Amigos el nuevo
cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato
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Les rogamos se hagan seguidores de la página para poder seguir
creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora sí a leer, disfrutar y
comentar.
El inicio de mi
vida
Jamás fui una
persona a la que se la pueda considerar afortunada. Desde chico fui dejado en
un orfanato. Más de una vez estuvo la posibilidad de que me adopten, pero jamás
se concretó.
A los dieciocho
debí dejar el que consideraba mi hogar y hacer mi vida, claro que el problema
es que no tenía vida, ni sabía qué hacer con ella. Intenté obtener un empleo,
pero mi escasa capacidad sumada a otros problemas me dejó sin muchas
posibilidades.
En poco tiempo
me hallaba, con dieciocho años, mendigando en la calle por unas pocas monedas o
algo de comer.
Fue así que
enfermé, altas fiebres atacaron mi cuerpo y se debilitaron al punto de que ya
no podía estar en pie. Antes de perder el conocimiento lo último que recuerdo
fue una mujer de unos cuarenta y pico de años acercarse a mí y exclamar:
-¡Pobre, ángel!
Desperté
sintiéndome horrible, pero estaba en una cómoda cama y totalmente limpio. La
mujer que viera en la calle estaba mi lado sentada, cuidándome.
Me explicó que
su nombre era Nazarena, estaba en su casa y ella había pagado los servicios
médicos y los antibióticos que salvaron de una muerte segura.
No lo podía
creer, por primera vez en mi vida alguien hacía algo por mí, y era una
desconocida.
Cuando la
consulté del por qué.
-Simple
–respondió -. Porque te amo. Pero no como una mujer a un hombre sino de una
madre a su hijo.
-No la
comprendo.
-Veras, lo que
más deseo en este mudo es tener un bebé, pero no uno de verdad ya que crecen y
dejan de serlo. Lo que quiero es una persona que sea eternamente un bebé y yo
atenderlo eternamente como una mami.
-Y ¿usted
quiere que yo sea un bebé? -inquirí algo espantado y avergonzado.
-Es una oferta.
Sino lo deseas puedes volver a la calle donde no hay nada, o quedarte aquí para
recibir atención, comida y mucho amor, lo único que pido a cambio es que seas
un bebé, en todo el sentido de la palabra, las 24 horas del día los siete días
a la semana.
La oferta me
agarró de sorpresa, no sabía que contestar, sus argumentos eran buenos y me
hacían dudar. Por ello sin pensarlo adecuadamente, si meditarlo, quizás hasta
sin quererlo, acepté.
La mujer sonrió,
me tomó de la mano y me trasladó a otra habitación. Allí comenzó mi transformación,
empezó por depilarme, ya que según ella: “un bebé no tiene bello”. Luego
desechó mí, según palabras de ella también, horrible ropa de adulto.
A continuación
vino lo más difícil para mí, ya desnudo me hizo recostarme sobre un enorme
pañal blanco, me roció con talco, y lo cerró con fuerza a la altura de mi
abdomen, me vistió con un bodi azul, me puso zapatos y guantes tejidos de color
celeste y para finalizar me colocó un chupete en la boca.
A partir de acá
comenzaría mi entrenamiento, debía aprender varias cosas para ser el bebé ideal
que mi nueva “mami” quería que fuera. Por ello debía aprender a ser pipi y popo
en los pañales, llevarlo al nivel de que me saliera natural y sin darme cuenta.
Tampoco podía ya caminar como un adulto debía hacerlo como un bebé, es decir gatear.
Debo reconocer
que me sentía estúpido y me veía ridículo, el pañal era súper incomodó y me
costaba trasladarme con él, más si debía a hacerlo en cuatro patas.
Para la cena me
sentó en una sillita alta, a la cual me ajustó con unas correas, me colocó un
babero, y para comer me dio una papilla que sabía horrible y para beber una
mamadera de leche tibia.
Finalizado me
llevó al baño, me quitó toda la ropa y el pañal que estaba limpio ya que aún me
costaba hacerme en él. Me metió en una bañera llena de agua con juguetes, me incentivó
a que juegue con ellos, disimulé hacerlo tratando de ser lo más creíble
posible.
Cerca de diez minutos
me sacó de la bañera, me secó y me colocó un nuevo pañal, y un enterito que
imaginé sería mi pijama.
Me llevó una
nueva habitación, la cual estaba adornada de forma infantil, era la típica habitación
de bebé pero todo en tamaño adulto. Bajó lo baranda de una gran cuna y me hizo
entrar para luego volverá colocar la baranda, un móvil sobre mi cabeza giraba y
hacía sonar un dulce melodía.
-Buenas noches,
mi bebito -exclamó la mujer y me dejó solo.
