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Ahora a leer, disfrutar y comentar:
Perder el miedo
Es difícil de mostrarse en la vida tal cual uno es, a veces cuesta que el
otro entienda nuestro gustos, más difícil es aún que los acepten y que no los
juzguen.
Eso fue exactamente lo que me sucedió con el mayor de mis placeres, siempre
lo debí ocultar de los demás como si estuviera haciendo algo terriblemente
incorrecto. Nadie lo sabía, ni mi familia, ni mis amigos más cercanos, nadie.
Incluso yo misma intenté negar ese gusto, intenté fingir que no me
importaba, pero la realidad era otra. Lo cierto es que cuando iba a un
supermercado y llegaba a las góndolas con los artículos de bebés mis piernas
temblaban de la emoción y el nerviosismo. Moría de desesperación por probar
cada uno de aquellos objetos, más deseo tenía por saber que sentía llevar un
pañal puesto, sentir aquella textura en contacto directo con la piel.
Pero siempre era lo mismo, cerraba los ojos y resignaba aquel sentimiento y
me marchaba del lugar con un sentimiento de vacío indescriptible.
Sin embargo un día decidí dejar de lado mis miedos y me animé a jugarme. Me
dirigí a una farmacia, y empecé a pedir distintos productos hasta que
finalmente entre tantas cosas pedí:
-… y una bolsa de pañales para adultos.
No estoy segura pero supongo que en ese momento mi cara estaba roja dela
vergüenza sin embargo la farmacéutica guardó toda la bolsa como si fuera algo
común, eso me ayudó a tranquilizarme, pagué todo y me marché.
No podía evitar sentir una gran emoción y ansiedad, al arribar a mi casa me
fui directamente a mi cuarto. Me desvestí por completo, abrí el paquete y con
cierta dificultad (en parte por mis nervios en parte por mi inexperiencia) me
coloqué el pañal. La sensación fue indescriptible, por un lado era incomodo
debido a lo abultado que era pero al mismo tiempo me sentía más cómoda que con
mi ropa interior.
A partir de aquel momento no me pude detener, empecé a adquirir varios
objetos que compraba en distintos lugares y que luego ocultaba en mi cuarto,
primero fue una mamadera, después un chupete y un babero y cientos de cosas
más, pero sobre todo pañales no quería pasar un solo día sin sentir aquella
prenda en mí. En distintas ocasiones me animé a salir a la calle con uno o
incluso ir a la escuela. Desde luego tenía miedo que me descubrieran pero por
otro lado no resistía la tentación.
Pero debería decir que mi verdadera historia comienza poco tiempo después,
fue un día que volví de la escuela, el usar artículos de bebé me encantaba,
pero había visto en internet personas con mis mismos gustos y que tenían la
dicha de que otro persona no solo los cuidara sino que además los tratara como
bebé. También yo quería eso, pero no me animaba a decir a nadie de mis gustos.
Pensado eso me quedé dormida en mi cama sin nada que cubriera mi reluciente
pañal.
Mi madre regresó antes del trabajo y me sorprendió así. Yo estaba roja y
ella con los ojos desorbitados, sin mediar palabra cerró la puerta de mi cuarto
y se marchó, no sin antes exclamar:
-Cámbiate de ropa, te espero en la cocina para hablar.
No demoré en cumplir la orden, al entrar en la cocina me encontré con mi
madre y me ofreció que me siente a su lado.
-¿Qué es lo que estabas haciendo? –me preguntó.
En ese momento decidí decir la verdad, pude haber mentido, decir que era un
desafío cualquier otra cosa, sin embargo decidí ser sincera. Le expliqué en qué
consistía mi gusto y lo mucho que disfrutaba siendo un bebé
-¿Cuánto hace de esto?
-Ya llevó haciéndolo varios meses. Pero el gusto viene desde hace años.
-Y ¿Por qué nunca me lo dijiste?
-¿Cómo iba a decírtelo?
-Como me lo estás haciendo ahora: que lo único que quieres es ser una dulce
bebita.
Se puso de pie y me tomó en brazos, no entendía bien que era lo que
sucedía, pero me puse tan nerviosa que por primera vez pude liberar todo el
contenido de mi vejiga en el pañal que se puso pesado en pocos segundos.
Llegamos a mi habitación y me revisó el pañal.
-¡Guau! –exclamó -.Realmente sos toda una bebita. Donde tienes más pañales.
Le señalé un armario, buscó el paquete y lo trajo hasta la cama. Me limpió
con toallitas húmedas y me volvió a colocar un pañal nuevo. Yo estaba muy
nerviosa pero no niego que disfrutaba de lo que estaba pasando.
Me arropó en mi cama y allí me dejó hasta la hora de comer. Llegado el
momento nuevamente me alzó y me llevó hasta la cocina. Me puso un viejo babero
y me dio de comer una banana echa puré.
