No seas machista
Mario era el típico chico machista, siempre consideraba que las mujeres
estaban por debajo de los varones, y se encargaba de remarcarlo con cometarios
o actitudes. Sus compañeras de la facultad ya estaban hartas de las diferencias
que hacía.
Colmó el vaso cuando una compañera llevó su bebé a la universidad y el
desubicado exclamó:
-¡Que bebé más feo! Se nota que salió a vos.
A partir de ese momento optaron por ignorarlo y no volver a dirigirle la
palabra. Pero Felicia, la madre del bebé, pensaba que merecía un escarmiento
peor, un escarmiento que le enseñara a respetar a los demás y por sobre todo un
escarmiento que le enseñara a respetar a las mujeres. Meditó durante muchos
días cual sería un castigo ejemplar. Una noche calmando a su bebé que no paraba
de llorar, tuvo una idea que creyó genial, difícil de llevar cabo pero no
imposible. Poco a poco fue resolviendo todos los inconvenientes que pensaba que
podría llegar a tener, y cuando hubo terminado rio a carcajadas imaginando lo
que le esperaba a Mario.
Se puso de acuerdo con sus amigas de la facultad y una noche a la salida
pusieron en marcha el gran plan. Tomaron por sorpresa el insoportable joven, lo
durmieron con cloroformo, lo subieron a un auto y se lo llevaron.
Cuando Mario despertó se encontraba atado de pies y manos en una habitación
completamente oscura.
-¡¿Qué es esto?! –gritó intentando mostrar valentía pero el temor se
notaba en el timbre de su voz.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad divisó frente a él, unas
cinco figuras aunque le resultaba imposible diferenciar si se trataba de
hombres o mujeres.
-Comienza el proceso de reeducación –exclamó una de las sombras.
Dieron unos pasos hacia adelante, Mario sintió un gran temor por lo cual se
le hizo imposible controlar su vejiga y como resultado mojó sus pantalones
dejando además un pequeño charco amarillento a su lado.
-¿Ven? Les dije que era un bebé –se burló la misma persona que a esa altura
se notaba por la voz que era una mujer.
Hizo una leve seña con su mano y dos se abalanzaron contra el joven y en un
abrir y cerrar de ojos, le quitaron toda la ropa y le colocaron un enorme pañal
blanco. Risas al por mayor resonaron en la habitación mientras que el joven
avergonzado y atemorizado empezó a llorar.
-¡Pobre bebé! –exclamó otra voz y le colocó un chupete en la boca.
Pero la humillación estaba lejos de terminar, mientras unas sombras le
cambiaban el peinado a un estilo más femenino y como frutilla de postre le
ponían una hebilla con forma de flor, otras le colocaban un poco de maquillaje
en el rostro. Cuando finalizaron siguieron con el siguiente paso de su plan, le
quitaron todo el bello del cuerpo con cera y fue entonces que procedieron a
vestirlo. Le pusieron unas medias de mujer de color rosa. Luego, le acercaron
la que sería su ropa, un infantil vestido del mismo color que las medias. Tenía
muchos moños y voladitas en las mangas, en el cuello, y en la parte de la
falda.
En cualquier otra situación Mario se hubiera resistido a algo tan
humillante pero en este caso aún estaba intimidado y con miedo es por ello que
no puso la menor resistencia cuando le colocaron el vestido. Las sombras se
alejaron para ver su obra maestra. El chico estaba sentado en el piso con las
piernas abiertas, debido a que no podía cerrarlas por el abultado pañal, éste
sobresalía por debajo del vestido ya que no lo tapaba en su totalidad. La cara
con un leve maquillaje, pelo peinado a manera femenina, era la viva imagen de
una bebé.
Para muchos si se finalizaba allí el castigo era más que suficiente, sin
embargo Felicia quería llegar hasta las últimas consecuencias fueran cual
fueran. Le colocó una correa de perro y con una cadena lo llevaba de un lado a
otro de la habitación como si se tratara de un perro, Mario estaba entregado no
había nada a lo cual se resistiera, el miedo era mayor.
