Hola amigos, el
nuevo cuento. Decidí adelantar unos días la publicación debido a la situación
mundial que todos conocemos. Hay muchos países en cuarentena (el mío incluido)
y éste es mi granito de arena para ayudar. No es mucho, pero si al menos los
lectores pueden distraerse un ratito es tarea cumplida. Recuerden que la
prevención es la mejor forma de evitar el contagio, si pueden quedarse en sus
casas, háganlo, y ayuden de esa forma.
Les pedimos nos
SIGAN en todas las redes sociales (Facebook, Instagram y el blog), DIFUNDAN y
COMPARTAN las publicaciones para que Cuentos AB vuelva a tener el número de
seguidores que supo tener antes de que Facebook cerrará la página (cercanos a
los 5000)
Por último
recuerden que está a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf
(perfecto para esta cuarentena :), cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar
Cuatro mamis x
un bebé.
Jamás olvidaré
aquellas vacaciones. Como era habitual en mí alquilé un departamento y me fui
solo. Me gusta la paz y la intimidad. Al arribar descubrí que al lado mío se
habían alojado un grupo de cuatro jovencitas algo alborotadoras: Nazarena,
Aldana, Laura y Gabriela. Intenté no prestarles atención y seguir con mi rutina
de descanso. Pero con el correr de los días descubrí que eran mujeres amables y
poco a poco nos hicimos amigos. En más de una ocasión me invitaban a almorzar o
cenar y yo les respondía de las misma forma.
Justamente en
un almuerzo comenzó todo. Comíamos fideos cuando sin querer manché un poco mi
camisa con salsa. Entre risas las jovencitas se miraron de forma cómplice.
-Pero que bebé,
mas cochino –exclamó Gabriela.
Sonreí a lo que
pensé que era una broma. Pero Aldana pasó por detrás de mí y ajustó a mi cuello
un gran babero.
-Creo que vas a
necesitar esto.
-Bueno es suficientes
de bromas –respondían intentando quitarme el babero.
-Shh, bebé,
malo –me recriminó otra y me golpeó la mano -. Mami te va ayudar a comer, abrí
la boquita –agarró un puñado de fideos y me lo llevó a la boca.
-¿Qué es esto? –me
quejé -. No es un juego divertido.
-No es un juego
–Laura me abrazó por detrás -. Vinimos aquí en busca de un bebé adulto, para
cuidarlo, mimarlo y lo encontramos.
-¡Pero yo no
soy una bebé!
-Eso se
soluciona rápido –Las cuatro se abalanzaron sobre mí.
Cuando me quise
dar cuenta de lo que estaba pasando me encontré despojado de mis ropas y
vistiendo un enorme pañal blanco, guantes en mis manos y un chupete en la boca.
-Ahora sí, eres
todo un bebé –aseguró Laura.
-No todavía no,
me gustaría ver como embarra y moja ese pañal –corrigió Nazarena.
-¡Eso de ningún
modo pasará! –grité.
-¿Ah no? Ya verás
que sí.
-Además no
tiene nada de malo, todos los bebés lo hacen. Y aquí tienes cuatro mamis para
que te cambien –Aldana me hablaba como si fuera un niño pequeño.
-¡¡¡NO SOY UN
BEBÉ!!
Iba a agregar
algo más, pero mis intestinos rugieron de forma furiosa.
-¿Olvidamos
mencionar que pusimos laxante en tu comida?
Salí corriendo
derecho al baño, pero estaba cerrado. Me tomé el vientre por los cólicos e
intenté hacer fuerza para evitar salir el popo. Pero mi esfuerzo duró escasos segundos.
Poco a poco salió el popo y de repente una gran cantidad que parecía no tener
fin. La descompostura me hizo largar pipí también. Cuando finalicé me desplomé
en el piso lo que hizo que el popo se desparramara más. El pañal combinaba un
color amarronado y amarillento, el olor por otro lado era insoportablemente
desagradable.
-Ahora sí, es
todo un bebé –se jactó Nazarena.
Me tomaron de
la mano y me llevaron a una habitación. Me recostaron en la cama y colocaron un
cambiador debajo de mí. Me quitaron el pañal y el olor se sintió más fuerte.
-¡Puf! pero que
bebé más cochino –Aldana se tapó la nariz.
Con dedicación,
y muchas toallitas húmedas me limpiaron todo. Para finalizar me pusieron talco
en mi colita y mis partes y coronaron todo con un nuevo pañal.
-Te recomiendo
que te dejes ese pañalito bebé, porque de seguro el laxante seguirá actuando y
sino vas a hacerte popo encima.
Frente a tales
palabras no tuve muchas alternativas, tampoco podía salir de la casa, por ello
solo me quedó rendirme a sus locuras, y dejarlas llegar al límite, sea cual
sea.
