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jueves, 3 de agosto de 2017



De maestra a alumna de kínder.

¿Cómo empezó todo? Bueno creo que fue con un acontecimiento en particular. Me presento soy María y soy maestra de un kínder. Siempre fue mi sueño, es por ello que amaba trabajar allí y amaba a los niños.
No obstante todo cambió cuando la directora se jubiló y en su lugar entró una mujer llamada Graciela, ya entrada en años, muy exigente, y algo malvada. Tenía un perfil militar y era conocida por ser muy severa con sus empleadas. Desde el primer día que la vi sentí un pánico terrible, me aterraba cuando hacía acto de presencia.
Tal era lo que me asustaba que cuando la veía o me llamaba a dirección, me agarraban unas ganas enormes de hacer pis. Siempre tenía que salir corriendo al baño. Pero lo peor fue cuando no llegué, poco antes de alcanzar el inodoro mi traviesa vejiga largó todo el pipi. Fue muy humillante tenía mi ropa empapada. Por suerte nadie se enteró ya que tenía unos pantalones de repuesto. Pero la situación se repetía día a día.
Una tarde mientras daba un paseo, y calculaba cuantos pantalones había mojado en una semana, vi una tienda que vendía productos para bebés, me detuve a verlos solo porque me encantaban esas cosas. Y junto a unos juguetes vi una enrome bolsa de pañales para adultos. Una idea descabellada y ridícula se me cruzó por la cabeza, pero dada la situación no tenía muchas opciones. El caso es que me compré los pañales y pensé ponérmelos para trabajar y así evitar mi problema.
A la mañana siguiente desplegué uno, lo puse en la cama, me rocié con talco para no irritarme, me acosté sobre él y me lo coloqué. Me sentía rara, era algo incomodó pero luego de un rato me acostumbré y su textura me empezó a agradar.
Ese día en el trabajo, la directora me llamó para hacerme unas preguntas, como siempre hablaba en forma de reto. Las ganas de hacer pipí volvieron, pensé en aguatarme pero la conversación fue más larga de lo esperado y sin poder controlarme la vejiga se liberó. Sentí como el pañal se llenaba con mi pis, como el pañal se volvía más abultado y pesado.
Cuando salí de la dirección, me revisé con cuidado, mi ropa estaba completamente seca, mi plan fue un éxito. Al llegar a mi casa, me quité el pañal, me limpié con cuidado mis partecitas y mi colita y volví a mi ropa habitual. Desde aquel momento siempre asistía a trabajar con pañales. Incluso en días de mucho trabajo ni siquiera iba ala baño, disimuladamente me sentaba en mi banco y hacía pipi, dejándole el resto del trabajo al pañal. El contacto del pañal a mi piel empezó a agradarme, incluso lo sentía cómoda y mi antigua ropa interior ahora se me presentaba un poco molesta. Todo iba perfecto hasta que un día…
Hasta que un día me encontraba en el baño de la escuela, aquel día había estado muy tensionada y había hecho más pipi que de costumbre en mi pañal y está ya no aguantaba más, así que me dispuse a cambiarlo. Me quité el pantalón y cuando estuve a punto de quitarme el pañal, Graciela ingresó y me encontró en vistiendo un pañal, un pañal repleto. Sonrió con maldad y se tomó su tiempo para verme, yo estaba petrificada por el miedo y la vergüenza. Tal fue así que me volví a hacer pipí, en este caso del pañal comenzó a gotear ya que no podía absorber más.
Sin mediar palabra me tomó la mano y de un tirón me sacó del baño y me paseó así por todo el edificio, todos estaban sorprendidos. Finalmente me hizo ingresar a la sala donde trabajo, y frente a mis alumnos, me recostó sobre un cambiador plástico, me quitó el relleno pañal, me limpió con toallitas húmedas y me puso un nuevo pañal, yo estaba tan aterrada que no decía ni hacía nada. Pensé que me daría los pantalones pero no fue así, solo me dejó con los pañales. Me sentó con el resto de mis alumnos y se colocó al frente.
