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lunes, 5 de septiembre de 2016



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Ahora a leer, disfrutar y comentar:


¿Estudiante o bebé?



Daiana era una joven que pasó toda su infancia y adolescencia en un pequeño pueblo alejado de las grandes ciudades. Sin embargo cuando cumplió dieciocho años se mudó a una ciudad para poder estudiar medicina en la universidad.

Por un tiempo hasta que consiguiera un empleo viviría en la casa de una tía llamada Esmeralda. Era la hermana mayor de su madre. Daiana sabía que era una mujer un tanto extravagante, pero como jamás había tenido hijos siempre la trataba a ella como tal y por lo tanto no dudaba de sus buenas intenciones.

El viaje en colectivo fue largo, tedioso y pareciese que jamás fuese a terminar. Un sin número de personas subían y bajaban en los distintos destinos. Finalmente fue el turno de Daiana, tomó su valija y se alivió que al fin la travesía culminara.

En la estación fue recibida por su tía, a la cual reconoció inmediatamente por sus características físicas, el cabello negro atado en un rodete con unas ligeras canas lo que delataba sus cuarenta y tantos años, lentes y un cuerpo un tanto grueso.

-¡Mi pequeña! –exclamó -¡Que alegría verte! –la abrazó de forma brusca.

-Sí, a mí también, tía.

-¿Qué tal el viaje? Déjame ayudarte con la valija debes estar exhausta.

-Gracias.

Ambos mujeres caminaron hasta el estacionamiento y subieron a un taxi y en una par de minutos habían llegado a la casa de la tía Esmeralda.

-Te mostraré la casa –dijo la tía al entrar.

Fueron recorriendo lentamente los distintos espacios: el living, la sala de estar, el comedor, la cocina, el patio. En todos los lugares Daiana debía tolerar un sinfín de anécdotas.

-Es muy lindo tía, pero ¿Dónde está mi habitación y el baño? Quisiera ducharme.

-Ah eso es en el piso superior, ven te mostraré.

-Gracias.

Diana arrastrando su pesada valija siguió a su tía por unas largas escaleras y se detuvieron frente a una gran puerta.

-Esta es tu habitación. Entra y échale un vistazo a ver qué te parece, la arreglé especialmente para ti.

-Que amable.

Daiana abrió la puerta y miró dentro, pero lo que vio la impresionó, se refregó los ojos creyendo que estaba alucinando, pero no había error. La habitación era sin duda el cuarto de una mujer pero no de cualquier mujer, sino el de un bebé. Todo estaba adornado de manera infantil, había juguetes por doquier, un mueble cambiador de grandes dimensiones y sobre él una pila de pañales y frascos de talco, y en el extremo opuesto de la ventana una gran cuna.

-¿Q… qué es esto? –preguntó la joven nerviosa.

-Tú cuarto, bebita –respondió con naturalidad.

-¡¿Qué?! ¡Yo no soy una bebé!

-Claro que sí, eres una bebé, una bebita hermosa.

-Estás loca. De ninguna manera voy a quedarme acá.

-Bebita, estas siendo muy mala con la tía –le hablaba como a un bebé.

-¡Estás loca!

-¡Mala bebé!-la mujer le quitó el bolso de un tirón –Veamos que tienes acá.

Abrió el bolso y comenzó a revisarle el equipaje.

-Bombachas, corpiños, mayas, ropa de noche, vestidos. No nada de esto es ropa de bebé.

-¡Hey! ¡Esa es mi ropa!

-Silencio, bebé –tomó la valija y la guardó en un armario y luego le puso llave.

-Pero ¡¿qué estás haciendo?! ¿Qué se supone que voy a usar?

-Esta habitación está llena de ropa para vos.

Daiana se acercó a uno de los cajones y los abrió, se sonrojó al ver que había: era ropa de bebé, enteritos, mamelucos, vestidos súper infantiles pero todo de su medida.

-¿Q…qué se supone que es todo esto?

-Tu nueva ropa, tu nueva vida. Ahora regreso vete sacándote toda esa ropa de adulta que no te queda bien. La mujer regresó a los pocos minutos, y encontró a su sobrina intentando abrir el armario.

-Bebé, ¿qué estás haciendo?

