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Ahora a leer, disfrutar y comentar:
Obedecerás a
tus padres.
-¡¡¡Sos un
tonto! ¡Un bobo!!! –gritó una joven.
-¡¡¡Y vos sos
terriblemente insoportable!!! –le respondieron.
Lautaro y
Cecilia son dos hermanos mellizos de dieciséis años. A diferencia de la mayoría
de los mellizos ellos no tenían un fuerte vínculo que los unía, más bien todo
lo contrario no hacían otra cosa que pelearse todo el tiempo. Sus padres
desesperados por esta situación ya habían intentado todo y nada funcionaba para
que lo hermanos se unieran más.
Sin embargo
Úrsula una científica que trabaja con Pedro, el padre de los niños, le ofreció
una terapia alternativa, algo que hasta el momento no había sido probado.
-¿De qué estás
hablando? –exclamó el hombre confundido ante el ofrecimiento.
-Te estoy
hablando de la droga T-32. Hace que el cerebro del paciente tenga una regresión
al momento de ser un bebé y por lo tanto hace que la persona se comporte como
uno.
-Conozco la
droga, lo que no comprendo es que me va a ayudar.
-Simple, cuando
ellos tenga la regresión y sean bebes podrás reeducarlos y lograr que
finalmente establezcan el vínculo que tanto deseas.
-¡Estás loca!
No voy a experimentar con mis hijos.
-Pensé que
estabas desesperado –sonrió con cinismo.
-Pero no tanto
–exclamó él.
Pedro molesto
se marchó del laboratorio sin embargo no podía quitarse de la cabeza lo propuesto
por su compañera. Consultó a solas con su esposa y luego de mucho debatirlo
decidieron que ya no quedaba nada más para probar y que intentarían lo
propuesto.
Prepararon todo
y engañados llevaron a sus hijos al laboratorio. En el camino los hermanos comenzaron
con sus típicas peleas lo que hizo que sus padres confirmaran que estaban
haciendo lo correcto.
En el
laboratorio les ofrecieron a los niños un jugo que llevaba, sin que lo
supieran, un fuerte somnífero. Luego de beberlo se durmieron a los pocos minutos.
Cuando
despertaron ambos estaban sujetos de pies y manos, y desnudos de la cintura
para abajo, apoyados sobre un pañal abierto. Intentaron gritar pero un chupete
en la boca con una correa se los impedía. Sus padres los observaban desde una
habitación contigua. Una científica se acercó a los niños y le colocó una
inyección con un liquida azul a Cecilia y luego le cerró el pañal, acto seguido
fue el turno de Lautaro al cual le hicieron lo mismo.
Tuvieron que
esperar unos pocos minutos y en seguida los dos hermanos comenzaron a llorar,
no como adolescentes sino como dos bebés, el suero había funcionado Cecilia y
Lautaro habían vuelto a ser bebés.
-Ahora
recuerden –explicó Úrsula a los padres -.Ellos sigue teniendo conciencia de
adulto pero la droga los obligara a actuar como bebés. Pero la droga es
temporal en siete días volverán a la normalidad así que no desperdicien el
tiempo.
Ambos subieron
a los “nuevos bebés” al auto y se los llevaron a la casa. Pasaron por un
supermercado para comprar todos los elementos necesarios y al llegar notaron
que sus hijos ya necesitaban un cambio de pañales: Lautaro lo había mojado
mientras que Cecilia lo había embarrado. Los niños conscientes de lo que les
había sucedido se sorprendieron en ningún momento se habían percatado de que
habían ensuciado el pañal.
Ambos fueron
recostados sobre un cambiador con dibujos de “Disney”, ambos quisieron resistirse
pero sus cuerpos simplemente no obedecían sus órdenes. Los limpiaron con
toallitas húmedas y luego de un poco de talco le colocaron un nuevo y
reluciente pañal.
Había llegado
el momento de reeducarlos, la idea era simple que todo lo que hicieran los hermanos
lo hicieran juntos de manera de que desarrollaran ese vínculo que no habían
logrado desde chicos. Por ello no los separarían ni un segundo.
