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martes, 27 de diciembre de 2016

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viernes, 23 de diciembre de 2016


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La fiesta AB



Toda mi vida fui adult baby y a decir verdad me resultaba un poco vergonzoso admitir que todo lo que tenga que ver con bebés me agradaba. Que cuando me colocaba un pañal no podía evitar sentirme feliz y me era imposible no mojarlos y sobre todo embarrarlos. El sentir el popo desparramarse por toda mi cola y que haga el pañal más pesado para mí era único.

Pasaba muchas horas de mi vida recorriendo por la web con el fin de encontrar videos o imágenes. Hasta que un día en un foro encontré la invitación a una fiesta adult baby. Mi sorpresa aumentó al ver que se llevaría cabo en la misma ciudad en que vivía. Sin dudarlo me inscribí. Luego, debo reconocer que sentí un poco de miedo, pero si la fiesta era como lo imaginaba estaba a punto de cumplir uno de mis sueños más grandes.

Los días murieron con lentitud, pero finalmente llegó el día. Les dije a mis padres que dormiría en la casa de un amigo para tener la libertad de estar cuanto quisiese en la fiesta.

Me vestí y lleno de emoción, y también de temor, arribé al lugar pactado. Era una casa antigua, en la cual me recibió un chico no mucho más grande que yo.

-Claudio –se presentó.

-Matías –respondí.

Me invitó a pasar al living y en breves palabras me explicó en qué consistiría la fiesta, seríamos unos tres varones y le habían pagado a una mujer conocida para que se hiciera pasar durante el tiempo que durara la fiesta como una especie de niñera que nos atendiera como bebés. Al escuchar esas palabras mi corazón se aceleró, jamás pensé que viviría algo así.

Los minutos siguientes pasaron con lentitud hasta que llegó el tercer chico que participaría. De ahí en más los tres nos distrajimos hablando y conociéndonos un poco más.

Cerca de las cuatro de la tarde el timbre volvió a sonar y al abrir la puerta puede ver entrar a una mujer cercana a los cuarenta años, bella y rubia. Vestía como una mucama. Nos miró con detenimiento a cada uno y al fin sonrió de forma tierna.

-¡Pero que bebés más hermosos tengo hoy para cuidar! –exclamó.

Sin mediar más palabras, se me acercó, me tomó de la mano y me acostó en el suelo sobre un cambiador plástico que había colocado. Al sentir como me desabrochaba los pantalones me incorporé, pero con suavidad me empujó para atrás para que me recostara de nuevo.

-Tranquilo bebito –dijo.

Me terminó de sacar toda la ropa quedando por completo desnudo frente a unos desconocidos. Tenía los ojos cerrados de la vergüenza, pero los abría al oír un sonido que conocía muy bien. Ella estaba desplegando un pañal de adultos, lo colocó debajo de mi cola, me roció con talco y lo cerró con fuerzas por encima del ombligo. Después me vistió con un bodi de bebé de mi tamaño y para terminar me puso un chupete en la boca.

-Hermoso bebé –sonrió la mujer.

A continuación fue el turno de los demás y con la misma rapidez los vistió de bebés.

Una vez hecho esto sacó de un bolso un montón de juguetes, y nos los ofreció. Como si fuéramos unos bebés de verdad jugamos un buen rato. Cerca de media hora más tarde volvió a la sala con tres mamaderas. Tomando uno a la vez y haciéndolo recostar sobre su regazo nos dio de beber la leche tibia. Después nos alzó y nos dio ligeros golpecitos en la espalda para ayudarnos a eructar.

Con la panza bien llena siguió el juego, pero comencé a sentir unos fuertes retorcijones de panza, intenté controlarme pero estos eran cada vez más fuertes. Crucé las piernas, me tomé el abdomen y mil cosas más intenté para calmar mis ansias de hacer popo, pero nada daba efecto.

-No te resistas, la leche estaba llena de un fuerte laxante, bebito –me susurró la mujer al oído al ver como intentaba evitar tan penosa escena -.Me encantan los bebés llenos de popo.

Esas palabras fueron más que suficiente para que mi voluntad flaquera por unos segundos y todo el popo saliera disparado al pañal, sentí como éste se volvía súper pesado y pegajoso. La sala también se llenó de un horrible olor, pero pronto descubrí que no venía solo de mí sino también de los otros dos chicos. Por un lado a pesar de que me daba vergüenza la situación por el otro debo admitir que sentir todo el popo desparramarse por el pañal era único.

La niñera nos examinó a cada uno.

-¡Pero que bebés tan sucios!

Uno a uno nos fue recostando sobre el cambiador y nos quitó el pañal sucio, nos limpió con toallitas húmedas nuestras colitas y partecitas y nos volvió a poner un nuevo pañal.

