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viernes, 24 de noviembre de 2017



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Reeducando a mí esposo

Horacio era un hombre poco cariñoso con su esposa, rara vez le demostraba afecto, mas bien siempre se comportaba frio y distante.
-Así me criaron, así soy –exclamaba frente a los continuos reclamos de su esposa Romina.
Cansada de esta situación, le pidió el divorcio. Ante esto él le rogó que no lo dejara, que pese a sus actitudes la amaba. Fue difícil que Romina diera el brazo a torcer pero al final le propuso un trato.
-Si cambias tu actitud, yo me quedo contigo.
-¿Cómo?
-Siempre me dijiste que así te educaron, bueno entonces lo que necesitas es una reeducación que yo misma te voy a dar.
-¿Y en qué consiste?
-No importa, eso ya lo vas a descubrir, pero necesito saber si te vas a entregar a mí sin negarte a nada. Esa es mi única condición.
Horacio, que no estaba dispuesto a perder a su esposa, asintió con la cabeza y prometió que no se negaría nada de lo que se planteara. A la mañana siguiente su esposa lo despertó bien temprano.
-¿Estás listo para comenzar la reeducación? –preguntó Romina.
-Si –solo atinó a responder él.
-Bien.
Con lentitud lo fue desvistiendo. Una vez esto, le quitó todo el bello del cuerpo, hasta ese momento su esposo no se había negado, pero las quejas comenzaron cuando la vio desplegar un gran pañal y quería acomodárselo debajo de la cola. Romina le recordó su promesa, Horacio no convencido dejó que su esposa prosiguiera.
 Sintió como si una bolsa de plástico lo envolviera en la entrepierna y se cerrara a la altura de su obligo, previamente le había rociado toda sus partecitas con talco para bebés. Horacio se movió un poco para ver la movilidad que tenía con aquel enorme pañal y se dio cuenta que era muy poca y estaba bastante incómodo.
-¿Me podes explicar de qué se trata todo esto? –inquirió.
Romina molesta le puso un chupete en la boca.
-Los bebés no hablan, pero te voy a explicar. Es obvio que te educaron de una manera muy fría. Por eso yo te voy a reeducar de una manera más dulce para que seas más demostrativo. Por eso vamos a empezar de cero, es decir desde bebé. ¿Entendiste mi dulce bebito? –mientras decía esto le daba muchos besos en la panza.
Fue tanto la pena que tuvo Horacio por lo dicho y la actitud de su esposa que sin querer dejó escapar un poco de pipi que enseguida contuvo su pañal y se volvió amarillento.
-¡Wow! Veo que ya te estas acostumbrando a ser un bebé, pensé que te tomaría más tiempo –exclamó su esposa al ver que el pañal se volvía más pesado. Horacio se puso aún más rojo -. Igual es muy pronto para cambiar ese pañalito, todavía puede soportar unos cuantos pipis, y ¿quién sabe? quizás algo de popo también. Hay que ahorrar un poco, mami no tiene tanta plata.
-¡No sos mi mamá! Sos mi esposa.
-No –le colocó de nuevo el chupete en la boca -. Mientras dure tu reeducación yo seré mami y vos mi dulce bebito una vez más le besó la barriguita.
Solo vestido con el pañal, la mujer guio al nuevo bebé hasta la cocina. Allí lo sentó en una gran sillita, le puso un babero y le dio de comer banana pisada.
-Acá viene un avión bien cargadito –exclamó la muer al tiempo que llevaba la chuchara con banana a la boca de su esposo.
El hombre no tenía otra opción que acceder a las locuras de Romina, ya que, por un lado había accedido hacerlo y por otro no quería perderla. Cuando terminó el desayuno era la imagen viva de un bebé: con su enorme pañal, sentado en una sillita alta, un babero y la boca toda sucia con restos de comida.
-Y acá viene una mamadera con lechita bien tibia, por si mi amorcito se quedó con hambre.
Una banana era poco alimento para un hombre adulto, así que aceptó de buena gana el ofrecimiento de la mujer y, casi sin detenerse, se bebió todo el contenido.
-Muy bien, mi bebito, te bebiste toda la leche, así creces fuerte, sano y sobre todo muy dulce –le decía al tiempo que le limpiaba la boca.
Terminada la comida, lo sacó de la silla, lo sentó sobre su regazo y con ligeros golpecitos lo ayudó a eructar.
–Bien hasta ahora has sido un perfecto bebé. Por eso voy a dejarte mirar televisión.
