Amigos el
primer cuento del año. Tal como hacíamos con la página de Facebook, se harán
dos publicaciones por mes, un cuento largo y una mini historia. Les recordamos,
que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este
enlace: https://www.createspace.com/6381234. Les rogamos se hagan seguidores de
la página para poder seguir creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora
sí a leer, disfrutar y comentar.
El jefe bebé
Francisco era
el director ejecutivo de una de las empresas más importantes del país. Por sus
manos se manejaban mucho dinero y cientos de contratos. Abrumado por su trabajo
el hombre tomó una secretaria que le ayudara a poner en orden sus papeles.
Fue un extenso
día de entrevistas, hasta que finalmente Alma, una jovencita con poca
experiencia fue la elegida. Francisco no pude explicar que era, pero había algo
especial en ella.
A pesar de sus
limitaciones la nueva secretaria se esforzaba por facilitarle al máximo el
trabajo a su jefe. Pero aún a pesar de sus esfuerzos era poco lo que lograba.
Francisco estaba cada día más estresado por la ardua labor.
Un día, con su
escritorio lleno de papeles, el hombre no paraba de leer, mandar mails,
responder llamadas. Fue tal la ocupación de su mente que sin darse cuenta se
hizo pipi encima. Alma entró a la oficina para dejarle un café, y notó el
accidente.
Francisco al
darse cuenta se puso rojo de la vergüenza, pero su secretaria no dijo nada,
solo limpió y se retiró. Los días prosiguieron y el jefe seguía teniendo el
mismo problema, tanto trabajo le evitaba ir al baño y sus accidentes se hacían
cada vez más frecuentes. Alma preocupada y queriendo hacer algo para ayudar tuvo
una idea.
Al día
siguiente Francisco tuvo el mismo problema. Alma limpió como siempre y luego mirando
a su jefe le dijo.
-¿Por qué no se
coloca esto? –le mostró un enorme pañal blanco.
-¡¿Qué estas
sugiriendo?!
-Nada malo,
solo que se coloqué el pañal. Así podrá seguir trabajando y el piso no se
manchará.
El hombre dudó,
lo que la mujer proponía era una locura, pero también tenía cierto punto de lógica.
Con vergüenza se dirigió al baño junto a su oficina. Con mucha dificultad se lo
colocó y volvió al despacho.
Alma vio lo mal
que estaba puesto el pañal y sabiendo que todo el pipi se le escurriría, le
pidió amablemente que se recueste en el suelo, Francisco dudó pero al fin
accedió al pedido. La mujer con la mayor de las ternuras desprendió el pañal,
lo colocó correctamente y lo cerró con fuerza por encima del abdomen.
-Ahora sí, no
se va a escapar nada del pipi –le dijo con ternura y dándole unos golpecitos en
la cola.
Francisco no
supo porque, pero por esos breves segundos se sintió aliviado y tranquilo. El
resultado fue óptimo sin la necesidad de interrumpir su labor para ir al baño
pudo adelantar mucho trabajo atrasado. Finalizado el día se quitó el pañal y se
sorprendió al ver lo cargado que estaba.
Al día
siguiente su secretaria preguntó si deseaba repetir la estrategia, el hombre
sentía vergüenza por usar pañal como si fuera un bebé, pero no podía negar que
los resultados habían sido muy buenos, por ello aceptó.
Una vez más tuvo
complicaciones para ponerse el pañal, y como ya sucediera fue Alma quien lo
colocara, con mucho amor, correctamente. Francisco volvió a sentir la misma paz
del día anterior, y comprendió que estaba asociado al pañal y a la forma en que
su secretaria lo trataba. Descubierto eso se dedicó a disfrutar de esos breves
segundos de bienestar. Alma dándose cuenta, retrasó adrede su tarea con el fin
de hacer sentir bien a su jefe.
Pese a las
mejoras momentáneas, el trabajo seguía siendo mucho y se atrasaba. El stress de
Francisco fue tal que incluso llegó a deslizarle la idea a su secretaria de
renunciar a su puesto. Afortunadamente lo disuadió de tal cosa.
-Lo que
necesita es un descanso, para recuperar fuerzas y seguir.
-No tengo
tiempo para ello, y además no lograría distraerme.
-Quizás pueda
ayudar.
La secretaria
lo tomó de la mano y lo hizo recostar sobre su regazo en el suelo. Entonó una
bella canción de cuna, mientras le daba ligeritos golpes en la cola. Eso solo,
le alivió bastante las tensiones.
