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lunes, 31 de octubre de 2016

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La técnica para volver a recuperar la llama.

Después de que mi hijo naciera, mi esposo y yo fuimos perdiendo intimidad. Primero porque era difícil estar tranquilos con un bebé y más tarde porque nuestra llama, a pesar de que éramos muy jóvenes, se fue apagando.
Todas las noches yo me retiraba para acostar a nuestro bebé y él se quedaba horas frente a la computadora, viendo vaya a saber qué cosa.
Cuando lo buscaba o intentaba acercarme, solo recibía rechazos.
Un día harta de no tenerlo conmigo decidí averiguar qué era lo que hacía en la computadora. Cuando se marchó a trabajar, la tomé y abrí el historial (por suerte no lo había borrado ya que no se daba mucha maña con ello). Miré y miré hasta que descubrí algo que me perturbó. Al principio pensé que había estado en esa página por error. Pero a medida que seguía navegando vi muchas páginas similares. Bajé la pantalla, no quería ver más.
El tiempo que estuve sola me sirvió para pensar. Al principio me molesté pero luego me di cuenta que si aquello le gustaba, estaba al alcancé de mi mano dárselo y así recuperarlo.
A la noche todo se desarrolló como siempre, frialdad de su parte mientras cenábamos. Acosté a mi hijo y esperé por él. Tardó varias horas como siempre, mientras yo me caía del sueño, pero aun así aguardé.
Cuando por fin se acostó a mi lado me incorporé, me puse frente a él, y bajé las tiras de mi camisón dejando al descubierto mis senos.
-Por favor estoy cansado me rechazó.
-Shhh –respondí poniendo un dedo en su boca.
Lo tomé por la nuca y lo acerqué a mi pecho con ternura. Hice que apoyará su boca en mi pezón y que comenzara a succionar, como aún amamantaba a mi bebe seguía produciendo leche. Mi marido se extrañó de todo aquello, pero no me rechazó, y bebió de mí. Primero con timidez y después con desesperación, dejándome sin una gota y se durmió prendido en mí.
Mi plan había funcionado, había visto que a él le excitaba ver videos de lactancia adulta. Y si bien no habíamos tenido relaciones, habíamos vuelto a tener contacto y en cierta forma tener a mi marido prendido de mis pechos produjo en mi cierto placer.
A la noche siguiente repetí mi acción, esperé a que se acostara y le ofrecí mis pechos llenos de leche. Una vez más actuó con timidez al principio pero luego se soltaba y bebía sin inhibiciones.
A la tercera noche todo fue distinto. Nos acostamos a la misma hora y aguardó a mi ofrecimiento que no tardó en llegar, y como hacía desde las últimas noches tomó de mis pechos. Aun así no había logrado que volviéramos tener relaciones, pero no me daría por vencido.
Al día siguiente mientras hacía compras en el súpermercado, pasé por la sección de bebes para comprar cosas para mi hijo. Cuando estaba por marcharme vi algo que me entusiasmó, la idea me excitaba. Dudé mucho pero al fin me decidí, lo coloqué en el changuito de compras y seguí adelante.
Llegada la noche mi marido se acostó al mismo tiempo que yo. Y aguardó en silencio mi accionar. Jamás me lo pedía, quizás por vergüenza. Pero al ver que yo no hacía nada, se decidió a hablar.
-¿No… no me lo ofrecerás? -preguntó.
-Quítate la ropa –exigí con cierta indiferencia.
-No tengo deseos de…
-Quieres beber, haz lo que te digo –lo interrumpí.
Dudó unos segundos y al fin lo hizo. Le pedí que se recostara boca arriba y que cerrara lo ojos y obedeció. Tomé un gran paquete de pañales de adultos (que compré en el supermercado). Acomodé uno debajo de su cola. Al sentir todo aquello abrió los ojos y miró de qué se trataba. Se puso rojo como un tomate y se alejó del pañal.
-¡¿Qué es esto?! –preguntó entre enojado y confundido.
Con calma me bajé las tiras de mi camisón dejando al aire mis pechos, mis pezones ya chorreaban ese néctar blanco que tanto él deseaba.
-¿Quieres beber? Yo haré eso por ti, pero tu haz algo por mí –miré el pañal.