Horacio se alegró, después de una mañana siendo un bebé, le venía bien hacer algo como adulto. Pero no fue como lo pensó, tras poner un canal de deporte Romina se acercó.
-No, bebé. Esto no es bueno para vos.
Tomó el control remoto y puso un canal de dibujos animados para niños pequeños y así lo tuvo toda la mañana.
Cerca de una hora más tarde del aburrimiento estuvo a punto de dormirse, pero un conocido movimiento en sus intestinos lo despertó.
-Tengo, que ir al baño –le informó a su esposa.
-¿Para qué bebé?
-¡¿Cómo por qué?! –se molestó -. Tengo que ir a ser mis necesidades.
-Pero para eso tienes el pañal, mi vida.
Horacio se puso rojo de la vergüenza, los planes de su esposa estaban llegando a niveles en lo que él no estaba de acuerdo.
-P… pero es… caca.
-No importa, mi bebé. Vos hace que mami después te limpia.
Desde luego Horacio se resistió a tal locura, de ninguna manera se volvería a hacer encima. Sin embargo a medida que el tiempo pasaba la presión de sus intestinos aumentaba. Cruzó las piernas, respiró hondo, intentó todo aquello que pensó que podía aliviarlo, pero fue en vano, en un momento de descuido su intestinos expulsó todo lo que tenía acumulado. Como era de esperarse el olor invadió la sala delatándolo al instante. Romina se acercó y le miró el pañal por detrás.
-Este bebito, ya se hizo popo –concluyó y le dio unos golpecitos que aplastaron más el popo -.Vamos a cambiarte.
Horacio odiaba esta situación pero tampoco quería quedarse sucio y con mal olor, así que siguió a su esposa. En su cuarto, le quitó el pañal sucio, lo limpió con gran amor con toallitas húmedas, le roció con talco la colita, y le colocó un nuevo pañal. Todo lo hizo con una sonrisa y el más grande de los amores maternales.
-Yo siempre voy a estar para cuidarte, mi bebito –exclamó.
Dicho esto se desprendió los breteles del corpiño dejando al descubierto sus pechos. Horacio la miró unos segundos y luego se acercó y se llevó un pezón a su boca, primero lo lamía como un hombre a una mujer, pero poco a poco cambió las lamidas por la succión siendo más la relación de una madre con su bebé.
-Así bebito, así –lo felicitó Romina acariciándole la cabeza frente al repentino cambio.
La lactancia duro cerca de 20 minutos, luego Horacio exhausto se durmió aún con el pezón de su esposa en la boca. En sus sueños se vio a sí mismo como un bebé pequeño que era cuidado por Romina, quien en el sueño era su madre no su esposa. Ésta situación extraña al principio, luego terminó disfrutándola.
Al despertar se dio cuenta de que comenzaba a disfrutar el ser un bebé y ser tratado como tal. A partir de ese momento se dedicó solo a pasarla bien con la situación. Si tenía ganas de hacer pipí o popo lo hacía y dejaba el pañal saturado. Si tenía que tomar leche de una mamadera lo hacía con gran placer, hasta los dibujos animados y los juguetes de bebé le parecían entretenido, y todo esto a Romina le encantó.
En una noche, después de comer sus pipilla su mami le estaba limpiando la boca con un babero. Cuando sintió un feo olor.
-¿Te hiciste caca, bebé? –le preguntó, pero solo recibió como respuesta una risita.
La mami lo llevó a la habitación y lo recostó un gran cambiador plástico. Le quitó el pañal sucio, lo limpió y le colocó uno nuevo.
Al día siguiente, ni bien despertó Horacio esperó por su habitual cambió de pañales, sin embargo Romina le comunicó que su terapia había finalizado, había sido un éxito. Y en verdad era así Horacio era otra persona, más dulce y atento.
Después de aquel día el matrimonio mejoró muchísimo su relación, y lo único que tuvo que hacer Romina es convertirse en la mami de su esposo, y él en el más tierno y dulce de los bebés.


martes, 21 de noviembre de 2017

Hola amigos el nuevo cuento, de a poo nos amos piniendo al día.
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The adulbaby shop

Irina estaba pasando por un momento muy difícil en su vida, estaba embarazada de tres meses con tan solo 20 años, estaba sin trabajo, no estaba segura si podría criar al bebé y para colmo de males su novio la había abandonado ni bien se enteró del embarazo.
Uno de sus mayores temores era como ser una buena madre, había tanto que desconocía, como poner un pañal, como dar la mamadera, cuanto tiempo dejar puesto el mismo pañal y un sinfín de etcéteras.
