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viernes, 23 de diciembre de 2016


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Ahora a leer, disfrutar y comentar:





La fiesta AB



Toda mi vida fui adult baby y a decir verdad me resultaba un poco vergonzoso admitir que todo lo que tenga que ver con bebés me agradaba. Que cuando me colocaba un pañal no podía evitar sentirme feliz y me era imposible no mojarlos y sobre todo embarrarlos. El sentir el popo desparramarse por toda mi cola y que haga el pañal más pesado para mí era único.

Pasaba muchas horas de mi vida recorriendo por la web con el fin de encontrar videos o imágenes. Hasta que un día en un foro encontré la invitación a una fiesta adult baby. Mi sorpresa aumentó al ver que se llevaría cabo en la misma ciudad en que vivía. Sin dudarlo me inscribí. Luego, debo reconocer que sentí un poco de miedo, pero si la fiesta era como lo imaginaba estaba a punto de cumplir uno de mis sueños más grandes.

Los días murieron con lentitud, pero finalmente llegó el día. Les dije a mis padres que dormiría en la casa de un amigo para tener la libertad de estar cuanto quisiese en la fiesta.

Me vestí y lleno de emoción, y también de temor, arribé al lugar pactado. Era una casa antigua, en la cual me recibió un chico no mucho más grande que yo.

-Claudio –se presentó.

-Matías –respondí.

Me invitó a pasar al living y en breves palabras me explicó en qué consistiría la fiesta, seríamos unos tres varones y le habían pagado a una mujer conocida para que se hiciera pasar durante el tiempo que durara la fiesta como una especie de niñera que nos atendiera como bebés. Al escuchar esas palabras mi corazón se aceleró, jamás pensé que viviría algo así.

Los minutos siguientes pasaron con lentitud hasta que llegó el tercer chico que participaría. De ahí en más los tres nos distrajimos hablando y conociéndonos un poco más.

Cerca de las cuatro de la tarde el timbre volvió a sonar y al abrir la puerta puede ver entrar a una mujer cercana a los cuarenta años, bella y rubia. Vestía como una mucama. Nos miró con detenimiento a cada uno y al fin sonrió de forma tierna.

-¡Pero que bebés más hermosos tengo hoy para cuidar! –exclamó.

Sin mediar más palabras, se me acercó, me tomó de la mano y me acostó en el suelo sobre un cambiador plástico que había colocado. Al sentir como me desabrochaba los pantalones me incorporé, pero con suavidad me empujó para atrás para que me recostara de nuevo.

-Tranquilo bebito –dijo.

Me terminó de sacar toda la ropa quedando por completo desnudo frente a unos desconocidos. Tenía los ojos cerrados de la vergüenza, pero los abría al oír un sonido que conocía muy bien. Ella estaba desplegando un pañal de adultos, lo colocó debajo de mi cola, me roció con talco y lo cerró con fuerzas por encima del ombligo. Después me vistió con un bodi de bebé de mi tamaño y para terminar me puso un chupete en la boca.

-Hermoso bebé –sonrió la mujer.

A continuación fue el turno de los demás y con la misma rapidez los vistió de bebés.

Una vez hecho esto sacó de un bolso un montón de juguetes, y nos los ofreció. Como si fuéramos unos bebés de verdad jugamos un buen rato. Cerca de media hora más tarde volvió a la sala con tres mamaderas. Tomando uno a la vez y haciéndolo recostar sobre su regazo nos dio de beber la leche tibia. Después nos alzó y nos dio ligeros golpecitos en la espalda para ayudarnos a eructar.

Con la panza bien llena siguió el juego, pero comencé a sentir unos fuertes retorcijones de panza, intenté controlarme pero estos eran cada vez más fuertes. Crucé las piernas, me tomé el abdomen y mil cosas más intenté para calmar mis ansias de hacer popo, pero nada daba efecto.

-No te resistas, la leche estaba llena de un fuerte laxante, bebito –me susurró la mujer al oído al ver como intentaba evitar tan penosa escena -.Me encantan los bebés llenos de popo.

Esas palabras fueron más que suficiente para que mi voluntad flaquera por unos segundos y todo el popo saliera disparado al pañal, sentí como éste se volvía súper pesado y pegajoso. La sala también se llenó de un horrible olor, pero pronto descubrí que no venía solo de mí sino también de los otros dos chicos. Por un lado a pesar de que me daba vergüenza la situación por el otro debo admitir que sentir todo el popo desparramarse por el pañal era único.

La niñera nos examinó a cada uno.

-¡Pero que bebés tan sucios!

Uno a uno nos fue recostando sobre el cambiador y nos quitó el pañal sucio, nos limpió con toallitas húmedas nuestras colitas y partecitas y nos volvió a poner un nuevo pañal.

Una hora transcurrió y salvo un poco de pipí mi pañal estaba en perfectas condiciones. Sin embargo mientras me entretenía con una pelota volví a sentir extraños movimientos en mi pancita. Sabía por la experiencia anterior que resistirme era en vano, así que solté todo el popo y seguí jugando como hace cualquier bebé a la espera de un nuevo cambio. A los pocos minutos la sala apestaba signo de que los tres habíamos embarrado nuestros pañales.

-¡Pero que bebés tan sucios, yo no voy a cambiarlos continuamente!

Para mi sorpresa la niñera se opuso a limpiarnos, no dije nada e intenté ocupar mi mente en otra cosa. Claudio fingió llorar para ver si de esa manera lograba un cambio de pañales pero lo unció que obtuvo fue unos cuantos golpes en la cola (lo cual imagino le desparramó más el popo) y un chupete en la boca para que deje de llorar. Media hora más tarde nuevos movimientos me alertaron de que se aproximaba más popo y ya sin resistencia lo dejé salir. Diez minutos más tarde de nuevo. Mi pañal apestaba, estaba lleno de popo, no solo por detrás sino también adelante, estaba súper pesado y el olor era intolerable, con el más ligero movimiento podía sentir el popo por todos lados

-Ahora si es hora de cambiaros –aseguró la mujer después de un rato -.Solo era un juego, como dije me encantan los bebés repletos de popo.

Dándose cuenta de lo sucio que estábamos nos dio una primera limpieza con toallitas húmedas y después nos llevó al baño. Nos puso a los tres en una bañera la cual estaba llena de agua tibia y juguetes.

Nos bañó con shampoo para bebés, y hecho esto obtuvimos nuevos pañales y ropa limpia.

Cerca de la noche, nos puso en sillitas altas, un babero a cada uno y nos dio de cenar papilla y una nueva mamadera.

Mientras cenábamos los tres nos volvimos a hacer popo, reconozco que a esa altura ya no sé si era por el laxante o por gusto de hacerlo. Aun así la mujer nos cambió una vez más más para luego llevarnos a un cuarto contiguo donde había tres cunas. Nos recostó allí y puso en funcionamiento de los móviles. Mientras ella se sentó en una silla desde donde nos leyó un cuento. Quizás fue la situación o quizás el cansancio después de tanta popo el caso es que me dormí enseguida.

A la mañana siguiente, mi pañal estaba cargado de popo otra vez, tal parece que dormido seguí largando. Pero nuestra niñera ya no estaba para limpiarnos, se había marchado durante la noche. Así que cada uno se aseó, se puso su propia ropa, y nos marchamos asegurando que debíamos repetir la fiesta, aquella fiesta en la que habíamos sido tratados como dulces bebés.

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