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lunes, 31 de octubre de 2016

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Ahora a leer, disfrutar y comentar:


La técnica para volver a recuperar la llama.

Después de que mi hijo naciera, mi esposo y yo fuimos perdiendo intimidad. Primero porque era difícil estar tranquilos con un bebé y más tarde porque nuestra llama, a pesar de que éramos muy jóvenes, se fue apagando.
Todas las noches yo me retiraba para acostar a nuestro bebé y él se quedaba horas frente a la computadora, viendo vaya a saber qué cosa.
Cuando lo buscaba o intentaba acercarme, solo recibía rechazos.
Un día harta de no tenerlo conmigo decidí averiguar qué era lo que hacía en la computadora. Cuando se marchó a trabajar, la tomé y abrí el historial (por suerte no lo había borrado ya que no se daba mucha maña con ello). Miré y miré hasta que descubrí algo que me perturbó. Al principio pensé que había estado en esa página por error. Pero a medida que seguía navegando vi muchas páginas similares. Bajé la pantalla, no quería ver más.
El tiempo que estuve sola me sirvió para pensar. Al principio me molesté pero luego me di cuenta que si aquello le gustaba, estaba al alcancé de mi mano dárselo y así recuperarlo.
A la noche todo se desarrolló como siempre, frialdad de su parte mientras cenábamos. Acosté a mi hijo y esperé por él. Tardó varias horas como siempre, mientras yo me caía del sueño, pero aun así aguardé.
Cuando por fin se acostó a mi lado me incorporé, me puse frente a él, y bajé las tiras de mi camisón dejando al descubierto mis senos.
-Por favor estoy cansado me rechazó.
-Shhh –respondí poniendo un dedo en su boca.
Lo tomé por la nuca y lo acerqué a mi pecho con ternura. Hice que apoyará su boca en mi pezón y que comenzara a succionar, como aún amamantaba a mi bebe seguía produciendo leche. Mi marido se extrañó de todo aquello, pero no me rechazó, y bebió de mí. Primero con timidez y después con desesperación, dejándome sin una gota y se durmió prendido en mí.
Mi plan había funcionado, había visto que a él le excitaba ver videos de lactancia adulta. Y si bien no habíamos tenido relaciones, habíamos vuelto a tener contacto y en cierta forma tener a mi marido prendido de mis pechos produjo en mi cierto placer.
A la noche siguiente repetí mi acción, esperé a que se acostara y le ofrecí mis pechos llenos de leche. Una vez más actuó con timidez al principio pero luego se soltaba y bebía sin inhibiciones.
A la tercera noche todo fue distinto. Nos acostamos a la misma hora y aguardó a mi ofrecimiento que no tardó en llegar, y como hacía desde las últimas noches tomó de mis pechos. Aun así no había logrado que volviéramos tener relaciones, pero no me daría por vencido.
Al día siguiente mientras hacía compras en el súpermercado, pasé por la sección de bebes para comprar cosas para mi hijo. Cuando estaba por marcharme vi algo que me entusiasmó, la idea me excitaba. Dudé mucho pero al fin me decidí, lo coloqué en el changuito de compras y seguí adelante.
Llegada la noche mi marido se acostó al mismo tiempo que yo. Y aguardó en silencio mi accionar. Jamás me lo pedía, quizás por vergüenza. Pero al ver que yo no hacía nada, se decidió a hablar.
-¿No… no me lo ofrecerás? -preguntó.
-Quítate la ropa –exigí con cierta indiferencia.
-No tengo deseos de…
-Quieres beber, haz lo que te digo –lo interrumpí.
Dudó unos segundos y al fin lo hizo. Le pedí que se recostara boca arriba y que cerrara lo ojos y obedeció. Tomé un gran paquete de pañales de adultos (que compré en el supermercado). Acomodé uno debajo de su cola. Al sentir todo aquello abrió los ojos y miró de qué se trataba. Se puso rojo como un tomate y se alejó del pañal.
-¡¿Qué es esto?! –preguntó entre enojado y confundido.
