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viernes, 11 de agosto de 2017





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Mi tía-mami

¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar por tratar de ayudar a un ser querido? De seguro es una pregunta que muchos se hacen, pues yo sé la respuesta porque hice cosas impensables algo que jamás pensé que haría. Mi nombre es Diego y esta me sucedió cuando tenía nueve años.
Soy hijo único de una familia pequeña, a parte de mis padres solo tengo una tía, y sobre ella gira esta historia. La cosa es así mi tía Paula es muy amable y buena pero esas cualidades no la ayudaron a encontrar marido y poder formar su propia familia. Por ello en los últimos meses había estado un tanto depresiva y nada de lo que se intentaba para que mejorara funcionaba.
Como última opción mis padres me pidieron que pasara un fin de semana en su casa, pensando que mi presencia la ayudaría a mejorar.
Así fue cuando llegó el viernes a la tarde tenía mi mochila lista para quedarme con ella hasta el domingo a última hora.
Poco antes de que mi padre me dejara en lo de mi tía me pidió un último favor.
-Estoy muy preocupado por ella –comenzó a decir -.Por favor has lo que te pida sea lo sea para que mejore.
-Lo voy a hacer, pa –prometí sin saber en lo que me metía.
Al arribar me di cuenta de la gravedad del asunto, mi tía era una mujer joven pero su depresión la llevaron a estar muy descuidada en su imgen. Recordando el pedido de mi padre intenté todo para animarla, pero sin resultados comenzaba a desanimarme, hasta que decidí enfrentar el problema de frente.
-Tía –exclamé con seriedad -.Voy a ser lo que se necesario para que estés mejor. Sea lo que sea, solo decime que hacer.
-Nada mi vida –me acarició la cara con una sonrisa débil.
-No, me digas eso ¿Qué necesito hacer para que estés mejor?
-Hay algo –dijo luego de unos segundos en silencio -. Pero… no… olvídalo, es una locura.
-Lo voy a hacer sea lo que sea.
-¿Seguro?
Asentí con la cabeza.

