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viernes, 9 de septiembre de 2016



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De AB a mamá



Cuando me acuerdo de aquel suceso se me llena de alegría y emoción el corazón puesto que a partir de ese día mi vida cambió en dos sentidos.

Pero seré más explícita. Todo comenzó cuando mi amiga Carla me llamó para que fuera a visitarla. Ella es mi mejor amiga desde la infancia y los últimos meses había pasado una situación muy complicada: tuvo un bebito hermoso y muy sano sin embargo su esposo la había abandonado aduciendo que no estaba listo para ser padre. Debido a esto había caído en un pozo depresivo y yo hacia todo lo que estaba a mi alcancé para ayudarla.

Salí de mi trabajo y fui directo para su casa. Allí la encontré atendiendo a su hijo. Una vez que lo hizo dormir, platicamos cerca de una hora y media. Me contó lo triste que estaba y lo difícil que se le estaba haciendo. Intenté tranquilizarla y animarla por medio de frases y palabras pero no hubo caso.

-¿Sabes que es lo peor? –me preguntó entre lágrimas.

-¿Qué?

-Debido al estrés, dejé de producir leche.

-Que horrible ¿No hay nada que se pueda hacer?

-El médico me dijo que estimulándolas puede que produzca leche de nuevo, pero lo pongo al bebé para que succione y como no sale nada se pone nervioso y llora. Así que no me sirve de nada.

-Claro, entiendo.

-Lo que necesito es que succioné un buen rato todos los días para estimularme. Pero se me hace imposible –rompió en un llanto.

-¡Ay! Amiga si pudiera ayudarte en algo.

-No hay nada -exclamó negando con la cabeza –Lo que necesitó es que mi bebé succione.

-Te voy a ayudar.

Tomé a Adrián, así se llama el bebé, en mis brazos y lo llevé con la madre que comenzaba a desajustarse los breteles. Entre las dos intentamos que se prendiera al pecho, pero era imposible.

-Mira Adrián, así tienes que hacer.

Me acerqué al pezón de mi amiga e hice la mímica de succionar, pero tampoco sirvió. Carla estaba a punto de romper en un llanto de nuevo, por ello hice lo que jamás había imaginado.

-Así Adrián, tienes que hacer así –repetí.

Pero en esta ocasión puse su pezón en mi boca y comencé a succionar. Estuve unos pocos segundos pero cuando intenté alejarme, Carla me tomó de la cabeza y me impidió separarnos.

-Seguí, por favor –me suplicó.

No sé cuánto estuve, pero sí sé que fue mucho tiempo, sin embargo no había sido suficiente ya que ni una gota salía de sus pechos, aun así mi amiga pareció complacida por la situación.

Los días pasaron y poco a poco fui olvidando aquella situación embarazosa, pero no Carla. Ella misma fue quien me telefoneó cinco días después, pidiéndome que nuevamente la visitara. Un cuarto de hora después estaba en su casa.

Luego de que la conversación girara en torno a tonterías, me pidió un gran favor.

-Y ¿cuál es el favor? –inquirí.

-Que hagas lo mismo que el otro día.

-¿A qué te refieres?

-A que por favor hagas lo mismo que el otro día.

No podía creer lo que escuchaba, sabía a qué se refería mi amiga, pero una parte de mi quería negarlo. Sin embargo no quedaron dudas cuando se desabrochó el bretel de su corpiño dejando al descubierto uno de sus pechos.

-Carla… yo –balbuceé.

-¡Por favor! lo único que deseo es volver a amamantar a mi hijo. Es lo único que puede devolverme algo de vida.

-De acuerdo –acepté luego de unos cuantos segundos en silencio.

-¡Gracias, amiga! –se acercó y me tomó de las manos.

Con lentitud me fui acercando, puse mis labios sobre su pezón y tal como lo hice la última vez comencé a succionar.

-Espera –dijo Carla –Estas incomoda en esa posición.

Se sentó en el suelo, puso una manta de su hijo y me invitó a que me recostara sobre su regazo. La situación era muy extraña pero ya había aceptado, así que accedí a lo que me ofrecía.

Primero de un pecho y luego el otro, diez minutos en cada uno. Justo cuando estaba a punto de soltarle el pezón, sentí como una gota de leche entraba en mi boca.