Una hora transcurrió y salvo un poco de pipí mi pañal estaba en perfectas condiciones. Sin embargo mientras me entretenía con una pelota volví a sentir extraños movimientos en mi pancita. Sabía por la experiencia anterior que resistirme era en vano, así que solté todo el popo y seguí jugando como hace cualquier bebé a la espera de un nuevo cambio. A los pocos minutos la sala apestaba signo de que los tres habíamos embarrado nuestros pañales.

-¡Pero que bebés tan sucios, yo no voy a cambiarlos continuamente!

Para mi sorpresa la niñera se opuso a limpiarnos, no dije nada e intenté ocupar mi mente en otra cosa. Claudio fingió llorar para ver si de esa manera lograba un cambio de pañales pero lo unció que obtuvo fue unos cuantos golpes en la cola (lo cual imagino le desparramó más el popo) y un chupete en la boca para que deje de llorar. Media hora más tarde nuevos movimientos me alertaron de que se aproximaba más popo y ya sin resistencia lo dejé salir. Diez minutos más tarde de nuevo. Mi pañal apestaba, estaba lleno de popo, no solo por detrás sino también adelante, estaba súper pesado y el olor era intolerable, con el más ligero movimiento podía sentir el popo por todos lados

-Ahora si es hora de cambiaros –aseguró la mujer después de un rato -.Solo era un juego, como dije me encantan los bebés repletos de popo.

Dándose cuenta de lo sucio que estábamos nos dio una primera limpieza con toallitas húmedas y después nos llevó al baño. Nos puso a los tres en una bañera la cual estaba llena de agua tibia y juguetes.

Nos bañó con shampoo para bebés, y hecho esto obtuvimos nuevos pañales y ropa limpia.

Cerca de la noche, nos puso en sillitas altas, un babero a cada uno y nos dio de cenar papilla y una nueva mamadera.

Mientras cenábamos los tres nos volvimos a hacer popo, reconozco que a esa altura ya no sé si era por el laxante o por gusto de hacerlo. Aun así la mujer nos cambió una vez más más para luego llevarnos a un cuarto contiguo donde había tres cunas. Nos recostó allí y puso en funcionamiento de los móviles. Mientras ella se sentó en una silla desde donde nos leyó un cuento. Quizás fue la situación o quizás el cansancio después de tanta popo el caso es que me dormí enseguida.

A la mañana siguiente, mi pañal estaba cargado de popo otra vez, tal parece que dormido seguí largando. Pero nuestra niñera ya no estaba para limpiarnos, se había marchado durante la noche. Así que cada uno se aseó, se puso su propia ropa, y nos marchamos asegurando que debíamos repetir la fiesta, aquella fiesta en la que habíamos sido tratados como dulces bebés.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

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lunes, 21 de noviembre de 2016


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Familia AB



Internet es un medio que sirve, entre otras cosas, para lograr contactar gente con gustos similares o intereses en común. Eso sucedió con Pedro y Olivia. Ambos eran abdl desde que tenían memoria, y se conocieron en el chat de un blog sobre dicha temática.

Después de unos meses de charlas decidieron conocerse y al verse fue amor a primera vista. Juntos pudieron cumplir la fantasía del otro. Cuando uno u el otro tenían la casa vacía se juntaban. No perdían un segundo para ponerse en pañales y empezar a disfrutar como bebés.

Por lo general cada uno le colocaba los pañales al otro, y jugaban un buen rato. Aprovechaban y mojaban y embarraban los pañales y así permanecían largo rato hasta que su pareja los cambiaba y limpiaba con toallitas húmedas. Pero en ocasiones Olivia hacía de mamá y pasaba toda la tarde cuidado de su bebito.

-¡¿Quién es el bebito de mami?! –solía decirle de forma juguetona mientras le colocaba el pañal o debía limpiarle el popo esparcido por toda la colita. Luego le daba juguetes de bebé y lo miraba toda la tarde viendo disfrutar con los peluches o pintar cuadernos de ilustración. Le preparaba la mamadera cargada de leche y le daba de tomar, y en ocasiones, cuando se tuvieron más confianza, simulaban que bebía leche de los pechos de ella. Olivia se desprendía su corpiño colocaba a su novio  en su regazo y él succionaba de los pezones de ella.

A veces los roles se invertían y Olivia era la bebé y Pedro el papá, la cuidaba con mucho amor y ternura.

-¡¿Quién es la bebé más hermosa del mundo?! –la jugaba mientras con toallitas húmedas le limpiaba sus partecitas.

También estaba el tiempo de juego con muñecas y a la tarde siempre había una mamadera llena de leche tibia.

Los años trascurrieron, ambos crecieron y también lo hizo su amor. Por ello después de siete años de relación se casaron y fueron a vivir solos.

Allí la libertad de andar en pañales fue mayor, podían hacerlo cuando quisieran y el tiempo que decidieran, siempre en pareja. A eso se le agregaba comportarse como bebés.