Intenté dormir,
pero mis ganas de hacer pipí me lo impedía, intenté hacer en el pañal, pero me
era imposible. Hasta que se me ocurrió una idea. Desabroché un lado del pañal y
poniéndome de pie, como si estuviera frente a un inodoro intenté hacer. Así lo
logré todo e pipi cayó sobre el pañal el cual lo absorbió al instante. Volví
abrocharlo. Lo sentía distinto más pesado y con algo de olor, pero secó. Más
tranquiló pude dormir.
A la mañana
siguiente mi mami me despertó con una gran mema tibia, y se la vio contenta al
palmar mi pañal y notar que estaba bastante lleno (claro que no sabía que había
hecho algo de trampa).
Me tomó entre
sus brazos y me recostó sobre un enorme mueble cambiador, me quitó el pañal
sucio, me limpió con toallitas húmedas y me colocó uno nuevo. Me cambio de ropa
y me llevó a la cocina.
Una vez más me
colocó en la sillita alta, luego un babero y me dio mi desayuno una papilla
hecha de banana. Yo me seguía sintiendo avergonzado por ser tratado como un
bebé, pero la verdad es que mi “mami” era muy dulce y buena y hacía la
situación más llevadera.
La mañana la
pasé sentado en el suelo intentando encontrarle alguna diversión a unos osos de
peluche. De repente unas tremendas ganas de hacer popo me vinieron. Sabía que
debía hacerme en el pañal, pero no estaba seguro. Una cosa era pipi, esto era
muy distinto.
Luego recordé que
había aceptado la condición de ser tratado como un verdadero bebé, por ende no
tenía opciones. Me acomodé un poco, hice fuerza y sentí como el popo salía para
luego ser contenido por el pañal. Una vez que terminé, me preparé para
sentarme, sabía lo que sucedería cuando lo hiciera. Me resigné y lo hice. A
pesar de lo asqueroso me agradó sentir como el popo se aplastaba y desparramaba
por todo el pañal.
Mi mami vine al
rato, para ese momento un desagradable olor ya había invadido toda la sala.
-Aquí hay un
bebé que ya se hizo popo –exclamó tirando de mi pañal por detrás.
Como antes me
llevó a mi habitación y me colocó sobre el mueble cambiador. Me sacó el
apestoso pañal, y me limpió con toallitas húmedas, (debió gastar unas cuantas
hasta dejarme bien aseado). Me colocó un nuevo pañal y cerró el bodi en la
entre pierna.
-Estoy muy
orgullosa de tu comportamiento, cada minuto que pasa sos más y más un bebé.
Así fueron
pasando los días, me fui acostumbrado a esa vida. Debo reconocer que lo que más
me costaba era el tema de los pañales. Por otro lado aún no lograba hacer pipí
sin pararme y desabrocharme el pañal.
Una tarde mi
mami me llamó, fui gateando (como ella quería), y me hizo recostarme sobre su
regazo. La mujer se quitó la remera y se desprendió el corpiño dejando al
descubierto sus pechos. No tenía que tener mucha explicación a lo que deseaba.
Abrí mi boca y dejé entrar el pezón en ella. Succioné como debería hacerlo un
bebé. Para mi sorpresa empecé a sentir un gusto dulzón. Intenté alejarme, pero
mi mami me retuvo.
-Estoy tomando
unas pastillas que me ayudó a generar leche y con tú estimulo se producirá
mucho más, estoy muy feliz de poder amamantarte –me explicó mientras me
acariciaba la cabeza y con la otra mano me daba palmaditas en la cola.
Aquello me
relajó, de repente ganas de hacer pipí me vinieron, supe que esta vez sería
distinto. Era distinto porque me repetía mí mismo “me gusta esto” “quiero
seguir así”, “quiero ser un bebé el resto de mi vida” dicho esto dejé salir el
pipi, el pañal se volvió pesado en cuestión de segundos.
Después de
aquel día pude hacer pipí sin necesidad de ponerme en pie, y tal como lo
predijo mi mami, poco a poco el pipi empezó a escapárseme solo, incluso durante
las noches mientras dormía.
Fue así como mi
vida cambió, pasé de ser una persona que estaba sola en la vida a encontrar una
familia y mucho amor. Pero para ello debí transformarme, por el resto de mis
días, en el más dulce de los bebés.
Me encanto el cuento
ResponderEliminarMe gusta cuando existe una mami en la historia
Espero más adelante leer uno en dónde la persona es forzada y que lo vistan de nena
Podríais hacer una historia que contenga nalgadas?
ResponderEliminarOk amigo. Lo tenemos en cuenta para el siguiente cuento. Gracias por seguirnos
EliminarAmigo falta mucho para el nuevo cuento
ResponderEliminarSe publicará a mediados de la semana que viene
EliminarMe encanta cuando son forzados a ser el bebé
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