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que la prevención es la mejor forma de evitar el contagio, si pueden quedarse en
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recuerden que está a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf
(perfecto para esta cuarentena :), cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar
El mejor
trabajo del mundo.
Me llamo Juana,
tengo 22 años y mi profesión es la que considero la mejor del mundo, soy
maestra jardinera. Amo trabajar con los niños pequeños y los bebés. Siempre fue
mi pasión y creo que siempre lo será.
Trabajé en
distintos jardines, hasta que llegué a uno particular. Allí como en las otras
instituciones, los padres traían a los bebés, nosotras los atendíamos,
jugábamos con ellos, les dábamos de comer y también le cambiábamos los pañales,
todo muy normal. Excepto por una cosa, nuestros alumnos eran bebés adultos.
Exacto, en este jardín, mamis y papis traen a sus adult babys para que los
cuidásemos mientras ellos trabajaban o por algún motivo no podían cumplir sus
obligaciones.
Debo admitir
que al principio esto me impresionó un poco, pero con el tiempo me acostumbré y
vi a mis alumnitos como nuevos bebés a los que cuidar, mimar y amar.
Así es mi día
de trabajo: cuando el reloj marca las 8:00 de la mañana, me paro en la puerta
esperando el arribo de mis bebés. De a poco van llegando: algunos caminando
torpemente por sus abultados pañales, u otros arriban en auto y sus papás lo
bajan de la sillita de bebés, y también en brazos los traen. Muchos lloran
obviamente, pero me considero una maestra dulce y generalmente logro
convencerlos, los tomó en brazos y con unos pocos besos y caricias todo se
arregla.
Después
ingresamos a la sala y comenzamos con las actividades. Coloco a mis bebés en
ronda y jugamos arrojando una pelotita. Me enternece mucho verlos allí sentados
con sus enormes pañales y sus guardapolvos de jardín. También les leo cuentos,
todos callan y se sientan a escuchar con atención.
Desde luego que
también es parte de mi trabajo el cambiar pañales. Les llevó aun cuartito
aparte, los recuesto en un mueble cambiar, les quito el pañal sucio, los roció
con talco en la colita y sus partecitas, y les coloco un nuevo pañal. Algunos
bebés un poco más maduros me avisan de que se hicieron popo o que ya el pañal
tiene pipi. Otros más chiquitos, me doy cuenta por el olorcito a popo, o porque
el pañal ya está muy inflado de pipi. Sea de una forma u otra no me importa
¡Amo a todos mis bebés! Y sus pañalitos.
La merienda es
un momento muy divertido, los coloco en sus sillitas altas a todos, les pongo
la correa de seguridad, les ato a cada uno sus baberos. Y les dio uno por unos
sus papillas o su mamadera. Muchos tienen en la mamadera con lechita materna de
sus mamis y a ellos les encanta tomarla.
A la hora de la
siesta, los recuesto sobre colchones y les cantó canciones de cuna hasta que se
duermen. A veces algunos mimosos me buscan para que les haga upa y se duermen
en mis brazos, mientras les canto y les dio ligeros golpecitos a la altura de
la cola y sobre el pañal. La gran mayoría usa chupete y me da mucha ternura
verlos dormir mientras chupetean.
Después de la
siesta viene otro control de pañal, ya que como buenos bebés, muchos se hacen
pipi encima mientras duermen.
Unos de mis
bebés preferidos se llama Luciano, es uno de los más mimosos. Siempre busca
estar cerca de mí o que le haga upa, cosa que a mí me encanta.
Incluso a
veces, a propósito, ni bien le termino de cambiar el pañal, se hace popo
encima, para que lo vuela a cambiar. Con cosquillas y besitos en la panza lo
hago confesar.
Es el bebé que
más quiero, y el que más extraño cuando falta. Gracias a él me di cuenta que el
día de mañana quiero tener un adult baby solo para mí, que sea todo para mí, y
ser su mami todo el tiempo.
Recuerdo que el
día que llegó era muy tímido, y casi no se movía de un rincón, Estaba parado
ahí con el bodi y debajo el enorme pañal, y chupeteándose el dedo. Ese mismo
día había estado algo descompuesto de la pancita, y poco después de que llegó,
empecé a sentir un olor desagradable. Al principio pensé que alguien había
soltado un gasecito. Pero pasaba el tiempo y el olor, lejos de disminuir
aumentaba cada vez más. Al acercarme a Luciano me di cuenta que el olor
provenía de él.
-¿Mi amor, te
hiciste popo? –le pregunté, apenas atinó a mover un poco la cabeza en señal de asentimiento
-. Que no te de vergüenza, para eso tienes los pañales. La seño te cambia.
Le alcé y lo
llevó al mueble cambiador. Cuando lo senté hizo un gesto de molestia, se ve que
tenía mucho popo y se le pegoteó más en la colita.
Lo recosté, y
con mucho amor le quité el pañal todo sucio. Lo limpié con toallitas húmedas,
cuando estuvo bien aseado le rocié la colita y sus partes con talco, acomodé un
nuevo pañal y lo cerré con fuerza por encima del ombligo. Acto seguido para
volver a la sala me pidió, estirándome los brazos, que otra vez lo lleve upa.
A partir de ese
día se volvió más abierto y dulce, y como dije antes con el tiempo se convirtió
en mi bebé favorito.
Les voy a
contar un secreto, un día que Luciano vino solo al jardín, pude disfrutar de él
a pleno. Incluso tenía una curiosidad que quería despejarme. Moría de ansiedad
por saber que se sentía dar el pecho. Así que lo acomodé sobre mi regazo, me
desprendí el guardapolvo, levante mi blusa y le ofrecí mi pecho. El bebé abrió
la boca, y le introduje el pezón, al principio con timidez, pero después con
desesperación, succionó. La sensación fue exquisita, pese a que no me salía
leche, Luciano no se desprendía, y yo volaba de placer, me derretía de dulzura
al ver ese bebé adulto mamar de mí.
A pesar de que
amo a todos mis bebés, con Luciano, desde ese día, creamos un vínculo que
perdura hasta la actualidad, él sabe que siempre voy a ser su seño y el mi
hermoso bebé.