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sábado, 30 de noviembre de 2019


Amigos el nuevo cuento. Recuerden que ahora tanto en Facebook como en el blog se publican las mismas historias.
También pueden seguirnos en Instagram donde publicamos las mismas historias (pero con más lentitud), lo encontrarán como: cuentos ab (y verán que está el mismo logo).
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Por último vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf, cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar.

Tierno bebé

Luciano llegó al apartamento, estaba súper nervioso. En los últimos meses haba entablado una conversación vía chat con una mujer, Nazarena de 36 años, veinte años mayor que él.
Ahora después de muchas idas y vueltas se conocerían cara a cara. Ella era muy hermosa, y con una actitud segura, el joven por su lado no se animaba a mover un músculo.
-Tranquilo cariño, -expresó -. Empecemos por quitarte la campera, acá hace calor.
Después de unos minutos de charla, Luciano se sintió más seguro y abandonó su timidez natural.
-Porque no empezamos –propuso Nazarena.
-C…claro –frente a estas palabras volvió a ponerse nervioso.
La mujer lo tomó de la mano y lo guio hacia su habitación.
-Acóstate -le pidió con dulzura.
Lucano sintió como la mujer le quitaba los pantalones, estaba en el paraíso. Cerró los ojos para imaginarse mejor lo que vendría. Sintió a su compañera acomodando algo debajo de él. Luego se lo cruzó entre las piernas y se lo cerró con fuerza a la altura del abdomen.
-¡¿Qu… qué es esto?! –se horrorizó al ver que le había colocado un enorme pañal blanco.
-¿Cómo qué es? Un pañal obvio. Todo el tiempo estuvimos hablando de un encuentro para jugar.
-¡Pe… pero pensé que era un juego, para tener sexo.
-¿Sexo? No. No me interesas para eso. Yo lo que quiero es un bebé, y vos lo vas a ser.
-Evidentemente hubo una confusión. Lo lamento. Me retiro.
Dicho esto comenzó a quitarse los pañales.
-¡Bebé, malo! –lo retó la mujer.
Lo atrajo hacia ella, y empezó a azotarlo en la cola y no se detuvo hasta que ésta estaba roja como un tomate.
-Ahora, volvamos a empezar-dijo severamente la mujer -. O debo seguir castigándote.
El joven apenas respondió con un ligero movimiento de la cabeza, y tragándose el llanto.
-Bien.
Una vez más lo recostó. Le colocó, como castigo, dos pañales juntos más unas tiras absorbentes, logrando un pañal súper abultado. Luego le puso un calzón de goma para que no se lo quite. Lo vistió con un bodi y un short con dibujos súper infantiles. Para finalizar le colocó guantes y zapatos tejidos. Lo llevó frente al espejo para admirar su obra.
-Todo un bebé –aseguró.
-Pero yo no soy un bebé.
-Sí, lo sos –lo calló colocándole un chupete en la boca.
Paso siguiente, lo paseó por la casa mostrándole los diferentes lugares.
-Y por último, este es el baño. Claro que vos no lo vas a necesitar, pare eso tienes los pañales. Al oír eso Luciano se llenó de vergüenza.
El joven seguía a la mujer por los distintos lugares, pero debido a lo abultado que se había vuelto el pañal, le costaba mucho caminar, lo hacía torpemente y sin poder cerrar las piernas (casi como un bebé que recién aprende a caminar).
Cada vez que Nazarena le hablaba lo hacía como si él fuera un pequeño bebé.
Pasada una hora Luciano moría de hambre.
-¿Tiene hambre, bebé? -preguntó su mami.
-Sí, y ¿qué vas a darme una mamadera o papilla? –respondió irónicamente.
-Claro que no. Pensaba en una hamburguesa. ¿Te apetece?
-¡Seguro!
-Bien, vamos al cochecito.
-¡¿Qué?! ¡No!
-Entonces vas a pasar mucha hambre.
Después de mucho aguantarse, Luciano cedió, y caminado torpemente se subió al cochecito.
-Muy bien, progresamos –sonrió triunfante, Nazarena.
Lo sujetó bien con las tiras de seguridad y salieron a la calle. La gente miraba asombrada al bebé adulto y Luciano moría de  vergüenza, tanto que no notó que unas pocas gotas de pipí empezaban a humedecer su pañal.
Al arribar a la casa de comida, tomaron lugar en una mesa. La gente no paraba de mirar asombrada la escena. Cuando llegó la hamburguesa, la mujer paró al muchacho que casi se había abalanzado sobre la comida.
-Espera –dijo.
Se levantó y le colocó un enorme babero.
