Amigos el nuevo cuento, les recordamos que pueden visitar también nuestra
página de Facebook: https://www.facebook.com/cuentosabdl donde encontraran más cuentos (los cuales iremos
subiendo aquí) Si les interesa también pueden adquirir el libro “El instituto
AB” en formato físico de tapa blanda a un precio muy bajo, visitando este
enlace: https://www.createspace.com/6381234
Ahora a leer, disfrutar y comentar:
El nido vacío
Toda mi vida fui AB, desde que tengo memoria. Me fascinaba vestirme y verme
como un bebé. Había logrado a lo largo de muchos años hacerme de una gran
cantidad y variados artículos de bebé. Eran mi mayor tesoro.
Desde luego nadie sabía de esto, ni podía saberlo. Recuerdo que en
ocasiones, solo para informarme de que pensaban, mencionaba algo del tema con
mi familia, pero ellos en seguida sostenían que “alguien así” estaba loco. Por
lo tanto me resigné a ocultar mi gusto y solo compartirlo conmigo en la intimidad.
Pero fui creciendo y la vida me presentó nuevos desafíos y nuevas
atracciones, entre ellas Lara, una chica que pertenecía a mi círculo de amigos,
pero claro mis sentimientos hacia ella eran más que los de un amigo.
Afortunadamente para mí correspondió a mis sentimientos y comenzamos a
salir juntos. Nos amábamos y aunque la deseaba con todo mi corazón como mujer,
había una parte de mí que no podía impedir pensar que se sentiría que aquella
hermosa criatura me tratara como un bebé. Pero no me animaba a decirle la
verdad de hecho jamás lo hice.
Los años fueron pasando, crecimos y al fin decidimos contraer matrimonio.
A partir de allí mi vida cambió, ya no encontraba tanto tiempo para mis
gustos, entre las obligaciones familiares y el trabajo era realmente
complicado. Más aún lo fue cuando nació Clara, mi primer y única hija.
Si alguien me pregunta si era feliz debía decir que muy feliz, solo que
debí abandonar mi gran gusto aunque no fue para siempre.
A los dieciocho años mi hija se mudó a una ciudad más grande para poder
asistir a la universidad. Mi esposa, que había dedicado toda su vida a la
crianza de ella, comenzó a sufrir el “síndrome del nido vacío” que es
básicamente una depresión que sufren muchas mujeres cuando sus hijos crecen y
parten de la casa.
Intenté por todos los medios ayudarla con este trauma pero nada parecía
funcionar.
En una caminata por el supermercado se detuvo en la sección de bebés,
miraba con gran anhelo todos los artículos. Yo por mi parte me hacia el
indiferente pero tampoco me podía resistir, mis ojos se desviaban hacia donde
se hallaban los pañales, quería volver esa textura en contacto con mi piel,
miraba los baberos y quería vestir uno y limpiarme la papilla que comiera,
también había chupetes y mamaderas anhelaba volver a tenerlos conmigo.
Cuando Lara emprendió el viaje yo la seguí, sin embargo se detuvo tomó algo
de las góndolas que no llegué a ver y luego siguió.
En la caja descubrí que se trataba de una bolsa de pañales para adultos, la
miré extrañada pero se hizo la desentendida.
Al arribar a la casa, la consulté sobre la extraña compra.
-Solo… solo quiero volver a sentir lo que es cambiar un pañal –me respondió
cabizbaja y con el rostro rojo.
-No lo entiendo ¿cómo vas a hacerlo?
-¿Me amas?
-¿Qué tiene que ver con esto? Claro que te amo.
-Y yo a ti, y pensé que serias capaz de hacer esto por mí.
-¿Qué cosa? –mi corazón se aceleró.
-Que me permitas que te coloqué el pañal y luego te lo cambie.
No podía creer lo que oía, lo anhelaba pero me avergonzaba reconocerlo.
Después de tanto tiempo, por fin podría hacerse real mi sueño, mi más grande
fantasía.
-Si no quieres está bien –exclamó mi esposa al ver que mi respuesta se
demoraba.
-Lo haré –respondí enseguida -.Lo haré.
Ella sonrió como hacía tiempo no lo veía.
Nos dirigimos a la habitación, me quité la ropa, me recosté en la cama y de
ahí en adelante me entregué completamente a mi esposa.
Me miró con una gran sonrisa mientras abría el paquete de pañales, me
levantó las piernas y lo acomodó debajo de mí. Me roció con talco y luego lo
cerró con mucha ternura.
Después de casi veinte años volvía
sentir el pañal en contacto con mi piel y no pude evitar sentir una gran
emoción y alegría que se tradujo en una amplia sonrisa.
