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domingo, 17 de mayo de 2020


Hola amigos, el nuevo cuento. Seguimos en cuarentena por cuentos ab sigue publicando. Recuerden que la prevención es la mejor forma de evitar el contagio, si pueden quedarse en sus casas, háganlo, y ayuden de esa forma.
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El mejor trabajo del mundo.

Me llamo Juana, tengo 22 años y mi profesión es la que considero la mejor del mundo, soy maestra jardinera. Amo trabajar con los niños pequeños y los bebés. Siempre fue mi pasión y creo que siempre lo será.
Trabajé en distintos jardines, hasta que llegué a uno particular. Allí como en las otras instituciones, los padres traían a los bebés, nosotras los atendíamos, jugábamos con ellos, les dábamos de comer y también le cambiábamos los pañales, todo muy normal. Excepto por una cosa, nuestros alumnos eran bebés adultos. Exacto, en este jardín, mamis y papis traen a sus adult babys para que los cuidásemos mientras ellos trabajaban o por algún motivo no podían cumplir sus obligaciones.
Debo admitir que al principio esto me impresionó un poco, pero con el tiempo me acostumbré y vi a mis alumnitos como nuevos bebés a los que cuidar, mimar y amar.
Así es mi día de trabajo: cuando el reloj marca las 8:00 de la mañana, me paro en la puerta esperando el arribo de mis bebés. De a poco van llegando: algunos caminando torpemente por sus abultados pañales, u otros arriban en auto y sus papás lo bajan de la sillita de bebés, y también en brazos los traen. Muchos lloran obviamente, pero me considero una maestra dulce y generalmente logro convencerlos, los tomó en brazos y con unos pocos besos y caricias todo se arregla.
Después ingresamos a la sala y comenzamos con las actividades. Coloco a mis bebés en ronda y jugamos arrojando una pelotita. Me enternece mucho verlos allí sentados con sus enormes pañales y sus guardapolvos de jardín. También les leo cuentos, todos callan y se sientan a escuchar con atención.
Desde luego que también es parte de mi trabajo el cambiar pañales. Les llevó aun cuartito aparte, los recuesto en un mueble cambiar, les quito el pañal sucio, los roció con talco en la colita y sus partecitas, y les coloco un nuevo pañal. Algunos bebés un poco más maduros me avisan de que se hicieron popo o que ya el pañal tiene pipi. Otros más chiquitos, me doy cuenta por el olorcito a popo, o porque el pañal ya está muy inflado de pipi. Sea de una forma u otra no me importa ¡Amo a todos mis bebés! Y sus pañalitos.
La merienda es un momento muy divertido, los coloco en sus sillitas altas a todos, les pongo la correa de seguridad, les ato a cada uno sus baberos. Y les dio uno por unos sus papillas o su mamadera. Muchos tienen en la mamadera con lechita materna de sus mamis y a ellos les encanta tomarla.
A la hora de la siesta, los recuesto sobre colchones y les cantó canciones de cuna hasta que se duermen. A veces algunos mimosos me buscan para que les haga upa y se duermen en mis brazos, mientras les canto y les dio ligeros golpecitos a la altura de la cola y sobre el pañal. La gran mayoría usa chupete y me da mucha ternura verlos dormir mientras chupetean.
Después de la siesta viene otro control de pañal, ya que como buenos bebés, muchos se hacen pipi encima mientras duermen.
Unos de mis bebés preferidos se llama Luciano, es uno de los más mimosos. Siempre busca estar cerca de mí o que le haga upa, cosa que a mí me encanta.
Incluso a veces, a propósito, ni bien le termino de cambiar el pañal, se hace popo encima, para que lo vuela a cambiar. Con cosquillas y besitos en la panza lo hago confesar.
Es el bebé que más quiero, y el que más extraño cuando falta. Gracias a él me di cuenta que el día de mañana quiero tener un adult baby solo para mí, que sea todo para mí, y ser su mami todo el tiempo.
Recuerdo que el día que llegó era muy tímido, y casi no se movía de un rincón, Estaba parado ahí con el bodi y debajo el enorme pañal, y chupeteándose el dedo. Ese mismo día había estado algo descompuesto de la pancita, y poco después de que llegó, empecé a sentir un olor desagradable. Al principio pensé que alguien había soltado un gasecito. Pero pasaba el tiempo y el olor, lejos de disminuir aumentaba cada vez más. Al acercarme a Luciano me di cuenta que el olor provenía de él.
-¿Mi amor, te hiciste popo? –le pregunté, apenas atinó a mover un poco la cabeza en señal de asentimiento -. Que no te de vergüenza, para eso tienes los pañales. La seño te cambia.
Le alcé y lo llevó al mueble cambiador. Cuando lo senté hizo un gesto de molestia, se ve que tenía mucho popo y se le pegoteó más en la colita.
Lo recosté, y con mucho amor le quité el pañal todo sucio. Lo limpié con toallitas húmedas, cuando estuvo bien aseado le rocié la colita y sus partes con talco, acomodé un nuevo pañal y lo cerré con fuerza por encima del ombligo. Acto seguido para volver a la sala me pidió, estirándome los brazos, que otra vez lo lleve upa.
A partir de ese día se volvió más abierto y dulce, y como dije antes con el tiempo se convirtió en mi bebé favorito.
Les voy a contar un secreto, un día que Luciano vino solo al jardín, pude disfrutar de él a pleno. Incluso tenía una curiosidad que quería despejarme. Moría de ansiedad por saber que se sentía dar el pecho. Así que lo acomodé sobre mi regazo, me desprendí el guardapolvo, levante mi blusa y le ofrecí mi pecho. El bebé abrió la boca, y le introduje el pezón, al principio con timidez, pero después con desesperación, succionó. La sensación fue exquisita, pese a que no me salía leche, Luciano no se desprendía, y yo volaba de placer, me derretía de dulzura al ver ese bebé adulto mamar de mí.
A pesar de que amo a todos mis bebés, con Luciano, desde ese día, creamos un vínculo que perdura hasta la actualidad, él sabe que siempre voy a ser su seño y el mi hermoso bebé.


lunes, 4 de mayo de 2020


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