Como la primera noche, dudó. Pero al fin se recostó sobre el pañal. Sonriendo me acerqué y con ternura lo cerré. Hecho esto reclamó por mis pechos y sin resistencia se los ofrecí, y bebió con locura.
Cuando terminó quiso quitarse el pañal, pero le dije que la condición era que durmiera con él. No se negó. Sentí que giraba de un lado a otro, seguramente incomodó por lo abultado del pañal, y con cada giró se oía como si tuviera puesto una bolsa de plástico, tardó mucho en poder conciliar el sueño. Por mi parte no me sentía culpable, el saber que estaba a mi lado con un pañal me excitaba, no sabía porque, pero así era.
A la próxima noche fui más lejos. Todo se repitió, se dejó poner el pañal sin resistencia. Luego se arrojó contra mí para alimentarse de mi leche, pero lo rechacé.
-Aun no –exclamé -.Hazte caca.
-¡¿Qué?! ¡No!
-Entonces no beberás, nunca más lo harás.
Eso lo preocupó.
-¿Por qué quieres esto?
-Porque me excita. Tu tomas de mis pechos como un bebe, pues bien tener un pañal sucio también es de bebe.
Me miró con indignación. Sin decir nada se dirigió al baño y volvió a los pocos minutos. No fue necesario decir nada, el olor lo delataba. Había embarrado el pañal. Feliz lo recosté en mi regazo y le di de tomar. Le daba ligeros golpecitos en la cola llena de popo. Me di cuenta que el pañal también estaba amarillento y pesado.
-¿Te hiciste pis, mi amor? –pregunté llena de ternura.
-Hice mucha fuerza –se desprendió unos segundos y siguió.
-Muy bien, bebé.
Cuando terminó, hice que se recuesté boca arriba y tomando toallitas húmedas de nuestro hijo, lo limpié con cuidado. En verdad había hecho mucho popo y eso me agradó. Le coloqué un pañal nuevo y no fue necesario decir más nada, sabía que debía dormirse así. Era yo quien ponía las condiciones ahora.
Cuando una nueva noche llegó, mi marido ya no hacía nada para oponerse. Una vez que le coloqué el pañal se dirigió al baño. Pero lo detuve.
-No –exigí -.Hazte popo acá –le puse un chupete en la boca.
Pensé que se negaría, pero no fue así. Se puso de cuclillas en la cama y empezó a hacer fuerza. Vi como el pañal se volvía marrón, luego amarillento y aumentaba de volumen.
Con la habitación impregnada de olor a popo se prendió de mis pechos. Cuando terminó siguió un cambio de pañales y como frutilla del postre lo hice dormir además con el chupete.
Cuando despertó a la mañana su pañal estaba mojado. Se sorprendió.
-Es normal –expliqué al verlo -.La leche materna produce eso.
Me levanté y con cuidado lo limpié y lo ayudé a vestirse para el trabajo.
Finalmente llegó la gran noche. Todo iba a ser como de costumbre. Pero él se fue a acostar varias horas antes acusando no sentirse bien. Cuando fui ya me aguardaba con un pañal que tenía varios popos y muchísimos pis, tantos que estaba a punto de explotar.
-Bebe quiere teta –dijo con una voz infantil.
Con una sonrisa hice el ritual de cada noche. Me quité el camisón y le ofrecí mis pechos, como todo un bebe succionó de ellos, hasta la última gota. Por mi parte le cantaba canciones de cuna, y lo alentaba con ligeros golpecitos en la cola por encima del pañal. Cuando fui a cambiarle el pañal, noté su excitación. Al fin después de tanta espera, volvimos a consumar nuestro amor.
Después de eso, volvimos a la normalidad en nuestra vida sexual. Mi marido siguió bebiendo de mis pechos, aun cuando mi hijo ya no tomaba. Y las noches que lo hacía, debía dormir con un pañal por que no contralaba su vejiga. Le ponía un gran pañal blanco y dormía como el más tierno de los bebes.



lunes, 24 de octubre de 2016

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lunes, 17 de octubre de 2016


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Mi hermana la bebe



Natalia y Alicia eran hermanas de 17 y 9 años respectivamente. Tal diferencia de edad hacia que casi siempre estuviesen peleando, sobre todo la mayor era la que más molestaba. Eso llevaba a que ambas pasaron la mayor parte del día pensando en cómo vengarse de la otra.