-Tía no sé qué tienes en mente, pero no pienso participar. Y además viaje muchas horas realmente necesito ir al baño ¿dónde está?

-Ya lo sé bebé, ya lo sé. Solo aguanta un poco si

Esmeralda dejó en el suelo un gran cambiador de plástico.

-Siéntate en allí y te pondré ropa más apropiada.

-¡¡¡NO!!! Quiero ir al baño –se tomó la entrepierna.

-Dale el gusto a esta vieja, déjame ver cómo te queda esta ropa y luego te llevó al baño, ¿sí?

Daiana miró la ropa que su tía le quería poner, en otras circunstancias se hubiera negado, sin embargo le urgía tanto ir al baño que no lo dudo, y resignada aceptó.

-Pero yo me pondré la ropa sola, ¿de acuerdo? –negoció.

-Nada de eso. Recuéstate.

-¡NO! De ning…

No pudo finalizar la frase ya que su tía de un tirón le sacó los pantalones y la ropa interior. Daiana avergonzada se tapó y se sentó en el cambiador sin querer.

-Muy bien vamos progresando –exclamó la tía.

Con ligero empujoncito la obligó a recostarse, le terminó de sacar los pantalones y en su lugar le colocó un ajustado pañal, previamente le roció la cola con talco, y luego un bombachón de plástico.

Daiana sentí que moriría de la vergüenza de un momento a otro, lo que no sabía es que esto todavía no había terminado. Ya que su tía luego prosiguió por desvestirla del torso. Obviamente la joven protestó pero enseguida se la silencio con chupete en la boca. Luego de ser completamente desvestida le puso un abultado vestido infantil de color rosa.

Lo que siguió fue la peluquería, Daiana tenía su largo cabello castaño recogido en una cola de caballo, su tía se lo soltó, lo cepilló, y le ató dos colitas con un moño cada una.

-Bien, ya te di el gusto –dijo la joven sacándose el chupete de la boca -.Ahora dime donde está el baño.

-No necesitas el baño, para eso tienes el pañal –explicó la tía volviéndole a colocar el chupete en la boca.

-¡¡¡¿Qué?!!! Eso no fue lo que acordamos.

-Bebita ¿para qué te vas a ir hasta el baño?, si tienes el pañal.

-¡¡¡No soy una bebé!!!

-Sí, lo eres. Ahora diviértete con tus juguetes mientras yo preparo la comida.

La mujer salió de la habitación y cerró la puerta tras de ella.

-¡No puedo creer que me esté pasando esto!

Daiana miró hacia la puerta, se acercó con lentitud e intentó salir, pero al alcanzar el picaporte se dio cuenta la puerta fue cerrada con llave. La niña se tiraba de los pelos de los nervios, para colmo de males sentía que su vejiga estallaría de un momento a otro si no la liberaba pronto. Hizo todo el esfuerzo posible por aguantarse, caminó de un lado a otro, retorcía la tela del vestido, cruzaba y descruzaba las piernas.

Finalmente la presión de la vejiga le terminó ganando y en un segundo de debilidad, sintió como el pañal se comenzaba a humedecer y tornarse pesado. La primera sensación fue de alivió, pero luego al percatarse de las verdaderas consecuencias, comenzó a llorar desconsoladamente.

En ese momento ingresó Esmeralda e intentó calmar a la joven que no detenía su llanto.

-Ya, ya bebita ¿Qué sucede? –la palpó de la entrepierna –Ah ya veo. Pero no tienes por qué llorar. La tía tiene muchos pañales y te va a cambiar.

La volvió a recostar sobre el cambiador e intentó quitarle la ropa húmeda, pero la niña se resistió.

-Bebé no puedes andar así mojada, porque te vas a enfermar.

Al final Daiana se dejó cambiar el pañal por uno nuevo. Como todavía lloriqueaba, la tía la acurrucó en sus brazos y hamacándola logró calmarla, luego la tomó de la mano la hizo ingresar a la cuna, allí la tapó, le alcanzó un oso y puso en marcha un andador para que duerma. Daiana no quería pero el cansancio del viaje y los últimos acontecimientos finalmente la vencieron y se durmió.

