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miércoles, 31 de agosto de 2016



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Ahora a leer, disfrutar y comentar:


Obedecerás a tus padres.



-¡¡¡Sos un tonto! ¡Un bobo!!! –gritó una joven.

-¡¡¡Y vos sos terriblemente insoportable!!! –le respondieron.

Lautaro y Cecilia son dos hermanos mellizos de dieciséis años. A diferencia de la mayoría de los mellizos ellos no tenían un fuerte vínculo que los unía, más bien todo lo contrario no hacían otra cosa que pelearse todo el tiempo. Sus padres desesperados por esta situación ya habían intentado todo y nada funcionaba para que lo hermanos se unieran más.

Sin embargo Úrsula una científica que trabaja con Pedro, el padre de los niños, le ofreció una terapia alternativa, algo que hasta el momento no había sido probado.

-¿De qué estás hablando? –exclamó el hombre confundido ante el ofrecimiento.

-Te estoy hablando de la droga T-32. Hace que el cerebro del paciente tenga una regresión al momento de ser un bebé y por lo tanto hace que la persona se comporte como uno.

-Conozco la droga, lo que no comprendo es que me va a ayudar.

-Simple, cuando ellos tenga la regresión y sean bebes podrás reeducarlos y lograr que finalmente establezcan el vínculo que tanto deseas.

-¡Estás loca! No voy a experimentar con mis hijos.

-Pensé que estabas desesperado –sonrió con cinismo.

-Pero no tanto –exclamó él.

Pedro molesto se marchó del laboratorio sin embargo no podía quitarse de la cabeza lo propuesto por su compañera. Consultó a solas con su esposa y luego de mucho debatirlo decidieron que ya no quedaba nada más para probar y que intentarían lo propuesto.

Prepararon todo y engañados llevaron a sus hijos al laboratorio. En el camino los hermanos comenzaron con sus típicas peleas lo que hizo que sus padres confirmaran que estaban haciendo lo correcto.

En el laboratorio les ofrecieron a los niños un jugo que llevaba, sin que lo supieran, un fuerte somnífero. Luego de beberlo se durmieron a los pocos minutos.

Cuando despertaron ambos estaban sujetos de pies y manos, y desnudos de la cintura para abajo, apoyados sobre un pañal abierto. Intentaron gritar pero un chupete en la boca con una correa se los impedía. Sus padres los observaban desde una habitación contigua. Una científica se acercó a los niños y le colocó una inyección con un liquida azul a Cecilia y luego le cerró el pañal, acto seguido fue el turno de Lautaro al cual le hicieron lo mismo.  

Tuvieron que esperar unos pocos minutos y en seguida los dos hermanos comenzaron a llorar, no como adolescentes sino como dos bebés, el suero había funcionado Cecilia y Lautaro habían vuelto a ser bebés.

-Ahora recuerden –explicó Úrsula a los padres -.Ellos sigue teniendo conciencia de adulto pero la droga los obligara a actuar como bebés. Pero la droga es temporal en siete días volverán a la normalidad así que no desperdicien el tiempo.

Ambos subieron a los “nuevos bebés” al auto y se los llevaron a la casa. Pasaron por un supermercado para comprar todos los elementos necesarios y al llegar notaron que sus hijos ya necesitaban un cambio de pañales: Lautaro lo había mojado mientras que Cecilia lo había embarrado. Los niños conscientes de lo que les había sucedido se sorprendieron en ningún momento se habían percatado de que habían ensuciado el pañal.

Ambos fueron recostados sobre un cambiador con dibujos de “Disney”, ambos quisieron resistirse pero sus cuerpos simplemente no obedecían sus órdenes. Los limpiaron con toallitas húmedas y luego de un poco de talco le colocaron un nuevo y reluciente pañal.

Había llegado el momento de reeducarlos, la idea era simple que todo lo que hicieran los hermanos lo hicieran juntos de manera de que desarrollaran ese vínculo que no habían logrado desde chicos. Por ello no los separarían ni un segundo.