Por otro lado Natalia todas las tardes, luego de almorzar, se encerraba en su habitación, y por el lapso de una hora no permitía que nadie ingresara y pedía intimidad. Alicia muchas veces quiso saber que era lo que hacía, pero su hermana se negaba a contárselo.

Un día la pequeña fingió estar enferma y no asistió en la escuela y poco antes de que su hermana llegara, se escondió en el armario de la habitación con el fin de descubrir que era lo que hacía todos los días en soledad.

Aguardó pacientemente hasta que su hermana entró en la pieza. Ésta cerró la puerta con llave, se quitó toda la ropa y apreció durante un largo tiempo su cuerpo en un gran espejo. A continuación tomó un paquete de debajo de la cama. Alicia no podía distinguir que era, hasta que su hermana sacó un objeto blanco que hacía un ruido parecido a una bolsa de plástico, allí entendió: era un pañal. Natalia se recostó sobre el mismo que había desplegado sobre su cama y se lo colocó. También usaba un chupete y jugaba con cosas de bebe y actuaba como uno.

Alicia no podía creer lo que veía, tenía la posibilidad que tanto había esperado de vengarse de su hermana. Tomo su teléfono celular y empezó a grabar todo.

Pero lo mejor vino luego de unos minutos, vio cómo su hermana se quedaba quieta, inmóvil, de repente en la entrepierna el pañal se tornó amarillento y mucho  más abultado. La habitación también se llenó de un olor feo. Alicia tardó entender hasta que vio a su hermana de espalda, el pañal por atrás se había tornado d un color amarronado. La pequeña comprendió Natalia no solo se había hecho pipi sino que también popo.

El pañal estaba a punto de explotar, pero a la mujer parecía no molestarle, más bien todo lo contrario disfrutaba de la suciedad que había dentro de él. Se revolcaba en el piso y jugaba con más alegría que antes.

Todo aquello como venganza era simplemente genial, pero pensó que publicar el video en internet como era su intención inicial sería muy cruel. Por eso tuvo otra idea y con la cual también tendría su venganza.

Salió del armario y sorprendió a su hermana la cual quedó petrificada, no sabía cómo reaccionar, que decir o que hacer. Por los nervios volvió a soltar grandes cantidades de pipi al punto tal que pañal ya colgaba debido a lo cargado y sucio que estaba, y como frutilla del postre se puso a llorar como un bebe.

-Ya, ya, bebita –dijo Alicia acercándose.

Tomó el chupete y se lo colocó en la boca a su hermana para que deje de llorar. Luego la tomó de la mano y la recostó en la cama.

-Si lo que te gusta es ser una bebita, con gusto te voy a tratar así. Y si sos una bebita mala, este video voy a ir directo a internet –la amenazó mostrándole el celular. Natalia solo asintió con la cabeza llena de vergüenza y resignada -.Bien veamos ahora el desastre que hay aquí.

Al abrir el pañal vio el estado del mismo, estaba a punto de explotar no solo por todo el pipi que tenía sino también por el popo.

Alicia tomó unas toallitas húmedas y con mucho cuidado limpió la colita de su hermana y sus partecitas ya que el popo se había desparramado por todos lados. Una vez terminado, tomó un gran pañal blanco de una bolsa, lo extendió  e hizo a Natalia recostarse en él. Se lo cruzó por entre las piernas y lo cerró con fuerza a la altura del ombligo. Para finalizar tomo un bodi y la ayudó a colocárselo. Se alejó unos centímetros para contemplarla mejor y seguir grabándola.

-Igual a una bebita –la mujer aún con el chupete en la boca no dijo una palabra -.Ahora veamos que más hay por aquí.