Una mañana Pedro se preparaba para ir a trabajar, luego de bañarse se dirigió al inodoro para evacuar su vejiga y se dio cuenta que no era necesario ya usar el baño, la libertad que le daba su nueva vida se lo permitía. Podía esta todo el día en pañales, incluso en el trabajo, mientras llevara ropa suelta nadie lo notaria. Se lo comunicó a su compañera y ésta estuvo de acuerdo.

Así fue como dejaron de utilizar el baño y pasaban las 24 hs del día en pañales, sabiendo que cuando ya estuvieran lo suficientemente cargados su pareja los cambiaria como el más dulce y tierno amor de mami o papi.

También dejaron de bebes de vasos, solo usaban mamaderas y a la hora de dormir ambos se llevaban sus peluches a la cama y no podían dormir si no tenían sus chupetes en la boca.

Fueron los días más felices de su vida pasar el día entero en pañales, sentir la textura contra la piel o el sonido a bolsa plástica cuando movian simplemente era indescriptible. Tan acostumbrados estaban a hacerse encima que muchas veces humedecían involuntariamente sus pañales mientras dormían, y al despertar se llevaban la sorpresa de encontrar sus pañales amarillentos y a punto de explotar.

Pera nada dura para siempre, pasados cinco años de casados Olivia descubrió que estaba embarazada. A ambos les alegró la noticia. Pero pronto cayeron en la cuenta de que su vida cambiaria al igual que sus gustos.

Sabiendo eso decidieron a provechar al máximo el tiempo antes de que el bebé nazca. Pero el día llegó y al tiempo que su hija crecía abandonaron el uso de pañales, y tuvieron que acostumbrarse a usar el baño de nuevo algo que les costó, y en ocasiones durante las noches sufrían accidentes y humedecían las sabanas.

Nueve años más tarde ambos habían olvidado el placer de los pañales aunque lo anhelaban. Fue Pedro quien una noche no se resistió más y tomó una bolsa de pañales y se colocó uno, decidiendo dormir así.

-Pero ¿y Ana? –exclamó su mujer refiriéndose a su hija.

-Está en la otra habitación dormida, jamás lo sabrá.

Compartiendo el pensamiento de su marido Olivia también se colocó un pañal y así durmieron toda la noche. Lo que no esperaban era que el despertador fallara y a la mañana siguiente su hija los sorprendió a ambos en pañales. Roja de la vergüenza por lo que veía salió sin decir una palabra.

Durante el desayuno también estuvo callada, hasta que preguntó:

-¿Por qué… porqué usan pañales? –preguntó.

Sus padres no sabían que responder, durante varios minutos divagaron hasta que Pedro se colocó de cuclillas frente a ella y se sinceró.

-Mira, cariño, en la vida hay gustos de todo tipo. Algunos más comunes y otros no tanto. Mamá y yo disfrutamos usar pañales que son gustos particulares y que pocos entienden.

-Y ¿hacen como si fueran bebés?

-A veces si –respondió su madre.

-Lo importante –se apresuró a decir el hombre –es que entiendas que no tiene nada de malo ¿de acuerdo?

-Ok.

Los días siguientes la niña estuvo más callada que de costumbre, sus padres lo notaron pero no se atrevían a preguntarle que le pasaba por la cabeza. Pero cinco días más tarde se paró frente a sus padres y dijo:

-Los pañales ¿son cómodos?

-Sí –respondió su padre sorprendido –lo son.

-Y ¿es agradable ensuciarlos? –Olivia asintió con la cabeza algo apenada -.Entonces quiero probar.

-No creo que sea buena idea -opinó su madre.

-¿Por qué no? –respondió rápido Pedro -.No tiene nada de malo.

Fueron hasta un supermercado y compraron pañales para bebé de la talla más grande y a gusto de Ana.

-¿Estás segura? –le preguntó su madre una vez de regreso a la casa.

-Sí.

Como la niña aún era pequeña los padres la ayudaron. Le quitaron los pantalones, le acomodaron un pañal debajo de la cola, la rociaron con talco y finalmente lo cerraron con fuerza por encima de la cintura.

Ana se puso de pie y caminó un poco con las piernas abiertas debido a lo abultado del pañal. De pronto se detuvo y giró hacia sus padres.

-¡¡¡Tenían razón, es genial usar pañales!!! –gritó con alegría y una gran sonrisa.

La niña permaneció así todo el día, deambulaba por la casa sin pantalones exhibiendo con orgullo su pañal rosado con dibujos de princesas. Al igual que a sus padres le encantaba sentir como su textura le rozaba la piel y el ruido a bolsa de plástico cada vez que se sentaba.