*  *  *

Me miré al espejo y me sonrojé, no podía creer lo que estaba haciendo. Me miraba por todos lados y cada vez me daba más vergüenza ¿Por qué? Muy simple vestía un enorme bodi como los de bebés pero de mi medida, debajo de él tenía un enorme pañal y en la boca un chupete, y ¿Por qué estaba así? Simple mi tía me lo había pedido y tal como yo le había prometido a mi papá accedía. Así que acepté a ser una especie de bebé suyo durante un tiempo para que ella este mejor. Ella misma me desvistió y me colocó el pañal luego de rociarme con talco en mi colita y mis partecitas.
Pero esto no era más que el inicio. Después de  tomarme cierto tiempo para acomodarme a mi nueva vestimenta. Mi tía me llevó hasta la sala de estar y tomó asiento en un gran sofá.
-Veni, bebito –me invitó junto con un gesto de su mano.
Caminando mal debido al gran pañal me acerqué. Me tomó en sus brazos y me recostó en su regazo. Se levantó su remera y se desprendió los breteles del corpiño dejando al descubierto uno de sus pechos.
-Ahora, mi amor –me dijo.
Sabía lo que debía hacer, porque lo pactamos de antemano. No estaba muy seguro de cómo debía hacerlo así que me dejé guiar por el instinto, acerqué mi boca poco a poco y dejé entrar en ella todo el pezón y comencé a succionar. No demoré mucho n comenzar a sentir un gusto dulzón en mi boca. Al principio fue muy poca cantidad y luego fue mucha cantidad. Sé que lo que diré es raro pero el sabor me agradó mucho, es por ello que no dejaba de beber, incluso cuando parecía que ya no saldría más inconscientemente presionaba el seno en busca de más néctar.
-Tranquilo bebito, aún está el otro pecho, hay suficiente –me explicó mi tía masajeándose el pecho para que saliera más.
Desde luego no me privé de beber del otro pecho también.
En medio de tan bello manjar, sentí como mi vejiga me presionaba para soltar todo o acumulado. Como no quise interrumpir mi comida hice lo impensado. Dejé de lado de mi resistencia y liberé todo el pipi esperando que el pañal si hiciese cargo de todo. Pude sentir como este se entibiaba para después volverse abultado. Pero había resultado me sentía seco.
Pensé no decirle nada a mi tía puesto que me daba vergüenza, pero ella misma cedió cuenta ya que el pañal estaba abultado y amarillento.
-Creo que este bebito necesita un cambió –aseguró.
-Lo siento –me apené.
-No te disculpes, bebito –me tomó en sus brazos -.Para eso son los pañales.
Me llevó a su cuarto me quitó el pañal mojado, me volvió a rozar con talco y me colocó un nuevo pañal y por encima cerró el bodi.
-No estas enojada ¿entonces?
-Por supuesto que no. Y si te haces popo también sería muy lindo y tierno.
-¿Popo?
-Sí –asintió con la cabeza -. Inténtalo en algún momento.
-De acuerdo.
Luego de eso me dijo que era hora de una siesta. Debido a mi baja estatura y poco peso me levantó en brazos y me acunó y cantó como a un bebé. La situación era rara y un poco humillante para mí pero la dulce voz de mi tía me fue adormeciendo. Cuando estaba casi dormido me colocó un chupete en la boca y me recostó en una colcha con dibujos infantiles. Allí entré en un profundo sueño.
Desperté un rato después ya que sentí caricias en mi cabeza, vi a mi tía a mi lado sonriendo con ternura.
-¿Tienes hambre, bebé? –me preguntó señalándose los pechos.
Quería volver a sentir ese dulce néctar en mi boca, así que asentí con la cabeza puesto que aún llevaba el chupete
-Pero primero tienes que hacer algo por mí, ¿puede ser? –con un nuevo movimiento de mi cabeza dije que si -.Quiero que ese pañal huela a popo y este lleno de popo. Debo haberme puesto rojo como un tomate frente a tal pedido pero no quería perder volver a sentir ese gusto tan dulce en mi boca sumado a la promesa que le hiciera a mi papá. Por tercera vez asentí con la cabeza y me concentré en expulsar todo lo que tenía en mis intestinos.
Me llevó un tiempo pero a los minutos la habitación apestaba con olor a popo. Mi tía tiró de la parte de atrás de mi pañal y examinó la situación.
-Hum eso no es suficiente –exclamó desconforme -.Pero bue la leche materna es un laxante natural, quizás si tomas embarres más tu pañal.
Pensé que antes me cambiaría pero no fue así. Me tomó en brazos, dejó al descubierto uno de sus pechos. Deposité mi boca allí y tal como la primera vez succioné todo de él. Luego continúe con el pecho izquierdo. Durante todo esto el movimiento hacia que la caca se desparramara más y más. En el medio sentí como mis intestinos comenzaban a trabajar más aprisa. Casi sin la necesidad de hacer fuerza expulsé gran cantidad de popo. El olor de la habitación se hizo aún más fuerte.
Terminada la merienda mi tía volvió a examinar el pañal, en esta ocasión estaba a punto de explotar. Con una sonrisa de satisfacción me alzó en brazos y me depositó en un cambiador plástico. Allí me quitó el pañal sucio, me limpió con mucho amor con toallitas húmedas y me volvió a colocar un pañal. No pude disimular la satisfacción y la comodidad de volver a estar limpio.
Pasamos toda la tarde jugando con osos de peluche y auto de juguetes. A la noche, me colocó un babero y me dio de cena una papilla y para acompañarla se sacó leche de sus pechos y con ello llenó una mamadera la cual tomé gustoso.
Poco antes de dormir necesité un nuevo cambió de pañales ya que con tanto liquido había hecho mucho pipi.
La mañana siguiente empezó igual, mi tía me despertó con mimos y caricias, y a la hora de desayunar me ofreció sus pechos.
-Muy bien, así bebé, así bebito –me decía mientras yo no paraba de succionar.
Finalizado el fin de semana, mi tía era otra persona. Pasé muchos otros días allí con ella, con el tiempo llegó a comprar una cuna de mi talle más ropa, juguetes y montones de pañales, Sus pechos siguieron produciendo leche debido a mi estimulo. Así fue como se curó de su depresión, todo porque me convertí en su bebé.


