Hola, amigos.
Este año fue un año atípico, Facebook cerró mi cuenta, y pese a mis reclamos no
la volvió a habilitarla, perdiéndose también la página de cuentos.
Afortunadamente ya manejábamos el blog y pudimos continuar por aquí (ojala
estén todos nuestros seguidores). Por otro lado les cuento que el último cuento
subido, fue el último cuento puesto en la página de Facebook, por ende todo lo
que se publiqué de ahora en más será material inédito, todo nuevo. También les
cuento que pueden hacer sus pedidos a modo de comentario y en la medida que
podamos los cumpliremos, (de hecho el cueto a continuación fue un pedido). Les
recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico
siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234, aprovechen que está
en precio promocional por navidad. Por último como hacemos cada año
este va a ser el último cuento hasta Febrero cuando retomemos las
publicaciones, no obstante la página quedara activa para comentarios, sugerencias
o cualquier otra consulta que tengan. Les rogamos se hagan seguidores de la página
para poder seguir creciendo. Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.
El regalo de
navidad
Mi historia les
parecerá bizarra a más de una persona, pero les juro que es totalmente real.
Mi nombre es
Rubén, no soy precisamente un hombre con muchas mujeres, pero cuando conocí a Agustina
supe que era la mujer de mi vida: era hermosa con un largo cabello pelirrojo y
un cuerpo de ensueño.
Contario a lo que pensé, ella se interesó en mí
y comenzamos una relación. Después de algunas semanas intentamos tener nuestro
primer momento de intimidad.
-Mis gustos son
un tanto particulares –me explicó antes de comenzar.
-Ok, por mi está
bien.
-¿Seguro? Por
lo general los hombres huyen al escuchar mis pasiones.
-Eso no pasara
conmigo- exclamé con determinación.
-Empecemos,
entonces –dijo con una gran sonrisa -. En el baño encontraras algo, póntelo.
Sin indagar más
obedecí. Pero al entrar al baño solo hallé un gran pañal. Rojo salí y le mostré
lo hallado.
-Es eso,
querido.
-Pero me veré
ridículo con esto –reproché.
-Entiendo –dijo
cabizbaja -. No te preocupes nadie lo entiende.
Me di cuenta
que estaba faltando a mi palabra, así que opté por ponerme el pañal como me
había pedido. Me costaba caminar debido a lo abultado y me era imposible cerrar
las piernas y al moverme hacía un ruido similar a una bolsa de plástico. Pese a
mi vergüenza, mi imagen la encendió y nuestra primera noche fue inolvidable. A
partir de allí no me importó tener que colocarme el pañal ya que sabía que lo
que vena después era genial.
Al poco tiempo
decidimos dar un paso más en nuestra relación y comenzamos a convivir. Allí las
cosas se tornaron aún más raras.
Al principio me
pedía que después de nuestras relaciones volviera a colocarme el pañal y
durmiera con él. Me pareció excesivo pero una vez más accedí.
Así transcurrieron
varias noches, hasta que una mañana al despertarme (con el pañal) la vi
observándome con una ternura difícil de explicar.
-¿Dormiste
bien, bebé? –me preguntó.
-Bien –respondí
algo adormecido.
-¡Qué bueno,
aquí está tu desayuno!
Me ofreció una
mamadera llena de leche tibia.
-¡¿Qué es
esto?! – recriminé molesto.
-Parte de la
misma fantasía que jugamos hace meses.
-Pero esto ya
es excesivo.
-Piensa en la recompensa
de la noche.
Una vez más
flaqueé y accedí, bebí todo el contenido y luego me abrazó y con ligeros
golpecitos en la espalda me ayudó a eructar.
Terminado ese
show me predispuse a quitarme el pañal pero ella me detuvo.
-El pañal queda
todo el fin de semana, señorcito –me habló como si estuviera en presencia de un
bebé.
Y así estuve, todo
el santo día. Al ir al baño a responder un llamado de la naturaleza encontré el
baño cerrado, cuando le recriminé a Agustina sus acciones solo me respondió.
-¿Para qué
crees que te deje el pañal?
-Esto ya es
mucho, es muy humillante.
-Sí, quieres
terminamos el juego, pero también termina nuestra relación. Vos desde un
principio estuviste de acuerdo.
No quería dejarla
así que no insistí, pero tampoco quería hacerme encima. Pareciera que mi novia
lo supo, vino por detrás y me abrazó al tiempo que me susurraba en el oído.
-Vos hace pipi
y popo, que mami te cambia.
Esas palabras
me hicieron aflojar las piernas y sin darme cuenta me hice pis, el pañal se
volvió pesado en un segundo y de un color amarillento.
-Eso es lo que
te pedía –dijo ella palpando el pesado pañal.
Por lo ridículo
que me sentí el esfínter también se me relajó y se me escapó el popo. En pocos
lugares la sala donde estábamos empezó a apestar.
-¡Wow! Este
bebé, ya se embarró también.
Me tomó de la mano,
me llevó a la habitación y en la cama, me cambió la ropa. Primero me quitó el
pañal sucio, me limpió con toallitas húmedas y me volvió a colocar un nuevo
pañal.
En las comidas
la situación no mejoraba, me ponía un babero y me daba de comer papilla y
comidas pre-preparadas de bebé. Así transcurrió todo el fin de semana. Y no fue
solo eso, al regresar del trabajo los demás días ella ya me estaba esperando
para colocarme un nuevo pañal.