Pasados las horas sintió como su vejiga empezaba a presionar para largar el pipi acumulado durante el día. Por un lado no quería quitarse el pañal ni por un segundo.  Pero por otro tenía interés de saber ¿qué pasaría si los mojaba? ¿Dejaría de ser tan cómodos? La curiosidad pudo más y luego de unos minutos de concentración y de buscar una posición cómoda para que la vejiga se relaje, el pipi salió con fuerza. El pañal se volvió pesado pero las cintas absorbentes hicieron su trabajo y el pañal quedó seco. Esta nueva sensación le encantó a Ana y siguió jugando con su pañal repleto de pipi.

Llegando a la noche fueron sus intestinos lo que presionaron en esta ocasión. Sus dudas volvieron. Pero como hiciera en la tarde simplemente dejó salir todo. El pañal se volvió aún más pesado y la sensación del popo esparcirse por toda su colita le encantó. Entonces lo supo no quería volver a usar otra cosa que no fueran pañales.

Cuando sus padres fueron a buscarla para comer reconocieron el olor. Con una sonrisa la revisaron y al ver el estado del pañal, se predispusieron a cambiarla.

La pusieron en la cama y limpiaron con toallitas húmedas, y pidió un nuevo pañal no quería volver a su ropa interior habitual.

A partir allí Ana uso pañales todos los días, iba a la escuela con ellos, los ocultaba bajo un short para que no se le vean por debajo de la pollera. Le encantaba mojarlos y embarrarlos y aguardar a la espera del cambio de pañales por parte de sus padres. Por su lado Pedro y Olivia también volvieron a usarlos. Así los días pasaban y la familia volvió a su hábitos anteriores y todos, sin excepción, se trasformaron en tiernos bebés.



viernes, 18 de noviembre de 2016

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lunes, 31 de octubre de 2016

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La técnica para volver a recuperar la llama.