Fue revolviendo el cuarto de su hermana y encontró todo tipo de cosas para bebes, chupetes, mamaderas, pañales, ropa y juguetes.

-Vamos a usar un poco de cada cosa.

Alicia sabía que sus padre ese día volverían recién a la noche por ello no dudó en aprovechar cada segundo y llevar al final su anhelada venganza.

Después del cambio dejó a su hermana unos minutos sola, para que no se aburra le dio algunos peluches de bebe para que se entretenga. Mientras tanto ella le preparó una gran mamadera de leche tibia.

Volvió al cuarto y recostó a su hermana en el regazo y le hice tomar todo el contenido.

Debido al cansancio del día y la leche tibia Natalia comenzó a quedarse dormida, Alicia aprovechó esto y le cantó una canción de cuna que finalmente la hizo dormirse. Con la joven completamente dormida, la niña aprovechó para avergonzarla un poco más tomó una jeringa y con mucho cuidado fue arrojando agua tibia dentro del pañal hasta que este estuvo repleto.

Después de eso solo debió esperar a que su hermana despertara. Y cuando sucedió ésta se dio cuenta de las condiciones de su pañal.

-No puede ser –exclamó abierta de piernas y tocando lo abultado de su pañal y creyendo que se había hecho pipi mientras dormía.

-Vaya parece que jugaste tanto a ser un bebe, que finalmente te convertiste en uno. Pero por suerte acá esta tu hermanita-mami para cambiarte, bebita.

Como lo hiciera la primera vez la tomó de la mano, la recostó, pero cuando estaba a punto de desabrochar el pañal, Natalia la detuvo.

-Espera.

-¿Qué pasa?

-Tengo ganas de hacer caca.

-Ok, hocete bebita y después te cambio.

-Es que me da vergüenza.

-Que no te de vergüenza, si las dos sabemos que te gusta. Además para eso está el pañal, hace todo el popo que tengas.

Luego de dudarlo unos segundos. Natalia hizo fuerza y largo todo lo que le quedaba. El pañal se puso más pesado aún y un feo olor invadió la habitación.

Dándose cuenta Alicia de que su hermana ya había terminado se dispuso a cambiarla. Le quitó el pañal y una vez más la limpió con toallitas para bebes y le puso un nuevo pañal. Natalia se dio cuenta que la expresión de su hermana había cambiado, ya no era una sonrisa burlona la que había en sus labios sino una más bien llena de ternura similar a la de una mami.

Es por ello que se decidió a disfrutar de la situación, después de todo estaba cumpliendo el sueño de todo AB. Alicia por su cuenta se olvidó de su venganza esta nueva versión de su hermana le agradaba más y hasta ya no le importaban sus peleas.

Ambas decidieron continuar con la tarde de hermanas o la tarde de mami-bebe. Merendaron juntas y mientras Alicia tomaba de una taza, Natalia bebía de su mamadera.

Continuó con un baño, y un último cambio de pañales antes de llegaran los padres.

Después de aquel día, Natalia y Alicia mejoraron su relación y muchas tardes se la pasan juntas donde la niña era una excelente mami y Natalia una tierna bebita.



viernes, 14 de octubre de 2016

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miércoles, 12 de octubre de 2016


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Estefanía tenía dos obsesiones una era su amor por los pañales, no había lugar al que fuera sin ellos, claro que siempre se aseguraba de que nadie se diera cuenta de que los llevaba puesto. Su otro gusto era el póker. Era una excelente jugadora, se sabía todos los trucos existentes y era raro verla perder una partida. Sin saberlo estos dos gustos se unirían en una inesperada noche.

Una amiga, Ana, la invitó a ser su compañera de póker y jugar contra otras dos rivales, y seria por dinero. Sin dudarlo Estefi aceptó segura de su victoria.

Cuando el sol cayó y la luna tomó su lugar, la joven estaba lista para su partida. Se colocó un gran pañal blanco y un vestido suelto para que no se le notara y se dirigió a la dirección indicada.

