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lunes, 18 de diciembre de 2017



Hola, amigos. Este año fue un año atípico, Facebook cerró mi cuenta, y pese a mis reclamos no la volvió a habilitarla, perdiéndose también la página de cuentos. Afortunadamente ya manejábamos el blog y pudimos continuar por aquí (ojala estén todos nuestros seguidores). Por otro lado les cuento que el último cuento subido, fue el último cuento puesto en la página de Facebook, por ende todo lo que se publiqué de ahora en más será material inédito, todo nuevo. También les cuento que pueden hacer sus pedidos a modo de comentario y en la medida que podamos los cumpliremos, (de hecho el cueto a continuación fue un pedido). Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234, aprovechen que está en precio promocional por navidad.  Por último como hacemos cada año este va a ser el último cuento hasta Febrero cuando retomemos las publicaciones, no obstante la página quedara activa para comentarios, sugerencias o cualquier otra consulta que tengan. Les rogamos se hagan seguidores de la página para poder seguir creciendo. Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.

El regalo de navidad

Mi historia les parecerá bizarra a más de una persona, pero les juro que es totalmente real.
Mi nombre es Rubén, no soy precisamente un hombre con muchas mujeres, pero cuando conocí a Agustina supe que era la mujer de mi vida: era hermosa con un largo cabello pelirrojo y un cuerpo de ensueño.
 Contario a lo que pensé, ella se interesó en mí y comenzamos una relación. Después de algunas semanas intentamos tener nuestro primer momento de intimidad.
-Mis gustos son un tanto particulares –me explicó antes de comenzar.
-Ok, por mi está bien.
-¿Seguro? Por lo general los hombres huyen al escuchar mis pasiones.
-Eso no pasara conmigo- exclamé con determinación.
-Empecemos, entonces –dijo con una gran sonrisa -. En el baño encontraras algo, póntelo.
Sin indagar más obedecí. Pero al entrar al baño solo hallé un gran pañal. Rojo salí y le mostré lo hallado.
-Es eso, querido.
-Pero me veré ridículo con esto –reproché.
-Entiendo –dijo cabizbaja -. No te preocupes nadie lo entiende.
Me di cuenta que estaba faltando a mi palabra, así que opté por ponerme el pañal como me había pedido. Me costaba caminar debido a lo abultado y me era imposible cerrar las piernas y al moverme hacía un ruido similar a una bolsa de plástico. Pese a mi vergüenza, mi imagen la encendió y nuestra primera noche fue inolvidable. A partir de allí no me importó tener que colocarme el pañal ya que sabía que lo que vena después era genial.
Al poco tiempo decidimos dar un paso más en nuestra relación y comenzamos a convivir. Allí las cosas se tornaron aún más raras.
Al principio me pedía que después de nuestras relaciones volviera a colocarme el pañal y durmiera con él. Me pareció excesivo pero una vez más accedí.
Así transcurrieron varias noches, hasta que una mañana al despertarme (con el pañal) la vi observándome con una ternura difícil de explicar.
-¿Dormiste bien, bebé? –me preguntó.
-Bien –respondí algo adormecido.
-¡Qué bueno, aquí está tu desayuno!
Me ofreció una mamadera llena de leche tibia.
-¡¿Qué es esto?! – recriminé molesto.
-Parte de la misma fantasía que jugamos hace meses.
-Pero esto ya es excesivo.
-Piensa en la recompensa de la noche.
Una vez más flaqueé y accedí, bebí todo el contenido y luego me abrazó y con ligeros golpecitos en la espalda me ayudó a eructar.
Terminado ese show me predispuse a quitarme el pañal pero ella me detuvo.
-El pañal queda todo el fin de semana, señorcito –me habló como si estuviera en presencia de un bebé.
Y así estuve, todo el santo día. Al ir al baño a responder un llamado de la naturaleza encontré el baño cerrado, cuando le recriminé a Agustina sus acciones solo me respondió.
-¿Para qué crees que te deje el pañal?
-Esto ya es mucho, es muy humillante.
-Sí, quieres terminamos el juego, pero también termina nuestra relación. Vos desde un principio estuviste de acuerdo.
No quería dejarla así que no insistí, pero tampoco quería hacerme encima. Pareciera que mi novia lo supo, vino por detrás y me abrazó al tiempo que me susurraba en el oído.
-Vos hace pipi y popo, que mami te cambia.
Esas palabras me hicieron aflojar las piernas y sin darme cuenta me hice pis, el pañal se volvió pesado en un segundo y de un color amarillento.
-Eso es lo que te pedía –dijo ella palpando el pesado pañal.
Por lo ridículo que me sentí el esfínter también se me relajó y se me escapó el popo. En pocos lugares la sala donde estábamos empezó a apestar.
-¡Wow! Este bebé, ya se embarró también.
Me tomó de la mano, me llevó a la habitación y en la cama, me cambió la ropa. Primero me quitó el pañal sucio, me limpió con toallitas húmedas y me volvió a colocar un nuevo pañal.