Después de que mi hijo naciera, mi esposo y yo fuimos perdiendo intimidad. Primero porque era difícil estar tranquilos con un bebé y más tarde porque nuestra llama, a pesar de que éramos muy jóvenes, se fue apagando.
Todas las noches yo me retiraba para acostar a nuestro bebé y él se quedaba horas frente a la computadora, viendo vaya a saber qué cosa.
Cuando lo buscaba o intentaba acercarme, solo recibía rechazos.
Un día harta de no tenerlo conmigo decidí averiguar qué era lo que hacía en la computadora. Cuando se marchó a trabajar, la tomé y abrí el historial (por suerte no lo había borrado ya que no se daba mucha maña con ello). Miré y miré hasta que descubrí algo que me perturbó. Al principio pensé que había estado en esa página por error. Pero a medida que seguía navegando vi muchas páginas similares. Bajé la pantalla, no quería ver más.
El tiempo que estuve sola me sirvió para pensar. Al principio me molesté pero luego me di cuenta que si aquello le gustaba, estaba al alcancé de mi mano dárselo y así recuperarlo.
A la noche todo se desarrolló como siempre, frialdad de su parte mientras cenábamos. Acosté a mi hijo y esperé por él. Tardó varias horas como siempre, mientras yo me caía del sueño, pero aun así aguardé.
Cuando por fin se acostó a mi lado me incorporé, me puse frente a él, y bajé las tiras de mi camisón dejando al descubierto mis senos.
-Por favor estoy cansado me rechazó.
-Shhh –respondí poniendo un dedo en su boca.
Lo tomé por la nuca y lo acerqué a mi pecho con ternura. Hice que apoyará su boca en mi pezón y que comenzara a succionar, como aún amamantaba a mi bebe seguía produciendo leche. Mi marido se extrañó de todo aquello, pero no me rechazó, y bebió de mí. Primero con timidez y después con desesperación, dejándome sin una gota y se durmió prendido en mí.
Mi plan había funcionado, había visto que a él le excitaba ver videos de lactancia adulta. Y si bien no habíamos tenido relaciones, habíamos vuelto a tener contacto y en cierta forma tener a mi marido prendido de mis pechos produjo en mi cierto placer.
A la noche siguiente repetí mi acción, esperé a que se acostara y le ofrecí mis pechos llenos de leche. Una vez más actuó con timidez al principio pero luego se soltaba y bebía sin inhibiciones.
A la tercera noche todo fue distinto. Nos acostamos a la misma hora y aguardó a mi ofrecimiento que no tardó en llegar, y como hacía desde las últimas noches tomó de mis pechos. Aun así no había logrado que volviéramos tener relaciones, pero no me daría por vencido.
Al día siguiente mientras hacía compras en el súpermercado, pasé por la sección de bebes para comprar cosas para mi hijo. Cuando estaba por marcharme vi algo que me entusiasmó, la idea me excitaba. Dudé mucho pero al fin me decidí, lo coloqué en el changuito de compras y seguí adelante.
Llegada la noche mi marido se acostó al mismo tiempo que yo. Y aguardó en silencio mi accionar. Jamás me lo pedía, quizás por vergüenza. Pero al ver que yo no hacía nada, se decidió a hablar.
-¿No… no me lo ofrecerás? -preguntó.
-Quítate la ropa –exigí con cierta indiferencia.
-No tengo deseos de…
-Quieres beber, haz lo que te digo –lo interrumpí.
Dudó unos segundos y al fin lo hizo. Le pedí que se recostara boca arriba y que cerrara lo ojos y obedeció. Tomé un gran paquete de pañales de adultos (que compré en el supermercado). Acomodé uno debajo de su cola. Al sentir todo aquello abrió los ojos y miró de qué se trataba. Se puso rojo como un tomate y se alejó del pañal.
-¡¿Qué es esto?! –preguntó entre enojado y confundido.
Con calma me bajé las tiras de mi camisón dejando al aire mis pechos, mis pezones ya chorreaban ese néctar blanco que tanto él deseaba.
-¿Quieres beber? Yo haré eso por ti, pero tu haz algo por mí –miré el pañal.
Como la primera noche, dudó. Pero al fin se recostó sobre el pañal. Sonriendo me acerqué y con ternura lo cerré. Hecho esto reclamó por mis pechos y sin resistencia se los ofrecí, y bebió con locura.
Cuando terminó quiso quitarse el pañal, pero le dije que la condición era que durmiera con él. No se negó. Sentí que giraba de un lado a otro, seguramente incomodó por lo abultado del pañal, y con cada giró se oía como si tuviera puesto una bolsa de plástico, tardó mucho en poder conciliar el sueño. Por mi parte no me sentía culpable, el saber que estaba a mi lado con un pañal me excitaba, no sabía porque, pero así era.
A la próxima noche fui más lejos. Todo se repitió, se dejó poner el pañal sin resistencia. Luego se arrojó contra mí para alimentarse de mi leche, pero lo rechacé.
-Aun no –exclamé -.Hazte caca.
-¡¿Qué?! ¡No!
-Entonces no beberás, nunca más lo harás.
Eso lo preocupó.
-¿Por qué quieres esto?
-Porque me excita. Tu tomas de mis pechos como un bebe, pues bien tener un pañal sucio también es de bebe.
Me miró con indignación. Sin decir nada se dirigió al baño y volvió a los pocos minutos. No fue necesario decir nada, el olor lo delataba. Había embarrado el pañal. Feliz lo recosté en mi regazo y le di de tomar. Le daba ligeros golpecitos en la cola llena de popo. Me di cuenta que el pañal también estaba amarillento y pesado.
-¿Te hiciste pis, mi amor? –pregunté llena de ternura.
-Hice mucha fuerza –se desprendió unos segundos y siguió.
-Muy bien, bebé.
Cuando terminó, hice que se recuesté boca arriba y tomando toallitas húmedas de nuestro hijo, lo limpié con cuidado. En verdad había hecho mucho popo y eso me agradó. Le coloqué un pañal nuevo y no fue necesario decir más nada, sabía que debía dormirse así. Era yo quien ponía las condiciones ahora.
Cuando una nueva noche llegó, mi marido ya no hacía nada para oponerse. Una vez que le coloqué el pañal se dirigió al baño. Pero lo detuve.
-No –exigí -.Hazte popo acá –le puse un chupete en la boca.
Pensé que se negaría, pero no fue así. Se puso de cuclillas en la cama y empezó a hacer fuerza. Vi como el pañal se volvía marrón, luego amarillento y aumentaba de volumen.
Con la habitación impregnada de olor a popo se prendió de mis pechos. Cuando terminó siguió un cambio de pañales y como frutilla del postre lo hice dormir además con el chupete.
Cuando despertó a la mañana su pañal estaba mojado. Se sorprendió.
-Es normal –expliqué al verlo -.La leche materna produce eso.
Me levanté y con cuidado lo limpié y lo ayudé a vestirse para el trabajo.
Finalmente llegó la gran noche. Todo iba a ser como de costumbre. Pero él se fue a acostar varias horas antes acusando no sentirse bien. Cuando fui ya me aguardaba con un pañal que tenía varios popos y muchísimos pis, tantos que estaba a punto de explotar.
-Bebe quiere teta –dijo con una voz infantil.
Con una sonrisa hice el ritual de cada noche. Me quité el camisón y le ofrecí mis pechos, como todo un bebe succionó de ellos, hasta la última gota. Por mi parte le cantaba canciones de cuna, y lo alentaba con ligeros golpecitos en la cola por encima del pañal. Cuando fui a cambiarle el pañal, noté su excitación. Al fin después de tanta espera, volvimos a consumar nuestro amor.
Después de eso, volvimos a la normalidad en nuestra vida sexual. Mi marido siguió bebiendo de mis pechos, aun cuando mi hijo ya no tomaba. Y las noches que lo hacía, debía dormir con un pañal por que no contralaba su vejiga. Le ponía un gran pañal blanco y dormía como el más tierno de los bebes.



lunes, 24 de octubre de 2016

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lunes, 17 de octubre de 2016


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Mi hermana la bebe



Natalia y Alicia eran hermanas de 17 y 9 años respectivamente. Tal diferencia de edad hacia que casi siempre estuviesen peleando, sobre todo la mayor era la que más molestaba. Eso llevaba a que ambas pasaron la mayor parte del día pensando en cómo vengarse de la otra.