Allí se encontró con su amiga y conoció a sus rivales de turno otras dos mujeres mayores que ella. No dudó que sería una noche de victorias.

Y de hecho así comenzó su astucia le servía para ganar cuanta partida se jugaba. Pero cerca de media noche la suerte cambió y todo lo que ganaron lo empezaron a perder al punto de que ambas quedaron sin dinero encima.

Pero Estefi estaba decidida a recuperar lo suyo y su orgullo.

-Una partida más –exigió.

-Pero ya no tienes dinero –le respondió una de sus rivales.

-¿Te gusta este vestido?

-Sí.

-Esta es mi apuesta.

-¿Estas segura?

-Segura.

Una nueva mano se repartió, Estefi pensó, al ver las cartas, que la suerte le había vuelto pero no fue así su rival volvió a derrotarla.

-Bueno –exclamó –creo que me gané un bello vestido.

Estefanía intentó convencerla de que le pagaría después, pero la mujer fue terminante quería el vestido. Resignada y molesta se lo quitó y se lo arrojó, dejando al descubierto su gran pañal, el cual había olvidado que llevaba puesto debido a la tensión del partido. Y de hecho ya cargaba unos cuantos pipis.

-Vaya, vaya miren a la bebita que tenemos acá –fue la burla de la ganadora.

Todas, incluyendo su amiga estallaron en una fuerte carcajada. Mientras Estefi intentaba taparse completamente avergonzada. 

Tal fue la vergüenza que se le aflojó el estómago, primero se oyó un ruidito de gas y por último el pañal empezó a tornarse marrón. Como aún estaba sentada el popo se desparramó por toda la colita.

Todas quedaron impresionadas por esto pero a ninguna pareció molestarle. Al contrario, cuando Estefi, inspeccionó sus caras todas tenían una expresión de ternura. Con palabras confusas y entrecortadas la joven intentó explicar que le gustaba más usar pañales que ropa interior, pero que jamás le había sucedido de hacer popo encima.

-No te preocupes, bebita –fueron las palabras de su amiga.

-Tengo toallitas húmedas de bebe en mi habitación –exclamó la dueña de casa -.Las usos para quitarme el maquillaje.

La amiga de Estefi la tomó de la mano y la llevó a la habitación, mientras una de las mujeres fue hasta la farmacia de la esquina.

Con los cuidados de una mami limpiaron cuidadosamente a Estefi. Cuando la otra mujer estuvo de regreso con nuevos pañales, le colocaron uno, previamente la rociaron con talco en la colita y en sus partecitas íntimas.

-Listo, bebita –dijo Ana y le dio unos chirlitos en la cola sobre el abultado pañal.

-Esto fue muy humillante, jamás me había sucedido –explicó Estefi.

-Y ¿Por qué usas pañales?

-Por gusto ¿Te parece tonto?

-Todo lo contrario, cuando te vi me llené de ternura y me morí de amor, igual que con un bebe.

-Pero no soy un bebe.

-Pero podes serlo –explicó Sandra -.La mujer que fue hasta la farmacia  y le colocó un chupete en la boca -.Nuestra bebita.

Las tres mujeres hicieron una exclamación de ternura al ver la nueva imagen de Estefi. Esta por su parte estaba roja de la vergüenza y no estaba segura de que debía hacer, o si sentirse humillada o feliz por la situación que estaba viviendo.

El asunto es que debido a la vergüenza aflojó su vejiga y saltó una gran cantidad de pipi, el pañal aumentó su volumen y se puso amarillento en la zona de la entre pierna, y las otras tres mujeres lo notaron.

-¡Hoo miren la bebita ya se hizo pis! –exclamó con ternura Ana.

-¿Ves que en el fondo si quieres ser una bebita? –le dijo Roxana la dueña de la casa.

Estefi por cansancio, resignación o gusto se rindió frente a las tres mujeres y a lo que tuvieran pensado.

-Creo que es hora de comer –sugirió Roxana.

Las cuatro mujeres se dirigieron hasta la cocina donde les aguardaba una pizza. Estefi fue un poco más lento ya que el pañal le dificultaba caminar.