-Yo tomaré la clase por hoy -exclamó -.Niños y niñas como verán tienen una nueva compañera. Su anterior maestra parece ser que es una bebita ya que no puede controlar su vejiga y viene aquí con pañales. Bueno si tanto la gusta ser un bebé, debería ser una alumna de kínder y no una maestra.
Jamás en la vida me había sentido tan humillada, pero esto recién empezaba.  
Mi miedo me paralizaba, cada vez que esa mujer se me acercaba o tan solo miraba me volvía a hacer pipí Mi nuevo pañal estaba que rebalsaba. Ya lo sentía súper pesado y húmedo, y comenzaba a costarme caminar con él, debía hacerlo con las piernas abiertas. Un par de veces intenté decirle algo a Graciela pero ella solo me colocó un chupete en la boca para silenciarme.
Por lo demás me hacía participar en las mismas actividades que el resto de mis alumnos. Pasado un buen rato hizo a los niños dormirse, fue cuando aproveché para preguntarle:
-¿Porque hace esto?
-Usas pañales, ¿quieres ser un bebé? Pues te pongo con los bebés.
-Pero yo uso pañales porque… -me interrumpí
-¿Por qué?
-No puedo decirlo.
-Entonces te voy a seguir tratando como bebé, hasta que me digas.
-No soy un bebé –exclamé.
-Ya, ya, bebé.
Con una gran fuerza me alzó y me recostó sobre el cambiador de plástico y al ver el estado en que estaban los pañales, me volvió a cambiar.
Luego me alzó una vez más y con unas palmaditas en mi cola me fue cantando una canción de cuna, sé que puede sonar ridículo pero todo ello me calmó y me hizo dormir.
Al despertar fue hora de tomar la leche, y mientras los niños lo hacían solo, a mí la mujer me tomó en brazos otra vez y me dio de tomar una mamadera. Yo le temía así que no quería contradecirla en nada y obedecía todo cuanto me decía.
Cuando fue el momento de los juguetes. Me alzó y me puso arriba de un caballito de madera con ruedas y me paseó por todo el jardín. Imagínense la imagen mía, arriba de caballito de madera con un pañal a la vista y un chupete en la boca.
De algún lado saqué fuerzas y me negué a más humillaciones.
-¡¿Me contradices?! –me dijo de la forma más intimidante.
Apenas atiné a negarme con la cabeza, fue tal el miedo que tuve que mis intestinos se aflojaron y desparramaron, por mi pañal, un monto de popo. El olor rápidamente me delató. La mujer tiró por la parte de atrás de mi pañal y vio todo el popo.
Con una sonrisa maliciosa se volvió a levantar y me llevó al salón. En el camino me daba palmaditas en la cola, que desparramaban más el popo, y me decía:
-Ya bebita, ya. Yo te cambio.
Una vez más me cambió los pañales, pero en esta ocasión previamente me tuvo que limpiar con toallitas húmedas mi colita y mis partecitas. Debo reconocer que la sensación me agradó. Y la mujer cada vez que me cambiaba los pañales se presentaba más amable.
Fue entonces cuando me di cuenta que si actuaba como bebé, ella era dulce y amable. Entonces por más humillante que fuera empecé a actuar como un bebé, y Graciela se complació de tratarme como uno.
Ya no me resistí a jugar con los demás niños o a todo aquello que la mujer quería. Descubrí que el chupete no era algo tan malo, de hecho era muy agradable estar chupeteando todo el tiempo y ayudaba a tranquilizarme, usar pañales tampoco me molestaba ya hacía tiempo que me había acostumbrado y si los mojaba o embarraba tenía quien me cambie, yo no tenía que hacer nada.
Así la segunda parte del día fue mucho mejor, solo me dediqué a disfrutar.
Bueno esta es mi historia, desde luego que le perdí el miedo a Graciela y para hacerlo debí transformarme en su bebita.


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