Por otro lado Natalia todas las tardes, luego de almorzar, se encerraba en su habitación, y por el lapso de una hora no permitía que nadie ingresara y pedía intimidad. Alicia muchas veces quiso saber que era lo que hacía, pero su hermana se negaba a contárselo.

Un día la pequeña fingió estar enferma y no asistió en la escuela y poco antes de que su hermana llegara, se escondió en el armario de la habitación con el fin de descubrir que era lo que hacía todos los días en soledad.

Aguardó pacientemente hasta que su hermana entró en la pieza. Ésta cerró la puerta con llave, se quitó toda la ropa y apreció durante un largo tiempo su cuerpo en un gran espejo. A continuación tomó un paquete de debajo de la cama. Alicia no podía distinguir que era, hasta que su hermana sacó un objeto blanco que hacía un ruido parecido a una bolsa de plástico, allí entendió: era un pañal. Natalia se recostó sobre el mismo que había desplegado sobre su cama y se lo colocó. También usaba un chupete y jugaba con cosas de bebe y actuaba como uno.

Alicia no podía creer lo que veía, tenía la posibilidad que tanto había esperado de vengarse de su hermana. Tomo su teléfono celular y empezó a grabar todo.

Pero lo mejor vino luego de unos minutos, vio cómo su hermana se quedaba quieta, inmóvil, de repente en la entrepierna el pañal se tornó amarillento y mucho  más abultado. La habitación también se llenó de un olor feo. Alicia tardó entender hasta que vio a su hermana de espalda, el pañal por atrás se había tornado d un color amarronado. La pequeña comprendió Natalia no solo se había hecho pipi sino que también popo.

El pañal estaba a punto de explotar, pero a la mujer parecía no molestarle, más bien todo lo contrario disfrutaba de la suciedad que había dentro de él. Se revolcaba en el piso y jugaba con más alegría que antes.

Todo aquello como venganza era simplemente genial, pero pensó que publicar el video en internet como era su intención inicial sería muy cruel. Por eso tuvo otra idea y con la cual también tendría su venganza.

Salió del armario y sorprendió a su hermana la cual quedó petrificada, no sabía cómo reaccionar, que decir o que hacer. Por los nervios volvió a soltar grandes cantidades de pipi al punto tal que pañal ya colgaba debido a lo cargado y sucio que estaba, y como frutilla del postre se puso a llorar como un bebe.

-Ya, ya, bebita –dijo Alicia acercándose.

Tomó el chupete y se lo colocó en la boca a su hermana para que deje de llorar. Luego la tomó de la mano y la recostó en la cama.

-Si lo que te gusta es ser una bebita, con gusto te voy a tratar así. Y si sos una bebita mala, este video voy a ir directo a internet –la amenazó mostrándole el celular. Natalia solo asintió con la cabeza llena de vergüenza y resignada -.Bien veamos ahora el desastre que hay aquí.

Al abrir el pañal vio el estado del mismo, estaba a punto de explotar no solo por todo el pipi que tenía sino también por el popo.

Alicia tomó unas toallitas húmedas y con mucho cuidado limpió la colita de su hermana y sus partecitas ya que el popo se había desparramado por todos lados. Una vez terminado, tomó un gran pañal blanco de una bolsa, lo extendió  e hizo a Natalia recostarse en él. Se lo cruzó por entre las piernas y lo cerró con fuerza a la altura del ombligo. Para finalizar tomo un bodi y la ayudó a colocárselo. Se alejó unos centímetros para contemplarla mejor y seguir grabándola.

-Igual a una bebita –la mujer aún con el chupete en la boca no dijo una palabra -.Ahora veamos que más hay por aquí.

Fue revolviendo el cuarto de su hermana y encontró todo tipo de cosas para bebes, chupetes, mamaderas, pañales, ropa y juguetes.

-Vamos a usar un poco de cada cosa.

Alicia sabía que sus padre ese día volverían recién a la noche por ello no dudó en aprovechar cada segundo y llevar al final su anhelada venganza.

Después del cambio dejó a su hermana unos minutos sola, para que no se aburra le dio algunos peluches de bebe para que se entretenga. Mientras tanto ella le preparó una gran mamadera de leche tibia.

Volvió al cuarto y recostó a su hermana en el regazo y le hice tomar todo el contenido.

Debido al cansancio del día y la leche tibia Natalia comenzó a quedarse dormida, Alicia aprovechó esto y le cantó una canción de cuna que finalmente la hizo dormirse. Con la joven completamente dormida, la niña aprovechó para avergonzarla un poco más tomó una jeringa y con mucho cuidado fue arrojando agua tibia dentro del pañal hasta que este estuvo repleto.