-Creo que lo
que usted necesita es pasar un día como un lindo bebito, y con una mami que lo
cuide.
Francisco iba a
protestar frente a tal idea “tonta”. Pero su secretaria, ahora mami, no se lo
permitió poniéndole un chupete en la boca.
-Ya bebito –lo
tranquilizó y lo meció un poco.
Sacó de un bolso
una mamadera cargada de leche tibia y se la ofreció al nuevo bebito. El hombre
se sentía ridículo, pero a la vez el juego lo estaba llevando una situación de
relajación que hacía tiempo no experimentaba. Por ello accedió a continuar. Se
quitó el chupete y feliz bebió el contenido de todo el biberón.
La mujer le
levantó un poco y abrazándolo lo golpeó en la espalda para ayudarlo a eructar.
-Ahora vamos a
cambiar esos pañales.
Le quitó todo
la ropa. Le levantó un poco las piernas y acomodó debajo un gran pañal blanco.
Le roció sus partes con talco, luego cerró y ajustó el pañal por encima del
ombligo.
-Ahora podes
hacerte todo el pipi… o popo que quieras –exclamó dándole un golpecito por
encima del pañal.
Como fueron
pasando los minutos, Alma fue revisando el pañal de su nuevo “bebé”, pero
siempre estaba igual.
-Mi amor tienes
que hacer popo o te va a dar dolorcito de panza –explicó.
-Eso… eso es
muy vergonzoso.
-Eso es lo que
hacen todos los bebés –le colocó el chupete en la boca para que no hable.
-¡Pero yo no
soy un bebé! –se quitó el chupete.
-A mí me parece
que sos todo un bebé –una vez más el chupete a la boca -. Pero por suerte tengo
algo preparado para estos casos.
Tomándolo
desprevenido lo volteó y le introdujo por la colita un enema. A medida que el líquido
entraba Francisco sintió como sus intestinos cedían y sus fuerzas lo
abandonaban. Minutos después la presión fue más fuerte y dejó salir todo el
popo acumulado. El pañal tomó una tonalidad amarronado y un olor muy desagradable
impregnó toda la oficina. Exhausto Francisco se recostó boca arriba y sintió
como todo el popo se desparramaba más y más por toda la cola. Era una situación
desagradable y humillante, pero el hombre comenzaba a disfrutarla.
Alma se sentó
su lado, con amor y paciencia, le quitó el pañal sucio. Con mucho cuidado lo
limpió con toallitas húmedas, fue un trabajo arduo ya que el popo estaba por
todas partes.
Finalizado el
aseo, le colocó un nuevo pañal, el cual cerró a la altura del abdomen.
Mientras le
cambiaba los pañales Francisco jugueteaba con sus pies y chupete como un bebé.
Llegada la hora
del almuerzo, Alma tomó una banana, la pisó hasta hacerla papilla. Le ató un
babero en el cuello a su nuevo “bebé” y se le fue dando de comer con una
cuchara.
-Acá viene el
avión –jugaba ella al tiempo que le acercaba el alimento.
Francisco
gozaba con esto, eventualmente se manchaba la boca apropósito para que la mujer
exclamara:
-Pero que bebé,
más sucio –y lo limpiaba con el mismo babero.
Terminado la
comida, Alma se sentó en el suelo y recostó al hombre en su regazo, se
desprendió los botones de la blusa dejando al descubierto sus pechos. Francisco
entendiendo, acercó su boca y comenzó a succionar de ellos. A pesar de que nada
salía, ese simple succionar lo catapultó a un nivel de relajación que hacía
tiempo no experimentaba.
Con una nueva
tranquilidad y ya sin importarle si era ridículo, hizo fuerza, mientras
succionaba, y llenó el pañal de popo y pipi. Alma se percató del olor, pero
aguardó a que finalizara el amamantamiento.
Con la misma
ternura, tomó las toallitas húmedas y limpió toda la colita de su “jefe-bebé”.
Roció con talco toda la entrepierna y parte del pañal, y abrochó éste con
fuerza.
Tal era el
cansancio de Francisco que sus ojos empezaban a cerrarse solos. Alma aprovechó
esto y comenzó a cantar una canción de cuna que lo ayudó a dormirse
profundamente.
Al despertar el
hombre era otro, su mente estaba despejada y descansada, pudo encarar el trabajo sin problemas e
incluso finalizarlo con gran eficiencia.
Así Francisco
descubrió el mejor método para el estrés, cuando este empezaba a ganarle, no
tenía que hacer más pedirle a su secretaria que lo trate como al más dulce de
los bebés.
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