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jueves, 15 de septiembre de 2016



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Ahora a leer, disfrutar y comentar:


La  terapia



Desde pequeño sufría de problemas de ansiedad, intenté por medio de muchos métodos superar mi problema pero simplemente parecía no tener solución.

Llegando casi a los treinta años un amigo me recomendó que sacara turno con su terapeuta.

-Sus métodos son pocos convencionales pero créeme que son cien por ciento efectivos –me juró al tiempo que me anotaba el número de teléfono en un papel.

Francamente no creía que pudiera funcionar, pero tampoco perdía nada probando algo más. Una vez en mi casa, tomé el teléfono y concerté una cita para dentro de dos días.

El día llego, y tras la espera de unos pocos minutos se me invitó a ingresar a un pequeño recinto. Una mujer de unos treinta y pico de años me recibió vestía un traje bien ajustado al cuerpo, lentes, y el pelo lacio y largo hasta la cintura.

Me invitó a recostarme en un sillón mientras, ella se sentó a mi lado con una libreta y un lápiz.

Durante el transcurso de media hora me interrogó acerca de mi problema y que métodos había utilizado para combatirlo.

-Muy bien -exclamó tomando nota de lo último que le había explicado -.Tengo total seguridad de que puedo ayudarlo. Venga mañana y comenzaremos el tratamiento.

Yo no estaba tan convencido me parecía más una charlatana que otra cosa, pero como había sido recomendada por un amigo opté por volver al día siguiente.

Una vez allí la mujer me habló con gran seriedad y voz firme.

-Como expliqué ayer –comenzó –estoy segura de poder ayudarlo, no obstante mis métodos son… digamos particulares, para que todo salga bien debe seguir al pie de la letra cada uno de mis indicaciones y no contradecirme en nada.

No entendía muy bien a que se refería pero accedí a lo que me exigía.

-Muy bien, comencemos entonces.

Dicho esto se quitó el saco de su trajecito, se desabrochó la camisa de seda y se desabrochó uno de los breteles de su corpiño dejando expuestos uno de sus pechos.

-¡¡¡¿P… pero qué es esto?!!! –dije con la cara roja y en llamas.

-Recuerde nuestro acuerdo –respondió ella con tranquilidad y sin parecer molestarle la parte de su cuerpo que estaba sin cubrir -.Ahora ven aquí.

Me acerqué con timidez dubitativo hasta que estuve cara a cara. Me tomó con delicadeza de la nuca y me llevó hasta su pecho.

-Bebé –exclamó y terminó de acercar su pezón.

Tal como me lo pidió abrí la boca y dejé que su pezón entrara en ella y una vez hecho esto comencé a succionar. Luego de unos segundos sentí un gusto dulzón y un líquido pastoso que salí de a chorros. Intenté apartarme pero la mujer me aferró con más fuerza de la nuca y me lo impidió. No tuve otra opción que continuar con lo que estaba haciendo.

Una vez agotado un pecho la terapeuta me llevó a su otro pecho, y al igual que en el primero debí succionar y tomarme toda la leche que salía de él.

Agotado el segundo pecho la mujer me apartó, se acomodó la ropa y exclamó como sin nada que volviera al día siguiente. Sin entender nada salí del consultorio.

No estaba convencido de volver, sin embargo una curiosidad me animó a visitar a la psicóloga una vez más. La segunda terapia fue igual a la anterior  la tercera y la cuarta y la quinta también. Jamás había una explicación solo bebía cuanta leche saliera de sus pezones y luego debía volver al día siguiente.

-Hemos avanzado mucho –dijo ella una vez que acudí a nueva cita -.Me alegra mucho, has sido muy obediente y esa es la razón de tan rápido avance.

-Pero doctora, yo no me siento diferente.

-Eso es porque apenas estamos comenzando, pero de apoco sentirás los cambios. Hoy comenzaremos con la segunda parte de la terapia. Detrás de aquella puerta –señaló hacia la derecha -.Encontraras un baño y algo de ropa quítate lo que tienes puesto y ponte lo que encuentres, y recuerda están prohibidas las preguntas o las negaciones.

Confundido como siempre me dirigí hacia el lugar indicado y al ingresar me quité la ropa. Miré a un lado y a otro en busca de lo que debía ponerme pero solo vi un pequeño bulto blanco sobre un costado. En cuanto lo tomé en mis manos sonó como si fuera una bolsa de plástico. Lo abrí y descubrí con vergüenza de que se trataba a de un pañal.

Estuve a punto de salir y protestar pero luego recordé las reglas y con resignación intenté ponerme el pañal, encontraba muchas dificultades por la cual demoré mucho tiempo. Estaba a punto de abrocharlo cuando la mujer ingresó.

-Déjame ayudarte, es algo complicado.

-¡No esperé, no entre!