-Bien ahora te lo cambiaré –explicó mi esposa.
-¿No prefieres esperar a que lo moje? –detuve sus manos antes de llegar a
las tiras del pañal.
-¿Podrías hacerlo?
-Creo que sí –todo lo disfrutaba pero fingía que en realidad lo hacía para
darle el gusto a ella.
-Ok, vendré en unos minutos.
Lara salió de la habitación, yo sentía una gran emoción y eso me impedía
hacer pipí. Intenté tranquilizarme, respiré hondo y después de unos minutos
sentí mi vejiga vaciarse. Fue una gran satisfacción sentir el pañal volverse
húmedo y pesado para quedarse después solo pesado.
Recostado boca arriba repasaba los últimos acontecimientos, estaba en
éxtasis, no podía creer mi suerte. Por otro lado me entristeció saber que en
cuanto Lara regresara todo acabaría, pero al menos lo había disfrutado al
máximo esta nueva oportunidad que me brindaba el destino.
Pasados unos cuantos minutos me llamó la atención la demora de mi esposa
para regresar, estaba dispuesto a ir en su búsqueda cuando ingresó en la
habitación.
-Mira las cosas que encontré –me mostró una mamadera cargada de leche y un
babero que habían pertenecido a mi hija.
En esta ocasión no hubo preguntas, solo me ató el babero, recostó mi cabeza
en su regazo e introdujo la mamadera en mi boca. Nuevamente disimulé hacer todo
aquello para complacerla a ella y comencé a succionar, aquella simple acción me
llenó de placer y alegría. Mientras bebía como si fuera un bebé, Lara me
acariciaba la cabeza con la ternura de una madre más que de una esposa.
Luego prosiguió el cambió de cambio de pañales, ella se sorprendió
gratamente el ver lo cargado que estaba.
Me lo quitó, me limpió con toallitas húmedas, me colocó crema para bebé para
evitar que me paspara y me abrochó un nuevo pañal.
-Voy a pedirte un último favor ¿Podrías pasar la noche así?
-De acuerdo –respondí sin dudarlo.
Allí terminó la noche, es difícil describir con palabras lo hermoso que fue
dormir con el pañal puesto, sentir su textura o el ruido de bolsa de plástico
que hacia al moverme.
Al despertar lo primero que hice fue tantear la entrepierna con la
esperanza de hallar el pañal húmedo pero se encontraba por completo seco, no me
molestó en absoluto, además era imaginable.
Mi esposa, me miró y sonrió llena de ternura, no era necesario decir más o
hacer un nuevo pedido, ambos sabíamos que lo comenzado la noche anterior continuaría
durante todo el fin de semana que recién comenzaba.
Aún con el mismo pañal fui a desayunar y éste consistió en una banana
pisada con un poco de leche. Lara me lo daba en la boca y ambos disfrutábamos
la situación.
Después siguió el baño, me quitó el pañal, que para esa altura ya lo había
mojado, me metió en la tina con agua tibia y me lavó. Terminado me secó y me
puso otro pañal limpio.
A media mañana se dispuso a ir a hacer compras, por ello armó un corralito
que teníamos guardado y me colocó dentro con cientos de juguetes
Al regresar traía muchas cosas de bebés y lo primero que hizo fue ponerme
un chupete en la boca y luego ingresó en el corralito, se sentó a mi lado y se
puso a jugar conmigo.
Pasado media hora de juegos, se bajó la parte alta de su vestido, me
acomodó sobre su regazo y comenzó a amamantarme, por supuesto que no tenía
leche, pero la simple sensación de succionar su pezón fue gratificante e
increíblemente placentero.
Mientras yo hacía esto, ella me daba ligeras palmaditas en la cola sobre el
abultado pañal. Luego de unos segundos tiró de él para ver si había hecho popo
y por supuesto que lo había embarrado.
-Creo que éste bebé, ya se ensució.
Continuamos con el amamantamiento durante por lo menos unos veinte minutos
más, todo ese tiempo me dejó con el pañal sucio y si bien en un principio era
algo incómodo terminé acostumbrándome y al final me hacía sentir como un bebé.
Lara siguió con los golpecitos en mi cola lo que hizo que el popo se
desparramara más.
Ese fue gran parte de nuestro fin de semana. Jamás en la vida imaginé que
se me podía dar algo así, es por ello que me dediqué a disfrutarlo sin temor a
ser descubierto.
Mi esposa por su parte mejoró notablemente de su mal, sin embargo cada vez
que la angustia regresaba, ella dejaba de ser mi mujer para pasar a ser mi mami
y yo su dulce bebé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario