Amor a los pañales
Como lo hacía todos los días, al volver de la escuela, Isabel prendió la
computadora que se encontraba en su habitación mientras ansiosa se quitaba el
uniforme. Se sentó frente al ordenador, las manos le temblaban, no estaba
segura de que página visitar, así que simplemente hizo lo de todos los días
abrió el google y tipió DL, inmediatamente el buscador le arrojó una gran
cantidad de opciones para que visitara.
Con su mano temblando llevó el mouse hasta una de las paginas e hizo clic y
esperó que se abriera. Lo que se mostraba era un sinfín de fotos con adultos,
hombres o mujeres por igual, utilizando pañales u otros artículos de bebés.
También estaba la opción de abrir videos donde las situaciones se repetían:
adultos siendo tratados por otras personas como bebés u de hombres y mujeres
que se grababan para mostrar como mojaban o ensuciaban sus pañales.
A Isabel todo aquello le fascinaba, anhelaba saber que se siente vestir un
pañal, se imaginaba como sería el tacto entre la piel y el pañal. Lo único que
la detenía era su miedo, de que la descubran o miedo de que finalmente no le
agradara.
Mientras pensaba todo ello seguía navegando por la web viendo fotos y
videos y así se le pasó la tarde.
-¡Isabel ya es hora de que te bañes! –le avisó la madre a la niña.
Esa noche habría una fiesta en la casa y ya comenzaba a oscurecer. Isabel
refunfuñó un poco debido a que debía interrumpir su diversión pero al final
obedeció.
Con el pasar del tiempo fueron llegando los visitantes, entre ellos unos
amigos de los padres que tenían un bebé de unos siete meses.
La noche transcurrió con normalidad. Mientras la Isabel ayudaba a su madre
a llevar a la mesa platos para el postre, vio como la amiga de la madre le
cambiaba el pañal al bebé para luego arrojarlo al cesto de basura. Isabel
sintió como se le aceleraba el corazón, llevo los paltos a la mesa rápidamente
y luego regresó a la cocina. Cando no quedó nadie, destapó el cesto de basura y
allí estaba el pañal, su corazón latía todavía más fuerte si es que eso era
posible. No lo pensó dos veces, lo tomó, lo llevó a su cuarto y lo ocultó.
Regresó con los invitaos y con cierta impaciencia aguardó que la fiesta
terminara y todos se marcharan. Cerca de la una de la madruga ya no quedaba
nadie e Isabel se retiró a su cuarto. Varias veces miraba hacia el armario
donde había ocultado el pañal, y varias veces pensó en colocárselo para dormir.
Pero no se animó y finalmente el sueño la venció.
Al día siguiente a pesar de ser sábado se levantó temprano, y pese a que le
miedo seguía ya no se resistió más, se quitó el pijama, desplego el pañal que
era un “up ando go”, se recostó
encima de él, y se lo puso. La sensación le encantó, se levantó para ver cómo
le quedaba pero se le caía por ello se puso un calzón para sostenerlo y así
desfiló frente al espejo mirándose desde distintos ángulos. No le importó que
le quedara un poco chico o que estuviera húmedo, lo único que le interesaba era
el placer que tenía por sentir el pañal y por verse con él.
Desde luego ese mismo día cuando tuvo la posibilidad debió deshacerse del
pañal, pero al hacerlo sintió un gran vacío y sabía que ya no podría dejar de
usarlos.
Pero el destino fue generosa con ella, un día de visita en la casa de sus
abuelos, y buscando un collar en la habitación de estos, descubrió un paquete
de pañales para adultos. De nuevo su corazón se aceleró. Tomó un par y los
guardó en su mochila.
Estos le duraron un par de días,
pero al colocárselos no sintió la misma satisfacción ya que en realidad era
ropa interior absorbente. Aun así los utilizaba durante todo el día, pero aún
no se animaba a más, básicamente a mojarlos. Cuando arrojó al tacho de basura
el último de los pañales, sintió gran pena.
Dos meses después comenzaron las vacaciones de verano y por unos días vino
una prima de visita la cual tenía un bebé de un año.
Nuevamente el destino fue generoso con Isabel, le quitaba a escondidas uno
o dos pañales por día y los ocultaba en su habitación. Cuando su prima se fue,
se había armado casi un paquete entero de pañales.
La niña los contemplaba como si de un tesoro se tratara, eran de color
rosado y con dibujos de “princesas”.
Respiró hondo, cerró la puerta de su cuarto con llevé, desplegó sobre su
cama uno de la pañales, se quitó la ropa, se recostó sobre el pañal abierto y
se arrojó un poco de talco y se lo abrochó. A pesar de tener doce años ya el
pañal le calzaba justo. Volvió a sentir aquella comodidad que no sentía con los
pañales de los abuelos y además el que usaba estaba seco a diferencia del
primero que había usado.
En ese momento lo supo: jamás podría dejar de usar pañales. Por ello iba de
un lado a otro luciendo con pañales, no solo en la casa, sino también se
animaba a usarlos en la calle.
A lo único que no se animaba aún era a mojarlos. Pero cuando le quedaba tan
solo tres pañales, sabía que debía hacerlo o perdería una gran oportunidad.
Como todas las mañanas hacia se colocó uno nuevo antes de ir al baño. Luego de
una hora comenzó a sentir como su vejiga exigía ser vaciado. Era el momento
perfecto sintió como se le aceleraba el corazón.
Se retiró a su cuarto allí se quedó, se quitó el jeans quedando solo con
los pañales y luego de mucho intentarlo su vejiga finalmente vació todo su
contenido. En pocos segundos el pañal se volvió mucho más pesado y se tiñó en
la entrepierna de un color amarillento.
Isabel estaba en el cielo, si usar pañales le daba una gran satisfacción el
haber podido mojarlos era todavía una experiencia más increíble. Como el pañal
tenía una gran absorción pudo continuar usándolo un buen rato sin que fuera muy
incómodo.
Así fue como Isabel comenzó su historia de amor hacia los pañales, amor que
incluso hasta el día de hoy continúa y que nunca fue interrumpido. Un gran amor
hacia los pañales.
Disculpen. Todas estas historias sob reales
ResponderEliminarMe gusta la anécdota me llamo hardy Falero soy de Piura Perú 🇵🇪 Dios te bendiga sigue adelante.
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