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miércoles, 13 de diciembre de 2017




Amigos el nuevo cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234.  Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.



La niñera de la adult baby
Emma era una joven que toda su vida había sido AB, pero como a la mayoría les pasa, debió ocultar su gran pasión a su familia y amigos.
Siempre tenía en su habitación una caja donde guardaba todo los artículos de bebé, pañales, chupetes, baberos, ropa infantil. Pero todo aquello podía usarlo estando sola.
Un fin de semana su madre le anunció que debía hacer un viaje por trabajo, Emma se ilusionó pensando que podría estar dos días enteros como bebé, pero esa emoción le duró poco, ya que su mamá le explicó que había contratado una niñera. La joven intentó persuadirla de no hacerlo, pero fue en vano.
Cerca de las once de la mañana la niñera llegó, era una mujer de unos treinta y pico de años. Emma la miró con desprecio y se fue a encerrar a su habitación.
Sabía que no podía estar todo el día como bebé, pero mientras permaneciera en la pieza podía hacerlo. Por lo tanto decidió no perder el tiempo, se quitó la pijama, desplegó un enorme pañal banco sobre su cama, se recostó en él, se roció la cola y sus partecitas con talco, y lo cerró a la altura de su abdomen. Se puso su chupete, y paso gran parte de la mañana coloreando su libro de cuentos.
Pasada media hora el desayuno que consumió empezó a hacer efectos en su pancita. Hice un poco de fuerza y sintió como el popo salía de su colita y se esparcía en todo el pañal. Sin darle importancia continuó con su diversión, al tiempo que la habitación empezaba a apestar a popo.
Vuelto a pasar un rato más, se preocupó de que el popo le irrite la cola. Por ello desplegó un cambiador plástico sobre su cama, se quitó el pañal sucio, se limpió con toallitas húmedas, se puso más talco y volvió a su ropa de adulta, puesto que ya era hora del almuerzo.
La niñera se había encargado de la comida y mientras ponía la mesa le hablaba a Emma con el fin de romper el hielo y tener una buena relación, pero la joven no daba el brazo a torcer, a causa de ella, no podía estar como un bebé todo el fin de semana.
Terminada la comida, Emma se fue a su habitación para tomar una siesta como bebé. Se colocó un nuevo pañal, se acostó, y soltó todo el pipí que tenía en su vejiga. Con el pañal lleno y tibiecito se durmió enseguida.
Ana, la niñera, entró a la habitación luego de unas horas preocupada por el silencio, y allí se encontró a Emma que comenzaba a despertarse con un pañal lleno de pipi. Ninguna supo que decir. Ana miró hacia un costado y vio el cambiador y los pañales. En completo silencio tomó las cosas, las acomodó en la cama y luego recostó a Emma.
-Creo que ya es hora de cambiar esos pañales, bebita –exclamó.
La joven no lo podía creer, la niñera le estaba cambiando los pañales, como si se tratara de la madre más amorosa. La limpió con toallitas húmedas con mucha ternura, la roció con talco y le puso un nuevo pañal. Hizo un poco de fuerza y la levantó.
-Me hubieras dicho que te gustaba ser bebé. A mí me encantan.
La joven estaba atónita, a aquella mujer no le importaba que le gustara hacer de bebé, más aún la había limpiado y la trataba como a uno.
Emma fue llevada en brazos hasta la cocina, donde se le preparó una papilla de banana con miel.
Jugando al avioncito, la niñera alimentó a la niña-bebé.
-¿Te gustó, bebita? –le preguntó una vez terminada la comida.
-Ti –respondió con una gran sonrisa.
La tarde continuó con divertidos dibujos animados y libritos para colorear. A Emma se le vino a la cabeza la idea de hacerse popo encima y que la niñera la cambiara, pero no estaba de segura de que esta quisiera. Aun así, posiblemente no tendría más oportunidades. Se acomodó un poco y con disimulo empezó a hacer fuerzas, el popo salió y se desparramó y aplastó a lo largo de todo el pañal.
El terrible olor del que se llenó la sala la delató.
-Bebita ¿te hiciste popo? -preguntó la niñera, la bebé solo asintió con la cabeza con la cara roja por la pena -. No importa yo te cambio mi bebita hermosa –se le acercó y le confesó al oído -. A mí me encanta limpiar el popo de las colitas de las bebés.
Una vez más la tomó en brazos y la llevó hasta la habitación, allí le quitó el pañal lleno de popo y algo de pipi. Con toallitas húmedas le fue limpiando la colita y sus partecitas, Emma estaba muy emocionada, no podía creer lo que estaba viviendo. Cuando estuvo limpia, la niñera le puso un pañal entre las piernas y lo cerró con fuerza a la altura del abdomen, y para mantenerlo en su lugar le colocó una bombacha de goma.
-Listo, bebita.
A la noche la acostó en la cama, le puso el chupete y le cantó una dulce canción de cuna para hacerla dormir. Emma se acomodó, abrazó a su osito de peluche y no tardó en quedarse dormida.
A la mañana siguiente, la niña se despertó y vio junto a ella a su niñera con una enorme mamadera llena de leche tibia. Mientras Emma tomaba con muchas ganas, la cuidadora debatía que ropa era la más apropiada para la bebita en aquel día. Finalmente optó por un bodi mangas largas color rosa con un enorme oso en medio, y para abajo una graciosa pollerita infantil.
Pero antes de cambiarla decidió que era un buen momento para bañarla, llenó de agua tibia la bañera, le quitó el pañal (que estaba lleno de pipi) y la bañó, mientras Emma jugaba con el agua. Pasado un rato, la levantó, la secó. Le puso talco en su colita, un nuevo pañal y luego la ropa que había elegido. Le ató dos colitas en el cabello y volvió a ponerle el chupete en la boca. Emma se miró a un espejo, realmente parecía una bebé, incluso se parecía más que cando ella se vestía.
 Emma pasó la mañana pintando en sus libritos y jugando con sus peluches. Cuando le venía las ganas de hacer pipí o popo, no le importaba se concentraba un poquito y soltaba todo en su pañal y continuaba su entretenimiento. Cuando el pañal estaba muy lleno o sucio, se ponía a llorar como bebé y esperaba que su niñera se la llevara y le cambiara el pañal. La vergüenza inicial que le daba que su niñera la viera desnuda, fue desapareciendo progresivamente con cada nuevo cambio.
Con el correr de las horas las dos mujeres se hicieron muy unidas. Cerca de las seis de la tarde Emma sabía que su madre volvería pronto y se finalizaría su diversión. Por ello la niña decidió hacerse caca una última vez. La niñera se percató del mal olor, no obstante no la cambió enseguida
-¿No vas a cambiarme? –preguntó con un puchero.
-Sí, bebé. Pero primero te voy a dar de comer.
-No quiero meme.
-No, meme, no. Mi pecho.
La mujer se quitó su blusa y su corpiño y le ofreció el pecho a la joven. Emma succionó de él, y a pesar de  que no salía nada la sensación fue satisfactoria. Luego vino el cambio de pañales.
Cerca de las ocho volvió la madre de Emma y la niñera se marchó, pero antes recibió un gran abrazo de parte de la niña, ya que le cumplió el sueño de pasar un fin de semana como bebé.


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