Hola amigos, el
nuevo mini cuento. Seguimos en cuarentena por cuentos ab sigue publicando.
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Por último
recuerden que está a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf
(perfecto para esta cuarentena :), cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar
El bebé de
mamá.
Augusto era AB
desde que tenía memoria, siempre le había fascinado todo las cosas de bebé, y
desde que descubrió este mundo supo que había encontrado su lugar en el mundo.
Claro que nadie sabía de su gusto, era un secreto. Pero cada vez que tenía la
posibilidad, no perdía la oportunidad de deambular con enormes pañales, con su
chupete, y tomar de un biberón. Así era su vida hasta los 16 años, pero allí
todo cambiaría.
Una noche sus
padres le anunciaron que volverían tarde. El joven vio su posibilidad de pasar
una gran noche de bebé. Sin embargo el destino tenía otros planes, por un
desperfecto el auto sus padres no pudieron alejarse más que unas pocas cuadras,
y regresaron. Al ingresar se encontraron con su hijo tirado en el sillón
tomando leche de un biberón, con un babero en el cuello y un gran pañal blanco,
el cual tenía una gran mancha amarillenta en la parte frontal.
-¿Pero qué…que
es esto? –preguntó su padre.
-¿Eso es un
pañal? –inquirió la madre.
Augusto sin
saber que decir, salió corriendo y se encerró en su habitación, y allí quedó
hasta la mañana siguiente.
Durante la
noche sus padres conversaron preocupados por la actitud de su hijo.
-¿Cómo puede
disfrutar algo así? –inquirió su padre molesto.
-Yo pienso que
no se tan malo, no lastima a nadie.
-¿En serio lo
dices?
-Sí, me parece
muy… tierno.
-¿Tierno?
-Sí –respondió
con una gran sonrisa.
-¿En qué estás
pensando?
A la mañana
siguiente cuando Augusto se levantó se encontró con sus padres en la cocina.
-Buenos días,
mi amor –lo saludó la madre.
-Siéntate y
desayuna –sugirió amable su padre.
El joven se sorprendió
de la actitud de sus padres. Tomo asiento en su lugar habitual, mientras su madre
le preparaba el desayuno.
-Aquí tienes,
corazón.
Frente a él,
depositó una mamadera.
-¡¿Q… qué es
esto?! –inquirió sorprendido Augusto.
-Tu desayuno.
Come rápido que después hay que ponerte tu pañal e ir a la escuela.
-¿Pe… pero a la
escuela con pañal?
-Por supuesto,
no me voy a arriesgar a que tengas un accidente en la escuela. Ahora desayuna.
Augusto tomó la
mamadera con inseguridad.
-Ah, perdón me
olvidaba.
La madre pasó
por detrás de su hijo y le ató un babero al cuello.
-Ahora, sí.
Augusto sin
mucha opción, bebió la mamadera. Finalizado su madre se acercó para limpiarle
la boca con el mismo babero, para después llevarlo a la habitación.
Lo acostó en la
cama y le quitó los pantalones.
-¡Ahhhh! ¿Mamá
qué haces? –gritó el joven tapándose los genitales.
-¿Cómo que qué
hago? Te voy a poner un pañal, no quiero que tengas un accidente en la escuela.
-¡No!
-Sí.
Con fuerza lo
retuvo, le roció con talco en sus partes, y le colocó un enorme pañal blanco y
dentro un banda absorbente. Había quedado tan abultado el pañal que al chico se
le hacía posible cerrar las piernas. SE colocó los pantalones pero poco
disimulaban el pañal.
Con dificultad
caminó hasta la puerta de salida, donde ya lo aguardaba su mamá con la mochila.
-Mamá no quiero
ir así, se reirán de mí.
-Tonterías
quien sería tan malo de burlarse de un bebé.
-¡No soy un
bebé! ¡Y lo digo por el pañal!
-Sí, lo sos,
ahora a la escuela.
