Amigos el nuevo
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Reeducando
a mí esposo
Horacio era un hombre poco cariñoso con su
esposa, rara vez le demostraba afecto, mas bien siempre se comportaba frio y
distante.
-Así me criaron, así soy –exclamaba frente a
los continuos reclamos de su esposa Romina.
Cansada de esta situación, le pidió el
divorcio. Ante esto él le rogó que no lo dejara, que pese a sus actitudes la
amaba. Fue difícil que Romina diera el brazo a torcer pero al final le propuso
un trato.
-Si cambias tu actitud, yo me quedo contigo.
-¿Cómo?
-Siempre me dijiste que así te educaron,
bueno entonces lo que necesitas es una reeducación que yo misma te voy a dar.
-¿Y en qué consiste?
-No importa, eso ya lo vas a descubrir, pero
necesito saber si te vas a entregar a mí sin negarte a nada. Esa es mi única
condición.
Horacio, que no estaba dispuesto a perder a
su esposa, asintió con la cabeza y prometió que no se negaría nada de lo que se
planteara. A la mañana siguiente su esposa lo despertó bien temprano.
-¿Estás listo para comenzar la reeducación?
–preguntó Romina.
-Si –solo atinó a responder él.
-Bien.
Con lentitud lo fue desvistiendo. Una vez
esto, le quitó todo el bello del cuerpo, hasta ese momento su esposo no se
había negado, pero las quejas comenzaron cuando la vio desplegar un gran pañal
y quería acomodárselo debajo de la cola. Romina le recordó su promesa, Horacio
no convencido dejó que su esposa prosiguiera.
Sintió
como si una bolsa de plástico lo envolviera en la entrepierna y se cerrara a la
altura de su obligo, previamente le había rociado toda sus partecitas con talco
para bebés. Horacio se movió un poco para ver la movilidad que tenía con aquel
enorme pañal y se dio cuenta que era muy poca y estaba bastante incómodo.
-¿Me podes explicar de qué se trata todo
esto? –inquirió.
Romina molesta le puso un chupete en la boca.
-Los bebés no hablan, pero te voy a explicar.
Es obvio que te educaron de una manera muy fría. Por eso yo te voy a reeducar
de una manera más dulce para que seas más demostrativo. Por eso vamos a empezar
de cero, es decir desde bebé. ¿Entendiste mi dulce bebito? –mientras decía esto
le daba muchos besos en la panza.
Fue tanto la pena que tuvo Horacio por lo
dicho y la actitud de su esposa que sin querer dejó escapar un poco de pipi que
enseguida contuvo su pañal y se volvió amarillento.
-¡Wow! Veo que ya te estas acostumbrando a
ser un bebé, pensé que te tomaría más tiempo –exclamó su esposa al ver que el
pañal se volvía más pesado. Horacio se puso aún más rojo -. Igual es muy pronto
para cambiar ese pañalito, todavía puede soportar unos cuantos pipis, y ¿quién
sabe? quizás algo de popo también. Hay que ahorrar un poco, mami no tiene tanta
plata.
-¡No sos mi mamá! Sos mi esposa.
-No –le colocó de nuevo el chupete en la boca
-. Mientras dure tu reeducación yo seré mami y vos mi dulce bebito una vez más
le besó la barriguita.
Solo vestido con el pañal, la mujer guio al
nuevo bebé hasta la cocina. Allí lo sentó en una gran sillita, le puso un
babero y le dio de comer banana pisada.
-Acá viene un avión bien cargadito –exclamó
la muer al tiempo que llevaba la chuchara con banana a la boca de su esposo.
El hombre no tenía otra opción que acceder a
las locuras de Romina, ya que, por un lado había accedido hacerlo y por otro no
quería perderla. Cuando terminó el desayuno era la imagen viva de un bebé: con
su enorme pañal, sentado en una sillita alta, un babero y la boca toda sucia
con restos de comida.
-Y acá viene una mamadera con lechita bien
tibia, por si mi amorcito se quedó con hambre.
Una banana era poco alimento para un hombre
adulto, así que aceptó de buena gana el ofrecimiento de la mujer y, casi sin
detenerse, se bebió todo el contenido.
-Muy bien, mi bebito, te bebiste toda la
leche, así creces fuerte, sano y sobre todo muy dulce –le decía al tiempo que
le limpiaba la boca.
