Amigos el nuevo cuento. Recuerden que ahora tanto en Facebook como en el
blog se publican las mismas historias.
También pueden
seguirnos en Instagram donde publicamos las mismas historias (pero con más
lentitud), lo encontrarán como: cuentos ab (y verán que está el mismo logo).
Les pedimos nos
SIGAN en todo las estas redes sociales, DIFUNDAN y COMPARTAN las publicaciones
para que Cuentos AB vuelva a tener el número de seguidores que supo tener antes
de que Facebook cerrará la página (cercanos a los 5000)
Por último
vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf, cualquier
interesado escribe por privado
Ahora sí, a
leer, disfrutar y comentar.
El mejor papi
Mi obsesión por
los pañales comenzó desde que era un niño, ahora de adulto sigue siendo mi
fascinación. De hecho mi momento favorito es los viernes después de la oficina,
compró unas galletas que me provocan hacer mucho popo, me pongo un pañal limpio
y comienzo a comer. Cuando llegan los retorcijones de panza no hago más que
dejar salir todo el popo en mi pañal. Me gusta mucho sentir como este se va
llenando, y se pone pegajoso y pesado. A pesar de que suene raro también me
gusta mucho el mal olor que se va concentrando en mi pañal. Desde luego que no
pierdo la oportunidad de hacer pipí en él. Así cuando ya está súper cargado me
lo dejo puesto un buen rato para luego cambiarme para la hora de dormir.
Mi habitación
era la de un bebé: miles de juguetes, un mueble cambiador con pañales sobre él,
y para dormir una gran cuna y descansando encima un móvil.
Para cualquier
AB/DL mi vida podía ser la soñada y la verdad es que no me quejo, pero algo más
me hacía falta: una “mami”. Una que me cambiara los pañales, y que me tratara
como su bebito todo el tiempo. Algo difícil de conseguir, pero que estaba
decidido a hacer.
Mientras analizaba
mis opciones, alguien llamó a mi puerta. Al abrir me encontré con un hombre un
poco más mayor que yo.
-Soy Rubén –se
presentó estrechando mi mano -. El nuevo
vecino de aquí al lado. Lamento molestar, pero muero de hambre y no conozco el
barrio ¿Conoce un lugar donde comprar comida?
Les di unas
indicaciones, me agradeció y se marchó. Con el pasar de los días nos fuimos
haciendo amigos, de hecho no tenía ningún amigo. Compartimos muchas horas
juntos.
Un día mientras
almorzábamos en su casa (como muchas otras veces), se acercó a mí y sin mediar
palabras me besó en la boca. Con la cabeza a mil, salí corriendo para
esconderme en mi habitación.
Sin saber cómo
reaccionar a eso, me coloqué un pañal y un chupete en la boca. Mientras
chupeteaba me hice popo. Esa sensación tan bien conocida me tranquilizó.
Estaba recuperando
la calma, cuando Rubén ingresó a mi habitación y me vio con los pañales y para
peor vio mi habitación. Intenté dar una explicación, pero por supuesto no había
ninguna para ello.
Para mi
sorpresa Rubén no se espantó, sino que se dirigió donde tenía un paquete de toallitas
húmedas, las tomó y se me acercó, me abrió el pañal y comenzó a limpiar mi colita
con mucho cuidado.
-Hay mucho popo
acá, bebé –me dijo, yo estaba obnubilado.
Una vez limpió,
me roció con talco y me puso un nuevo pañal.
-¿No te molesta
el olor? –fue lo único que atiné a decir.
-Para nada,
bebé.
Cuando estuve más
tranquilo fue el momento de tener una charla. Yo le expliqué que no sentía nada
por él, más que el afecto de la amistad. Rubén entendió, pero me hizo una proposición
que no pude rechazar.
-Permíteme al
menos ser tú “papi”.
Así comenzamos
una relación de bebé-papi. Todas las tardes al regresar del trabajo ambos nos juntábamos
en mi casa y empezaba el juego: Rubén me quitaba toda la ropa y me daba un baño
de agua tibia para que me relaje, mientras él me lavaba la cabeza yo me divertía
con juguetitos. Después me sacaba y me llevaba en brazos hasta la cama. Allí me
acomodaba un pañal debajo de mi colita, me rociaba con talco mi colita y mi
partecitas, y lo cerraba con fuerza por encima de mi ombligo. Después me ponía
un body con dibujos infantiles. Para finalizar jugábamos durante toda la tarde
y veíamos dibujos animados en la televisión. A la noche a la hora de dormir me
acostaba en mi cuna, me contaba un cuento y por último me ponía el chupete en
la boca y echaba a andar el móvil. Desde luego no perdía la oportunidad para
llenar mi pañal de pipi y embarrarlo. Rubén lejos me molestarse, todo lo
contrario, siempre estaba predispuesto a limpiarme y cambiarme.
A menudo me
sorprendía con regalos: juguetes, ropa y objetos, incluso un cochecito que usábamos
para pasear por el jardín de mi casa. Me sentaba en él, me sujetaba con las
correas y me llevaba un buen rato.
Incluso una vez
me regalo un vestido rosa y una peluca, no era algo que me gustara mucho, pero
para variar fue lindo jugar al papá y la bebita.
Pensé que era
más lindo tener una mami, pero lo cierto que Rubén como papi era muy dulce y
cariñoso.
Una tarde me
recostó sobre su regazo y luego de acariciarme un rato me dio de beber la mamadera
con leche.
Mientras bebía
no paraba de observarlo, quería demostrarle mi agradecimiento por todos sus
cuidados, y supe exactamente cómo hacerlo. Aparté la mamadera, lo acerqué a mí
y lo besé en la boca, y así quedamos un buen rato.
Cuando nos
separamos me miró fijo.
-Mi amor, ¿te
puedo hacer una pregunta?
-Sí.
-¿Te hiciste
popo?
Me miré el
pañal y lo vi amarronado y al moverme un poco lo sentí pegajoso.
-Sí, papi.
-Vamos a
cambiarte bebé cochino.
Después de
aquel día nos transformamos en pareja, amo a Rubén. Pero tampoco perdimos el hábito
de jugar al papá y el bebé. Rubén me enamoró a la fuerza de cariño y al
tratarme como al más dulce de lo bebés.