-¿Mamá… -exclamé entre bocado –yo… bueno este….
-Hija, yo te amo y hace tiempo que lamento que ya hayas crecido y ya no
seas mi bebé. Por eso cuando me confesaste esto se llenó mi corazón de alegría,
déjame disfrutar de este momento y tu haz lo mismo.
Frente a tales palabras ya no lo dudé más y me dediqué a deleitarme con mi
suerte.
Aquella noche concluyó con mi mamá volviendo a acostarme y cantándome una
canción de cuna para que me duerma.
Pero los cambios comenzaron esa misma semana, mi madre gastó mucho dinero
comprando nuevos muebles para mi habitación de manera de ambientarla como si
fuera la de un bebé, dentro de los muebles se incluyó una cuna de mi tamaño.
Además compró ropa de bebé pero de mi talla. En tan solo cinco días era toda
una bebita con una madre dispuesta a cuidarme y complacerme en todo.
También había aprendido a ir en el baño solo en mi pañal, tanto el pipi
como el popo, y si bien al principio me costó ya casi al final me salía sin
darme cuenta. En ocasiones mi mamá me dejaba un buen rato con el popo en el
pañal al comienzo no me gustaba pero al final comencé a disfrutar al sentir
como el popo se aplastaba en mi colita y se esparcía por todo el pañal.
Me lo pasaba así el día haciendo abiertamente todo lo que siempre deseé:
jugaba con osos de peluches dentro de un corralito, comía en una sillita alta,
mi mamá me daba de beber leche en una mamadera, dormía en una cuna y con un
chupete en la boca.
Mi mamá por su lado estaba enloquecida con mi nueva condición, no paraba de
decirme bebé todo el tiempo y tratándome como tal, incluso insistió en bañarme
ella y si bien me daba vergüenza que me viera completamente desnuda, al final
superé ese miedo también y solo me dediqué a disfrutarlo.
Tres semanas después mi madre ingresó entusiasmada a mi habitación, como
siempre me revisó el pañal, que rebalsaba de pis, y luego de cambiarme dijo:
-Hoy llega un nuevo regalo para ti, bebé.
Intenté saber de qué se trataba pero me explicó que me enteraría por la
tarde.
Finalmente llegada la hora mi madre fue al correo y regresó con una enorme
caja que arrastraba. Me sentó en una alfombra con mi chupete en la boca para
ver de qué se trataba.
Me sorprendí al ver que era un cochecito de mi talla.
-¡¡¡Ahora voy a poder pasearte, bebé!!! –exclamó emocionada mi mamá.
Yo no compartía esa emoción, es decir me gustaba ser un bebé y ser tratada
como tal pero no estaba segura de querer que los vecinos se enterasen.
Intenté explicarle esto pero me cayó volviéndome a colocar el chupete en la
boca.
-Lo estrenaremos ya mismo.
Buscó entre mis ropas un bello vestido con voladitos, me peinó con
trencitas, se percató de que el pañal estuviese limpió, me subió al cochecito y
salimos a la calle.
Todo el mundo miraba asombrado la escena y yo estaba roja de vergüenza.
Paseamos un largo rato hasta llegar a una plaza, allí me sentó en el arenero
con otros niños y ella descansó en un banco.
Al principio estaba muy avergonzada pero al final volví superar mi miedo y
a disfrutar de la situación. Ya no me importaba nada, ni las miradas, ni las
burlas, ni los comentarios a mi espaldas, estaba haciendo lo que más quería y
mi madre me apoyaba. Desde aquel día aguardaba deseosa la llegada de las cinco
de la tarde que era el horario habitual de paseo.
Una noche aguardando mi última mamadera antes de ir a dormir, mi mamá me
tomó en brazos, se sentó en un sillón y levantándose la blusa me ofreció su
pecho. Con ciertas dudas apoyé mis labios en su pezón y comencé a succionar.
Grande fue mi sorpresa al sentir que leche materna entraba en mi boca.
-Hace semanas que tomo pastillas –me explicó mientras me acariciaba con
ternura -.Con esta leche vas a ser una bebita fuerte y sana.
Contenta seguí bebiendo, siempre había oído que la leche materna tiene mal
gusto pero a mí me encantó el sabor. Ahora todas las noches bebía de su pecho y
soy feliz porque ya soy toda una bebita.
No puedo decir que desde ese día vivo feliz, porque ya lo era desde antes,
pero si que mi felicidad fue más completa. Ser AB, DL no es nada malo, aunque
eso pareciera ya que hay que hacerlo ocultándose. Se trata solo de un gusto, un
gusto que no lastima a nadie y por ende no es algo malo. Es un escape de las
obligaciones de adultos, un gusto por sentir una ropa determinada, las causas
pueden ser muchas lo importante es que haciendo esto no se hace nada malo.
Ojala el resto de las personas algún día lo vean así.
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