Con el tiempo
esto afectó mi cuerpo, el cual se acostumbró a hacerse pipi y popo en pañal y
ya o podía controlar mis necesidades, por ello debía estar siempre con pañal y llevar
conmigo un pañal de repuesto, o si estaba con Agustina ella siempre cargaba un
enorme bolso de bebés. Mientras yo me sentía cada vez más incomodó con la
situación ella parecía más complacida. Siempre que debía cambiarme el pañal se
contentaba enormemente.
La situación
llegó a su punto límite cuando en nuestra primera navidad me hizo un obsequio
“especial”. La mañana del 25 de Diciembre me alentó a me acercara al árbol de
navidad y viera los regalos que me dejara Papá Noel. Con la dificultad que me caracterizaba
caminar con el pañal, fui hasta el árbol. Abrí un regalo y para mi sorpresa de
adentró saqué un enorme vestido rosa, con voladitos y demás cosas súper
femeninas. Abrí otro paquete y me encontré con una peluca, del tercer regalo
extraje un set de maquillaje que usan las niñas. Del asombro me hice tanto pipi
que mi pañal rebalsó.
-Ho mi amor, ya
te pasaste. No importa mami te cambia y de paso estrenamos la ropita nueva.
-Pero… esto ya
es inaudito –me revelé.
-Bebita mala
–me señaló con su dedo índice.
-¡Basta! No soy
un bebé y menos una nena.
-Por supuesta
que sí, sos un beba, la más hermosa del mundo.
-¡Que no lo
soy!
Frente a mis
palabras, cambió su semblante, me llevó a su regazo y me golpeó en la cola como
a un bebé. Frente a tal castigo, del que no podía escapar, accedí a continuar.
En la habitación
una vez más me cambió el pañal, pero además me colocó el enorme vestido súper
infantil y femenino, me puso una peluca y me maquilló. Al verme en el espejo ya
no me reconocí, solo parecía una chica vestida de bebé.
A partir de ese
día mi nombre pasó a ser Melisa, los juguetes que me había comprado desaparecieron y su lugar aparecieron muñecas, más
maquillaje y demás cosas de niñas. Me trasladó a otra habitación que preparó
para mí, toda pintada de rosa, muebles cambiadores, y por supuesto una enorme
cuna. Cada vez que me revelaba o me negaba a hacer algo, ella me castigaba de
laguna manera. De más está decir que ya no teníamos relaciones, de hecho no recordaba
la última vez que lo hicimos.
Así pasaban mis
días, siendo cambiado porque me hacía popo y pipi encima como todo un bebé, o
mejor dicho como UNA bebé, ya que no paraba de usar vestidos y demás cosas de
niñas.
Un día ella me
tomó entre sus brazos y me exclamó con la misma ternura de una madre:
-Estuve tomando
más pastillitas especiales, vamos a ver si funcionan.
Se quitó la
blusa, se desprendió los breteles del corpiño y sacó su pecho, con amor me
llevó a este él, puse todo el pezón en mi boca y comencé a succionar. Para mi
sorpresa luego de unos minutos empecé a sentir un gusto dulzón. Me alejé
alertado.
-Shh, no pasa
nada bebita, mami tiene mucha lechita y es toda para vos.
Con la misma
ternura de siempre me acercó de nuevo a su pezón y bebí toda la leche que
contenía, acabado un pecho continué con el otro.
Al fin entendí
que esa era mi realidad y en vez de renegar la acepté. Ya no intenté volver
a retener mis necesidades, cuando mi
pañal estaba lo suficiente lleno me ponía a llorar como un bebé. Empecé a disfrutar
de los juguetes de niña y hasta los vestidos se me empezaron a presentar
cómodos y lindos. Mi cambio conformó a Agustina.
Una tarde
apareció con un enorme cochecito y me dijo que daríamos una vuelta, me pareció
bueno ya que hacía tiempo que no salía (había dejado mi trabajo). Me puso las
corras del cochecito y salimos por el barrio. La gente me miraba extrañada pero
a mí no me importó estaba volviendo a ser feliz. Si íbamos a una plaza jugaba
como un niño más o mejor dicho una niña. Más aún no me daba pudor que me
cambiara el pañal frente a todos o que me amamantara.
Pasaron varios
años, y debo reconocer que soy toda una bebita, apenas recuerdo mi nombre de
varón, ahora soy Melisa. Me encanta sentir el pañal en mi piel, y es mejor
cuando esta llenó de pipi y embarrado, me gusta sentir como el popo se esparce más
y más cuando me siento. Adoró los vestidos que mi mami me compra y me pone, amo
el maquillaje y las muñecas, y toda cosas de niñas. Pero lo que más añoró es
cuando llega el momento en que mi mami se desprende los breteles del corpiño y
me da de beber su deliciosa lechita materna.
Esa fue mi
historia, ojalá puedan creerla, les aseguro que sucedió así, una mujer me
engañó con sexo para convertirme en sus bebé, y así viví el resto de mis días siendo
las más hermosa y tiernas de las bebitas.
BUENO AMIGOS
ESTE FUE EL ÚLTIMO CUENTO POR ESTE AÑO, NOS REECONTRAREMOS EN UNOS MESES. SOLO
ME QUEDA DESEARLES QUE PASEN UNAS HERMOSAS FIESTAS Y COMIENCEN EL AÑO CON TODA
LA ENERGIA, NOS VEREMOS PRONTITO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!