martes, 8 de agosto de 2017



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Una pijamada muy mojada

Tener una pijamada con mis dos pequeñas primas no era precisamente de mi idea de un gran sábado por la noche. Verán yo ya tengo 18 años y ellas apenas 13. Eran hermanas gemelas y frecuentemente me invitaban a su casa a jugar y a dormir, siempre lo rechazaba desde luego pero fue tal su insistencia que mi mamá me obligó a ir.
Resignada a perder mi sábado asistí a la cita obligada La noche transcurrió como era de esperarse aburrida, aburrida, aburrida. Pero para no herir los sentimientos de Melany y Verónica, mis primas, fingí que cuanta actividad me proponían me divertía: leímos revista teen, nos maquillamos, hablaron sobre la escuela, y de chicos. Con una sonrisa fingida participaba lo indispensable.
Cerca de la una de la mañana nos entró el sueño a las tres y decidimos dar por finalizada la charla y nos fuimos a dormir cada una en su bolsa de dormir.
No sé cuánto tiempo había transcurrido cuando me desperté, mis primas estaban cuchicheando entre ellas, fingí no oírlas pero la conversación continuó y terminó por desvelarme. Me levanté y me dirigí al interruptor de la luz para ver que sucedía.
-¡¡¡No prendas la luz!!! –gritaron al unísono.
Al hacerlo quedé paralizada. Ambas estaban en cuclillas sobre sus bolsas las cuales estaban empapadas, y el pantalón pijamas de ambas también lo estaba desde la entrepierna hasta la cola. Tan mojadas que se les dejaba ver la ropa interior, la cual desde luego también estaba empapada.
-¡¿Qué es todo esto?! –pregunté sorprendida.
En breves palabras me explicaron que desde hace un tiempo sufren de incontinencia, y que en ocasiones mojaban la cama durante las noches. Me enterneció la forma en que ambas se habían puesto y sentí lastima, después de todo eran mis primas y las amaba. Abracé a ambas y le expliqué que no importaba que guardaría su secreto.
-¿Ahora qué haremos con esto? –pregunté viendo su ropa.
-Mamá nos coloca unos pañales especiales. Pero hoy no quisimos usar porque venias vos. Están en nuestra habitación .me explicaron.
Me dirigí allí y en un rincón hallé lo que buscaba un gran paquete de pañales y algunas otras cosas. Volví a la sala.
-Bien, vamos a cambiar esa ropa toda mojada.
Primero fue el turno de Melany, le saqué los pantalones y luego ropa interior que estaba empapada. La limpié con mucho cuidado en la colita y sus partecitas con toallitas húmedas y luego le coloqué el pañal. Después fue el turno de Verónica con la cual repetí el proceso. Cuando terminé las miré a ambas, ninguna llevaba pantalón debido a que estaba mojada así que solo vestían la remera de su pijama y un gran pañal blanco, me llenó de ternura la imagen.
Volvimos a acostarnos cada vez que una se movía se oía un ruido similar al de una bolsa de plástico.
Después de unos minutos en silencio oí lo que parecía ser un sollozo. Prendí la luz y descubrí que Melany intentaba contener su llanto.
-¿Qué sucede? –pregunté.
-Estoy muy avergonzada por lo que pasó.
-Bebé –la abracé –no te preocupes. Todos tienen accidentes.
-Vos no.
-Yo… bueno.
Vi ambas tan angustiadas que decidí decirles una gran mentira.
-Yo tengo el mismo problema que ustedes.
-Pero vos estas seca.
-Sí, tuve suerte. Pero me pasa muy seguido.
Volvimos a acostarnos pero ninguna se convenció de mi mentira. Solo me quedaba una alternativa. Cerca de media hora después fingí estar dormida, e intenté hacerme pipí encima, lo cual me fue difícil. Traté de concentrarme, me relajé y, lo mismo hicieron mis músculos, y poco a poco el pipí fue liberado. Tal fue la cantidad que tenía acumulada que quedé toda empapada. Pese a lo que imaginaba la sensación no me desagradó tanto. Por ello decidí permanecer así hasta que primas lo advirtieran, lo cual no demoró mucho.
