Amigos el nuevo
cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato
físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234. Ahora sí a
leer, disfrutar y comentar.
La niñera de la adult baby
Emma era una
joven que toda su vida había sido AB, pero como a la mayoría les pasa, debió
ocultar su gran pasión a su familia y amigos.
Siempre tenía
en su habitación una caja donde guardaba todo los artículos de bebé, pañales,
chupetes, baberos, ropa infantil. Pero todo aquello podía usarlo estando sola.
Un fin de
semana su madre le anunció que debía hacer un viaje por trabajo, Emma se ilusionó
pensando que podría estar dos días enteros como bebé, pero esa emoción le duró
poco, ya que su mamá le explicó que había contratado una niñera. La joven
intentó persuadirla de no hacerlo, pero fue en vano.
Cerca de las
once de la mañana la niñera llegó, era una mujer de unos treinta y pico de
años. Emma la miró con desprecio y se fue a encerrar a su habitación.
Sabía que no
podía estar todo el día como bebé, pero mientras permaneciera en la pieza podía
hacerlo. Por lo tanto decidió no perder el tiempo, se quitó la pijama, desplegó
un enorme pañal banco sobre su cama, se recostó en él, se roció la cola y sus
partecitas con talco, y lo cerró a la altura de su abdomen. Se puso su chupete,
y paso gran parte de la mañana coloreando su libro de cuentos.
Pasada media
hora el desayuno que consumió empezó a hacer efectos en su pancita. Hice un
poco de fuerza y sintió como el popo salía de su colita y se esparcía en todo
el pañal. Sin darle importancia continuó con su diversión, al tiempo que la
habitación empezaba a apestar a popo.
Vuelto a pasar
un rato más, se preocupó de que el popo le irrite la cola. Por ello desplegó un
cambiador plástico sobre su cama, se quitó el pañal sucio, se limpió con
toallitas húmedas, se puso más talco y volvió a su ropa de adulta, puesto que
ya era hora del almuerzo.
La niñera se
había encargado de la comida y mientras ponía la mesa le hablaba a Emma con el
fin de romper el hielo y tener una buena relación, pero la joven no daba el
brazo a torcer, a causa de ella, no podía estar como un bebé todo el fin de
semana.
Terminada la
comida, Emma se fue a su habitación para tomar una siesta como bebé. Se colocó
un nuevo pañal, se acostó, y soltó todo el pipí que tenía en su vejiga. Con el
pañal lleno y tibiecito se durmió enseguida.
Ana, la niñera,
entró a la habitación luego de unas horas preocupada por el silencio, y allí se
encontró a Emma que comenzaba a despertarse con un pañal lleno de pipi. Ninguna
supo que decir. Ana miró hacia un costado y vio el cambiador y los pañales. En
completo silencio tomó las cosas, las acomodó en la cama y luego recostó a
Emma.
-Creo que ya es
hora de cambiar esos pañales, bebita –exclamó.
La joven no lo
podía creer, la niñera le estaba cambiando los pañales, como si se tratara de
la madre más amorosa. La limpió con toallitas húmedas con mucha ternura, la roció
con talco y le puso un nuevo pañal. Hizo un poco de fuerza y la levantó.
-Me hubieras
dicho que te gustaba ser bebé. A mí me encantan.
La joven estaba
atónita, a aquella mujer no le importaba que le gustara hacer de bebé, más aún
la había limpiado y la trataba como a uno.
Emma fue
llevada en brazos hasta la cocina, donde se le preparó una papilla de banana
con miel.
Jugando al avioncito,
la niñera alimentó a la niña-bebé.
-¿Te gustó,
bebita? –le preguntó una vez terminada la comida.
-Ti –respondió
con una gran sonrisa.
La tarde continuó
con divertidos dibujos animados y libritos para colorear. A Emma se le vino a
la cabeza la idea de hacerse popo encima y que la niñera la cambiara, pero no
estaba de segura de que esta quisiera. Aun así, posiblemente no tendría más
oportunidades. Se acomodó un poco y con disimulo empezó a hacer fuerzas, el
popo salió y se desparramó y aplastó a lo largo de todo el pañal.
El terrible
olor del que se llenó la sala la delató.
-Bebita ¿te
hiciste popo? -preguntó la niñera, la bebé solo asintió con la cabeza con la
cara roja por la pena -. No importa yo te cambio mi bebita hermosa –se le
acercó y le confesó al oído -. A mí me encanta limpiar el popo de las colitas
de las bebés.
Una vez más la
tomó en brazos y la llevó hasta la habitación, allí le quitó el pañal lleno de
popo y algo de pipi. Con toallitas húmedas le fue limpiando la colita y sus
partecitas, Emma estaba muy emocionada, no podía creer lo que estaba viviendo.
Cuando estuvo limpia, la niñera le puso un pañal entre las piernas y lo cerró
con fuerza a la altura del abdomen, y para mantenerlo en su lugar le colocó una
bombacha de goma.
-Listo, bebita.
A la noche la
acostó en la cama, le puso el chupete y le cantó una dulce canción de cuna para
hacerla dormir. Emma se acomodó, abrazó a su osito de peluche y no tardó en
quedarse dormida.
A la mañana
siguiente, la niña se despertó y vio junto a ella a su niñera con una enorme
mamadera llena de leche tibia. Mientras Emma tomaba con muchas ganas, la
cuidadora debatía que ropa era la más apropiada para la bebita en aquel día.
Finalmente optó por un bodi mangas largas color rosa con un enorme oso en
medio, y para abajo una graciosa pollerita infantil.
Pero antes de
cambiarla decidió que era un buen momento para bañarla, llenó de agua tibia la
bañera, le quitó el pañal (que estaba lleno de pipi) y la bañó, mientras Emma
jugaba con el agua. Pasado un rato, la levantó, la secó. Le puso talco en su
colita, un nuevo pañal y luego la ropa que había elegido. Le ató dos colitas en
el cabello y volvió a ponerle el chupete en la boca. Emma se miró a un espejo,
realmente parecía una bebé, incluso se parecía más que cando ella se vestía.
Emma pasó la mañana pintando en sus libritos y
jugando con sus peluches. Cuando le venía las ganas de hacer pipí o popo, no le
importaba se concentraba un poquito y soltaba todo en su pañal y continuaba su entretenimiento.
Cuando el pañal estaba muy lleno o sucio, se ponía a llorar como bebé y
esperaba que su niñera se la llevara y le cambiara el pañal. La vergüenza
inicial que le daba que su niñera la viera desnuda, fue desapareciendo
progresivamente con cada nuevo cambio.
Con el correr
de las horas las dos mujeres se hicieron muy unidas. Cerca de las seis de la
tarde Emma sabía que su madre volvería pronto y se finalizaría su diversión.
Por ello la niña decidió hacerse caca una última vez. La niñera se percató del
mal olor, no obstante no la cambió enseguida
-¿No vas a
cambiarme? –preguntó con un puchero.
-Sí, bebé. Pero
primero te voy a dar de comer.
-No quiero meme.
-No, meme, no.
Mi pecho.
La mujer se
quitó su blusa y su corpiño y le ofreció el pecho a la joven. Emma succionó de
él, y a pesar de que no salía nada la
sensación fue satisfactoria. Luego vino el cambio de pañales.
Cerca de las ocho
volvió la madre de Emma y la niñera se marchó, pero antes recibió un gran
abrazo de parte de la niña, ya que le cumplió el sueño de pasar un fin de
semana como bebé.
Yo quiero una vida así
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