Ahora a leer, disfrutar y comentar:
La enuresis
Para todos aquellos que somos amantes de los pañales es un sueño el hecho
de usarlos y más poder mojarlos o ensuciarlos. El corazón se nos llena de
alegría por el simple hecho de sentir la textura del pañal rosar nuestra piel,
utilizar utensilios de bebe o ir más lejos y encontrar una mami que nos cuide y
trate como bebes.
Pero no para todos es igual y esa es la historia que hoy vamos a contar.
Rebecca es una chica normal, tiene 16 años, va a la secundaria y tiene un buen
grupo de amigas.
Nada en ella es fuera de lo común excepto una cosa. Un año atrás sufrió un
terrible golpe producto de un choque de autos, si bien no sufrió ningún daño
considerable, al poco tiempo descubrió que despertaba a la mañana toda mojada.
Sus padres pensaron que sería algo temporario producto del susto por el
accidente, pero el problema persistió y por ello acudieron a un médico. El cual
le diagnosticó un serio problema en su vejiga algo que le impedía poder
contralarla durante las noches, el nombre técnico que le dio fue una severa
enuresis nocturna.
Para “Vecky” como la llamaban su familia y amigos, esto fue una terrible
noticia, peor aun cuando supo que de momento la única forma de dormir seria
utilizando pañales. Se sentía humillada cada noche cuando se lo colocaba, y se sentía
humillada cada mañana cuando se los quitaba completamente repletos de pis.
Todos los días eran similares, miraba en su habitación y encontraba una pila de
pañales blancos listos para ser usados y ser llenados de pipi. También había
talcos especiales que usaban para los bebes, no porque la trataran como a uno,
sino porque era el único talco que le servía.
Vecky, llevaba siempre un pañal en su mochila cuando iba a la escuela por si su problema
aumentaba, siempre andaba con cuidado para que nadie descubriera su pañal. Y
cuando llegaba la noche comenzaba la rutina de nuevo: desplegaba el enorme
pañal sobre la cama, se quitaba el pantalón pijama y la ropa interior, se
recostaba sobre el pañal, pasaba una parte entre sus piernas y lo abrochaba por
encima de su ombligo. Luego se ponía el pantalón pero era imposible disimular
el pañal, ya que era muy abultado.
Vecky había aprendido a colocarse y quitarse el pañal con facilidad. Pero
en los primeros tiempos era su mamá la que se lo ponía y la que se lo quitaba,
y la limpiaba cada mañana con toallitas húmedas para evitar infecciones. Claro
que la joven se moría de vergüenza pero su madre la calmaba:
-No te avergüences, mi amor. Pronto mejoraras –le repetía siempre.
Así fue pasando el tiempo pero los problemas de Vecky no se curaban. Las
cosas empeoraron cuando ingresó un nuevo alumno a la escuela, era un tanto raro
y callado. Siempre se la pasaba mirando a Vecky, pero de una forma extraña, no
forma amorosa.
La joven comenzó a sentirse intimidada, siempre que volteaba allí estaban
los oscuros ojos de aquel sujeto.
Un día a la salida de la escuela vio que la seguía. Cansada de su acoso,
volteó y lo enfrentó.
-Estoy harta de que me sigas –exclamó.
-Lo siento, no quiero incomodarte.
-Pero lo haces ¿por qué me seguís?
-Solo quiero conocerte, no hay mucha gente como nosotros.
-¿A qué te referís como nosotros?
-A esto.
El joven miro de un lado a otro y al asegurarse de que no había nadie más,
se bajó un poco el pantalón y se le vio un pañal.
-¡¿Vos también?! -inquirió Vecky asombrada.
-Sí.
-¿Todo el día?
-Todo el día –respondió mientras se acomodaba la ropa.
-¿Pero cómo sabes de mí?
-Lo imaginé, siempre llevas tu mochila a donde vayas. Yo hacía lo mismo
porque siempre tenía allí un pañal de repuesto.
-Mi mamá me lo guarda –explicó apenada.
-¿Todo el día necesitas?
-No…. solo de noche.
-Bueno al menos es solo durante las noches, yo en cambio no puedo salir a
ningún lado sin uno.
-Lo siento.
-No te preocupes ya lo asumí.
-Es la primera vez que hablo de esto con alguien, hasta ahora solo mis
padres lo saben, ni siquiera mis mejores amigas se lo he confiado.
El joven, que se llamaba Diego, sonrió por primera vez desde que lo
conociera, y a Vecky ya no le pareció extraño sino más bien todo lo contario.
Ambos se hicieron amigos muy rápidos y con el tiempo se transformaron en
novios.
Luego de meses de relación, Vecky fue a la casa de él luego de la escuela.
Estuvieron un rato hablando hasta que Diego le dijo:
-Ya vuelvo, tengo cambiarme.
-Ok.
Como su novio tardaba, la joven fue hasta a la habitación y espió, allí lo
vio que intentaba ponerse el pañal con grandes dificultades, sin dudarlo
ingresó.
-¡No! Que hace…
-Shhh –lo calló Rebecca poniéndole el dedo índice en la boca.
Vecky desplegó el pañal sobre la cama y allí recostó al joven. Lo limpió
con toallitas, como lo hacía su madre, y luego le colocó el abultado pañal y lo
abrochó por encima del ombligo. Todo lo hacía con una sonrisa y una dulzura
maternal.
-Que no te avergüence –exclamó.
Desde aquel día el vínculo de ambos se hizo más fuerte y no les importó el
tener que usar pañales como si fueran dulces bebés.
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