Al llegar ya todas estaban comiendo, Estefanía tomó asiento e  intentó tomar una rebanada, pero una mano la paro.

-No, eso es para los adultos –advirtió Sandra.

Pasó por atrás de la joven y le colocó un babero, mientras Ana comenzó a darle una papilla de verduras.

-Creo que están exagerando –se quejó Estefi.

-Silenció, Bebita. Acá viene el avioncito.

Y en forma de juego le fueron dando de comer a Estefi, que debido al hombre permitió el juego y devoró todo lo que le ofrecían. Luego de eso siguió una mamadera cargada de leche que Estefi bebió para poder pasar la papilla.

Fue justamente la papilla de verdura la que le jugó una mala pasada a la joven, que sintió como su intestinos se retorcía informándole la necesidad de un baño urgente.

Le hizo saber a la dueña de la casa de su necesidad, pero esta respondió con tranquilidad:

-Tranquila, tienes el pañal, te haces y te volvemos a cambiar, bebita.

-¡¿Qué?! ¡No quiero hacer eso de nuevo! No soy una bebe.

-Sí, sos un bebe –aseguró Sandra.

-No soy un bebe.

-Sí, sos un bebe –exclamó Roxana.

-No soy un bebe.

-Sí, sos un bebe –sentenció Ana.

Frente a estas palabras la vergüenza se volvió a apoderar de Estefi y una vez más su voluntad flaqueó y soltó todo su popo en el pañal. Este se puso pesado, marrón y oloroso, lo que alertó a las mujeres que era hora de un nuevo cambio.

-Pobre bebita –exclamó una.

Estefi superada por la situación se puso a llorar como una niña.

-Ya, ya, nosotras te cambiamos bebita –le colocaron el chupete en la boca.

Una vez más la llevaron a la pieza, le limpiaron con toallitas húmedas y le colocaron un nuevo pañal que ajustaron con fuerza a la altura del abdomen.

Después las tres mujeres le cantaron una bella canción de cuna, la joven exhausta se quedó completamente dormida.

La luz del amanecer la despertó, su pañal estaba repleto de pis, estaba sola y pensó en cambiarse ella, pero de repente recordó los sucesos de la noche anterior, y si bien había sido algo humillante también lo había disfrutado. Por ello empezó a fingir que lloraba como un bebe. Las tres mujeres se hicieron presente en seguida. Con caricias y palabras dulces la calmaron.

Hubo un último cambió de pañal y Estefi al fin se fue a su casa.

A partir de ese día las mujeres se reúnen para jugar al póker, pero por sobre todo a hacer de Estefi su dulce bebita.



