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lunes, 27 de agosto de 2018


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Amo mi trabajo, pero como todo tiene un lado negativo. Debo estar largas horas viajando de un colectivo a otro. Los viajes no parecen tener fin. Durante ese tiempo es poco lo que hay para hacer más que mirar por la ventana y suspirar de abrrimiento.
Pero mi verdadera historia comienza cuando conocí a una bella chica. Siempre se sentaba a mi lado y poco a poco nos hicimos amigos, su nombre era Sofía.
Las charlas con ella hacían mis viajes más llevaderos.
Sin embargo un día una comida en el mal estado me afectó el estómago, para peor al día siguiente debía enfrentar un largo viaje. Pensé en suspender, pero la verdad es que necesitaba el dinero, probé con medicamentos: nada. En uno de mis idas a la farmacia se me ocurrió una idea descabellada, no obstante a esa altura ya o tenía opciones: me compré un paquete de pañales descartables para adultos.
Al llegar a mi casa me coloqué uno, era desagradable, incomodó, y me costa caminar con él, sumado a un molesto ruido a bolsa de plástico que hacía cada vez que me movía. Era humillante, pero no tenía opciones.
Al día siguiente ya con mi pañal puesto, tomé asiento en el lugar habitual, al hacerlo el ruido a bolsa de plástico volvió a hacerse presente y junto a un fuerte olor a talco (que me había puesto para evitar pasparme).
Aquel día, por primera vez en mucho tiempo deseé que Sofía no suba al colectivo. Pero la suerte no estuvo de mi lado, cerca de una hora de viaje subió y como solía hacer se sentó a mi lado.
Intenté disimular mi incomodidad, aunque fue complicado. Cada vez que me movía se oía ese ruido a bolsa, Sofía no parecía haberlo notado y si lo hizo fingió no escucharlo.
Llevábamos unas horas de viaje, cuando sentí como mis intestinos se retorcían, intenté aguantar lo que más pude, pero finalmente la presión me ganó. En un momento de flojera largué todo lo que mi estómago acumulaba, sentí como el popo se desparramaba por toda mi colita. Debido a mi descompostura mi vejiga también falló y solté una gran cantidad de pipi. Sentí el pañal ponerse tibio y sobre todo muy pesado.
-Qué feo olor ¿no? –exclamó mi amiga sin saber de dónde venía.
-¿Sí? No lo siento –intenté disimular mi incomodidad.
-Sí, es un olor muy feo –se tapó la nariz.
Afortunadamente el colectivo hizo una de sus habituales paradas. Me disculpé y salí corriendo derecho al baño. Allí me quité el pañal sucio que estaba a punto de estallar, me limpié, no sin dificultad, me coloqué un nuevo pañal y volví al colectivo más tranquilo.
Más tranquilo pude continuar con mis habituales charlas con Sofía. Pero cerca de una hora después volvió mi descompostura. Una vez más me resistí hasta donde mis fuerzas me lo permitieron, pero nuevamente fallé. Por segunda vez sentí como mi pañal se volvía pastoso debido a todo el popo que largaba.
Sofía volvió a mencionar el mal olor otra vez. La fortuna nuevamente estuvo conmigo y el colectivo hizo una nueva parada, me dio el tiempo suficiente para limpiarme y colocar un nuevo pañal limpio.
Pero la suerte no puede durar para siempre. Un nuevo retorcijón hizo que por tercera vez embarre mi pañal. Pero mi mala suerte no quedó allí, ya que el colectivo paró cerca tres horas más tarde. Para esa altura fue imposible disimular frente a Sofía que el olor venía de mí. Ella quedó en completo silencio el resto del viaje y disimuladamente se tapaba la nariz.
El realizar la tercera parada, me fui al baño desilusionado y triste. Cuando estaba a punto cambiarme sentí una voz celestial a mi espalda.
-¿Quieres que te cambie yo? –exclamó Sofía llena de ternura.
Estaba atónito y solo asentí con la cabeza. Cuando me di cuenta mi amiga, ya me había recostado en el suelo, me había quitado el pañal sucio y en ese momento me limpiaba con toallitas húmedas toda mi colita y mis partecitas, me roció con talco y me colocó un nuevo pañal.
-Ya está, bebito –exclamó en forma picarona.
-Te juro que me muero de vergüenza -le dije.
-No hay porque tenerlo.
Se levantó la pollera y me mostró un gran pañal blanco, estaba amarillento en la parte de la entrepierna.
-A veces los viajes son muy largos y se me escapa el pipi, así que opté por ponerme siempre uno.
Sonreí al ver que ambos pensábamos igual. Más aliviado volví al colectivo. A partir de ese hecho mi relación con Sofía se hizo más estrecha.
Faltando una hora para llegar a destino mi estómago me volvió a avisar que aun no se recuperaba. Me resistí y Sofía lo notó.
-Tranquilo bebito. No pasa nada –dijo al tiempo que me recostaba en su regazo y me acariciaba la cabeza.
Miró para un lado y para otro y al ver que todos dormían, se desprendió los botones de la camisa y luego hizo lo propio con su corpiño y me ofreció un pecho.
-¿Qué haces? –pregunté alarmado.
-Shh –me acarició la cabeza -. Succiona as a ver que te va aliviar -me explicó.
Con ciertas dudas, dejé entrar su pezón en mi boca e hice lo que me sugirió. Por raro que parezca ese simple acto me alivió los dolores.
-Así, bebé –repetía Sofía al tiempo que me daba palmaditas en mi abultado pañal.
Al llegar a destino, fuimos al baño. Primero ella me limpió con toallitas húmedas y me colocó un nuevo pañal. Para después pedirme que yo hago lo mismo con ella.
Con cierto temblor, la recosté en el suelo, le quité el pañal que estaba terriblemente pesado por tanto pipi. Limpié sus partecitas con toallitas húmedas y volví a colocarle un pañal luego de rociarle la colita con talco.
A partir de ese día nos hicimos muy íntimos. Siempre viajamos con nuestros pañales a cuestas. Y en las paradas nos cambiábamos el uno al otro. Por ello nunca olvidaré aquel día en que estuve descompuesto y debí usar pañales como el más tierno de los bebes.


7 comentarios:

  1. Alfin!! Muchas gracias sigan asi?!!

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  2. Muy buen cuento! Pero le faltó el título xd

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  3. Puede Acer una historia larga con la imagen del 13 de ser que tienes publicada seria genial

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    Respuestas
    1. A cual imagen te referís concretamente?

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    2. La que tienes publicada el dia 13 de septiembre del 2016 una donde hay una niña en pañal colgando bragas en el tendero

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