Con esas preguntas a cuestas fue a visitar a una amiga, Elena, unos años mayor y que ya tenía dos hijos.
-¡Estoy desesperada! –exclamó la joven tapándose la cara y sollozando.
-Ya, amiga –la calmó Elena -.Yo tengo una posible solución a tu problema.
-¿En serio? ¿Cuál?
-Sería más fácil si vos misma lo ves –anotó algo en un papel -.Toma anda a esta dirección a las diez, te voy a estar esperando.
-Ok –respondió dubitativa y mirando el papel.
A la hora pactada y en el lugar pactado Irina se presentó. Se encontró con su amiga y detrás de ella un edificio en pésimas condiciones.
-¿Es aquí? –preguntó.
-Es aquí –confirmó Elena.
Ingresaron, dentro el lugar era la contracara, estaba llena de luz y lujos. Se trataba de un largo pasillo con vidrieras a cada lado. En cada una había un bebé, o mejor dicho un adulto vistiendo y actuando como un bebé. Había por lo menos una docena de personas así, hombre y mujeres. Irina caminaba y miraba atónita. Personas de entre veinte y cuarenta años vestían enormes pañales, ropa infantil como bodis, y enormes vestidos con voladitos y muchos más.
-¿Qué es esto?
-Esta gente esta acá para ayudarte. Sos bebés de alquileres, elegís el que quieres y te lo llevas, ellos actuaran como bebés, y vos prácticas para ser una buena madre.
-Pero ¡es una locura!
-Claro que no. En su momento lo hice, y me sirvió de mucho para superar mis miedos. Cuando llega el bebé estas preparada.
-Ok. Pero ¿esto tiene algún costo? Porque no tengo un peso. No te preocupes por eso, yo lo soluciono. Elegí uno.
Irina se tomó su tiempo y vio a cada uno de los bebés adultos, los cuales se alegraban como un perro que va a ser adoptado. Cuando escogió se dirigió junto a su amiga a la gerencia. Allí firmó los papeles de la “adopción” y le informaron que por el lapso de una semana sería suyo el bebé que ella elija.
-Uno de cabello rubio y jovencito –exclamó la futura mami.
-Ah, un joven muy solicitado –exclamó la vendedora -.Pero por ello me temo que muy caro. ¿Cómo van a abonar?
-Yo me encargaré de ello –se apresuró a decir Elena -.Envíenlo a la casa de mi amiga y yo correré con los costos.
-Excelente. Entonces mañana a las diez su bebé estará en su casa.
-¿Estas segura de que vas a poder pagar? –preguntó Irina a su amiga unas vez solas.
-Vos tranquila, se cómo arreglarlo.
Tal cual se acordó a las diez en punto llamaron a la puerta del departamento de Irina. Al abrir se encontró con el joven elegido, acostado en una gran cesta de mimbre. Tenía un pañal y un chupete en la boca y sonrió con gran alegría al ver su nueva mami. Irina se llenó de ternura y arrastrando la cesta la introdujo en su casa.
Encontró una carta donde daba indicaciones e informaba que el nombre del nuevo bebé era Máximo, además de un bolso repleto de artículos que necesitaría, sobre todo pañales.
-¡Hola maxi! –dijo Irina agachándose.
El bebé rio y jugueteó con sus pies. Pese a sus dudas a Irina no le llevó demasiado tiempo comenzar a ver a aquel joven como un verdadero bebé.
Lo tomó de la mano y lo llevó a recorrer la casa, el bebé caminaba con dificultad debido al abultado pañal. Luego de unos minutos Irina sintió un feo olor y se percató enseguida de lo que era. Miró al bebé por detrás vio su pañal amarronado. Máximo empezó a llorar al instante.
-Ya, ya bebé, mami esta acá –exclamó Irina abrazándolo.
Lo acostó sobre un cambiador plástico, y tomó el bolso que trajera el bebé consigo. Abrió el pañal y vio el abundante popo que había hecho y como se había esparcido por todos lados. Con amor maternal lo limpió cuidadosamente con toallitas húmedas. Cuando estuvo impecable, desplegó un enorme pañal blanco, lo acomodó con cuidado debajo de la colita y lo cruzó entre las piernas y se lo abrochó con fuerza por encima del ombligo. Para terminar le puso una bombacha de goma para que no se le mueva el pañal.
Irina revisó el bolso y allí encontró una lista de tareas que le ayudarían a organizarse mejor. Leyó que ya era hora de que el bebé tomara la mamadera.