Con calma me bajé las tiras de mi camisón dejando al aire mis pechos, mis pezones ya chorreaban ese néctar blanco que tanto él deseaba.
-¿Quieres beber? Yo haré eso por ti, pero tu haz algo por mí –miré el pañal.
Como la primera noche, dudó. Pero al fin se recostó sobre el pañal. Sonriendo me acerqué y con ternura lo cerré. Hecho esto reclamó por mis pechos y sin resistencia se los ofrecí, y bebió con locura.
Cuando terminó quiso quitarse el pañal, pero le dije que la condición era que durmiera con él. No se negó. Sentí que giraba de un lado a otro, seguramente incomodó por lo abultado del pañal, y con cada giró se oía como si tuviera puesto una bolsa de plástico, tardó mucho en poder conciliar el sueño. Por mi parte no me sentía culpable, el saber que estaba a mi lado con un pañal me excitaba, no sabía porque, pero así era.
A la próxima noche fui más lejos. Todo se repitió, se dejó poner el pañal sin resistencia. Luego se arrojó contra mí para alimentarse de mi leche, pero lo rechacé.
-Aun no –exclamé -.Hazte caca.
-¡¿Qué?! ¡No!
-Entonces no beberás, nunca más lo harás.
Eso lo preocupó.
-¿Por qué quieres esto?
-Porque me excita. Tu tomas de mis pechos como un bebe, pues bien tener un pañal sucio también es de bebe.
Me miró con indignación. Sin decir nada se dirigió al baño y volvió a los pocos minutos. No fue necesario decir nada, el olor lo delataba. Había embarrado el pañal. Feliz lo recosté en mi regazo y le di de tomar. Le daba ligeros golpecitos en la cola llena de popo. Me di cuenta que el pañal también estaba amarillento y pesado.
-¿Te hiciste pis, mi amor? –pregunté llena de ternura.
-Hice mucha fuerza –se desprendió unos segundos y siguió.
-Muy bien, bebé.
Cuando terminó, hice que se recuesté boca arriba y tomando toallitas húmedas de nuestro hijo, lo limpié con cuidado. En verdad había hecho mucho popo y eso me agradó. Le coloqué un pañal nuevo y no fue necesario decir más nada, sabía que debía dormirse así. Era yo quien ponía las condiciones ahora.
Cuando una nueva noche llegó, mi marido ya no hacía nada para oponerse. Una vez que le coloqué el pañal se dirigió al baño. Pero lo detuve.
-No –exigí -.Hazte popo acá –le puse un chupete en la boca.
Pensé que se negaría, pero no fue así. Se puso de cuclillas en la cama y empezó a hacer fuerza. Vi como el pañal se volvía marrón, luego amarillento y aumentaba de volumen.
Con la habitación impregnada de olor a popo se prendió de mis pechos. Cuando terminó siguió un cambio de pañales y como frutilla del postre lo hice dormir además con el chupete.
Cuando despertó a la mañana su pañal estaba mojado. Se sorprendió.
-Es normal –expliqué al verlo -.La leche materna produce eso.
Me levanté y con cuidado lo limpié y lo ayudé a vestirse para el trabajo.
Finalmente llegó la gran noche. Todo iba a ser como de costumbre. Pero él se fue a acostar varias horas antes acusando no sentirse bien. Cuando fui ya me aguardaba con un pañal que tenía varios popos y muchísimos pis, tantos que estaba a punto de explotar.
-Bebe quiere teta –dijo con una voz infantil.
Con una sonrisa hice el ritual de cada noche. Me quité el camisón y le ofrecí mis pechos, como todo un bebe succionó de ellos, hasta la última gota. Por mi parte le cantaba canciones de cuna, y lo alentaba con ligeros golpecitos en la cola por encima del pañal. Cuando fui a cambiarle el pañal, noté su excitación. Al fin después de tanta espera, volvimos a consumar nuestro amor.
Después de eso, volvimos a la normalidad en nuestra vida sexual. Mi marido siguió bebiendo de mis pechos, aun cuando mi hijo ya no tomaba. Y las noches que lo hacía, debía dormir con un pañal por que no contralaba su vejiga. Le ponía un gran pañal blanco y dormía como el más tierno de los bebes.



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