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Ahora a leer, disfrutar y comentar:
El bebe del hospital
La experiencia que les voy a narrar es de las más extrañas que he tenido a
lo largo de mi vida, incluso al día de hoy no estoy seguro de que fue real.
Debería comenzar el relato cuando llevé a mi esposa al hospital por que
estaba a punto de dar a luz. Después de cuatro horas de trabajo de parto
finalmente nació nuestro primer hijito, un niño hermoso y sano.
Pero la primera noche, aún en el hospital, el bebe no paraba de llorar y
producto de nuestra inexperiencia nos llevó tiempo calmarlo.
Cuando finalmente lo logramos mi esposa volvió a acostarse y yo hice lo propio
en el sillón de al lado. Miré por la ventana y vi los primeros rayos de luz
asomarse en el este. Sabía que mi descanso no sería prolongado puesto que en
breve comenzarían los movimientos típicos del hospital.
Me desperté sobresaltado por una entrada brusca en la habitación.
-¿Cómo durmió él bebe? –preguntó de forma tierna una enfermera.
-Terrible –respondí incorporándome.
-Creo que ya necesita un cambio de pañales.
-Ok –dije extrañado al ver que no dejaba de hablarme,
-Bien, yo lo haré.
Dicho esto procedió a desprenderme los pantalones.
-¡¿Pero qué hace?! –me sobresalté.
-Cambiarle los pañales. Ya se pasó.
-Pero el bebe es él –señalé donde debía estar mi hijo pero no había nadie
más en la habitación.
-¿Dónde está el bebe y mi esposa?
-Acá hay un solo bebe, y voy a cambiarle los pañales antes de que se vuelva
a hacer.
Me miré estaba todo mojado en las piernas.
-¿Pero qué es esto?
-No te preocupes es normal en los bebes.
-Pero yo no soy un bebe.
-Shhh –exclamó la enfermera y me recostó.
Me quitó toda la ropa y para mi sorpresa llevaba puesto un pañal, que
estaba que explotaba. Me limpió con toallitas húmedas y luego acomodó un enorme
pañal debajo de mi cola, lo pasó entre mis piernas y lo ajuste con fuerza por
encima de mi ombligo. Me puso un bodi de bebe y cuando estuve a punto de
quejarme me colocó un chupete en la boa. No sé porque pero el tenerlo me
tranquilizó y hasta podría decir lo disfruté.
-Vamos, bebito –me dijo al tiempo que me ofrecía su mano.
Salimos de la habitación caminando, por mi lado con cierta dificultad
debido al abultado pañal, la gente me miraba pero no como algo extraño sino con la ternura que se
mira a un bebe. Incluso cuando nos cruzamos con otra enfermera exclamó:
-¡Pero que bebe más hermoso! –y me pellizcó los cachetes.
Cuando pasamos por delante de un espejo aproveché para mírame, aún seguía
siendo yo, en mi cuerpo normal pero vistiendo como un bebe y a todos mi
apariencia le parecía lo más normal del mundo.
Ingresamos a una nueva habitación mucho más espaciosa y, por su decorado,
se semejaba a la sala de una guardería, ya que estaba llena de cosas de bebes y
juguetes.
-¿Qué es esto? –inquirí
-Tu habitación hasta que salgas del hospital, bebito.
-Pero, ¿qué es lo que está pasando? Yo no soy un bebe.
-Claro que sí, eres un bebe. El más hermoso bebe. Vamos.
Nuevamente me tomó de la mano y me llevó hasta un corralito donde me hizo
jugar con los distintos juguetes, lo cual me pareció muy tonto pero después de
un rato encontré muy divertido un sonajero.
Mientras hacía esto me tironeó del pañal por detrás y miró dentro.
-¿Qué pasa? -pregunté.
-Estoy preocupada, no haces caca.
-¡¡¡¿Qué? No voy a hacerlo!!! -respondí molesto.
-Ah te estas resistiendo. Ya veremos –exclamó de forma juguetona.
