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jueves, 25 de agosto de 2016


Todo por pasar de año



Sabrina tenía todo cuanto había deseado, una bella casa, juventud y hacia poco había logrado graduarse como maestra, todo era perfecto en su vida. Excepto por una pequeña cosa: quería tener un bebe, pero no tenía pareja y no estaba interesada en tener. Pero su deseo de ser madre era demasiado fuerte como para ignorarlo.

Pensó en varios métodos distintos, pero ninguno la convencía totalmente.

En ocasiones iba a las farmacias y compraba cosas para bebes por el deseo tan fuerte que tenía.

Al ver que su más grande sueño estaba lejos de cumplirse comenzó a deprimirse, iba a la escuela y daba sus clases sin ganas, incluso su humor fue variando y se transformó en alguien de carácter irritable y malhumorada.

Cerca de fin de año muchos de sus alumnos estaban a punto de repetir el año a causa de sus notas, Sabrina por consejo del Director, les tomó un nuevo examen con el fin de darles una oportunidad más.

Todos los niños aprovecharon esta nueva chance y aprobaron el examen todos excepto Mario. Quien sacó un tres, y por lo tanto su destino era repetir el año.

Cuando el timbre del fin del día sonó, Sabrina tomó su bolso y salió de la escuela directo a su casa agradecida de que ya era viernes, pero en el camino fue alcanzada por Mario.

-¿Qué deseas? –preguntó ella molesta por el encuentro.

-Una posibilidad más, para no tener que repetir el año.

-Ya te he dados muchas posibilidades y las desperdiciaste todas.

-Lo sé, pero esta vez la aprovecharé.

-No habrá más posibilidades.

-¡Por favor! –exclamó con los ojos llenos de lágrimas.

-Deja de llorar así pareces un bebe –le respondió pero en ese mismo instante se interrumpió y se quedó mirando al niño mientras una idea surgía en su mente.

-Haré lo que sea –suplicó Mario aun llorando.

-¿De verdad lo dices?

-Sí, lo que sea.

-Hay una cosa que si haces, te aprobaré sin siquiera tener que hacer otro examen.

-¡¿Q… qué debo hacer!? –quiso saber ansioso.

Sabrina se agachó un poco y le susurró al oído su plan. Mario saltó hacia atrás con la cara roja de la vergüenza.

-Jamás haré eso, ni loco –respondió.

-Te estaré esperando en mi casa, tienes tiempo hasta las seis de la tarde, pasado esa hora habrás desperdiciado tu última chance.

-¡Esta loca!

Dicho esto el niño giró sobre sus talones y se marchó avergonzado y molesto, mientras Sabrina lo observaba con una sonrisa maliciosa.

Pocos minutos antes de las seis de la tarde, sonó el timbre en la casa de Sabrina.

Cuando la mujer abrió la puerta se encontró con Mario.

-Lo haré –exclamó resignado con la cara roja por la vergüenza.

-¿Durante todo el fin de semana? -preguntó ella regodeándose en su victoria.

-Si, por todo el fin de semana… seré su bebe.

Sabrina sonrió.



*   *  *



Mario se miró al espejo y se puso rojo de la vergüenza. Vestía una remera azul con dibujos infantiles, unas medias blancas y un chupete en la boca, pero todo eso era lo de menos en su cintura y bien ajustado llevaba un enorme pañal blanco. Intentó moverse un poco pero a causa de éste, sus movimientos eran más lentos y torpes, además el pañal hacia ruido como si se tratara de una bolsa de plástico.

-Estas perfecto –exclamó Sabrina desde atrás.

-¿Qué se supone que debo hacer ahora? –preguntó molesto.

-Aprender a ser un bebe. Y los bebes no hablan- le volvió a colocar el chupete en la boca -.Ahora vamos es hora de tu cena bebe.

Demostrando gran fuerza lo tomó en brazos y lo trasportó a la cocina. Allí lo colocó en una silla alta, le puso unos correas para que no se saliera y le preparó una papilla de banana y manzana. Le colocó un babero y con una cucharita le fue dando de comer. Mario no tenía más opción que aceptar la situación con resignación.

Luego siguió una mamadera cargada de un preparado especial de leche maternizada. Su sabor era desagradable y Mario lo hizo saber corriendo su cara.

-Eres un bebe chiquito y quiero que crezcas bien, esto te ayudara –explicó Sabrina insistiendo con la mamadera.

Con un gran esfuerzo Mario se tragó todo el contenido. Hecho esto pensó que lo peor había pasado pero el fin de semana recién estaba comenzando.

Cerca de las nueve de la noche Mario se encontraba, desde hacía por lo menos una hora, sentado en un corralito donde abundaban juguetes para bebes. Sabrina se encontraba cerca leyendo un libro por lo tanto él, sabía que debía actuar como un bebe y disimular que disfrutaba de aquellos juguetes y así lo hizo.

Luego de un buen rato Sabrina lo tomó en brazos y lo llevó a lo que sería su habitación. Lo recostó sobre un cambiador y precedió a revisarlo. Y notó que el pañal estaba impecable.

-¿Bebe, te sientes bien? No has hecho popo ni pipi.

-Mira puedes obligarme a muchas cosas pero de ningún modo haré mis necesidades en un pañal –exclamó Mario.

-No te preocupes mami, tiene la solución.