-Sale –dije incorporándome.

-¿Qué?

-Sentí como salía leche.

-¿De verdad?

-Sí, unas gotas.

-Entonces hay que seguir hasta que vuelva a salir como antes.

-Carla, yo…

-Por favor.

-Ok –acepté contra mi voluntad.

Volvía mi labor. Primero nada, luego algunas gotas y poco a poco fue aumentando la cantidad de leche que salía.

-Así, bebita, así -exclamó Carla mientras me acariciaba la cabeza.

-¡¿Qué?! –me incorporé.

-¿Qué sucede? ¿por qué te detienes?

-Me dijiste bebita.

-Fue solo un apodo, una forma de cariñosa de llamarte.

-Ok –respondí insegura -.Ya está saliendo bastante, creo que Adrián ya podrá tomar.

-¿De verdad? Muy bien.

Luego de unos minutos de incertidumbre y llantos, el bebé finalmente se prendió del pecho de su madre y volvió a beber. Carla estaba muy feliz.

Quizás fuese por la gran cantidad de leche que tragué, o alguna otra razón. Pero me vinieron unos deseos incontrolables de ir al baño. Me excusé y fui directo al inodoro. Pero una vez acabado de hacer popo descubrí que no había papel higiénico ni nada para limpiarme. Le pedí a mi amiga que me trajera algo.

A los pocos segundos sentía como llamaba a la puerta.

-Déjalo en el piso y yo lo agarro –pedí.

-No seas tonta –exclamó ingresando en el baño.

-¡¿Pero qué… qué estás haciendo?! –dijo roja de vergüenza y tapándome.

-No seas tímida, déjame que te ayude –me tomó de la mano y me ayudó a levantarme del inodoro.

-P… pero yo puedo sola…

-Yo te limpió –me inclinó un poco, y me limpió con toallitas húmedas de su bebé.

En cualquier otras circunstancias me hubiera rehusado a algo así, sin embargo en aquel momento la mezcla de dulzura y cuidados de mi amiga me hizo desear que aquel momento durara una eternidad.

-¿Quieres un pañalito ahora, bebé? –me preguntó en broma, yo no respondí solo sonreí.

-Vamos –exclamó con una mezcla de ternura y sensualidad.

Carla me tomó de la mano y me guío hasta el living allí, me acostó en un cambiador de su hijo y me colocó uno de los pañales más grandes que tenía. No sé porque pero no me negaba a nada, más bien todo lo contrario deseaba lo que sucedía, quería que mi amiga me dedicara los mismos cuidados que a su bebé, quería ser yo su bebé y lo estaba siendo.

Después de colocarme el pañal, me recostó en su regazo y volvió a ofrecerme su pecho, en esta ocasión no para que lo estimule sino para que beba de él como si fuera un bebé. Desde luego no me negué, enseguida puse mis labios en su pezón y comencé a succionar y a tragar toda la leche que le salía.

Con el estómago lleno me adormecí y me desperté cerca de una hora después. Mi amiga estaba a poco metros mirándome.

-Creo que te di mucha leche, bebé.

-¿Qué pregunté?

-Mírate –dijo con una sonrisa.

Me moví un poco descubrí el pañal pesado y con un color amarillento.

Enseguida me avergoncé e intenté tapar la mancha, pero nuevamente surgió de mi amiga su cariño maternal. Me recostó, me quitó el pañal mojado, me limpió con toallitas húmedas, y me colocó un nuevo pañal.

-Mi bebé –exclamó -.Esta es la forma de agradecerte todo lo que hiciste por mí, no sabes cuán importante es para mí darle e Adrián el pecho.

-De nada, amiga.

-Igual me gustaría poder hacer algo más, pero no me animo.

-Anímate –exclamé con una sonrisa y mi corazón acelerado.

Poco a poco fue acercándoseme a mí, y luego de unos segundos de duda depositó sus rosados labios sobre los míos y así permanecimos un buen rato, ella acariciándome y yo con mi pañal.

A partir de ese momento nos volvimos pareja e inseparables. Ella me ama y yo la amo y juntas criamos a Adrián. Y cuando queremos jugar un poco, me vuelve a poner un pañal, me amamanta y me trasformó en su tierna bebé.


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