Después de eso solo debió esperar a que su hermana despertara. Y cuando sucedió ésta se dio cuenta de las condiciones de su pañal.

-No puede ser –exclamó abierta de piernas y tocando lo abultado de su pañal y creyendo que se había hecho pipi mientras dormía.

-Vaya parece que jugaste tanto a ser un bebe, que finalmente te convertiste en uno. Pero por suerte acá esta tu hermanita-mami para cambiarte, bebita.

Como lo hiciera la primera vez la tomó de la mano, la recostó, pero cuando estaba a punto de desabrochar el pañal, Natalia la detuvo.

-Espera.

-¿Qué pasa?

-Tengo ganas de hacer caca.

-Ok, hocete bebita y después te cambio.

-Es que me da vergüenza.

-Que no te de vergüenza, si las dos sabemos que te gusta. Además para eso está el pañal, hace todo el popo que tengas.

Luego de dudarlo unos segundos. Natalia hizo fuerza y largo todo lo que le quedaba. El pañal se puso más pesado aún y un feo olor invadió la habitación.

Dándose cuenta Alicia de que su hermana ya había terminado se dispuso a cambiarla. Le quitó el pañal y una vez más la limpió con toallitas para bebes y le puso un nuevo pañal. Natalia se dio cuenta que la expresión de su hermana había cambiado, ya no era una sonrisa burlona la que había en sus labios sino una más bien llena de ternura similar a la de una mami.

Es por ello que se decidió a disfrutar de la situación, después de todo estaba cumpliendo el sueño de todo AB. Alicia por su cuenta se olvidó de su venganza esta nueva versión de su hermana le agradaba más y hasta ya no le importaban sus peleas.

Ambas decidieron continuar con la tarde de hermanas o la tarde de mami-bebe. Merendaron juntas y mientras Alicia tomaba de una taza, Natalia bebía de su mamadera.

Continuó con un baño, y un último cambio de pañales antes de llegaran los padres.

Después de aquel día, Natalia y Alicia mejoraron su relación y muchas tardes se la pasan juntas donde la niña era una excelente mami y Natalia una tierna bebita.



viernes, 14 de octubre de 2016

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miércoles, 12 de octubre de 2016


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Estefanía tenía dos obsesiones una era su amor por los pañales, no había lugar al que fuera sin ellos, claro que siempre se aseguraba de que nadie se diera cuenta de que los llevaba puesto. Su otro gusto era el póker. Era una excelente jugadora, se sabía todos los trucos existentes y era raro verla perder una partida. Sin saberlo estos dos gustos se unirían en una inesperada noche.

Una amiga, Ana, la invitó a ser su compañera de póker y jugar contra otras dos rivales, y seria por dinero. Sin dudarlo Estefi aceptó segura de su victoria.

Cuando el sol cayó y la luna tomó su lugar, la joven estaba lista para su partida. Se colocó un gran pañal blanco y un vestido suelto para que no se le notara y se dirigió a la dirección indicada.

Allí se encontró con su amiga y conoció a sus rivales de turno otras dos mujeres mayores que ella. No dudó que sería una noche de victorias.

Y de hecho así comenzó su astucia le servía para ganar cuanta partida se jugaba. Pero cerca de media noche la suerte cambió y todo lo que ganaron lo empezaron a perder al punto de que ambas quedaron sin dinero encima.

Pero Estefi estaba decidida a recuperar lo suyo y su orgullo.

-Una partida más –exigió.

-Pero ya no tienes dinero –le respondió una de sus rivales.

-¿Te gusta este vestido?

-Sí.

-Esta es mi apuesta.

-¿Estas segura?

-Segura.

Una nueva mano se repartió, Estefi pensó, al ver las cartas, que la suerte le había vuelto pero no fue así su rival volvió a derrotarla.

-Bueno –exclamó –creo que me gané un bello vestido.

Estefanía intentó convencerla de que le pagaría después, pero la mujer fue terminante quería el vestido. Resignada y molesta se lo quitó y se lo arrojó, dejando al descubierto su gran pañal, el cual había olvidado que llevaba puesto debido a la tensión del partido. Y de hecho ya cargaba unos cuantos pipis.

-Vaya, vaya miren a la bebita que tenemos acá –fue la burla de la ganadora.

Todas, incluyendo su amiga estallaron en una fuerte carcajada. Mientras Estefi intentaba taparse completamente avergonzada. 

Tal fue la vergüenza que se le aflojó el estómago, primero se oyó un ruidito de gas y por último el pañal empezó a tornarse marrón. Como aún estaba sentada el popo se desparramó por toda la colita.

Todas quedaron impresionadas por esto pero a ninguna pareció molestarle. Al contrario, cuando Estefi, inspeccionó sus caras todas tenían una expresión de ternura. Con palabras confusas y entrecortadas la joven intentó explicar que le gustaba más usar pañales que ropa interior, pero que jamás le había sucedido de hacer popo encima.