viernes, 7 de octubre de 2016

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La enuresis

Para todos aquellos que somos amantes de los pañales es un sueño el hecho de usarlos y más poder mojarlos o ensuciarlos. El corazón se nos llena de alegría por el simple hecho de sentir la textura del pañal rosar nuestra piel, utilizar utensilios de bebe o ir más lejos y encontrar una mami que nos cuide y trate como bebes.
Pero no para todos es igual y esa es la historia que hoy vamos a contar. Rebecca es una chica normal, tiene 16 años, va a la secundaria y tiene un buen grupo de amigas.
Nada en ella es fuera de lo común excepto una cosa. Un año atrás sufrió un terrible golpe producto de un choque de autos, si bien no sufrió ningún daño considerable, al poco tiempo descubrió que despertaba a la mañana toda mojada. Sus padres pensaron que sería algo temporario producto del susto por el accidente, pero el problema persistió y por ello acudieron a un médico. El cual le diagnosticó un serio problema en su vejiga algo que le impedía poder contralarla durante las noches, el nombre técnico que le dio fue una severa enuresis nocturna.
Para “Vecky” como la llamaban su familia y amigos, esto fue una terrible noticia, peor aun cuando supo que de momento la única forma de dormir seria utilizando pañales. Se sentía humillada cada noche cuando se lo colocaba, y se sentía humillada cada mañana cuando se los quitaba completamente repletos de pis. Todos los días eran similares, miraba en su habitación y encontraba una pila de pañales blancos listos para ser usados y ser llenados de pipi. También había talcos especiales que usaban para los bebes, no porque la trataran como a uno, sino porque era el único talco que le servía.
Vecky, llevaba siempre un pañal en su mochila cuando  iba a la escuela por si su problema aumentaba, siempre andaba con cuidado para que nadie descubriera su pañal. Y cuando llegaba la noche comenzaba la rutina de nuevo: desplegaba el enorme pañal sobre la cama, se quitaba el pantalón pijama y la ropa interior, se recostaba sobre el pañal, pasaba una parte entre sus piernas y lo abrochaba por encima de su ombligo. Luego se ponía el pantalón pero era imposible disimular el pañal, ya que era muy abultado.
Vecky había aprendido a colocarse y quitarse el pañal con facilidad. Pero en los primeros tiempos era su mamá la que se lo ponía y la que se lo quitaba, y la limpiaba cada mañana con toallitas húmedas para evitar infecciones. Claro que la joven se moría de vergüenza pero su madre la calmaba:
-No te avergüences, mi amor. Pronto mejoraras –le repetía siempre.
Así fue pasando el tiempo pero los problemas de Vecky no se curaban. Las cosas empeoraron cuando ingresó un nuevo alumno a la escuela, era un tanto raro y callado. Siempre se la pasaba mirando a Vecky, pero de una forma extraña, no forma amorosa.
La joven comenzó a sentirse intimidada, siempre que volteaba allí estaban los oscuros ojos de aquel sujeto.
Un día a la salida de la escuela vio que la seguía. Cansada de su acoso, volteó y lo enfrentó.
-Estoy harta de que me sigas –exclamó.
-Lo siento, no quiero incomodarte.
-Pero lo haces ¿por qué me seguís?
-Solo quiero conocerte, no hay mucha gente como nosotros.
-¿A qué te referís como nosotros?
-A esto.
El joven miro de un lado a otro y al asegurarse de que no había nadie más, se bajó un poco el pantalón y se le vio un pañal.
-¡¿Vos también?! -inquirió Vecky asombrada.
-Sí.
-¿Todo el día?
-Todo el día –respondió mientras se acomodaba la ropa.
-¿Pero cómo sabes de mí?
-Lo imaginé, siempre llevas tu mochila a donde vayas. Yo hacía lo mismo porque siempre tenía allí un pañal de repuesto.
-Mi mamá me lo guarda –explicó apenada.
-¿Todo el día necesitas?
-No…. solo de noche.
-Bueno al menos es solo durante las noches, yo en cambio no puedo salir a ningún lado sin uno.
-Lo siento.
-No te preocupes ya lo asumí.
-Es la primera vez que hablo de esto con alguien, hasta ahora solo mis padres lo saben, ni siquiera mis mejores amigas se lo he confiado.
El joven, que se llamaba Diego, sonrió por primera vez desde que lo conociera, y a Vecky ya no le pareció extraño sino más bien todo lo contario.
Ambos se hicieron amigos muy rápidos y con el tiempo se transformaron en novios.
Luego de meses de relación, Vecky fue a la casa de él luego de la escuela. Estuvieron un rato hablando hasta que Diego le dijo:
-Ya vuelvo, tengo cambiarme.
-Ok.
Como su novio tardaba, la joven fue hasta a la habitación y espió, allí lo vio que intentaba ponerse el pañal con grandes dificultades, sin dudarlo ingresó.
-¡No! Que hace…
-Shhh –lo calló Rebecca poniéndole el dedo índice en la boca.
Vecky desplegó el pañal sobre la cama y allí recostó al joven. Lo limpió con toallitas, como lo hacía su madre, y luego le colocó el abultado pañal y lo abrochó por encima del ombligo. Todo lo hacía con una sonrisa y una dulzura maternal.
-Que no te avergüence –exclamó.
Desde aquel día el vínculo de ambos se hizo más fuerte y no les importó el tener que usar pañales como si fueran dulces bebés.



miércoles, 5 de octubre de 2016

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lunes, 3 de octubre de 2016


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