Lo que siguió
fue volver al comedor donde me aguardaba para beber una mamadera llena de leche
tibia. Comparado con lo sufrido anteriormente beber eso no parecía tan malo,
pero como era de esperarse no sería tan sencillo. Laura me hizo recostarse en
su regazo, y fue ella quien me dio de tomar la mamadera.
-Creo que el
bebé debe dormir una siesta –sugirió Aldana.
-No voy a
dormir nada.
-Sí, ya se está
poniendo caprichoso. Pero yo sé cómo calmarlo –agregó Nazarena.
Fue ella quien
me tomó en sus brazos esta vez. Se subió la remera y sacó uno de sus senos. Me
quedé paralizado frente a la imagen. Pero tiernamente atrajo mi cabeza hacía el
pezón. Como si fuera un bebé, cerré mis ojos y empecé a succionar. No salía
nada, pero aquello era tan relajante y lindo que finalmente me quedé dormido,
mientras la mujer entonaba una dulce canción de cuna.
Cuando volví a
abrir los ojos no estaba seguro cuanto tiempo había transcurrido. Apenas me
moví sentí mi entrepierna pegajosa. Me incorporé y vi mi pañal amorronado y un
olor desagradable proviniendo de él.
Miré a un costado
y vi Gabriela mirándome con expresión maternal.
-¿Te hiciste
popo, bebé? –Asentí con la cabeza -. No te preocupes, mami Gabi te cambia.
Me recostó en
el cambiador plástico, me quitó pañal cochino y me limpió con mucho amor. Me
acomodó un nuevo pañal debajo de mi colita y lo cerró con fuerza a la altura de
mi abdomen después de rociarme con talco.
-Vamos bebito,
la comida está lista.
Me tomó de la
mano y me guio, eventualmente giraba para mirarme y reírse tiernamente ya que
debido al abultado pañal, debía caminar con las piernas muy abiertas y de forma
torpe como un buen bebé.
Al arribar las
otras mujeres ya me aguardaban. Me colocaron en una silla alta para bebé, me engancharon
con las tiras de seguridad y me volvieron a colocar el gran babero con dibujos
de Mickey.
Mi cena consistió
en una mezcla de banana y manzana pisada, mezclada con miel.
-Una comida
bien nutritiva para nuestro bebito que está creciendo –expresó Aldana al tiempo
que hacía “el avioncito” con la cuchara.
Antes de
finalizar mi cena, nuevos cólicos se hicieron presente. Sabía que pedir por el
baño sería imposible, y era inevitable lo que sucedería. Así que simplemente me
acomodé y solté todo el popo, y también pipi, que tenía. En segundo el pañal se
infló al punto que parecía que explotaría.
El desagradable
olor característico inundó la cocina y mis cuatro “mamis” se percataron.
-Pero que bebé
más cochino, si te acabamos de cambiar el pañal –me retó Gabriela en forma
juguetona.
-A mí me parece
que a este bebito le gusta mucho hacerse en su pañal.
Esta vez fue Aldana
quien me cambió. Una vez limpio se dedicó a llenar de besos mi panza, al tiempo
que repetía sin cesar.
-¡¿Quién es el
bebito más lindo?! ¡¿Quién es?!
Para esa altura
ya no molestaba tanto la situación. Si bien era humillante, mis cuatro mamis se
reocupaban por mí.
Luego de la
cena surgió la idea de pasear. Mis mamis no querían que pasara vergüenza, así
que me subieron a un cochecito de bebé, y me llevaron por lugares pocos
transitados. Hubo personas que me vieron, pero para esa altura ya me daba risa.
Me compraron un helado.
-Espera bebito,
por que vos sos muy cochinito –me dijo Laura poniéndome el babero antes de
entregarme el helado.
Al regresar,
tuve un último cambio de pañales para ir limpio y seco a la camita.
Como a la tarde
Nazarena se recostó a mi lado y me ofreció succionar de sus pechos. Lo hice con
desesperación, y a los pocos segundos dormía profundamente.
A la mañana me
desperté dispuesto a un nuevo día de bebé. Mi pañal estaba lleno de pipi. Pero
me llamó la atención que ninguna de mis mamis estuviera allí. Gimoteé como bebé
pensando que esperaban eso de mí, pero nada.
Llegué hasta la
cocina y vi una nota en la mesa que decía:
Bebé: las mamis volvieron a casa. Gracias por ser el
mejor bebito. Será hasta que nos reencontremos
Gabi, Lau Naza y Aldi.
Me entristecí,
vi un pañal sobre la mesa y lo utilicé para cambiarme el que tenía puesto.
Desde luego sólo, no era lo mismo.
Pasados unos
días fue mi tiempo de retornar. Pero ya estaba planificando mis siguientes
vacaciones con la esperanza de reencontrarme con mis mamis y volver a ser su
bebé.