Y así fue terminado el cambio, armaron un corralito y colocaron a los dos hermanos juntos para que jugaran: si bien al principio fueron reacios a esto, luego su parte de bebés los hizo encontrar divertido lo que allí había,  mientras Lautaro le prestaba atención a unos autitos, Cecilia se entretenía abrazando y revoleando un oso de peluche. 

El día continuó con un baño, los dos padres llenaron la tina de agua tibia y colocaron a los dos bebés allí y los bañaron a ambos a la vez.

-¿Quiénes son estos hermosos bebés? –decían los padres mientras los bañaban.

Los niños se ofuscaron por este comentario pero poco a poco su parte de bebés fue ganando de nuevo y comenzaron a divertirse golpeteando el agua o con los juguetes que sus papás habían colocado para ellos.

Los secaron con cuidado, le volvieron a colocar unos enormes pañales y luego un enterito, con imágenes de ositos para él y de pequeñas princesas para ella, y alzados en brazos por sus padres cada uno fue puesto en una enorme cuna. Les cantaron dulces canciones y pusieron en funcionamiento un andador hasta que los niños se durmieron.

La siesta se interrumpió cuarenta y cinco minutos después por fuertes llantos de los niños. Los padres ingresaron a la habitación, les revisaron los pañales: estaban limpios, por lo tanto dedujeron que tenían hambre.

Les prepararon una papilla a base de banana y calabazas, los sentaron en sillitas altas, le colocaron baberos con tiernos dibujos y les dieron de comer, luego los recostaron sobre su regazo y le dieron de beber leche de una mamadera.

Terminado el almuerzo estaban listos para un nuevo cambio de pañal ya que ambos lo habían embarrado al punto tal que estaban por estallar. Los recostaron nuevamente en el cambiador, y siempre con el mismo amor y ternura los limpiaron en profundidad, los rociaron con talco y le colocaron un nuevo pañal.

María la madre de ambos comenzó a tomar pastillas para poder volver a producir leche en sus pechos. Y gracias a ellos y la estimulación de succión de sus hijos, al segundo día pudo amamantar a ambos niños al mis tiempo. Obviamente que los niños se resistieron al principio pero finalmente cedieron y al hacerlo encontraron placentero beber la leche materna. María se recostaba sobre la cama, ponía a cada niño en uno de sus pechos y así los alimentaba, mientras les acariciaba la cabeza.

Casi todas las tardes los niños eran puestos en cochecitos y sacados a pasear por el vecindario, en ocasiones también los llevaron a las plazas y allí jugaban con la arena o junto a otros bebés. María y Pedro llevaban siempre consigo el bolso de bebés, porque siempre era necesario un cambio de pañales, ya sea para Lautaro o para Cecilia. Cuando sucedía los recostaban sobre el banco de la plaza y mientras ellos se divertían con los juguetes o chupándose el dedo gordo, los limpiaban y le colocaban nuevos pañales. El resto de la gente miraba intrigada pero a la familia no parecía importarle. Incluso María se animó en varias ocasiones a amamantar a sus hijos en plena vía pública. 

Pedro y María dedicaron los días que tenían disponible para unir a sus hijos y disfrutar a su lado. Mientras que Lautaro y Cecilia parecía que cada minuto que pasaba disfrutaban más y más ser bebés.

Los niños también lograron desarrollar ese vínculo de gemelos que tanto anhelaban sus padres.

Transcurrido el tiempo establecido los niños recobraron la plena noción y fueron quedando atrás esas agradables sensaciones que le producían todas las cosas relacionadas a los bebés. Cuando recobraron el control de su propio cuerpo ambos se dieron cuentas  de que aún llevaban pañales supe embarrados, sus padres los cambiaron por última vez y ya volvieron a su ropa de adultos.

-Esto los hicimos por ustedes –explicó Pedro –para que dejen de pelear, ahora ven hasta donde somos capaces de llegar mamá y yo. Y lo haremos de vuelta si en necesario.

Los niños prometieron comportarse adecuadamente a cambio de volver a pasar la humillación de ser por una semana unos bebés.


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