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miércoles, 14 de septiembre de 2016




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Ahora a leer, disfrutar y comentar:

El precio del capricho 4º


Los seres humanos tenemos diferentes gustos, algunos son simples, otros más extraños. Lo importante es que cuando nos damos esos gustos sentimos un éxtasis enorme, nos sentimos plenos y queremos volver a repetirlo.

Bueno yo entraría en la categoría de gustos raros. ¿Por  qué? Bueno básicamente me gusta mojar la cama. ¿Ven? Es de lo más raro.

Primero me presentó me llamo Antonela. Mi historia comienza hace más o menos un año cuando tenía diecisiete. Una noche de mucho frio me desperté con terribles ganas de hacer pipí. Pero por el frio no me quería levantar, intenté de todo para evitarlo, crucé las piernas, pensé en otra cosa, todo cuanto pude. Pero cuando ya no aguantaba más me predispuse a levantarme pero en ese momento mi fuerza flaqueó y solté todo lo acumulado en mi vejiga. Al principio me avergoncé, pero rápidamente ese sentimiento dio paso a otro. Por alguna razón me sentí bien, alegre con lo que había hecho. Me acosté y toda mojada me dormí contenta.

Algunas noches después lo volví a intentar y el sentimiento de alegría y bien estar se hacía presente de nuevo. A partir de ese momento se convirtió en una costumbre de lo más placentero mojar mi ropa interior, mi pijama y las sabanas. Claro que mi gusto tenía un precio, sabía que al día siguiente debería levantarme temprano, poner las sabanas a lavar, y secar el colchón para que nadie dude. Pero lo que pasaría no lo había previsto.

Una tarde volviendo de la escuela, me encontré con mi madre sentada en la cocina, y con las sabanas que había mojado la noche anterior en las manos.

-¿Qué es esto? –inquirió con preocupación -.Ya son varias que encuentro así. ¿Te haces pis durante las noches?

En ese instante no sé porque opte por decir la verdad, grave error.

-¿Te haces pis apropósito? -mi madre no creía lo que escuchaba. Solo asentí con la cabeza.

Mi mamá se levantó de su sitio y sin decir una palabra se marchó de la sala. Al principio pensé que solo estaría un poco molesta y me regañaría o me haría levar las sabanas a mí, pero en realidad ella tenía otra cosa en mente para castigarme.

A la mañana siguiente me desperté sintiendo una suave caricia en mi cabello. Abrí los ojos y vi a mi mamá sentada en mi cama.

-¿Cómo dormiste hoy, bebe? –inquirió.

-¿Qué? –exclamé aun medio dormida.

-Por lo que veo no te hiciste pis hoy muy bien, bebe.

-Mamá de que hablas –seguía confundida.

-Estoy orgullosa de que mi bebe no se haya hecho pipi. Pero no me voy a arriesgar. Así que…

En ese  momento tomó algo que no logré distinguir hasta que mi madre lo abrió frente a mis ojos era un enorme pañal blanco.

-¿Qué es esto?

-Un pañal, para mi bebe.

-¡No soy un bebe! –dije molesta.

-Claro que sí, mojas la cama eres un bebe. Pero mami no quiere más accidentes, ni que lavar sabanas, así que te voy a poner un pañal.

-¡¡¡¿QUÉ?!!! ¡¡¡NOOOOOOO!!! –grité furiosa y avergonzada.

Pero no pude hacer nada mi mamá era muy fuerte y grande y en pocos minutos me despojó de mi pijama, de mi ropa interior y con una gran facilidad me abrochó un gran pañal, luego me volvió a poner el pantalón.

-Y no te atrevas a sacártelo.

-P… pero mamá.

-Nada de peros, te quedas así y se terminó.

Mi mamá salió de la habitación, caminé hasta un espejo y me miré, el enorme pañal sobresalía del pantalón y también éste se notaba mucho más abultado. Me puse roja de vergüenza. Volví a la cama, me costaba caminar, al sentarme sentí un sonido similar al de una bolsa de plástico. Todo eso me superó y me puse a llorar.

Mi mamá ingresó a la habitación al oírme, y me colocó un chupete en la boca y me recostó en la cama.

-Ya, ya, mi bebe.

Me dio unos ligeros golpecitos en la cola y entonó una canción de cuna. De alguna manera todo eso me tranquilizó y me volví a dormir.

Cuando me desperté, mi mamá ya tenía listo el desayuno en la cocina. Fui a tomar algunas galletitas pero ella me detuvo.

-No, bebe –dijo firme.

Tomó una mamadera y me la dio de tomar.

-Pero mamá –me quejé.

-Nada de peros dije. Es leche maternizada te va a hacer bien.

Mojé mis labios con el preparado y el gusto me repugnó.

-Es horrible –dije.

-Solo eso vas a desayunar. Si no te gusta vas a tener que esperar hasta el almuerzo.

Frente a esas palabras no tuve opción, tenía mucha hambre, puse la mamila en la boca y comencé a succionar y me bebí todo el contenido.

