El precio del
capricho (2da parte)
Después de que Paola recibiera un terrible escarmiento debido a su
comportamiento, éste se modificó y mejoró notablemente. Pero no duró mucho, en
poco tiempo la niña volvió a sus antiguos caprichos y muy rápidamente su
conducta se volvió a parecer mucho a la anterior.
Su madre en varias ocasiones la amenazó con volver a implementar el mismo
castigo pero a Paola ya era otra y no veía con tan malos ojos pasar otra semana
como una bebita.
Frente a este panorama Flavia la madre de Paola, volvió a consultar a la
amiga que le diera el plan inicial. Ésta se sorprendió al escuchar lo ocurrido.
Sin embargo tenía un nuevo plan para que de una vez por todas, la joven,
madurara y por otro lado no disfrutara de su nuevo periodo como bebé, esta vez
tenían que ir un poco más lejos.
Con este propósito Flavia se pasó todo el día en la calle buscando lo que
necesitaba para, una vez más, imponer un castigo ejemplar a su caprichosa hija.
A la noche le anunció a Paola que al día siguiente comenzaría su
correctivo. La impetuosa adolecente se rio a carcajadas y se marchó a su
habitación, por dentro gozaba la idea de volver a ser tratada como una bebita
sin embargo no tenía idea de lo que se había preparado para ella.
Cuando el sol comenzaba a asomarse por el este, Flavia entró a la
habitación de su hija y como lo había hecho meses atrás comenzó a desvestirla
para ponerle un pañal y demás ornamentos de bebé. Paola no se resistió porque
en verdad lo estaba disfrutando, no obstante su semblante cambió cuando vio que
su madre le ponía un uniforme similar a la de niños de jardín y le colgaba una
mochila.
-¿Qué… qué es esto? –atinó a decir la niña.
-No pensaras que vas a pasar otra semana sin hacer nada tirada en una cuna,
vas a ir a la escuela pero ya que insistís en ser una bebita entonces te voy a
llevar al lugar que corresponda.
Al entender lo que se había planeado Paola empezó a gritar y a resistirse,
sin embargo su madre mostrando una gran fuerza logró sacarla a la calle. La
niña pasó el ridículo de su vida cuando sus vecinos la vieron, por lo tanto se
arrojó dentro del auto sin pensarlo. En el asiento de atrás había una sillita
para bebé pero de su tamaño. Su madre la sentó allí y leajustó el cinturón y se
dirigieron hacia su destino.
Durante todo el viaje Paola suplicaba a su madre para que se apiadara pero
ésta hizo caso omiso y siguió adelante con el plan.
Al arribar a un jardín frenó el auto y le dijo a su hija que descendiera,
la cual desde luego se negó a hacerlo. Su madre sacó su celular y le tomó una
foto, y la amenazó que si no bajaba del auto subiría esa foto al Facebook para
que todos sus compañeros la vieran. Frente tal amenaza Paola no tuvo otra
opción que obedecer.
Su madre la llevó de la mano hasta la sala en la que iba a estar. Cuando
ingresó todos los niños se rieron dela imagen, sin embargo la maestra la
recibió con naturalidad como si de un niño más se tratara.
Durante todo el día debió compartir y hacer las mismas cosas que los demás
alumnos del jardín. Tuvo que jugar, dibujar y demás cosas. Paola sentía que iba
a morir de vergüenza de un momento a otro.
Cuando fue la hora de ir al baño todos los niños formaron dos filas una de
varones y otras de niñas. La joven se formó con estas últimas pero la maestra
la apartó.
-No necesitas el baño –le explicó -.Para eso los pañales.
-¡¿Qué? ¿Tengo que hacérmelo encima delante de todos?!
-¿Qué tiene de malo? Tengo muchos pañales, así que no tepreocupes yo
después te cambio. Además tu mamá aseguró que te encantaba usarlos, así que
adelante no tengas vergüenza.
-Pe… pero.
-Nada de peros cuando tengas ganas simplemente hace pipi –concluyó con tono
cariñoso la maestra.
Desde luego Paola intentó aguantar todo lo que podía pero no fue lo
suficientemente fuerte. En el peor momento cuando todos los niños volvieron al
salón ella ya no aguantó más y liberó todo el pipi que tenía acumulado. La
maestra lo notó y la palpó en la entrepierna.
-Te hiciste pipi –exclamó en voz alta.
Todos los niños estallaron en una fuerte carcajada al ver como se llevaban
a la joven a otra sala. La recostó en un cambiador plástico la quitó la ropa
sucia, la limpió con una toallita húmeda y le colocó un nuevo pañal. Éste era
tan grande que sobresalía por debajo del uniforme.
A la hora de tomar la leche, todos los niños recibieron una tacita donde le
servían, pero Paola recibió una mamadera y de allí debió beber, lo que le costó
nuevas burlas.
Conforme los días pasaban las acciones se volvían a repetir. Paola
suplicaba a su madre que le quitara el castigo, juraba que había aprendido la
lección y que estaba arrepentida. Sin embargo Flavia siguió adelante con lo planeado
y de hecho puso en marcha la segunda parte del castigo.
Sin que Paola se enterara, su madre
le dio a la maestra un poderoso laxante que debía poner dentro de la leche.
Así fue llegado el momento y sin saberlo la adolescente ingirió todo el
contenido de la mamadera junto al laxante. Luego de media hora el medicamente
comenzó a hacer efecto. Paola suplicó a la maestra que le permitiera utilizar
el baño pero ésta se lo negó como siempre. La joven no aguantó más y soltó todo
el popo acumulado inundando todo el pañal. Sus compañeros volvieron a reírse y
burlarse al darse cuenta de lo sucedido. Nuevamente la llevaron a una sala
contigua para limpiarla.
-No te preocupes, son cosas que le pasan siempre a los bebes –dijo la
maestra con tono maternal en el camino y al mismo tiempo le daba palmadas en la
cola aplastando más el popo.
Como los días anteriores fue recostada, limpiada, llenada de talco y vuelto
a colocar un nuevo pañal.
Los días pasaron y cada nuevo día en el jardín Paola sufría lo mismo, para
colmó sin saberlo seguía tomado el laxante y haciéndose popo frente a todos los
niños. Por otra parte su madre notó que su actitud ya era otra, por lo tanto
llegado a las dos semanas decidió levantar el castigo.
-Mañana va a ser tú último día en el jardín. Pero –advirtió -.Si volver a
tus antiguos caprichos voy a imponerte un nuevo castigo y cada vez va a ser
peor.
La niña juró un cambió rotundo y su madre le creyó.
Al día siguiente, sabiendo que su castigo finalizaba se dedicó a disfrutar
del día en el jardín y del trato que le daban más allá de las burlas. Hablaba
como bebé, y se ponía a llorar cuando necesitaba un cambio de pañal. Tomaba la
mamadera y lo disfrutaba, y luego se divirtió junto a los otros niños dibujando, aprendiendo o escuchando
atentamente los cuentos que la maestra les leía.
Finalizado el castigo Paola regresó a su escuela normal, se sentía un poco
triste en ese lugar, sabía que bien que los profesores que tenía no serían tan
dulces como la maestra del jardín que diariamente la había tratado como una
bebita.
fino
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