Hola amigos, el nuevo cuento, en este caso fue un pedido. Recuerden las
dos nevedades de este año: la primera es que ya tenemos cuenta en Instagram y
ahora podrán seguir los cuentos desde alli tambien (tengan paciencia por que se
subiran muy de a poco), busquenló como: cuentos ab (y verán que está el mismo
logo). La segunda reabrimos la pagina de Facebook, para que allí tambien puedan
leer, y para contactos o pedidos en muchos más rapido y práctico.
Así que ya saben a partir de este momento ya nos pueden visitar en
instagram y en facebook, les agradeceríamos nos siguan en estas redes sociales
para que la comunidad crezca.
Ahora si a leer, disfrutar y comentar
¡A usar
pañales!
Mi nombre es
Sofía, tengo quince años. Desde hace algunos meses estaba teniendo problemas de
perdidas nocturnas, o más que perdidas era un verdadero río. Todas las mañanas
me despertaba con mi ropa y mi cama todas húmedas.
Cansada de esto
mi mamá me llevó con el pediatra. Él nos explicó que es algo natural y que a muchos
les sucedía, podía ser por estrés, cansancio, nervios o cualquier otro disparador.
Nos aconsejó que lo mejor era esperar unas semanas y si el problema persistía,
haría algunos estudios.
-Pero doctor ya
me cansé de lavar sabanas y ropa ¿no hay algo que se pueda hacer? –suplicó mi
madre.
-Bueno –pensó
-. Hay algo que puede ayudar, pero claro va depender de Sofía.
-¿Qué es?
–inquirí.
-Que aceptes
usar pañales, hasta que el problema se solucione.
-¡¡¡¿Qué?!!!!
¡Ni loca! –grité llena de vergüenza.
-Creo que eso
es algo que deben hablar ustedes- concluyó el médico.
Salimos, pensé
que mi madre estaría de acuerdo que lo propuesto era una locura, pero para mi
sorpresa mi madre fue directo a una farmacia y compró un paquete de pañales
para niñas de mi edad.
Durante todo el
camino de regreso intenté convencer a mi madre de no obligarme a usarlos,
también lo hice durante la cena. Pero fue en vano cuando estaba lista para irme
a dormir, ella apareció en mi habitación con un pañal listo para ser colocado.
Intenté resistirme desde luego, pero ella tenía más fuerza. Al final no tuve
más remedio que aceptar la humillación que me tocaba. Me cruce de brazos,
mientras mi mamá me quitaba el pantalón y la bombacha, y en su lugar me puso un
abultado pañal blanco. Después me volvió a poner el pantalón.
Me puse de pie
y caminé hasta el espejo, me costó hacerlo y no podía cerrar bien las piernas.
Miré mi imagen, me sentí ridícula el pañal hacía más abultado mi trasero y se
notaba horriblemente.
Una última
suplica salió de mi boca para intentar aflojar a mi madre, pero fue en vano. Me
amenazó que si seguía en rebelde, mañana mismo me compraría también un chupete
de bebé y me obligaría usarlo. Frente a esas palabras guardé silencio y me
acosté.
Me costó mucho conciliar
el sueño, estaba incómoda porque me costaba cerrar las piernas, o cuando me movía
se sentía una ruido a bolsa plástica. Muy entrada la noche el sueño me venció y
me dormí.
Al día
siguiente cuando desperté, salté de mi cama, sorprendida de verla seca. En contrapartida
mi pañal estaba rebalsando en pipi. Se había puesto mucho más pesado en la
entrepierna, estaba abultado y se había tornado amarillento.
Mi mamá entró y
vio lo mismo que yo.
-Ves fue una
buena idea, quítate ese pañal sucio, ponte ropa y ven a desayunar.
Hice caso. Al
abrir el pañal se sintió un fuerte olor a orín concentrado. Me tapé la nariz,
terminé de quitármelo y lo arrojé al cesto de basura. Tomé una toallita húmeda,
que mi mamá había comprado, aseé mis partecitas y me puse ropa de adulta de
nuevo. Creía que lo peor había pasado, pero solo estaba empezando.
Los siguientes
días fueron similares. Todas las noches mi mamá me colocaba los pañales y a la
mañana al despertar estaban a punto de explotar de pipí. Descartaba el pañal y
me aseaba para desayunar. La vergüenza que sentía era inmensa.
Sin embargo una
mañana desperté y el pañal estaba seco, y a la siguiente noche fue igual, y a
la otra. Creyendo que mi problema se había ido, respiré aliviada.