Preparó una hasta la medida indicada y se la dio, el bebé tomó un poco y enseguida se puso a llorar. Irina cayó en la cuenta de que no se había fijado si la temperatura era la adecuada. Se disculpó, abrazó y acarició a Máximo para que se calmara. Logrado esto. Enfrió un poco la leche y se la volvió a dar. En esta ocasión el gran bebé la tomó toda sin problemas.
Continuó con un baño, lo sumergió en la bañera llena de agua tibia y allí lo aseó. Mientras Maxi se entretenía con juguetes, su mami le lavó la cabeza con shampoo y el resto del cuerpo con jabón. Terminado el baño le colocó un nuevo pañal, lo recostó en la cama y le canto dulces melodías para que duerma la siesta, lo cual no fue muy difícil.
Para cuando Maxi se despertó ya tenía lista una nueva mamadera la cual tomó muy alegremente y pasaron gran parte de la tarde viendo dibujos animados infantiles.
Cerca de las seis de la tarde Irina vio que los pañales estaban muy cargados de pis y procedió a un nuevo cambio, le quitó lo sucio, lo limpió con toallitas húmedas, lo roció con talco y le puso un nuevo pañal.
Para la cena le ajusto al cuello un bello babero y le dio de comer con una cuchara un preparado especial similar a una papilla. Maxi comía con gusto y en ocasiones se manchaba toda la boca como un bebé. Finalizado lo abrazó y le dio ligeros golpecitos para ayudarlo a eructar.
Hacía la noche el día había sido tan largo que ambos se quedaron dormidos rápidamente.
A la mañana siguiente empezó temprano ya que Máximo se despertó llorando. Irina se apresuró a ver que le sucedía y se percató de que su pañal estaba muy lleno.
-Ya no llores, mi vida. Mami te va a cambiar el pañal.
Le colocó el chupete en la boca para calmarlo mientras ella se concentró en el cambio de ropa. Le quitó el pañal, lo aseó con toallitas húmedas y le puso un nuevo pañal.
El bebé desayunó una gran mamadera y banana pisada.
Irina armó un corralito y allí dejó al bebé mientras ella terminaba unas cosas. Cerca de una hora después maxi empezó a llorar otra vez. Pero en esta ocasión nada parecía calmarlo. Irina se miró a sí mismo y tuvo una idea. Entró en el corralito, se sentó a su lado y empezó a cantar un dulce melodía al tiempo que lo recostaba su regazo. Luego se quitó la remera  se desprendió uno de los breteles del corpiño y acercó al bebé a su pecho. Maxi abrió la boca y dejó entrar la totalidad del pezón para luego succionar. Esto lo calmó.
Cerca de diez minutos después y debido al estímulo Irina empezó a producir leche y el bebé lo tomó con gusto.
Máximo ya había tomado de los dos pechos cuando Irina sintió un feo olor, miró el pañal y lo notó de un color amarronado.
Con el mismo amor maternal de siempre, lo llevó hasta el cambiador, le limpió la colita y sus partecitas con toallitas húmedas, para luego colocarle un nuevo pañal. Luego lo abrazó y le cantó para que vuelva a dormir.
Pasada una semana el bebé se marchó, para ese entonces Irina era otra, estaba llena de confianza en sí misma y sin temores.
Una mañana paseando con su amiga Elena, le preguntó.
-Siempre tuve la duda ¿cómo pagaste lo de la “adopción”?
-¿Quieres ver?
Juntas se dirigieron al mismo edificio. Mientras Elena le explicaba a su amiga.
-Máximo era un bebé muy requerido, por lo tanto caro. Había dos formas de pago una en dinero lo cual era imposible, la otra era traer a alguien que por un año trabajara como bebé y enseguida pensé en alguien.
-¿Quién?
-El idiota que te abandonó.
Irina giró y vio al padre de su futuro hijo en una de las galerías actuando como un bebé al igual que el resto.
-¿Pero cómo lo hiciste?
-Le dije que o hacía esto o lo denunciaba por abandono. Así que ahí está. Por cierto cuando lo traje me preguntaron si le molestaría hacerse pasar por niña ya que están escasos de mujeres y le dije que no había ningún drama, ja ja. Estará allí por un año que es el tiempo mínimo.
Irina volvió a mirarlo y estalló en una fuerte carcajada al verlo con ese enorme pañal y con un vestido rosa.
-¡¡¡Pero que hermosa, bebita!!! –se burló.
Ambas se marcharon sabiendo que, por un año el maldito, debería actuar como una dulce bebita.