Una de ellas prendió la luz y dijo:
-Prima, ¡te hiciste pis!
-¡Ups! –exclamé -¿Ven? A mí también me pasa.
Como aún me quedaba un poco de pipí lo liberé, mis primas observaron estupefactas como un chorrito amarillento se escurrió de entre mis piernas.
-¿También te haces pipí estando despierta? –preguntó Verónica sorprendida.
-Bueno es que estoy media dormida –mentí al darme cuenta de que había exagerado.
-No te preocupes, bebita –exclamó Melany, tomó la bolsa de pañales.
Entendí que querían a hacer conmigo lo mismo que yo hiciera, así que no me resistí. Me recosté y antes de que me quitaran la ropa me moví un poco para sentir la ropa interior húmeda y aún algo tibia, no sé por qué pero esa sensación empezaba a agradarme. Entre las hermanas se ayudaron para cambiarme, mientras una le alcanzaba las toallitas húmedas la otra me sacaba la ropa y me limpiaba con cuidado. Posterior a eso, Verónica me sostuvo las piernas bien en alto y Melany me acomodó un pañal debajo de la cola para después cerrarlo con fuerza por encima del ombligo.
Hecho esto me levanté y me moví un poco, el pañal se sentía cómodo. Como mujer había tenido que usar muchas veces toallas higiénicas las cuales eran incomodas, sin embargo el pañal no era así. Su textura rozando la piel daba una sensación agradable, y el ruido a bolsa de plástico que hacía cada vez que me movía comenzaba a ser divertido. Al igual que les sucedió a mis primas mi pantalón estaba empapado por ello quedé con la camisa de pijama y debajo solo el pañal.
Los que siguió fue continuar la pijamada en pañales, las tres disfrutábamos por igual el uso de los pañales y por supuesto no faltó oportunidad para probar su absorción. Varias veces orinamos en ellos, se inflaban como globos, pero esta nueva sensación también me agradó. Al principio me costó hacer pipí en ellos, pero relajando mis músculos y poniéndome de cuclillas me fue más fácil.
Cerca de la madrugada, Verónica hizo un comentario que despertó la curiosidad de todas.
-Sé que lo que voy a decir puede sonar feo pero siempre… siempre me pregunté que se sentiría hacer popo en los pañales.
Nadie más habló por unos segundos.
-Podríamos probar –dije al fin.
-Pero sería algo medio sucio ¿no?
-Si ustedes me limpian a mi yo se lo haré a ustedes.
La idea pareció agradar a mis primas, así que sin dudarlo las tres nos pusimos en cuclillas y empezamos a hacer fuerza, solo quería probar con un poco pero debo admitir que hice bastante popo.
El olor delató que las tres ya habíamos evacuado nuestros intestinos. Pero decidimos no cambiarnos de inmediato sino disfrutar un poco más de este nueva prueba. Con cada movimiento que dábamos sentíamos el popo esparcirse más y más a lo largo del pañal, o como se aplastaba si nos sentábamos.
Pasado un buen rato, decidimos cambiarnos. Las limpié con cuidado con toallitas húmedas y coloqué un pañal limpio a cada una. Después fue mi turno, una vez más las hermanas se ayudaron para limpiarme y cambiarme.
Luego de eso nos fuimos a dormir ya que era muy tarde. A la mañana siguiente me desperté y observé a las niñas, sus pañales estaban inflados y se habían tornado amarillentos, era obvio que dormidas hicieron más pipi. La imagen me llenó de ternura.
Después de aquel día son frecuentes las pijamdas con mis primas, a mí me quedó cierto gusto por mojar la cama y mis ropas durante la noche, pero cuando me junto con ellas nos ponemos los pañales y parecemos tres hermosas bebés.