Y así fue
terminado el cambio, armaron un corralito y colocaron a los dos hermanos juntos
para que jugaran: si bien al principio fueron reacios a esto, luego su parte de
bebés los hizo encontrar divertido lo que allí había, mientras Lautaro le prestaba atención a unos
autitos, Cecilia se entretenía abrazando y revoleando un oso de peluche.
El día continuó
con un baño, los dos padres llenaron la tina de agua tibia y colocaron a los
dos bebés allí y los bañaron a ambos a la vez.
-¿Quiénes son
estos hermosos bebés? –decían los padres mientras los bañaban.
Los niños se
ofuscaron por este comentario pero poco a poco su parte de bebés fue ganando de
nuevo y comenzaron a divertirse golpeteando el agua o con los juguetes que sus
papás habían colocado para ellos.
Los secaron con
cuidado, le volvieron a colocar unos enormes pañales y luego un enterito, con
imágenes de ositos para él y de pequeñas princesas para ella, y alzados en
brazos por sus padres cada uno fue puesto en una enorme cuna. Les cantaron
dulces canciones y pusieron en funcionamiento un andador hasta que los niños se
durmieron.
La siesta se
interrumpió cuarenta y cinco minutos después por fuertes llantos de los niños.
Los padres ingresaron a la habitación, les revisaron los pañales: estaban
limpios, por lo tanto dedujeron que tenían hambre.
Les prepararon
una papilla a base de banana y calabazas, los sentaron en sillitas altas, le
colocaron baberos con tiernos dibujos y les dieron de comer, luego los
recostaron sobre su regazo y le dieron de beber leche de una mamadera.
Terminado el
almuerzo estaban listos para un nuevo cambio de pañal ya que ambos lo habían
embarrado al punto tal que estaban por estallar. Los recostaron nuevamente en
el cambiador, y siempre con el mismo amor y ternura los limpiaron en
profundidad, los rociaron con talco y le colocaron un nuevo pañal.
María la madre
de ambos comenzó a tomar pastillas para poder volver a producir leche en sus
pechos. Y gracias a ellos y la estimulación de succión de sus hijos, al segundo
día pudo amamantar a ambos niños al mis tiempo. Obviamente que los niños se
resistieron al principio pero finalmente cedieron y al hacerlo encontraron
placentero beber la leche materna. María se recostaba sobre la cama, ponía a
cada niño en uno de sus pechos y así los alimentaba, mientras les acariciaba la
cabeza.
Casi todas las
tardes los niños eran puestos en cochecitos y sacados a pasear por el
vecindario, en ocasiones también los llevaron a las plazas y allí jugaban con
la arena o junto a otros bebés. María y Pedro llevaban siempre consigo el bolso
de bebés, porque siempre era necesario un cambio de pañales, ya sea para Lautaro
o para Cecilia. Cuando sucedía los recostaban sobre el banco de la plaza y
mientras ellos se divertían con los juguetes o chupándose el dedo gordo, los
limpiaban y le colocaban nuevos pañales. El resto de la gente miraba intrigada
pero a la familia no parecía importarle. Incluso María se animó en varias
ocasiones a amamantar a sus hijos en plena vía pública.
Pedro y María
dedicaron los días que tenían disponible para unir a sus hijos y disfrutar a su
lado. Mientras que Lautaro y Cecilia parecía que cada minuto que pasaba
disfrutaban más y más ser bebés.
Los niños
también lograron desarrollar ese vínculo de gemelos que tanto anhelaban sus
padres.
Transcurrido el
tiempo establecido los niños recobraron la plena noción y fueron quedando atrás
esas agradables sensaciones que le producían todas las cosas relacionadas a los
bebés. Cuando recobraron el control de su propio cuerpo ambos se dieron
cuentas de que aún llevaban pañales supe
embarrados, sus padres los cambiaron por última vez y ya volvieron a su ropa de
adultos.
-Esto los
hicimos por ustedes –explicó Pedro –para que dejen de pelear, ahora ven hasta
donde somos capaces de llegar mamá y yo. Y lo haremos de vuelta si en
necesario.
Los niños
prometieron comportarse adecuadamente a cambio de volver a pasar la humillación
de ser por una semana unos bebés.
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