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Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar.

Mostrando al mundo quien soy

Camila, de doce años, tenía una fascinación por los pañales. Desde los ocho años que tenía esta gusto tan particular. Los usaba todo el día, para dormir, cuando salía, cuando iba a la escuela, siempre tenía uno puesto. Al punto tal de que se había olvidado de ir al baño, ya que todo lo hacía en sus pañales.

Y lo mejor era que sus padres estaban al tanto de esto y lo aprobaban, en especial su madre que le parecía extremadamente tierno como se veía su hija en pañales. Es más, no tenía problemas en ser ella quien se los cambiase ya sea por pipí o popo. A pesar de la edad de Camila, a su madre no le parecía molestarle tener que limpiarle la cola llena de popo antes de colocarle un nuevo pañal.

De tanto usar pañales, la niña, prácticamente había perdido la capacidad de controlar su vejiga. Por ello se hacía pis sin darse cuenta llenando sus pañales. Pero no le molestaba ya que eso le acercaba más a ser una verdadero bebé.

La sumatoria de estos factores son los que le produjeron un cambio en su vida.

Una mañana su madre le dejó preparada ropa para que la acompañara a hacer unas compras. Camila notó que la pollera era particularmente corta. Se la probó, tapaba el pañal muy justo. No estaba segura de salir con eso, pero al fin se decidió que nada malo podia pasar. Se terminó de vestir y se reunió con su madre que ya la esperaba en la puerta de la casa.

Los primeros minutos del paseo no presentaron problemas, Camila se aseguraba de que la pollera no se le subiera. Pero con el avanzar del tiempo se fue distrayendo y olvidando de cuidarse. Para peor se le escapó pipí en varias ocasiones inflando su pañal y haciendo que sobresaliera por debajo de la pollera.

La gente se empezó a percatarse de la niña que paseaba por el centro del ciudad luciendo un enorme pañal teñido de amarillo. Muchos murmuraban, los más jóvenes soltaban alguna que otra risita.

Fue allí cuando Camila se percató de que estaba siendo el centro de atención. Sin nigun disimulo, llevó su mano hacia atrás y palpó su pañal, lo sintio super inflado, algo húmedo, pero lo peor es que había aumentado su volumen y ahora asomaba por debajo de su pollera.

Con lágrimas en los ojos, fue en busca de su madre. Entre llantos e histeria intentó hacerle entender que sucedía.

-Tranquila, bebé. Tranquila –le acarició la cabeza -. Te compré esto.

Sacó de su bolso un chupete y se lo colocó. Pese a que el chupete y un pañal repleto de pipi la hacía ver más ridicula, Camila se calmó al tiempo que succionaba.

Caminando con dificultad, por el volumen del pañal, y de la mano de su mamá, regresaron a la casa.

Allí su madre la llevó a cambiarse. La recostó sobre un cambiador plástico, le quitó el pañal que ya había empezado a chorrear pipí. Le puso crema en la cola ya que por estar mojada tanto tiempo se había paspado. Le acomodó un nuevo pañal, la rocio con talco, y cerró el pañal.

Camila se quitó el chupete y sollozando aún exclamó:

-Hoy pase mucha vergüenza, todos me vieron.

-¿Y?

-¡Que fue muy vergonzoso!

Le sacó dulcemente el chupete, y se lo volvió a colocar en la boca.

-Vos queres ser una bebita ¿no? –la niña asintió con la cabeza -. Y a mi me encantas de bebita ¿Qué importa los demás? A mi no me dio vergüenza ir de tu mano. Porque sos una bebé y los bebés se hacen en los pañales. Siempre vas a ser mi bebita hermosa.

Le hizo cosquilas en la panza y alternaba dandole besitós, Camila se retorcía riendo como un bebé.

-Estás mejor?

-Un poco sí. Pero otra cosa me haría sentir mejor.

-Sí, ya se que. A tu padre no legusta muco, pero bueno es un caso especial.

La mujer se quitó el saco, se abrió la camisa y desprendió los breteles del corpiño, dejando expuesto un enorme pecho y un rosado pezón.

-Ven, bebita.

Camila se recostó sobre su regazo, abrió la boca y dejó ingresar todo el pezón. Cual bebé succionó con fuerza, hasta que un liquido consitente, pero de un dulce sabor salió del pecho. Camila jamás dejó de tormar el pecho, por ello su madre siguió produciendo. Incluso en ocasiones se sacaba ella misma y lo guardaba en una mamadera para que su hija tomara cuando tuviera hambre.

-Así bebita –exclamaba la mujer, mientras se presionaba para que saliera más leche.

Camila bebía encantada, para ella no habia nada más delicioso que aquella leche materna. Bebió de los dos pechos hasta que estuvo satisfecha.

Con la panza llena, la niña tuvo la urgencia de hacer popo. Así que se acomodó un poco, aun sobre su madre y lo dejó escapar todo. Le encantaba sentirse sucia, sentir como su colita quedaba pejgajosa.

-Acá hay olorcito feo –dijo su madre haciendo un gesto con su mano -. Esta bebita ya se hizo.

Entre risitas Camila empezó a gatear como si fuera un bebé,exponiendo la parte trasera de su pañal que se había vuelto de una tonalidad amarronado.

Con el mismo amor de siempre, la mujer le quitó el pañal, la limpió con toallitas húmedas, le acomodó un pañal, la rocio con talcó, y lo cerró con fuerza.

Siendo ya la hora de dormir, la tomó entre sus brazos y la acunó mientras le cantaba. Camila se fue adormeciendo hasta entrar en un profundo sueño.

Así trasncurrió un día más en su vida, un día en el que por primera vez le mostró al mundo quien era realmente, era la más dulce de las bebitas.