En las comidas la situación no mejoraba, me ponía un babero y me daba de comer papilla y comidas pre-preparadas de bebé. Así transcurrió todo el fin de semana. Y no fue solo eso, al regresar del trabajo los demás días ella ya me estaba esperando para colocarme un nuevo pañal.
Con el tiempo esto afectó mi cuerpo, el cual se acostumbró a hacerse pipi y popo en pañal y ya o podía controlar mis necesidades, por ello debía estar siempre con pañal y llevar conmigo un pañal de repuesto, o si estaba con Agustina ella siempre cargaba un enorme bolso de bebés. Mientras yo me sentía cada vez más incomodó con la situación ella parecía más complacida. Siempre que debía cambiarme el pañal se contentaba enormemente.
La situación llegó a su punto límite cuando en nuestra primera navidad me hizo un obsequio “especial”. La mañana del 25 de Diciembre me alentó a me acercara al árbol de navidad y viera los regalos que me dejara Papá Noel. Con la dificultad que me caracterizaba caminar con el pañal, fui hasta el árbol. Abrí un regalo y para mi sorpresa de adentró saqué un enorme vestido rosa, con voladitos y demás cosas súper femeninas. Abrí otro paquete y me encontré con una peluca, del tercer regalo extraje un set de maquillaje que usan las niñas. Del asombro me hice tanto pipi que mi pañal rebalsó.
-Ho mi amor, ya te pasaste. No importa mami te cambia y de paso estrenamos la ropita nueva.
-Pero… esto ya es inaudito –me revelé.
-Bebita mala –me señaló con su dedo índice.
-¡Basta! No soy un bebé y menos una nena.
-Por supuesta que sí, sos un beba, la más hermosa del mundo.
-¡Que no lo soy!
Frente a mis palabras, cambió su semblante, me llevó a su regazo y me golpeó en la cola como a un bebé. Frente a tal castigo, del que no podía escapar, accedí a continuar.
En la habitación una vez más me cambió el pañal, pero además me colocó el enorme vestido súper infantil y femenino, me puso una peluca y me maquilló. Al verme en el espejo ya no me reconocí, solo parecía una chica vestida de bebé.
A partir de ese día mi nombre pasó a ser Melisa, los juguetes que me había comprado desaparecieron  y su lugar aparecieron muñecas, más maquillaje y demás cosas de niñas. Me trasladó a otra habitación que preparó para mí, toda pintada de rosa, muebles cambiadores, y por supuesto una enorme cuna. Cada vez que me revelaba o me negaba a hacer algo, ella me castigaba de laguna manera. De más está decir que ya no teníamos relaciones, de hecho no recordaba la última vez que lo hicimos.
Así pasaban mis días, siendo cambiado porque me hacía popo y pipi encima como todo un bebé, o mejor dicho como UNA bebé, ya que no paraba de usar vestidos y demás cosas de niñas.
Un día ella me tomó entre sus brazos y me exclamó con la misma ternura de una madre:
-Estuve tomando más pastillitas especiales, vamos a ver si funcionan.
Se quitó la blusa, se desprendió los breteles del corpiño y sacó su pecho, con amor me llevó a este él, puse todo el pezón en mi boca y comencé a succionar. Para mi sorpresa luego de unos minutos empecé a sentir un gusto dulzón. Me alejé alertado.
-Shh, no pasa nada bebita, mami tiene mucha lechita y es toda para vos.
Con la misma ternura de siempre me acercó de nuevo a su pezón y bebí toda la leche que contenía, acabado un pecho continué con el otro.
Al fin entendí que esa era mi realidad y en vez de renegar la acepté. Ya no intenté volver a  retener mis necesidades, cuando mi pañal estaba lo suficiente lleno me ponía a llorar como un bebé. Empecé a disfrutar de los juguetes de niña y hasta los vestidos se me empezaron a presentar cómodos y lindos. Mi cambio conformó a Agustina.
Una tarde apareció con un enorme cochecito y me dijo que daríamos una vuelta, me pareció bueno ya que hacía tiempo que no salía (había dejado mi trabajo). Me puso las corras del cochecito y salimos por el barrio. La gente me miraba extrañada pero a mí no me importó estaba volviendo a ser feliz. Si íbamos a una plaza jugaba como un niño más o mejor dicho una niña. Más aún no me daba pudor que me cambiara el pañal frente a todos o que me amamantara.
Pasaron varios años, y debo reconocer que soy toda una bebita, apenas recuerdo mi nombre de varón, ahora soy Melisa. Me encanta sentir el pañal en mi piel, y es mejor cuando esta llenó de pipi y embarrado, me gusta sentir como el popo se esparce más y más cuando me siento. Adoró los vestidos que mi mami me compra y me pone, amo el maquillaje y las muñecas, y toda cosas de niñas. Pero lo que más añoró es cuando llega el momento en que mi mami se desprende los breteles del corpiño y me da de beber su deliciosa lechita materna.
Esa fue mi historia, ojalá puedan creerla, les aseguro que sucedió así, una mujer me engañó con sexo para convertirme en sus bebé, y así viví el resto de mis días siendo las más hermosa y tiernas de las bebitas.