Le expliqué
esto a mi mamá, pero ella opinó que sería más seguro seguir con los pañales
hasta asegurarnos de que estaba curada. Me revelé y le aseguré que de ningún
modo volvería a usar pañales.
-Como quieras,
pero si vuelves a hacerte encima te voy a dar un castigo ejemplar
Haciendo caso
omiso, me fui a dormir. Me coloqué mi bombacha y me acosté.
Para mi mala
suerte, al despertar estaba en un mar de pipí. Como era de esperarse mi madre
me regañó muy feo.
-Te dije que te
daría un castigo y voy a cumplir. Por no usar pañales por la noche volviste a
mojar tu cama, bien ahora vas a usar pañales hasta que te cures.
-Si –acepté
cabizbaja.
-Pero los
usaras durante todo el día, no solo durante las noches.
-¡¡¡¿QUÉ?!!!
¡Ni loca!
-¿Ah no?
Me tomó de la
mano me llevó a mi cuarto, me quitó toda la ropa empapada, me roció de talco mi
colita y me puso un pañal.
Intenté resistirme
y quitármelo, pero fue peor. Me colocó sobre su regazo y me dio fuertes
nalgadas en la cola. Frente a eso no tuve opción de aceptar.
Sin pantalones
y con un abultado pañal tuve que lavar las sabanas y luego colgarlas, sentía
tanta vergüenza. A media mañana, la naturaleza me llamó, fui al baño, pero
estaba cerrado con llave.
-Mamá, mamá, el
baño está cerrado –le dije cruzando las piernas para intentar aguantar.
-El baño es
para quien sabe usarlo. Tú tienes pañales, haz allí.
-Pe…pero.
-Ya me oíste
–giró sobre sus talones y se marchó.
Intenté
aguantar todo lo posible, pero fue en vano. En un segundo de flaqueza mi vejiga
me venció y soltó todo el pipi. El pañal se volvió súper pesado y de color amarillento.
Por la
vergüenza, fui hasta mi mamá llorando.
-Ya bebita –me
tranquilizó.
-No soy un bebé
–me quejé.
-Claro que lo
eres –me colocó un chupete en la boca -. No llores, mami te cambia.
Me llevó hasta
mi cuarto, me quitó el pañal, que de tanto pipí había empezado a perder
gotitas. Como siempre me limpió con toallitas y me puso un nuevo pañal,
mientras yo jugueteaba con el chupete en mi boca.
Y si creen que
eso fue vergonzoso es porque no saben lo que vino después. Cerca de la noche
nuevamente quise ir al baño, pero esta vez para hacer popo. Nuevamente le
supliqué a mi mamá que me permitiera entrar. Pero no accedió. De ningún modo
quería hacerme popo encima. Sin embargo nuevamente me fue imposible. El popo
empezó a salir sin que pudiera frenarlo, sentí como se desparramaba, se sentía
además pegajoso. La sala en la estaba se colmó de un desagradable olor.
No hubo
necesidad de decirlo nada a mi mamá, el olor me delató.
-¿Te hiciste
popo, bebita? –se burló mientras me daba palmadas en la cola desparramando y
aplastando más el popo.
Por segundo vez
me aseó, pero tardó más, debo al popo. A la mañana siguiente el pañal estaba
lleno, lo cual lamenté, ya que mientras siguiera sin controlar mi vejiga de
noche seguiría mi castigo de los pañales.
Lo que no sabía
es mi madre me obligaría a ir con pañales a la escuela, pero así fue.
Tuve mucha
vergüenza, la pollera apenas lo ocultaba. Cuando me sentaba se escuchaba ese
ruido a bolsa de plástico. Durante todo el día estuve quieta, temerosa de que
alguien viera el pañal.
Después de una
semana me acostumbré. Encontré el lado positivo a usar pañales, y era que no
tenía que interrumpir lo que estaba haciendo, solo debía soltar el pipi o el
popo y esperar que mi mami me limpié. Incluso el popo dejó de molestarme, podía
pasar un buen rato embarrada. Incluso durante las noches me era imposible
dormir sin mi chupete.
A los dos meses
mi problema se curó, pero quise extender un tiempo más mis prelegíos. Así
que llenaba de agua mi pañal todas las noches y así poder
vivir unos días más como una dulce bebita.
lindo cuento
ResponderEliminarMi mamá me puso doble pañal y ese día fuimos al doctor y me dio 8 nalgadas en mi pañalito
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