Se levantó y se marchó, no le di importancia y continué con el sonajero, A
los pocos minutos regresó y sin que pueda defenderme, me tomó por la espalda me
bajó el pañal y me colocó dentro de la colita una sonda que poco a poco empezó
a introducirme un líquido.
-¡¿Qué está pasando?! –me alarmé.
-Como no querías hacer popo te estoy haciendo una enema, no te preocupes bebito
pronto te vas a sentir aliviado.
El líquido aflojó mis intestinos pero por todos los medios me resistí, de
ninguna manera me haría popo. Pero la enfermera volvió a sus andanzas, me hizo
cosquillas y exploté en una fuerte
carcajada y eso me hizo perder fuerzas en mi esfínter y largué todo el popo.
Sentí como el pañal se volvía súper pesado y como la caca se esparcía por todo
el pañal.
La enfermera se percató de esto debido al olor que me rodeaba. Ella volvió
a examinarme.
-Ves ya está, mi amorcito. Voy a buscar las cosas para limpiarte –salió.
No entendía que estaba pasando, creí que el mundo se había vuelto loco o
quizás solo yo. Exhausto me desplomé en el suelo, el popo se desparramó y
aplastó aún más. A pesar de toda aquella sensación fue gratificante.
La enfermera volvió a la habitación. Abrió sobre el suelo un gran cambiador
plástico y me hizo recostarme. Allí me quitó el asqueroso pañal, y con el
cuidado y el amor de una madre me limpió con toallitas húmedas, lo cual le tomó
un buen rato ya que estaba muy sucio. Una vez limpió me dio besos en la panza y
me jugó como a un bebe. Luego desplegó debajo de mi cola un gran pañal blanco,
lo paso por entre mis piernas y lo cerró con fuerza sobre mi cintura.
Entonces volví a tener esa sensación de satisfacción y lo entendí, no sabía
que había cambiado en mi vida pero ahora era tratado como un bebe y me gustaba
me agradaba que así fuera y me dispuse a disfrutar sin culpas.
Cerca de las cinco de la tarde mi enfermera “mami” vino con una mamadera
cargada de leche tibia, la cual tomé como todo un bebe. Antes de dormir, me
bañó en una bañerita. Cuando estuve listo me llevó en brazos hasta una sillita
alta, me colocó un babero y me dio de comer una papilla mientras decía jugando:
-Aquí viene el avioncito –y llevaba la cuchara a mi boca.
Estuvimos un rato juntos en el suelo, ella leía un cuento para mí, en ese
momento una gran necesidad de hacer pipí se apoderó de mí, recordé al instante
el pañal y sin meditarlo más dejé libre mi vejiga. El pañal se puso tibio y pesado.
La enfermera se dispuso a acostarme pero cuando examinó mi pañal se percató
de que necesitaba un nuevo cambio.
-Mami te cambia, no te preocupes bebe.
El ritual volvió a repetirse, quitar pañal, toallitas húmedas nuevo pañal y
ajuste bien fuerte.
Me tomó en brazos y me acostó en una cuna, puso un móvil en marcha y apagó
la luz. Poco a poco me quedé dormido, sabiendo que al día siguiente tendría un
nuevo día como bebe.
Pero no fue así cuando desperté seguía en el hospital, pero en la
habitación que compartía con mi esposa e hijo recién nacido, ambos dormían.
-Fue un sueño –reconocí en voz baja
y tomándome la cabeza.
Me miré, vi mi pantalón mojado, me sonrojé y lentamente me puse de pie para
limpiarme, pero en ese momento ingreso una enfermera, la misma que me había
estado cuidando. Miró mi pantalón y exclamó con ternura:
-No se preocupe le pasa a muchos padres, es debido al cansancio. Cuando
nadie lo vea póngase esto y estará mejor.
Me alcanzó un gran pañal blanco el cual tomé.
-De seguro se verá como un hermoso bebé –dijo en forma juguetona, examinó a
mi hijo y salió.
Desde aquel día tuve la duda si fue un sueño mi vivencia o una hermosa
realidad en la que por alguna razón me trataban como un hermoso bebé.