BUENO AMIGOS ESTE FUE EL ÚLTIMO CUENTO POR ESTE AÑO, NOS REECONTRAREMOS EN UNOS MESES. SOLO ME QUEDA DESEARLES QUE PASEN UNAS HERMOSAS FIESTAS Y COMIENCEN EL AÑO CON TODA LA ENERGIA, NOS VEREMOS PRONTITO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

miércoles, 13 de diciembre de 2017




Amigos el nuevo cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234.  Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.



La niñera de la adult baby
Emma era una joven que toda su vida había sido AB, pero como a la mayoría les pasa, debió ocultar su gran pasión a su familia y amigos.
Siempre tenía en su habitación una caja donde guardaba todo los artículos de bebé, pañales, chupetes, baberos, ropa infantil. Pero todo aquello podía usarlo estando sola.
Un fin de semana su madre le anunció que debía hacer un viaje por trabajo, Emma se ilusionó pensando que podría estar dos días enteros como bebé, pero esa emoción le duró poco, ya que su mamá le explicó que había contratado una niñera. La joven intentó persuadirla de no hacerlo, pero fue en vano.
Cerca de las once de la mañana la niñera llegó, era una mujer de unos treinta y pico de años. Emma la miró con desprecio y se fue a encerrar a su habitación.
Sabía que no podía estar todo el día como bebé, pero mientras permaneciera en la pieza podía hacerlo. Por lo tanto decidió no perder el tiempo, se quitó la pijama, desplegó un enorme pañal banco sobre su cama, se recostó en él, se roció la cola y sus partecitas con talco, y lo cerró a la altura de su abdomen. Se puso su chupete, y paso gran parte de la mañana coloreando su libro de cuentos.
Pasada media hora el desayuno que consumió empezó a hacer efectos en su pancita. Hice un poco de fuerza y sintió como el popo salía de su colita y se esparcía en todo el pañal. Sin darle importancia continuó con su diversión, al tiempo que la habitación empezaba a apestar a popo.
Vuelto a pasar un rato más, se preocupó de que el popo le irrite la cola. Por ello desplegó un cambiador plástico sobre su cama, se quitó el pañal sucio, se limpió con toallitas húmedas, se puso más talco y volvió a su ropa de adulta, puesto que ya era hora del almuerzo.
La niñera se había encargado de la comida y mientras ponía la mesa le hablaba a Emma con el fin de romper el hielo y tener una buena relación, pero la joven no daba el brazo a torcer, a causa de ella, no podía estar como un bebé todo el fin de semana.
Terminada la comida, Emma se fue a su habitación para tomar una siesta como bebé. Se colocó un nuevo pañal, se acostó, y soltó todo el pipí que tenía en su vejiga. Con el pañal lleno y tibiecito se durmió enseguida.
Ana, la niñera, entró a la habitación luego de unas horas preocupada por el silencio, y allí se encontró a Emma que comenzaba a despertarse con un pañal lleno de pipi. Ninguna supo que decir. Ana miró hacia un costado y vio el cambiador y los pañales. En completo silencio tomó las cosas, las acomodó en la cama y luego recostó a Emma.
-Creo que ya es hora de cambiar esos pañales, bebita –exclamó.
La joven no lo podía creer, la niñera le estaba cambiando los pañales, como si se tratara de la madre más amorosa. La limpió con toallitas húmedas con mucha ternura, la roció con talco y le puso un nuevo pañal. Hizo un poco de fuerza y la levantó.
-Me hubieras dicho que te gustaba ser bebé. A mí me encantan.
La joven estaba atónita, a aquella mujer no le importaba que le gustara hacer de bebé, más aún la había limpiado y la trataba como a uno.
Emma fue llevada en brazos hasta la cocina, donde se le preparó una papilla de banana con miel.
