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Ahora a leer, disfrutar y comentar:
La respuesta a mi problema
Todo lo que había querido en mi vida era tener una novia. Una novia como
tenía mi hermano, mis primos, mis amigos. Es decir una novia como cualquier
chico normal.
El tema es que yo no soy como cualquier chico normal, tengo algo que me
hace distinto, un problema incurable. Desde los ocho años sufro de
incontinencia severa. Los problemas de incontinencia son horribles, pero en la
mayoría de los casos se cura después de un tiempo, otros casos más complicados
necesitan de una medicación y un tratamiento prolongado, pero también se
supera.
Pero mi problema es distinto, mi incontinencia no solo es incurable sino
que además es crónico, es decir si ira haciendo cada peor con el paso del
tiempo.
Al principio debía usar pañales durante las noches, después comencé a mojar
mis pantalones estando despierto, por ello tuve que usar pañales las 24 hs. del
día.
Creen que las cosas no pueden ser peores, pues sí. Los médicos creen que con el tiempo también
fallara mi esfínter, por lo tanto pronto también me haré popo sin poder hacer
nada para evitarlo.
Imagino que ahora podrán entender porque no puedo tener novia, ¿qué mujer
podría aceptarme en mis condiciones?
Pensé que pasaría el resto de mi vida en soledad y ese era mi gran temor.
Entré en una página de internet de citas, allí hablé con varias mujeres,
pero con una en particular de nombre Marcela. Fue tal el nivel de confianza que
alcancé con ella que luego de dos meses de charla, me decidí por contarle mi
problema. Estaba seguro de después de ello jamás me hablaría de nuevo, pero
lejos de eso se interesó aún más por mí y me invitó a vernos en su
departamento.
Estaba en éxtasis, creía haber encontrado la mujer que tanto buscaba.
Llegué a la dirección indicada. Me encontré con una mujer bastante
agraciada a pesar de que ya pasaba los cuarenta años (yo tengo treinta y uno).
Durante cerca de una hora hablamos de trivialidades, hasta que ella hizo un
prolongado silencio hasta que dijo:
-¿Traes un pañal puesto?
-Eh… si… -dije apenado.
-¿Podrías mostrármelo?
-Ah… -balbuceé –. De… de acuerdo.
Con una gran pena me levanté de mi sitio, me bajé un poco los pantalones, hasta
dejar al descubierto un enorme pañal blanco.
-Vaya es verdad. Y ya está mojado –exclamó tocándolo.
-Perd… perdón.
-No tienes por qué disculparte. Ya habíamos hablado de esto, no es tu
culpa.
-Sí, pero…
-Pero nada –me interrumpió -.Ven conmigo.
Me tomó de la mano y me guio hasta su cuarto, me recostó sobre la cama.
-¿Qu… qué vas a hacer?
-No puedes andar por ahí todo mojado, te va a hacer mal –me respondió
mientras hurgaba en su ático buscando algo.
Al hallarlo lo dejó en el piso. Me desprendió el pañal. Del bolso del piso sacó toallitas húmedas con
las que me limpió, me roció con talco y me colocó un nuevo pañal.
-¿V… vos también usas pañales?
-No –me dijo con gran ternura y terminado de acomodar mi pañal –.Pero me
gusta cuidar de bebes como vos.
-¡¿Qué?! –salté de mi sitio y me subí los pantalones -¡No soy un bebe!
-Claro que sí, usas pañales como uno y te haces en ellos sin darte cuenta,
eres un bebe.
-¡Estás loca, no soy un bebe!
Giré sobre mis talones indignado y me dispuse a marcharme, pero su voz me
detuvo.
-¿A dónde vas, Lucas? Tú mismo lo dijiste, no hay mujer en el mundo que
vaya a aceptarte. En cambio yo estoy dispuesta a hacerlo. Te trataría con amor,
te cuidaría por siempre.
-Pero no soy un bebe.
-Pero podes aprender a serlo, no es complicado. De esa manera los dos
tendríamos lo que buscábamos, ya no estarías solo.
Esa palabra resonó en mí como un tambor.
-¿Lo decís en serio? –pregunté.
-Seré como una mamá para vos, por siempre.
-Y ¿Yo que debería hacer? –inquirí con resignación.
-Nada- se acercó y me abrazó y me acurrucó en su pecho -.Nada –repitió
–solo ser un bebe. Veras, que es muy fácil.
Lo primero que tuvo que hacerse fue despojarme de mi ropa de adulto, según Marcela
ya jamás volvería a usarla. Me colocó un bodi con dibujos infantiles y que se abrochaba
en al entre pierna. Con esa ropa y un pañal más abultado de los que yo usaba
normalmente se me hizo difícil caminar y debía hacerlo con las piernas bien
separadas.
-No tendrás algo menos incomodó –exclamé, pero la mujer me calló colocándome
un chupete en la boca y de la mano me llevó hasta la cocina.
Allí había una sillita alta de bebe, pero de mi medida. Me hizo sentarme
allí, me colocó unos tiradores de seguridad un babero, y se puso a preparar una
papilla a base de banana, manzana y
miel.
-Quiero que crezcas como un bebe fuerte y sano, así que a comer. Aquí viene
el avioncito –dijo mientras llevaba la cuchara cargada hasta mi boca.
