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viernes, 23 de agosto de 2019


Amigos el nuevo cuento, la segunda parte del publicad el mes pasado. Recuerden que ahora tanto en Facebook como en el blog se publican las mismas historias.
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Por último vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf, cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar.


Mis días como bebé Segunda parte

Los primeros tres días de cautiverio fueron de total humillación. Debía usar pañales continuamente y hacer mis necesidades en ellos (hasta el momento solo pipí). A eso se sumaba que era alimentado con papillas de bebé y para beber, mi nueva “mami” solo me daba la leche materna de sus pechos. Usaba ropa típica de bebé, pero de mi talle y debía dormir en una cuna hecha a mi medida.
Hasta el momento me había resistido a hacer popo en los pañales, sentía que si hacía aquello no habría marcha atrás. Pero la mañana del cuarto día de cautiverio me desperté con terrible cólicos en el abdomen y me di cuenta de que no aguantaría mucho tiempo más sin evacuar mis intestinos.
Estaba en la cuna, aguantándome, cuando ingresó a mi cuarto otra mujer. Esta era un poco más baja y gruesa que la anterior.
-¿Cómo durmió mi bebito? –exclamó con dulzura al tiempo que me observaba entre los barrotes de mi cuna -. Mami no estuvo aquí por ello no te visite antes. Pero ahora vamos a pasar muchas horas, juntos.
Desde luego no podía hablar porque tenía el chupete, pero no entendía quién era esta nueva mujer y donde estaba la anterior.
Tal como ya me había acostumbrado en los últimos días. La mujer bajó las barandas de la cuna y me tomó entre brazos. Me llevó a una silla mecedora, me recostó sobre su regazo y me ofreció para beber leche materna de sus pechos. Obvio que no quería, pero moría de hambre así que sin dudarlo me aferré a su pezón y succioné con desesperación.
-Tranquilo bebé, hay suficiente –exclamó la nueva “mami” mientras me acariciaba la cabeza.
Durante el desayuno mis cólicos aumentaban, pero estaba decidido a no hacerme en los pañales.
Me dejó solo cerca de una hora, para regresar ahora si acompañada de la otra mujer. Ambas me observaron en silencio. Luego una se acercó tiró de mi pañal, por la parte de atrás.
-Nada, nada –exclamó.
-Esto es preocupante, bebé. Ya van varios días que no haces popo.
Intenté mantener mi dignidad.
-No queríamos llegar a esto, pero es por tu bien.
Una me tomó y me hizo voltearme, intenté resistirme, no obstante me había bloqueado toda posibilidad de movimiento. Mientras intentaba zafarme, la primera mami me desprendió el pañal, me colocó crema alrededor del agujerito de mi cola y luego con ayuda de un dedo me introdujo un supositorio. Una vez se aseguró estuviera dentro volvió a cerrarme el pañal.
-Eso ayudará, bebé.
Como era esperarse el supositorio comenzó a actuar en mi organismo y a eso se sumó mis ganas previas de hacer popo Me fue imposible aguantar mucho tiempo, todo el popo comenzó a salir de mi sin que pudiera siquiera hacer algo al respecto. Mientras el popo salía sentía el pañal más pegajoso y pesado. Sin fuerzas me desplomé en el suelo y sentí como el popo se desparramaba más, toda la habitación estaba apestada de olor.
-Creo que este bebé ya se hizo –exclamó una.
Me tomaron upa y me colocaron sobre un mueble cambiador. Me quitaron el pañal y vi lo asquerosos que lo había dejado. Humillado comencé a llorar sin poder detenerme.
-Ya bebé, no es nada mami Érica y mami Evi están acá para cambiarte.
Me limpiaron con toallitas húmedas. Lego me rociaron mi colita y mis partecitas con talco y los desparramaron con las manos. Ubicaron un nuevo pañal debajo de mí, lo cruzaron por entre mis piernas y lo cerraron con fuerza a la altura de mi abdomen.
Con el pasar de los días descubrí que las dos mujeres eran pareja, y deseaban más que ninguna otra cosa tener un bebé. Al imposibilitarse los medios tradicionales optaron por otra estrategia, ergo yo me transformé en ese bebé.
Su idea sin duda era tratarme como un bebé hasta que yo mismo me lo creyera o hasta que enloqueciera. Intenté resistirme, pero mi cuerpo empezaba a responder a lo que ellas querían, ya que luego de tres semanas de cautiverio ya no aguantaba mi pipi de noche. Una mañana me desperté y para mi sorpresa el pañal estaba muy pesado y amarillento, creí que había sido un “accidente”, sin embargo a partir de aquel día todas las mañanas amanecía con el pañal repleto e pipi, eso agradó a mis dos “mamis”, que sin dudarlo se predisponían a cambiarme el pañal.
-Ya casi eres un bebé –solían decirme cada nuevo día.
Por otro lado el popo ya no lo aguantaba, cada vez que debía hacer simplemente me guardaba mi orgullo y me humillaba largando todo el popo en el pañal. A decir verdad detestaba lo pegajoso que se sentía y ni hablar del mal olor, pero debo confesar que con el pasar de los días se me fue haciendo más fácil. Por descuido de mis “mamis” llegué a estar más de una hora con el pañal repleto de popo y a decir verdad no me importó en absoluto.
Aunque era su prisionero, las dos mujeres eran muy dulces y maternales conmigo. Ambas amaban darme leche directamente de sus pechos, y ese líquido que antes me sabía horrible ahora me parecía delicioso y no deseaba que se acabase.
El día que me di cuenta del gran cambio en mí, fue poco después de los dos meses de cautiverio. Juagaba dentro del corralito, tan absorto estaba que no había visto que las dos mujeres llevaban largo rato observándome.
-Ya eres todo un bebé –exclamo Evi -. Al fin tuviste la regresión que tanto esperábamos.
-No es cierto -protesté.
-¿Ah no? Te lo vamos a probar.
Me desprendieron el pañal dejando mis partecitas expuestas. Las dos mujeres comenzaron a besarse y acariciarse frente a mí. Yo miraba exhorto, en otro tiempo algo así me había parecido un espectáculo del que no querría apartar mi vista, pero ahora quería volver la atención al juguete que tenía entre mis manos. Miré mi partecitas y no me había excitado, todo lo contrario se me había escapado pipi y había mojado parte de la alfombra.
-¿Ves? Sos todo un bebé –me dijeron al unísono.
Miré a las dos mujeres y volví a mirar mis partecitas dormidas.
-Es cierto –exclamé -. Soy un bebé.
Ya no dije nada más, me dedique a seguir jugando. Con el tiempo disfrutaba del uso de los pañales, me encantaba embarrarlos y hacer pipí en él, y cuando ya estaban muy cargados o me sentía incómodo, lloraba para que mis mamis vinieran a cambiarme el pañal. Luego sé que venía la hora del almuerzo, la lechita de mis mamis sabían distinto, pero ambas eran deliciosas. Así transcurrió el resto de mi vida siendo cuidado por dos mamis que me trataban como al más dulce de los bebés.


viernes, 2 de agosto de 2019

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