Terminado el desayuno intenté hablar con mi mamá y que cambie de opinión pero cada vez que empezaba a hablar me colocaba el chupete en la boca y me callaba.

Cerca del mediodía sentí unas fuertes ganas de hacer popo, se lo comuniqué a mi mami, pero ella respondió.

-Para eso tienes el pañal, cielo –me acarició la cabeza.

-¡No! Yo no quiero.

-Te gusta hacerte pis encima, hazte caca también vas a ver que te gusta.

No podía creer lo que oía. Por medio de varios recursos intenté aguatarme, sin embargo las ganas aumentaban Pensé en dejar de hacer fuerza y dejar que un gas salga para aliviar la tensión. Pero al hacerlo también salió todo el popo acumulado. El pañal se volvió pesado y oloroso en un segundo. Sin fuerzas me dejé caer al suelo y haciendo que el popo se desparramara por todo el pañal

Al ver esto mi mamá me tomó de la mano y me llevó hasta mi habitación, me recostó en la cama, me quitó el pañal sucio, me limpió con toallitas húmedas. Roció mi colita y mis partes íntimas con talco y lo distribuyó con las manos. Acomodó debajo de mí un nuevo pañal, paso una parte entre mis piernas y lo llevó hasta por encima de la cintura y allí lo abrochó.

Pensé que el castigo había terminado pero estando con un pañal de nuevo eso me marcaba que no era así.

Debido a la vergüenza de la situación me quedé en mi habitación, y luego de deambular un buen rato, me recosté en la cama. Otra vez el sonido a bolsa de plástico se hizo presente. Pensando en trivialidades recodé mi gusto de mojar la cama y de repente me vinieron unas fuertes ganas de volver a experimentarlo. Mientras imaginaba eso sin darme cuenta se me comenzó a escapar pipi, en seguida me crucé de piernas para evitarlo, pero luego de unos segundos dejé correrlo libremente. La satisfacción fue igual o mayor que cuando mojaba las sabanas. El sentir el pipi tibio, acumulándose en el pañal y que seguía seca me encantó. Fue entonces cuando pensé que el castigo no estaba tan mal.

Me levanté y me moví un poco el pañal estaba pesado y esa sensación me gustó.

Así con el pañal pesado me recosté con la emoción de poder volver a mojarlo en cuanto tuviera la opción. Y así fue de después de un par de horas las ganas de hacer pipí me volvieron y no dude en aflojar los músculos y soltar todo lo acumulado en mi vejiga. El pañal se tornó de un color amarillento y mucho más pesado que antes. Y la satisfacción fue doble. Al igual que antes me levanté y me moví un poco para sentir aún más la pesadez que había entre mis piernas.

Fue en ese momento que mi mamá entró y me miró el pañal.

-¡Guau! Está muy lleno –dijo palpándolo.

-Eh si –traté de esconder la satisfacción que sentía.

-No importa, yo te cambio.

Con la misma delicadeza de la primera vez, me higienizó con toallitas húmedas para bebe, y me colocó un gran pañal blanco.

Cuando me puse en pie, ya no tenía la misma sensación de antes. Pero no importaba no tardaría en volver a mojarlo.

La cena transcurrió como el día, mi mamá me siguió tratando como un bebe. Para cenar, me sentó en una sillita alta con un babero y me dio de comer papilla y luego una gran mamadera con leche maternizada. Terminado me alzó y con ligeros golpecitos en la espalda me ayudó a eructar.

Finalmente me colocó el chupete en la boca y acunándome junto a una canción de cuna me hizo dormirme.

A media noche me desperté en mi cama, mi vejiga estaba llena de nuevo y no dude en soltar todo el pipi que quedó repleto en segundos. Me acomodé para volver a dormir pero una idea se fue formando en mi cabeza: hacer popo también. La vez anterior no me había gustado pero quizás ahora fuera distinto. Sin dudarlo más me coloqué de costado e hice fuerza, poco a poco el popo fue llenando el pañal. Volví a ponerme boca arriba y el sentir el popo esparcirse por todos lados fue genial, la mejor de las sensaciones. Así me dormí.

Al día siguiente mi mami estuvo un buen rato limpiándome. Luego me llevó a la bañera y allí me baño y me limpió mejor. Una vez seca, y estando de pie en el baño me colocó un nuevo pañal.

-Creo que ya empiezas a acostumbrarte e esto no o mejor dicho empieza a gustarte.

-Ti –respondí como si fuera un bebe.

-Mi, amor.

Me alzó y me llevó al living donde me hizo jugar con distintos juguetes. Y así pase todo el fin de semana.

Al final mi mama entendió que no había forma de que mi gusto por mojar las sabanas desaparezca, así que todas las noches me coloca un pañal y si me vienen ganas de mojarlo lo hago sin problemas, i incluso he ido así a la escuela. Tampoco tengo problemas en hacer popo en él. Porque sé que mi mami siempre va a estar ahí para cambiarme el pañal como si fuese el más tierno bebé.




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