La comida no era desagradable tenía buen sabor así que intente comportarme
como un buen bebe, y comí todo lo que me ofrecía. Cada tanto escupía un poco
como recordaba que hacían los bebes, eso parecía agradar a Marcela que me
limpiaba la boca y seguía dándome de comer.
Terminado el almuerzo, me tomó de la mano y me llevó al living. Allí me recostó
sobre su regazo y me ofreció de beber una mamadera llena de leche, la cual bebí
porque tenía la comida atragantada.
Marcela mientras me acariciaba la cabeza de forma dulce o alternaba con
ligeros golpecitos en la cola del pañal. Una vez terminada la leche. La mujer
me abrazó y con golpecitos en la espalda me ayudó a eructar.
-Creo que ya es hora de cambiarte los pañales –me dijo.
-Aún pueden aguantar más.
-Mi vida, ya te has hecho popo.
Me miré por encima de mi hombro y vi como mi pañal, en la parte de atrás,
se había puesto marrón y apenas me moví un poco sentí el pañal más pesado y
además como toda la caca se había esparcido por mi colita, finalmente estaba
sucediendo lo que los médicos me habían anticipado.
Mi nueva “mami” me tomó de la mano y me llevó hasta una habitación
amueblada como para un bebe. Me recostó sobre un cambiador plástico, me quitó
el pañal sucio, y mientras me sostenía las piernas en alto me limpió con
toallitas húmedas. Aún con las piernas en alto me acomodó un pañal debajo, lo
paso entre mis piernas y lo ajustó por encima del ombligo.
Tomándome de la mano me llevó nuevamente al living, allí armó un corralito
de bebé, lo llenó de juguetes y me colocó dentro. Al ver que abría la boca para
hablar me colocó un chupete y me dijo:
-Los bebes no hablan, juga aquí dentro mientras yo preparo la cena.
Por un tiempo me quedó allí quieto viendo lo que había a mi alrededor,
hasta que finalmente por el aburrimiento tomé un sonajero y un oso de peluche y
con ellos logré entretenerme y matar un buen rato. Luego de un rato me desplacé
hacia otro lugar del corralito y al hacerlo noté mi pañal pesado.
Disimuladamente corrí mi ropa y me observé estaba amarillento, señal de que me
había hecho pipi y más de una vez. Suspiré, con melancolía. Mi problema era
terrible ninguna mujer me desearía. Pero entonces pensé en Marcela, ella me
aceptaba y me quería como era, solo me pedía a cambio actuar como bebe, me di
cuenta de que era lo que mejor encontraría, en ese momento me resigné, podía
ser feliz a cambio solo me pedía ser un bebe y lo haría.
Durante la cena me volvió a colocar en una sillita alta y me dio de comer
papilla de bebe y luego una mamadera llena de leche.
Por último me llevó a lo que sería mi nuevo cuarto, que a simple vista era
el cuarto de un bebe, pero todo a mi medida.
Me acostó en un mueble cambiador, mientras yo balbuceaba y me agarraba los
pies, eso pareció gustarle. Allí me hizo un último cambio de pañales y me puso
un pijama infantil.
Me llevó hasta una cuna, bajó la baranda de seguridad y me ayudó a entrar
para luego volver a cerrar la reja, me arropó con cuidado y me cantó una
canción mientras me mecía lo que ayudó a que me duerma, terminando así mi
primer día como bebe.
El día siguiente empezó con una
mamadera repleta de leche tibia y un cambio de pañales. La jornada fue más o
menos igual a la anterior. Sin embargo el tercer día fue distinto, yo me había
resignado a ser un bebe y Marcela notó eso. Por ello a media mañana exclamó:
-Bueno, bebe es hora de dar un paseo.
-¡¿Qué?!-dije alarmado.
-Los bebes no hablan –me respondió poniéndome el chupete en la boca.
Me puso en un cochecito me puso correas para que no pueda salir y fuimos a
la calle, yo moría de vergüenza, le gente me miraba asombrada.
-Por favor volvamos-supliqué varias veces pero siempre me daba la misma
respuesta:
-Ya los disfrutaras.
Cuando por fin estuvimos en casa me sentí aliviado. Pero la experiencia se
repitió al día siguiente, y al siguiente. Hasta que finalmente una semana
después de comenzar. Se me hizo natural, ya no me importaba lo que los demás
dijeran o creyeran lo importante era que yo era feliz, y siendo el bebe de
Marcela era muy feliz. Incluso me dejé cambiar los pañales en una plaza del
barrio, simplemente cuando me sentía sucio empezaba a gimotear como un bebe.
-Ya te hiciste popo, mi vida –me decía ella.
Sacaba de un bolso todo lo necesario y a la vista de todos me cambiaba los
pañales, para la mayoría de la gente era una situación extraña, para nosotros
dos era simplote el bebe y su “mami”. Incluso muchas veces también en las
plazas hacíamos la mímica de que me daba de tomar su pecho. Ella se desprendía
un bretel de su corpiño y yo succionaba de su pezón. Desde luego no tenía leche
pero a mí eso me tranquilizaba, en algunas ocasiones llegué a dormirme.
-Ahora si eres un bebe de verdad –me dijo en un ocasión Marcela –.Porque
disfrutas serlo en privado y en público también.
Y esa es mi historia, la historia en cómo me transformé en un bebe y viví así
por el resto de mi vida.
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