La regresión
Como todos los viernes a las 10 de la mañana Melisa asistía a su cita con
el psicólogo que la trataba desde hacía ya unos años. La joven padecía un terrible
problema de timidez que le impedía tener amigos y sobre todo lo que más ansiaba
un novio.
Todo cuanto se había tratado en la terapia había fracasado y a Carlos, el
psicólogo, comenzaban a acabársele las ideas. Sin embargo aquel día intentaría
algo que hacía tiempo había leído y que funcionaba en estos casos: hipnosis y
provocar en el paciente una regresión para encontrar el origen del problema.
Cuando se lo había planteado a Melisa, había estado de acuerdo.
El experimento comenzó. Carlos utilizó un método de relajación y poco a
poco su paciente fue entrando en un profundo sueño. Cuando supo que había sido
efectiva la hipnosis la hizo retornar a la edad de quince años, pensado que el
origen de sus problemas podía radicar en su adolescencia pero luego de mucho
andar se percató de que el trauma venía desde antes. La llevó a la edad de diez
años y luego a la de cinco, no había nada. Debía retroceder más pero sabía que
era peligroso llevar alguien al estado mental de un bebé, aun así se arriesgó.
Luego de unos segundos de observar el comportamiento de Melisa no tuvo
dudas había hecho una regresión a bebé.
Estaba listo para comenzar a analizarla cuando descubrió como poco a poco
la joven-bebé mojaba su jean.
Allí se percató de su error, tenía que sacarse de la mente que estaba
tratando con una joven y empezar a pensar que en realidad frente suyo había un
bebé.
De un armario sacó una gran bolsa de plástico, le quitó la ropa húmeda a la
paciente. La limpió con cuidado con toallitas húmedas, le colocó talco y le
puso un pañal para evitar nuevos accidentes.
Se predispuso a volver atrabajopero Melisa comenzó a llorar con fuerza.
Carlos intentó calmarla con juguetes pero la niña lloraba cada vez con más
ímpetu.
Cuando estaba a punto de acábesele las ideas se dio cuenta de que
posiblemente tuviera hambre. De la bolsa sacó una mamadera, la llenó de leche y
se la ofreció al bebé que enseguida la comenzó beber y se calmó. Cuando acabó
de comer. Carlos la tomó y dio ligeros golpecitos en la espalda para que
eructara. Hecho esto le puso un chupete en la boca para evitar nuevos
escándalos y la niña se durmió en su regazo. Allí el psicólogo comprendió que
el problema de Melisa podía radicar en poca atención cuando había sido un bebé
y si quería curarla debía darle esa atención que se le había negado.
Dejó a un lado sus apuntes y decidió darle a aquella joven una tarde entera
de bebé e intentar así curarla.
La siesta no duró más de veinte minutos, la niña ni bien se despertó
comenzó a gatear con el chupete en la boca y a revolver todo lo que encontraba.
Carlos inmediatamente sintió mal olor. Tiró de la parte trasera del pañal y vio
que estaba embarrado.
Abrió un cambiador de plástico en el piso recostó allí a Melisa, desprendió
el pañal, la limpió con mucho cuidado y dedicación y una vez lista le colocó un
nuevo pañal.
Una vez limpia comenzó a entretenerla con distintos juguetes de bebé. La
niña reía a carcajadas y participando activamente de todos los juegos que se le
proponía. Así estuvieron un buen rato interrumpido únicamente una vez para
realizar un nuevo cambio de pañal, en esta ocasión Melisa se había hecho pipi
mientras jugaba.
En un momento que Carlos necesitó unos segundos para descansar colocó a la
niña dentro de un corralito y allí, con chupete en la boca y juguetes de todo
tipo, la joven-bebé se entretuvo.
El hombre no dejaba de mirarla le causaba una gran ternura ver como aquella
joven se comportaba tal cual lo haría un bebé.
Llegada la hora de la comida, la sentó en una sillita alta y le colocó un
babero y mientras él preparaba la papilla ella jugueteaba con el plato
moviéndolo de un lado a otro y poniéndoselo en la cabeza como sombrero.
Terminada la comida nuevamente tomó a la joven en brazos y le dio ligeros
golpecitos en la espalda para que eructara.
Luego se sentó en un sofá con ella en su regazo y mientras le cantaba una
dulce canción, Melisa poco a poco se fue quedando dormida y así permaneció un
buen rato. Carlos aprovechó para hacer algunas anotaciones sobre el progreso.
Luego miró a la joven que seguía durmiendo con el dedo gordo en la boca y
observó como el pañal blanco de a poco se iba tiñendo de amarillo y supo que se
había mojado de nuevo. Con ligeros movimiento para no interrumpirle el sueño
volvió a cambiarle el pañal.
Cuando la niña se despertó y se encontró sola empezó a llorar, el psicólogo
se hizo presente rápidamente y la alzó e intentó calmarla.
-Ya, bebita hermosa, ya –le dijo mientras le daba unos golpecitos en la
espalda.
Como no se calmaba intentó varias cosas: fijarse si se había ensuciado,
darle la mamadera, intentar animarla con juguetes pero nada parecía funcionar.
Por ello a Carlos se le ocurrió que podía estar cansada de estar encerrada. La
alzó y la puso dentro de un cochecito donde entraba muy bien y salieron a
pasear.
La gente miraba extrañada al bebé pero ni a ella ni al terapeuta le
importaba lo que pensaran los demás. El paseo se extendió por casi una
horahasta que regresaron al consultorio.
Carlos le cambió por última vez el pañal ya que había vuelto a ensuciarse.
Y luego de unas pocas horas más el psicólogo hizo regresar a Melisa a su edad
real.
En pocas palabras le explicó cuál había sido su deducción y lo que había
ocurrido durante las últimas horas. La joven escuchó el relato atentamente y
luego de analizar todo en silencio entendió que lo con ocurrido se había curado
de su problema. Por otro lado Carlos se percató que aquella ternura que había
sentido por su paciente se había trasformado en amor hacia ella.
Así fue como ambos empezaron un noviazgo que hasta el día de hoy continúa,
al igual que el gusto por usar pañales por parte de Melisa que internamente le
había quedado algo de bebita.
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