Cuando despertó sintió la incomodidad de su nueva ropa, le costaba acostumbrarse al uso de pañales. En seguida sintió un agujero en su estómago, se moría de hambre, hacía ya varias horas que no comía nada. 

Como si su tía le leyera la mente ingresó a la habitación asegurándole que la comida estaba lista. Bajó una de las rejas de la cuna y la ayudó a salir, y tomándola de la mano la guio hasta la cocina.

-¿Hasta cuándo deberé usar esta ropa? –preguntó más como una súplica que como una queja sin embargo la mujer no respondió.

Al arribar a la cocina Daiana vio lo que le aguardaba una silla alta de bebé pero de su medida. Su cara se puso roja de vergüenza y desde luego que se rehusó a tal humillación. Fue en ese momento que su tía pronunció una frase en tono severo.

-Mi casa, mis reglas. Vives aquí, serás una bebita. Es lo único que voy a pedirte, por lo demás eres libre de hacer lo que desees.

La joven no entendió bien a que se refería, aun así no se resistió más, se dejó alzar en brazos, ya que era delgada y baja estatura y su tía era más bien corpulenta, y se sentó en la silla para bebés. Esmeralda le colocó un babero, y puso delante de ella un plato con puré que le dio de comer, terminado esté paso a una mamadera llena de leche.

Daiana bebió todo el contenido, debido al hambre y sed que tenía, sin percatarse de en la leche su tía había mesclado un fuerte laxante, que empezó a hacer efecto a solo minutos de haber terminado. Primero sintió extraños movimientos en su panza y luego unas ganas tremendas de ir al baño. Estaba a punto de suplicarle a su tía que le revelara la ubicación del baño, pero no pudo, en cuestión de segundos su pañal se había llenado de popo y debido a que estaba sentada se había aplastado y desparramado a lo largo de toda la cola.

Frente a tal situación se sintió superada y comenzó a llorar sin consuelo. Su tía se le acercó y preguntó de forma dulce:

-¿Qué sucede, bebita? –le examinó la parte de atrás del pañal -¡Ho ya veo!, pero debes preocuparte la tía te cambia.

Volvió a tomarla en brazos y la llevó a la habitación donde se hallaba el mueble cambiador, allí le sacó el pañal, la limpió y puso uno nuevo.

Éste fue el primer día de Daiana como bebé el cual lo vivió como una terrible humillación, pero no el último. De hecho cuando las clases en la universidad comenzaron, la tía la obligaba a asistir con pañal y un bambachón que le impedía sacárselo. Motivo por el cual al regresar de clases, lo primero que debía hacer era pedirle a Esmeralda un cambió ya que el pañal rebosaba de pipi y en los peores casos popo.

Así continuaron los días sin que Daiana entendiera por qué su tía se empecinaba en humillarla de esta forma. Hasta que llegó el primer examen, los nervios le jugaron una mala pasada y fue reprobada. Abatida, regresó a la casa y comenzó a llorar abrazada a un oso de peluche.

Su tía ingresó y le consultó que andaba mal y la joven le explicó lo sucedido.

-¡Ho mi pobre bebé!

La tomó entre sus brazos, le puso un chupete en la boca y la hamacó hasta calmarla. Cuando aún lloriqueaba un poco, Esmeralda, se desprendió algunos botones de la camisa y le ofreció el pecho. Daiana sin saber porque acercó sus labios al pezón y comenzó a succionar, un líquido salió y la joven no dudó en tragarlo.

-Hace tiempo, que tomó pastillas para producir leche –explicó su tía, mientras la joven seguía tragando ya que encontraba aquella actitud relajante.

Pasado los días Daiana descubrió que el estar como un bebé y el ser tratada como tal, le quitaba el estrés que los estudios le producían. Con esto a su favor se dedicó a estudiar con fuerzas y disfrutar ser un bebé, además el tanto usar pañales le había provocado el ya casi no controlar su esfínter y vejiga, eso al principio le molestaba pero ahora lo disfrutaba. Así en poco tiempo logró ponerse al día con sus estudios y culminó el año siendo la mejor nota.

Fue en ese momento que entendió las acciones de su tía y le agradeció. Se volvió a su casa ya que las vacaciones habían empezado, pero sin olvidar el increíble año que había vivido, y estaba ansiosa de volver, para una vez más ser la bebita de su tía.





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