-No te preocupes, bebita –fueron las palabras de su amiga.

-Tengo toallitas húmedas de bebe en mi habitación –exclamó la dueña de casa -.Las usos para quitarme el maquillaje.

La amiga de Estefi la tomó de la mano y la llevó a la habitación, mientras una de las mujeres fue hasta la farmacia de la esquina.

Con los cuidados de una mami limpiaron cuidadosamente a Estefi. Cuando la otra mujer estuvo de regreso con nuevos pañales, le colocaron uno, previamente la rociaron con talco en la colita y en sus partecitas íntimas.

-Listo, bebita –dijo Ana y le dio unos chirlitos en la cola sobre el abultado pañal.

-Esto fue muy humillante, jamás me había sucedido –explicó Estefi.

-Y ¿Por qué usas pañales?

-Por gusto ¿Te parece tonto?

-Todo lo contrario, cuando te vi me llené de ternura y me morí de amor, igual que con un bebe.

-Pero no soy un bebe.

-Pero podes serlo –explicó Sandra -.La mujer que fue hasta la farmacia  y le colocó un chupete en la boca -.Nuestra bebita.

Las tres mujeres hicieron una exclamación de ternura al ver la nueva imagen de Estefi. Esta por su parte estaba roja de la vergüenza y no estaba segura de que debía hacer, o si sentirse humillada o feliz por la situación que estaba viviendo.

El asunto es que debido a la vergüenza aflojó su vejiga y saltó una gran cantidad de pipi, el pañal aumentó su volumen y se puso amarillento en la zona de la entre pierna, y las otras tres mujeres lo notaron.

-¡Hoo miren la bebita ya se hizo pis! –exclamó con ternura Ana.

-¿Ves que en el fondo si quieres ser una bebita? –le dijo Roxana la dueña de la casa.

Estefi por cansancio, resignación o gusto se rindió frente a las tres mujeres y a lo que tuvieran pensado.

-Creo que es hora de comer –sugirió Roxana.

Las cuatro mujeres se dirigieron hasta la cocina donde les aguardaba una pizza. Estefi fue un poco más lento ya que el pañal le dificultaba caminar.

Al llegar ya todas estaban comiendo, Estefanía tomó asiento e  intentó tomar una rebanada, pero una mano la paro.

-No, eso es para los adultos –advirtió Sandra.

Pasó por atrás de la joven y le colocó un babero, mientras Ana comenzó a darle una papilla de verduras.

-Creo que están exagerando –se quejó Estefi.

-Silenció, Bebita. Acá viene el avioncito.

Y en forma de juego le fueron dando de comer a Estefi, que debido al hombre permitió el juego y devoró todo lo que le ofrecían. Luego de eso siguió una mamadera cargada de leche que Estefi bebió para poder pasar la papilla.

Fue justamente la papilla de verdura la que le jugó una mala pasada a la joven, que sintió como su intestinos se retorcía informándole la necesidad de un baño urgente.

Le hizo saber a la dueña de la casa de su necesidad, pero esta respondió con tranquilidad:

-Tranquila, tienes el pañal, te haces y te volvemos a cambiar, bebita.

-¡¿Qué?! ¡No quiero hacer eso de nuevo! No soy una bebe.

-Sí, sos un bebe –aseguró Sandra.

-No soy un bebe.

-Sí, sos un bebe –exclamó Roxana.

-No soy un bebe.

-Sí, sos un bebe –sentenció Ana.

Frente a estas palabras la vergüenza se volvió a apoderar de Estefi y una vez más su voluntad flaqueó y soltó todo su popo en el pañal. Este se puso pesado, marrón y oloroso, lo que alertó a las mujeres que era hora de un nuevo cambio.

-Pobre bebita –exclamó una.

Estefi superada por la situación se puso a llorar como una niña.

-Ya, ya, nosotras te cambiamos bebita –le colocaron el chupete en la boca.

Una vez más la llevaron a la pieza, le limpiaron con toallitas húmedas y le colocaron un nuevo pañal que ajustaron con fuerza a la altura del abdomen.

Después las tres mujeres le cantaron una bella canción de cuna, la joven exhausta se quedó completamente dormida.

La luz del amanecer la despertó, su pañal estaba repleto de pis, estaba sola y pensó en cambiarse ella, pero de repente recordó los sucesos de la noche anterior, y si bien había sido algo humillante también lo había disfrutado. Por ello empezó a fingir que lloraba como un bebe. Las tres mujeres se hicieron presente en seguida. Con caricias y palabras dulces la calmaron.

Hubo un último cambió de pañal y Estefi al fin se fue a su casa.

A partir de ese día las mujeres se reúnen para jugar al póker, pero por sobre todo a hacer de Estefi su dulce bebita.