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Ahora a leer, disfrutar y comentar:
Quiere a los bebes
Esto que les voy a relatar es 100% real, aunque posiblemente no me lo
crean. Yo era una persona que odiaba a los bebes, todo en ellos me causaba gran
desprecio, eso me llevó a vivir la experiencia más humillante pero al mismo
tiempo las más increíble de mi vida.
Todo comenzó un lunes en mi trabajo, estaba atendido mi quiosco, cuando una
mujer llegó con un bebe en brazos, luego de comprar unas pocas cosas el niño se
hizo popo, apestando todo el ambiente. De mala manera le exigí que se marchara
junto a su fábrica de olor.
Poco más tarde otra mujer acompañado de un bebe llegó a mi negocio, al poco
de arribar el niño vomitó toda su leche en el suelo. Por medio de improperios y
gritos le ordené salir de la tienda. La mujer dijo que me arrepentiría de mi
actitud y se marchó.
Quizás fue ella o quizás la primera mujer la que se vengó, ya que al día siguiente,
mi primer cliente fue un extraño sujeto. Tenía un aspecto desalineado, el
cabello gris le caía sobre el rostro, donde apenas se veían dos canicas negras
que eran sus ojos, mal afeitado, algo encorvado y vestía un sobretodo viejo y
sucio.
-¿E… en que puedo ayudarlo? –balbuceé.
-Nada, yo puedo ayudarte a ti.
-¿De qué habla?
-Odias a los bebes pero ya no después de hoy, los entenderás.
Me tocó la mano y sentí un escalofrió recorrer todo el cuerpo. El extraño
giró sobre sus talones y se marchó. Confundido me quedé observando pero pasado
el mediodía ya me había olvidado del excéntrico visitante.
Cerca de la tarde llegó un proveedor con nuevos productos para mi quisco,
firmé los papales, y una vez solo me dispuse a guardarlos. Entre esos encontré
pañales para adultos, en ese momento no sé por qué pero no pude resistir la
tentación, los abrí me quité la ropa y me coloqué el blanco pañal.
Me tiré al piso y comencé a chuparme el dedo gordo, segundos después solté
una gran cantidad de pipi y luego para finalizar hice popo. Acostado sentí como
el popo se esparcía por toda mi cola.
En eso ingresó una cliente y al verme en ese estado se horrorizó.
-Me hice popo, ¿me cambias el pañal? –solicité con voz de niño.
La mujer sin entender nada salió corriendo del negocio.
En ese instante la claridad me volvió a la mente, y me di cuenta de lo que
había hecho, me dirigí al baño, me limpié y me coloqué la ropa. Decidí cerrar
por aquel día, pensaba que quizás había contraído un virus u estaba por
enfermarme. Estaba seguro que con unas horas de descanso estaría mejor y
encontraría una respuesta a mi extraño accionar.
Caminando por la calle, el aire puro me hizo bien. Pero al pasar por una
plaza observé como una mujer amamantaba a su hijo. La tentación volvió a
apoderarse de mi y no puede impedir arrojarme hacia sus pechos y comenzar a
succionar la leche. Ese néctar que entraba en mi boca y luego a mi estómago me
extasió.
La mujer comenzó a gritar horrorizada, allí comprendí lo que hacía y salí
corriendo hasta llegar a mi casa.
Me golpeaba la cabeza al tiempo que me preguntaba que me estaba sucediendo.
Por horas temí que la policía vendría por mí, pero con el avanzar del tiempo me
tranquilicé. Me recosté sobre el sillón y busqué en la televisión algo para ver
y que me ayude a olvidar mis acciones. Después de pasar varios canales me
detuve en uno que era para bebes, encontré ese programa divertido, chupándome
el dedo me dispuse a disfrutarlo y así lo hice por un buen rato.
Cuando me di cuenta lo que estaba haciendo no dude de que estuviera
enfermo. Me dirigía una farmacia con la esperanza de encontrar un remedio. Me
paseé por varias góndolas sin saber que buscar. De repente me topé con los productos
para bebes y mis impulsos volvieron a ser más fuertes. Primero tomé un chupete
y me lo coloqué en la boca, seguí con los pañales, y tal como hiciera en mi
negocio me arrojé al suelo y actuaba como bebé. Tomé de un estante cercano un
sonajero y encontré en ese simple objeto una gran diversión.