Terminada la comida, lo sacó de la silla, lo
sentó sobre su regazo y con ligeros golpecitos lo ayudó a eructar.
–Bien hasta ahora has sido un perfecto bebé.
Por eso voy a dejarte mirar televisión.
Horacio se alegró, después de una mañana
siendo un bebé, le venía bien hacer algo como adulto. Pero no fue como lo
pensó, tras poner un canal de deporte Romina se acercó.
-No, bebé. Esto no es bueno para vos.
Tomó el control remoto y puso un canal de
dibujos animados para niños pequeños y así lo tuvo toda la mañana.
Cerca de una hora más tarde del aburrimiento
estuvo a punto de dormirse, pero un conocido movimiento en sus intestinos lo
despertó.
-Tengo, que ir al baño –le informó a su
esposa.
-¿Para qué bebé?
-¡¿Cómo por qué?! –se molestó -. Tengo que ir
a ser mis necesidades.
-Pero para eso tienes el pañal, mi vida.
Horacio se puso rojo de la vergüenza, los
planes de su esposa estaban llegando a niveles en lo que él no estaba de
acuerdo.
-P… pero es… caca.
-No importa, mi bebé. Vos hace que mami
después te limpia.
Desde luego Horacio se resistió a tal locura,
de ninguna manera se volvería a hacer encima. Sin embargo a medida que el
tiempo pasaba la presión de sus intestinos aumentaba. Cruzó las piernas,
respiró hondo, intentó todo aquello que pensó que podía aliviarlo, pero fue en
vano, en un momento de descuido su intestinos expulsó todo lo que tenía
acumulado. Como era de esperarse el olor invadió la sala delatándolo al
instante. Romina se acercó y le miró el pañal por detrás.
-Este bebito, ya se hizo popo –concluyó y le
dio unos golpecitos que aplastaron más el popo -.Vamos a cambiarte.
Horacio odiaba esta situación pero tampoco
quería quedarse sucio y con mal olor, así que siguió a su esposa. En su cuarto,
le quitó el pañal sucio, lo limpió con gran amor con toallitas húmedas, le
roció con talco la colita, y le colocó un nuevo pañal. Todo lo hizo con una
sonrisa y el más grande de los amores maternales.
-Yo siempre voy a estar para cuidarte, mi
bebito –exclamó.
Dicho esto se desprendió los breteles del
corpiño dejando al descubierto sus pechos. Horacio la miró unos segundos y
luego se acercó y se llevó un pezón a su boca, primero lo lamía como un hombre
a una mujer, pero poco a poco cambió las lamidas por la succión siendo más la
relación de una madre con su bebé.
-Así bebito, así –lo felicitó Romina
acariciándole la cabeza frente al repentino cambio.
La lactancia duro cerca de 20 minutos, luego
Horacio exhausto se durmió aún con el pezón de su esposa en la boca. En sus
sueños se vio a sí mismo como un bebé pequeño que era cuidado por Romina, quien
en el sueño era su madre no su esposa. Ésta situación extraña al principio, luego
terminó disfrutándola.
Al despertar se dio cuenta de que comenzaba a
disfrutar el ser un bebé y ser tratado como tal. A partir de ese momento se
dedicó solo a pasarla bien con la situación. Si tenía ganas de hacer pipí o
popo lo hacía y dejaba el pañal saturado. Si tenía que tomar leche de una
mamadera lo hacía con gran placer, hasta los dibujos animados y los juguetes de
bebé le parecían entretenido, y todo esto a Romina le encantó.
En una noche, después de comer sus pipilla su
mami le estaba limpiando la boca con un babero. Cuando sintió un feo olor.
-¿Te hiciste caca, bebé? –le preguntó, pero
solo recibió como respuesta una risita.
La mami lo llevó a la habitación y lo recostó
un gran cambiador plástico. Le quitó el pañal sucio, lo limpió y le colocó uno
nuevo.
Al día siguiente, ni bien despertó Horacio
esperó por su habitual cambió de pañales, sin embargo Romina le comunicó que su
terapia había finalizado, había sido un éxito. Y en verdad era así Horacio era
otra persona, más dulce y atento.
Después de aquel día el matrimonio mejoró
muchísimo su relación, y lo único que tuvo que hacer Romina es convertirse en
la mami de su esposo, y él en el más tierno y dulce de los bebés.
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