-Ahora si bebé. Come.
Con los guantes y el babero se le dificultaba comer, por ello se manchaba o se le caía la comida.
-Toma, bebé. No te atragantes –la mujer le sirvió jugo en la mamadera
-¿Tengo que tomar de ahí?
-Los bebés no usan tazas, ni vasos.
Resignado una vez mas y teniendo mucha sed, cedió. Con desesperación se bebió todo el contenido de la mamadera y pidió por más. Luciano no olvidaba que la gente no dejaba de observarlos, pero de momento quería solo saciar su sed y hambre.
Debido a lo rápido que comió, sintió como su estómago comenzaba a retorcerse. Hizo fuerza para aguantar, pero la presión era mayor. Primero fue un gas, y luego fue un torrente de popo. El pañal se volvió amarronado y apestoso. Luciano sentía su colita pegajosa, con moverse poco podía sentir como el popo se aplastaba más y más.
-¿Qué es ese olor? –preguntó Nazarena.
Se levantó de su sitio y se dirigió hacia el joven. Tiró el pañal por detrás y lo inspeccionó.
-¡No! ¡No mires! –rogó el chico avergonzado.
-Bebé, pero que cochino, ya te hiciste popo. Disculpe –le dijo  un camarero -. Mi bebé se hizo en los pañales, ¿dónde puedo cambiarlo?
El hombre miró al chico que estaba rojo de vergüenza.
-E… en aquel baño hay cambiador –señaló el mozo algo confundido.
-Muy amable. Vamos, bebé.
Tomó a Luciano y lo guio al lugar indicado. A medida que pasaban entre las mesas, la gente se tapaba la nariz debió al terrible olor.
Llegado al lugar, la mujer lo subió al cambiador y empezó a quitar los pañales.
-Vaya, hay mucho pipi también. Y después decís que no sos un bebé.
Frente a estas palabras el joven comenzó a llorar
-No, ya bebé, mami no te reta –le colocó un chupete en la boca.
Tomó muchas toallitas húmedas y lo limpió con cuidado. Luego acomodó dos pañales lo roció con talco y le colocó crema para las paspaduras, y cerró con fuerza ambos pañales.
Lo alzó y en andas lo sacó del baño, al llegar a su mesa lo colocó en el cochecito y se marchó. Luciano aún estaba avergonzado, pero el cansancio comenzaba a vencerlo.
Al arribar a la casa, la mujer controló, los pañales al ver que estaban secos decidió no cambiarlo. Lo acostó junto a ella en la cama.
-¿Por qué me humillaste así? –preguntó el joven.
-¿Humillarte? Estas equivocado, solo quiero que seas un bebé feliz, lo que digan los demás no debe importarte.
-Pero fue muy vergonzoso.
-Ven aquí.
La mujer se colocó de frente a él y lo abrazó, mientras Luciano lloraba.
-No llores más.
Nazarena se bajó las tiras de su camisón dejando al descubierto sus pechos. Lo acercó más. El joven dejó entrar unos de los pezones en la boca y comenzó a succionar. Pese a que no salía leche, sintió aquello muy satisfactorio, luego de continuó con el otro pecho hasta que se quedó dormido.
Al día siguiente, el joven notó sus pañales llenos de pipi, asoció eso al hecho de no haber ido al baño en la noche, pero por algún extraño motivo, ya no parecía molestarle el hecho de estar en pañales.
Nazarena estaba feliz de esta actitud, con el mayor de los amores y ternura, le cambió los pañales y le colocó unos nuevos.
El día transcurrió con mayor tranquilidad que el anterior, a Luciano comenzaban a divertirle aquellos juegos propios de bebés.
Cerca del medio día ambos almorzaron, Luciano degustó una papilla de banana y manzana junto a una enorme mamadera llena de leche tibia.
Por la tarde el joven no paraba de mirar a su mami.
-¿Qué pasa, bebé?
-¿Podría… podría volver a ser amantado?
-Claro que sí, las veces que desees.
Luciano se acostó en el regazo de la mujer, mientras esta le ofrecía sus pechos. Con desesperación el joven succionó, mientras Nazarena parecía disfrutar de aquel acto.
Mientras succionaba sintió ganas de hacer popo, ya sin importarle mucho dejó salir todo lo acumulado mientras continuaba degustando su manjar.
Terminado fue el momento de un nuevo cambio, toallitas, talco y pañales danzaron en las manos de la mujer.
Así Luciano se fue acostumbrando a la vida de bebé, vida que al principio le parecía humillante. Pero que ahora después de años disfruta al máximo, disfruta mucho ser un dulce bebé.


viernes, 8 de noviembre de 2019


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