Las risas de los allí presente eran como taladros en la sien del joven, fue
tanta la vergüenza que sintió que nuevamente no pudo controlarse y en esta vez
lo que evacuó fue sus intestinos, llenando todo el pañal de abundante popo.
-Pero que bebé tan cochino –exclamó Felicia percatándose de lo que había
sucedido y dándole palmadas en la parte trasera del pañal y aplastándole toda
la caca en la cola.
La mujer lo hizo pararse y le dio una escoba.
-Se una buena niña, y barré –exigió.
Mario con todo el pañal cargado obedeció y se puso a barrer el suelo, así
estuvo un buen rato mientras las sombras solo se limitaban a mirarlo, poco a
poco la habitación se fue llenando del mal olor que salía del pañal.
-Muy bien ya vamos a sacarte ese pañal sucio. Di con voz de niña pequeña
que te cambiemos.
-Por favor cámbienme el pañal –pidió imitando lo mejor que pudo la voz de
una niña. Otra vez las risas.
Felicia lo guio con la correa. Lo recostó en un cambiador plástico. Le
quitó el pañal, lo limpió, lo lavó, y volvió a ponerle otro pañal. Hecho esto
lo llevó, nuevamente con la correa, hasta un sillón, ella se sentó y lo recostó
sobre su regazó.
-Debes tener hambre de después de tanto trabajo, veni hermosa –mientras
Felicia decía esto se desprendía el corpiño y le ofrecía el pecho.
Por primera vez Mario se negó y eso le costó caro ya que la mujer lo dio
vuelta y empezó a nalguearlo con fuerza en la cola, así estuvo varios minutos,
incluso las otras sombras se acercaron para darle golpes en la cola.
-Bebita mala –le decían.
Terminado el castigo Felicia volvió a ofrecerle el pecho, esta vez Mario no
opuso resistencia y empezó a succionar del cual salió leche con un sabor rancio
que le produjo asco, pero Felicia no dejaba que se alejara del pezón y lo
obligaba a seguir bebiendo. Con el correr de los minutos el sabor comenzó a
cambiar y si bien no era agradable tampoco le costaba tragarlo. Luego de unos
minutos pasó al otro pecho y continuó igual.
Cuando terminó el almuerzo, la mujer lo volteó y le dio unos golpecitos en
la espalda para que eructara. Por último, de la correa, lo llevó hasta una cuna
enorme y allí lo hizo dormir, cosa que sucedió rápido debido al cansancio que
Mario tenía.
Mientras descansaba las mujeres juntaron popo de perro y se lo colocaron
dentro del pañal sin que el joven se percatara. Al despertar sintió el mal olor
y la incomodidad, se puso a llorar sin poder controlarse mientras las mujeres
reían a carcajadas.
-Pobrecita, se ha ensuciado de nuevo –decía una.
-Es una bebé muy sucia –exclamaba otra.
-Y muy llorona –finalizó Felicia mientras le colocaba el chupete en la
boca.
Y las burlas continuaban, después de ello lo obligaron a jugar con juguetes
de bebé un buen rato sin cambiarle el pañal. Cuando se sintieron satisfechas le
colocaron un nuevo pañal limpio y volvieron a dormirlo con cloroformo. Lo
subieron al auto y cuando ya estaba un poco más despierto, Felicia se le acercó
al oído y exclamó:
-Respeta a las mujeres.
Lo bajaron en la calle y se fueron.
El pobre joven con pañal y un vestido rosa acuesta tuvo que caminar hasta
llegar a su casa.
El castigo había terminado, desde aquel día Mario cambió rotundamente,
siempre hablaba bien de las mujeres y de los bebes. Felicia y sus amigas quedaron
muy satisfechas con la venganza y los resultados, mientras que el joven jamás
se enteró de que habían sido sus compañeras de facultad las que lo habían
convertido en una hermosa bebita.
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