo el ambiente. De mala manera le exigí que se marchara junto a su fábrica de olor.

Poco más tarde otra mujer acompañado de un bebe llegó a mi negocio, al poco de arribar el niño vomitó toda su leche en el suelo. Por medio de improperios y gritos le ordené salir de la tienda. La mujer dijo que me arrepentiría de mi actitud y se marchó.

Quizás fue ella o quizás la primera mujer la que se vengó, ya que al día siguiente, mi primer cliente fue un extraño sujeto. Tenía un aspecto desalineado, el cabello gris le caía sobre el rostro, donde apenas se veían dos canicas negras que eran sus ojos, mal afeitado, algo encorvado y vestía un sobretodo viejo y sucio.

-¿E… en que puedo ayudarlo? –balbuceé.

-Nada, yo puedo ayudarte a ti.

-¿De qué habla?

-Odias a los bebes pero ya no después de hoy, los entenderás.

Me tocó la mano y sentí un escalofrió recorrer todo el cuerpo. El extraño giró sobre sus talones y se marchó. Confundido me quedé observando pero pasado el mediodía ya me había olvidado del excéntrico visitante.

Cerca de la tarde llegó un proveedor con nuevos productos para mi quisco, firmé los papales, y una vez solo me dispuse a guardarlos. Entre esos encontré pañales para adultos, en ese momento no sé por qué pero no pude resistir la tentación, los abrí me quité la ropa y me coloqué el blanco pañal.

Me tiré al piso y comencé a chuparme el dedo gordo, segundos después solté una gran cantidad de pipi y luego para finalizar hice popo. Acostado sentí como el popo se esparcía por toda mi cola.

En eso ingresó una cliente y al verme en ese estado se horrorizó.

-Me hice popo, ¿me cambias el pañal? –solicité con voz de niño.

La mujer sin entender nada salió corriendo del negocio.

En ese instante la claridad me volvió a la mente, y me di cuenta de lo que había hecho, me dirigí al baño, me limpié y me coloqué la ropa. Decidí cerrar por aquel día, pensaba que quizás había contraído un virus u estaba por enfermarme. Estaba seguro que con unas horas de descanso estaría mejor y encontraría una respuesta a mi extraño accionar.

Caminando por la calle, el aire puro me hizo bien. Pero al pasar por una plaza observé como una mujer amamantaba a su hijo. La tentación volvió a apoderarse de mi y no puede impedir arrojarme hacia sus pechos y comenzar a succionar la leche. Ese néctar que entraba en mi boca y luego a mi estómago me extasió.

La mujer comenzó a gritar horrorizada, allí comprendí lo que hacía y salí corriendo hasta llegar a mi casa.

Me golpeaba la cabeza al tiempo que me preguntaba que me estaba sucediendo. Por horas temí que la policía vendría por mí, pero con el avanzar del tiempo me tranquilicé. Me recosté sobre el sillón y busqué en la televisión algo para ver y que me ayude a olvidar mis acciones. Después de pasar varios canales me detuve en uno que era para bebes, encontré ese programa divertido, chupándome el dedo me dispuse a disfrutarlo y así lo hice por un buen rato.

Cuando me di cuenta lo que estaba haciendo no dude de que estuviera enfermo. Me dirigía una farmacia con la esperanza de encontrar un remedio. Me paseé por varias góndolas sin saber que buscar. De repente me topé con los productos para bebes y mis impulsos volvieron a ser más fuertes. Primero tomé un chupete y me lo coloqué en la boca, seguí con los pañales, y tal como hiciera en mi negocio me arrojé al suelo y actuaba como bebé. Tomé de un estante cercano un sonajero y encontré en ese simple objeto una gran  diversión.

La gente que allí había me miraba como si estuviera loco, otros se reían y me sacaban fotos. Era consciente de lo ridículo y vergonzoso de la situación pero no podía evitar continuar jugando. Para peor mi organismo volvió a funcionar por sí solo, y en un segundo mojé y embarré el pañal.

Poco después empecé a sentir hambre. Miré a un lado y a otro y vi algo que deseé de inmediato. Me acerqué gateando a una nueva góndola y con el pañal repleto de popo, tomé un frasco de leche maternizada pre-preparada, vertí el líquido en una mamadera y arrojándome al piso nuevamente me bebí todo el contenido como si me fuese un bebe. 

Pese a los constantes pedidos de los empleados no me detuve, por lo cual fui a parar a prisión.

Allí estaba yo, en un calabozo, vistiendo solo un pañal que para colmo de males estaba sucio y húmedo. Imaginaran las burlas de los policías y demás presos.

En la soledad intentaba entender que era lo que me estaba pasando y caída la noche relacioné mi comportamiento con el extraño visitante y todo tuvo sentido, me habían embrujado. La pregunta era como romper el maleficio.

Mientras meditaba eso una mujer policía se acercó a mi celda.

-¿Así que eres el preso bebe? –dijo un poco en serio un poco en burla.

No respondí y miré hacia otro lado avergonzado, pero volví mi vista al escuchar la reja abrirse.

-Debes estar incomodo con ese pañal todo sucio ¿Cuántas horas llevas así? Varias seguro –exclamó la mujer -.Ven.

Me tomó dela mano y me recostó sobre un cambiador plástico que había abierto en el suelo. Me quitó el pañal sucio, me limpió con toallitas húmedas y me colocó un nuevo pañal. La situación era vergonzosa pero sentí alivio de ya no estar sucio.

Mis impulsos de bebe regresaron y frente a aquella mujer me empecé a comportar como uno.

-Qué lindo, bebe –dijo la policía entretenida.

Miró a un lado y a otro y al ver que no había nadie cerca, se desprendió la camisa y sacó un pecho afuera.

-Tengo un bebe recién nacido –me explicó -.Me encantan los bebes, tengan la edad que tengan.

Dicho esto me recostó sobre su regazo y me ofreció su pecho, el cual acepté gustoso, y bebí de él y del otro también.

-Buen bebe –repetía la mujer una y otra vez mientras me acariciaba la cabeza o me daba ligeros golpes en el abultado pañal.

Con el estómago lleno volví a embarrar el pañal. La policía siempre con gran predisposición me limpió y volvió a cambiarme los pañales. Luego me cantó una canción de cuna.

-No hay anda malo en ser un bebé–exclamó.

Escuchándola me dormí.

Al día siguiente a pocos minutos de despertar, me dieron ropa y me dejaron salir ya que no tenía antecedentes. Pregunté por la mujer policía de la noche, sin embargo me dijeron que allí no trabajaba ninguna mujer. Hubiera insistido pero opté por irme rápido debido a que era centro de todas las burlas.

Caminando por la calle me pregunté si no se hubiera tratado todo de un sueño. Miré a un lado y vi a una mujer amamantando a su hijo. Enseguida cerré los ojos para que mis impulsos no volvieran. Pero pasados unos segundos los abrí y miré la tierna imagen, para mi sorpresa no sentí la tentación irresistible del día anterior.

Lo probé yendo a un supermercado, al llegar donde estaba los productos de bebe encontré el mismo resultado.

Sin embargo algo había cambiado para siempre en mí, no solo toleraba a los bebes sino que además renové mi negocio como un lugar para vender productos para ellos.

Debes en cuando pienso el brujo que me hechizo y la mujer policía preguntado me si algún día los volveré a ver. Volverlos a ver para agradecerle, a él pero su hechizo y a ella por tratarme como un lindo bebé.



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