Amigos el nuevo cuento, la segunda parte del publicad el mes pasado. Recuerden que ahora tanto en Facebook como en el blog se publican
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vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf, cualquier
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Ahora sí, a
leer, disfrutar y comentar.
Mis días como
bebé Segunda parte
Los primeros
tres días de cautiverio fueron de total humillación. Debía usar pañales
continuamente y hacer mis necesidades en ellos (hasta el momento solo pipí). A
eso se sumaba que era alimentado con papillas de bebé y para beber, mi nueva
“mami” solo me daba la leche materna de sus pechos. Usaba ropa típica de bebé,
pero de mi talle y debía dormir en una cuna hecha a mi medida.
Hasta el
momento me había resistido a hacer popo en los pañales, sentía que si hacía
aquello no habría marcha atrás. Pero la mañana del cuarto día de cautiverio me
desperté con terrible cólicos en el abdomen y me di cuenta de que no aguantaría
mucho tiempo más sin evacuar mis intestinos.
Estaba en la
cuna, aguantándome, cuando ingresó a mi cuarto otra mujer. Esta era un poco más
baja y gruesa que la anterior.
-¿Cómo durmió
mi bebito? –exclamó con dulzura al tiempo que me observaba entre los barrotes
de mi cuna -. Mami no estuvo aquí por ello no te visite antes. Pero ahora vamos
a pasar muchas horas, juntos.
Desde luego no
podía hablar porque tenía el chupete, pero no entendía quién era esta nueva
mujer y donde estaba la anterior.
Tal como ya me había
acostumbrado en los últimos días. La mujer bajó las barandas de la cuna y me
tomó entre brazos. Me llevó a una silla mecedora, me recostó sobre su regazo y
me ofreció para beber leche materna de sus pechos. Obvio que no quería, pero
moría de hambre así que sin dudarlo me aferré a su pezón y succioné con
desesperación.
-Tranquilo
bebé, hay suficiente –exclamó la nueva “mami” mientras me acariciaba la cabeza.
Durante el
desayuno mis cólicos aumentaban, pero estaba decidido a no hacerme en los
pañales.
Me dejó solo
cerca de una hora, para regresar ahora si acompañada de la otra mujer. Ambas me
observaron en silencio. Luego una se acercó tiró de mi pañal, por la parte de
atrás.
-Nada, nada
–exclamó.
-Esto es
preocupante, bebé. Ya van varios días que no haces popo.
Intenté
mantener mi dignidad.
-No queríamos
llegar a esto, pero es por tu bien.
Una me tomó y
me hizo voltearme, intenté resistirme, no obstante me había bloqueado toda
posibilidad de movimiento. Mientras intentaba zafarme, la primera mami me
desprendió el pañal, me colocó crema alrededor del agujerito de mi cola y luego
con ayuda de un dedo me introdujo un supositorio. Una vez se aseguró estuviera
dentro volvió a cerrarme el pañal.
-Eso ayudará,
bebé.
Como era
esperarse el supositorio comenzó a actuar en mi organismo y a eso se sumó mis ganas
previas de hacer popo Me fue imposible aguantar mucho tiempo, todo el popo comenzó
a salir de mi sin que pudiera siquiera hacer algo al respecto. Mientras el popo
salía sentía el pañal más pegajoso y pesado. Sin fuerzas me desplomé en el
suelo y sentí como el popo se desparramaba más, toda la habitación estaba
apestada de olor.
-Creo que este
bebé ya se hizo –exclamó una.
Me tomaron upa
y me colocaron sobre un mueble cambiador. Me quitaron el pañal y vi lo
asquerosos que lo había dejado. Humillado comencé a llorar sin poder detenerme.
-Ya bebé, no es
nada mami Érica y mami Evi están acá para cambiarte.
Me limpiaron
con toallitas húmedas. Lego me rociaron mi colita y mis partecitas con talco y
los desparramaron con las manos. Ubicaron un nuevo pañal debajo de mí, lo cruzaron
por entre mis piernas y lo cerraron con fuerza a la altura de mi abdomen.
Con el pasar de
los días descubrí que las dos mujeres eran pareja, y deseaban más que ninguna
otra cosa tener un bebé. Al imposibilitarse los medios tradicionales optaron
por otra estrategia, ergo yo me transformé en ese bebé.
Su idea sin
duda era tratarme como un bebé hasta que yo mismo me lo creyera o hasta que
enloqueciera. Intenté resistirme, pero mi cuerpo empezaba a responder a lo que
ellas querían, ya que luego de tres semanas de cautiverio ya no aguantaba mi
pipi de noche. Una mañana me desperté y para mi sorpresa el pañal estaba muy
pesado y amarillento, creí que había sido un “accidente”, sin embargo a partir
de aquel día todas las mañanas amanecía con el pañal repleto e pipi, eso agradó
a mis dos “mamis”, que sin dudarlo se predisponían a cambiarme el pañal.
-Ya casi eres
un bebé –solían decirme cada nuevo día.
Por otro lado
el popo ya no lo aguantaba, cada vez que debía hacer simplemente me guardaba mi
orgullo y me humillaba largando todo el popo en el pañal. A decir verdad detestaba
lo pegajoso que se sentía y ni hablar del mal olor, pero debo confesar que con
el pasar de los días se me fue haciendo más fácil. Por descuido de mis “mamis”
llegué a estar más de una hora con el pañal repleto de popo y a decir verdad no
me importó en absoluto.
Aunque era su
prisionero, las dos mujeres eran muy dulces y maternales conmigo. Ambas amaban
darme leche directamente de sus pechos, y ese líquido que antes me sabía
horrible ahora me parecía delicioso y no deseaba que se acabase.
El día que me
di cuenta del gran cambio en mí, fue poco después de los dos meses de
cautiverio. Juagaba dentro del corralito, tan absorto estaba que no había visto
que las dos mujeres llevaban largo rato observándome.
-Ya eres todo
un bebé –exclamo Evi -. Al fin tuviste la regresión que tanto esperábamos.
-No es cierto
-protesté.
-¿Ah no? Te lo
vamos a probar.
Me
desprendieron el pañal dejando mis partecitas expuestas. Las dos mujeres comenzaron
a besarse y acariciarse frente a mí. Yo miraba exhorto, en otro tiempo algo así
me había parecido un espectáculo del que no querría apartar mi vista, pero
ahora quería volver la atención al juguete que tenía entre mis manos. Miré mi
partecitas y no me había excitado, todo lo contrario se me había escapado pipi
y había mojado parte de la alfombra.
-¿Ves? Sos todo
un bebé –me dijeron al unísono.
Miré a las dos
mujeres y volví a mirar mis partecitas dormidas.
-Es cierto
–exclamé -. Soy un bebé.
Ya no dije nada
más, me dedique a seguir jugando. Con el tiempo disfrutaba del uso de los
pañales, me encantaba embarrarlos y hacer pipí en él, y cuando ya estaban muy
cargados o me sentía incómodo, lloraba para que mis mamis vinieran a cambiarme
el pañal. Luego sé que venía la hora del almuerzo, la lechita de mis mamis
sabían distinto, pero ambas eran deliciosas. Así transcurrió el resto de mi
vida siendo cuidado por dos mamis que me trataban como al más dulce de los
bebés.
Cuando publicas el nuevo cuento?
ResponderEliminarAcaba de hacerse
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