A regañadientes
el joven se marchó, Como era de esperarse muchos niños notaron el pañal. Con
lágrimas en los ojos el joven arribó a la casa.
-Ya, ya mi
bebito –Lo consoló la mamá -. Déjame ver ese pañal.
Le bajó el
pantalón y se encontró de frente con un amarillento e inflado pañal.
-Vamos a
cambiar ese pañal antes de que explote.
-No mamá yo
puedo solo.
-Nada de
caprichitos, bebé -Le colocó un chupete en la boca-. Mientras mamá este acá,
mamá te cambia los pañales.
Lo recostó en
la cama y le quitó el pañal repleto de pipi. Con toallitas húmedas lo secó las
partes húmedas de la piel, le roció con talco, le colocó cremas en las paspaduras
y finalmente le puso un nuevo pañal.
-Ahora quieres
ver la sorpresa que tiene, mami –Augusto con el chupete en la boca solo asintió
con la cabeza –. Vamos, bebé.
Lo dirigió
hasta su habitación y el joven se sorprendió al ver el cambio en ésta: tenía un
aspecto más infantil, su cama había sido reemplazada por una gran cuna. Había
muebles cambiadores, pilas de pañales y talco. Hasta el aspecto del lugar era
mucho más infantil.
-¡Qué… qué es
esto? –pregunto Augusto atónito.
-Hice algunos
cambios mientras estabas en la escuela. El aspecto maduro que tenía no era
acorde para un bebé. Hasta te conseguí una cuna para que duermas protegido. Y
ya que estamos creo que es hora de que duermas una siesta.
La mujer bajó
las barandas de la cuna, acostó al joven, lo arropó con cuidado, le coloco un
oso de peluche al lado y volvió a subir las barandas de protección.
Ya sea por el
día extenuante o por el estrés, Augusto se durmió rápidamente.
Se despertó
sintiendo grandes calambres en el estómago. Quiso apresurarse al baño, pero le
era imposible salir de la cuna. A gritos llamo a su mamá, sin embargo cuando
llegó era demasiado tarde. Sus cólicos le habían ganado y ahora el pañal estaba
repleto de popo, se había amarronado y había un desagradable olor en toda la
habitación.
-Ah, bebé, no
llores.
-Me hice popo
encima -explicó el joven.
-Ni importa,
mamá te cambia, para eso te puse los pañales, sabía que podías tener un
accidente.
Lo colocó en el
mueble cambiador, y con mucho amor y dedicación lo limpió con toallitas húmedas,
y le puse un nuevo pañal.
La situación
era muy fuerte para Augusto y comenzó a llorar sin consuelo, Pese a que su
madre lo intentaba calmar o le daba el chupete nada resultaba. Desesperada se
le ocurrió una última opción: se levantó la blusa, dejando al aire uno de sus
pechos.
-Ven, cariño –explicó
con ternura.
El joven al ver
aquello se prendió como un bebé y empezó a succionar. Pese a que no salía
leche, aquello lo tranquilizó.
Con la mente
más fría se dio cuenta de que todo aquello era lo que siempre había soñado
siendo un AB, así que en vez de lamentarse, se dio cuenta que debía
disfrutarlo. Augusto empezó a disfrutar las caricias de su mamá y que siempre
se refiera a él, como bebé.
Siempre había
disfrutado usar pañales, pero por temor jamás los mojaba o ensuciaba, pero ya
no debía preocuparse por ello, si su vejiga y sus intestinos reclamaban ser
vaciados no tenía más que hacer un poco de fuerza, y el pañal se llenaba de
popo y pipi. Su madre siempre estaba predispuesta cambiarlo. La cuna y los
juguetes también fueron de su agrado. Se preguntó cómo pudo estar tanto tiempo
sin todo aquello.
Así fue, que
por accidente Augusto hizo realidad su sueño, volvió a ser el bebito de mamá.