La gente que allí había me miraba como si estuviera loco, otros se reían y
me sacaban fotos. Era consciente de lo ridículo y vergonzoso de la situación
pero no podía evitar continuar jugando. Para peor mi organismo volvió a
funcionar por sí solo, y en un segundo mojé y embarré el pañal.
Poco después empecé a sentir hambre. Miré a un lado y a otro y vi algo que
deseé de inmediato. Me acerqué gateando a una nueva góndola y con el pañal
repleto de popo, tomé un frasco de leche maternizada pre-preparada, vertí el líquido
en una mamadera y arrojándome al piso nuevamente me bebí todo el contenido como
si me fuese un bebe.
Pese a los constantes pedidos de los empleados no me detuve, por lo cual
fui a parar a prisión.
Allí estaba yo, en un calabozo, vistiendo solo un pañal que para colmo de
males estaba sucio y húmedo. Imaginaran las burlas de los policías y demás
presos.
En la soledad intentaba entender que era lo que me estaba pasando y caída
la noche relacioné mi comportamiento con el extraño visitante y todo tuvo
sentido, me habían embrujado. La pregunta era como romper el maleficio.
Mientras meditaba eso una mujer policía se acercó a mi celda.
-¿Así que eres el preso bebe? –dijo un poco en serio un poco en burla.
No respondí y miré hacia otro lado avergonzado, pero volví mi vista al
escuchar la reja abrirse.
-Debes estar incomodo con ese pañal todo sucio ¿Cuántas horas llevas así? Varias
seguro –exclamó la mujer -.Ven.
Me tomó dela mano y me recostó sobre un cambiador plástico que había
abierto en el suelo. Me quitó el pañal sucio, me limpió con toallitas húmedas y
me colocó un nuevo pañal. La situación era vergonzosa pero sentí alivio de ya
no estar sucio.
Mis impulsos de bebe regresaron y frente a aquella mujer me empecé a
comportar como uno.
-Qué lindo, bebe –dijo la policía entretenida.
Miró a un lado y a otro y al ver que no había nadie cerca, se desprendió la
camisa y sacó un pecho afuera.
-Tengo un bebe recién nacido –me explicó -.Me encantan los bebes, tengan la
edad que tengan.
Dicho esto me recostó sobre su regazo y me ofreció su pecho, el cual acepté
gustoso, y bebí de él y del otro también.
-Buen bebe –repetía la mujer una y otra vez mientras me acariciaba la
cabeza o me daba ligeros golpes en el abultado pañal.
Con el estómago lleno volví a embarrar el pañal. La policía siempre con
gran predisposición me limpió y volvió a cambiarme los pañales. Luego me cantó
una canción de cuna.
-No hay anda malo en ser un bebé–exclamó.
Escuchándola me dormí.
Al día siguiente a pocos minutos de despertar, me dieron ropa y me dejaron
salir ya que no tenía antecedentes. Pregunté por la mujer policía de la noche,
sin embargo me dijeron que allí no trabajaba ninguna mujer. Hubiera insistido
pero opté por irme rápido debido a que era centro de todas las burlas.
Caminando por la calle me pregunté si no se hubiera tratado todo de un
sueño. Miré a un lado y vi a una mujer amamantando a su hijo. Enseguida cerré
los ojos para que mis impulsos no volvieran. Pero pasados unos segundos los
abrí y miré la tierna imagen, para mi sorpresa no sentí la tentación
irresistible del día anterior.
Lo probé yendo a un supermercado, al llegar donde estaba los productos de bebe
encontré el mismo resultado.
Sin embargo algo había cambiado para siempre en mí, no solo toleraba a los
bebes sino que además renové mi negocio como un lugar para vender productos
para ellos.
Debes en cuando pienso el brujo que me hechizo y la mujer policía
preguntado me si algún día los volveré a ver. Volverlos a ver para agradecerle,
a él pero su hechizo y a ella por tratarme como un lindo bebé.
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