Jugando al avioncito, la niñera alimentó a la niña-bebé.
-¿Te gustó, bebita? –le preguntó una vez terminada la comida.
-Ti –respondió con una gran sonrisa.
La tarde continuó con divertidos dibujos animados y libritos para colorear. A Emma se le vino a la cabeza la idea de hacerse popo encima y que la niñera la cambiara, pero no estaba de segura de que esta quisiera. Aun así, posiblemente no tendría más oportunidades. Se acomodó un poco y con disimulo empezó a hacer fuerzas, el popo salió y se desparramó y aplastó a lo largo de todo el pañal.
El terrible olor del que se llenó la sala la delató.
-Bebita ¿te hiciste popo? -preguntó la niñera, la bebé solo asintió con la cabeza con la cara roja por la pena -. No importa yo te cambio mi bebita hermosa –se le acercó y le confesó al oído -. A mí me encanta limpiar el popo de las colitas de las bebés.
Una vez más la tomó en brazos y la llevó hasta la habitación, allí le quitó el pañal lleno de popo y algo de pipi. Con toallitas húmedas le fue limpiando la colita y sus partecitas, Emma estaba muy emocionada, no podía creer lo que estaba viviendo. Cuando estuvo limpia, la niñera le puso un pañal entre las piernas y lo cerró con fuerza a la altura del abdomen, y para mantenerlo en su lugar le colocó una bombacha de goma.
-Listo, bebita.
A la noche la acostó en la cama, le puso el chupete y le cantó una dulce canción de cuna para hacerla dormir. Emma se acomodó, abrazó a su osito de peluche y no tardó en quedarse dormida.
A la mañana siguiente, la niña se despertó y vio junto a ella a su niñera con una enorme mamadera llena de leche tibia. Mientras Emma tomaba con muchas ganas, la cuidadora debatía que ropa era la más apropiada para la bebita en aquel día. Finalmente optó por un bodi mangas largas color rosa con un enorme oso en medio, y para abajo una graciosa pollerita infantil.
Pero antes de cambiarla decidió que era un buen momento para bañarla, llenó de agua tibia la bañera, le quitó el pañal (que estaba lleno de pipi) y la bañó, mientras Emma jugaba con el agua. Pasado un rato, la levantó, la secó. Le puso talco en su colita, un nuevo pañal y luego la ropa que había elegido. Le ató dos colitas en el cabello y volvió a ponerle el chupete en la boca. Emma se miró a un espejo, realmente parecía una bebé, incluso se parecía más que cando ella se vestía.
 Emma pasó la mañana pintando en sus libritos y jugando con sus peluches. Cuando le venía las ganas de hacer pipí o popo, no le importaba se concentraba un poquito y soltaba todo en su pañal y continuaba su entretenimiento. Cuando el pañal estaba muy lleno o sucio, se ponía a llorar como bebé y esperaba que su niñera se la llevara y le cambiara el pañal. La vergüenza inicial que le daba que su niñera la viera desnuda, fue desapareciendo progresivamente con cada nuevo cambio.
Con el correr de las horas las dos mujeres se hicieron muy unidas. Cerca de las seis de la tarde Emma sabía que su madre volvería pronto y se finalizaría su diversión. Por ello la niña decidió hacerse caca una última vez. La niñera se percató del mal olor, no obstante no la cambió enseguida
-¿No vas a cambiarme? –preguntó con un puchero.
-Sí, bebé. Pero primero te voy a dar de comer.
-No quiero meme.
-No, meme, no. Mi pecho.
La mujer se quitó su blusa y su corpiño y le ofreció el pecho a la joven. Emma succionó de él, y a pesar de  que no salía nada la sensación fue satisfactoria. Luego vino el cambio de pañales.
Cerca de las ocho volvió la madre de Emma y la niñera se marchó, pero antes recibió un gran abrazo de parte de la niña, ya que le cumplió el sueño de pasar un fin de semana como bebé.