-Recuerda no hablar –me colocó un chupete de bebe en la boca y me recostó sobre el suelo donde terminó de acomodarme y ajustarme el pañal.

Luego me tomó de la mano y me llevó hasta su oficina, allí me hizo recostarme sobre su regazo y nuevamente bebí la leche que salía de sus pechos. Cada movimiento que realizaba con aquel abultado pañal se hacía oír un ruido a bolsa de plástico.

-Muy bien, bebe –dijo la terapeuta acariciándome la cabeza y una vez que había terminado de amamantarme -.Ahora vamos a esperar que te hagas pis o caca en el pañal. No te preocupes tomate tú tiempo, el que necesites.

-¡¿Pero cómo voy a hacer tal cosa?! –exclamé avergonzado.

-Recuerda el trato –me colocó el chupete -.La forma es simple si tienes ganas de hacer pis libera lo acumulado y se tienes ganas de hacer caca haz fuerza.  No debería ser complicado te he estado dando leche maternizada por días eso ayuda.

Comenzaba creer que esa mujer estaba loca y que nada de su famosos tratamiento funcionaria. Sin embargo algo me impulsó a hacer lo que me pedía.

Cuando sentí algo de movimiento en mi intestino hice fuerza y, sentado en el piso, liberé mucho popo el cual se escurrió con rapidez a lo largo de todo el pañal y se aplastó. La habitación se llenó rápidamente de olor.

-Ya… ya está -informé rojo de la vergüenza.

-Perfecto, bebe.

Desplegó un cambiador plástico sobre el piso, me recostó en él, me quitó el pañal sucio y me limpió con toallitas húmedas con gran delicadeza y ternura maternal.

-Has sido un buen bebe, pronto estas curado –exclamó mientras terminaba de colocarme un nuevo pañal.

El resto de la sesión me hizo jugar con osos de peluches y demás cosas de bebes.

-Ya es hora –informó la terapeuta consultando su reloj.

-¿M… me cambio? –inquirí.

-Sí, por supuesto. Pero te daré algunos pañales. Cada sesión que vengas debes colocártelos antes de llegar.

La mujer me pasó unos cuantos pañales plegados, ni bien los tuve en la mano se hizo oír ese clásico ruido de bolsa de plástico. No sé por qué pero tener aquello en mis manos me hizo acelerar el corazón. La mujer antes de salir me explicó que recién debería volver en una semana.

Durante ese tiempo me pregunté por qué debería aguardar tanto tiempo, sinceramente no me consideraba mejor, ni hablar de estar curado.

Así pasaron los días, durante las noches miraba hacia mi mesita de luz donde tenía apilado los pañales regalados.

Uno de esos días mientras estaba recostado mirando televisión, un impulso me llevó a tomar uno. Quería volver a sentir su textura en mis manos. Por un instante se me pasó la loca idea de colocármelo, pero en seguida desistí y arrojé el pañal al suelo. Al día siguiente el deseo regreso, y al siguiente y al siguiente.

Finalmente dos días antes de mi sesión, decidí rendirme a mi deseo. Me quité toda la ropa y me coloqué el pañal. Estaba tan cómodo y a gusto que decidí pasar el día entero así.

Llegada la tarde aun con el pañal puesto, fui de compras. En el supermercado adquirí montón de cosas para bebes: chupetes, mamaderas, baberos y cuadernos para colorear.

Mientras aguardaba para que me cobraran, sentí unas fuertes ganas de hacer popo, una nueva loca idea se me cruzó por la cabeza, pero en esta ocasión no me resistí. Con poco esfuerzo fui liberando todo el popo, el pañal lo retuvo volviéndose más pesado.

De camino a casa sentí como mi corazón latía mil, mientras sentía como el popo se distribuía más y más.

Al llegar a mi casa no me cambié, me senté en el suelo, aplastando el popo, y me dispuse a divertirme con mi libro para colorear. Recién a la noche decidí quitarme el pañal, estaba oloroso y súper húmedo, pero yo hacía tiempo no me sentía tan bien.

Los días pasaron y llegué a la nueva consulta. Para mi sorpresa no fue como siempre, sino que me preguntó que había estado haciendo durante la semana. Después de mucho insistirme si le había contado todo, al fin decidí relatarme mi aventura en pañales. La mujer sonrió satisfecha.

-Eso es lo que esperaba, gracias a la lactancia has hecho una regresión a tu infancia y has logrado mejorar. Sabía que tenías un trauma que no podía superar pero con la regresión ese trauma se esfumó. Solo queda darle fin a nuestro tratamiento.

Una vez más la mujer me colocó un pañal, y me ofreció beber de su pechos, lo cual hice encantado como todo un bebe.

A partir de ese momento mejoré mis relaciones con los demás, y mi vida. Y los días que sentía que la presión me superaba solo debía colocarme un pañal y pasar el día como un dulce bebé
.



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