Y Sabrina volvió a sonreír.



*  *  *



Mario gritaba con fuerzas e intentaba zafarse pero su profesora tenía más fuerza. Se encontraba recostado boca abajo, con la cola al aire y en su ano había una enema que estaba vertiendo todo su contenido dentro de él, podía sentir como el líquido ingresaba en sus intestinos y comenzaba a producir su efecto.

Luego de unos minutos Sabrina quitó la enema y volvió a colocarle el pañal. Pasado diez minutos, Mario sintió como le venían unas ganas enormes de hacer popo, intentó resistirse cruzando las piernas y demás cosas pero nada fue efectivo en cuestión de segundos su pañal abundaba de popo.

La maestra se percató de ello por el olor.

-¿Ves? Te hiciste popo encima como un bebe y ahora estas más aliviado –dijo ella dando golpecitos en el pañal y desparramando más el popo -.Sin embargo el pañal sigue seco así que te quedaras así hasta que lo humedezcas.

Mario ya no tenía fuerzas para nada, por ello sin ningún tipo de esfuerzo mojó su pañal, el cual se volvió más pesado y de un color amarillento.

Con gran satisfacción, Sabrina le quitó la ropa sucia, lo limpió con mucho cuidado con toallitas húmedas, le puso una pomadita en la cola y le volvió a abrochar un pañal por encima del ombligo.

Lo llevó en brazos hasta una cuna, allí lo arropó y puso a funcionar un móvil que estaba colgado del techo. Mario estaba exhausto debido al día por ello no tardó más de cinco minutos en quedarse profundamente dormido más allá de lo ridículo de la situación.

Al día siguiente Mario se despertó muy tarde, apenas se movió un poco noto el pañal pesado, no tardó mucho en descubrir que era ya que enseguida sintió olor a popo. Al parecer la enema siguió actuando aun cuando estaba dormido. Se sentía molesto y por la pesadez del pañal se dio cuenta de que llevaba así varias horas.

Sabrina ingresó a la habitación y lo saludó con una gran sonrisa. Sin mediar palabras lo levantó de la cuna y volvió a colocarlo en el cambiador, y una vez más volvió a proceder a cambiarle los pañales.

-Bastante popo –exclamó mientras lo limpiaba con toallitas húmedas –.Ya estas hecho todo un bebe.

Mario no dijo nada, no tenía opción, si quería pasar de año debía acceder a todo lo que aquella mujer quisiera, así que solo procedió a juguetear con el chupete que tenía en la boca.

-¡Mi bebito, lindo! ¡¿Quién es el bebito de mamá?! ¡¡¡Este es el bebito más lindo, el de mami!!! -decía la mujer mientras le terminaba de acomodar el pañal o le daba besitos en la panza en forma juguetona.

Mario pensó que lo que seguiría sería su desayuno hecho por una mamadera pero no fue así. Sabrina se desprendió los breteles de su corpiño y le ofreció beber de su pecho. El chico se resistió al principio sin embargo la mujer le recordó el trato y no tuvo más opción. Puso sus labios sobre el pezón y comenzó a succionar, para su sorpresa lego de unos segundos comenzaron a brotar gotitas y a los minutos ya eran grandes chorros de leches que salían de los pezones y que Mario estaba obligado a tragar.

-Hace tiempo que tomo pastillas para amamantar –explicó la maestra mientras le acariciaba la cabeza en forma tierna.

Por el hambre que tenía el niño se bebió y agotó los dos pechos. Sabrina lo tomó en brazos y colocó en un andador alto y de su talla, los pies apenas llegaban a tocar el piso.

-Juga acá mientras mami termina de hacer algunas cosas –dijo la mujer.

Con dificultades Mario se trasladó con el andador por distintas partes de la casa, hasta que su imagen se vio reflejada en un espejo: el chupete en la boca, el abultado pañal, las ropas infantiles y estar colocado dentro de un andador era la imagen de un bebe, tanta vergüenza le dio que sin querer dejó es capar pipi que venía aguantando, haciendo el pañal mucho más pesado y sin más se puso a llorar como un bebe.

Cuando Sabrina se hizo presente preocupada, lo palpó y se percató del problema.

-Ya chiquito, mami ya está acá, solo es un poco de pipi, en un rato mami te cambia.

Mario no supo porque pero aquella mujer logró calmarle la angustia. Aunque duro poco, ya que a los pocos minutos Sabrina lo llevó a otra habitación donde lo aguardaba un cochecito de bebe. El niño no quería saber nada con salir así a la calle, sin embargo la mujer tuvo más fuerza, lo colocó dentro y lo amarró con cinturones impidiéndole escapar.

El  paseo por la calle duró unos cincuenta minutos, los cincuenta minutos más vergonzosos en la vida de Mario, tanta fue la vergüenza que varias veces llenó el pañal de pis y hasta que finalmente lo embarró de popo. Tan llenó estaba que ya estaba a punto de reventar, sin embargo Sabrina lo llevó hasta una plaza lo recostó en un banco y frente a todos lo limpió y le cambio el pañal como si de un bebe se tratara.

Así el fin de semana transcurrió. Mario cumplió con su parte y Sabrina con la suya.

En la actualidad, en ocasiones, cuando el niño ve a un bebe en un cochecito por la calle se hace pis, todo porque para pasar de año debió ser un bebe.



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