Amigos el nuevo cuento. En este caso algo que ya hemos hecho, un
cuento que dividimos en dos por su extensión, aquí la primera parte y en el mes
de agosto estará la segunda parte. Recuerden que ahora tanto en Facebook como
en el blog se publican las mismas historias.
También
pueden seguirnos en Instagram donde publicamos las mismas historias (pero con
más lentitud), lo encontrarán como: cuentos ab (y verán que está el mismo
logo).
Les
pedimos nos SIGAN en todo las estas redes sociales, DIFUNDAN y COMPARTAN las
publicaciones para que Cuentos AB vuelva a tener el número de seguidores que
supo tener antes de que Facebook cerrará la página (cercanos a los 5000)
Por
último vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf,
cualquier interesado escribe por privado
Ahora
sí, a leer, disfrutar y comentar.
Mis
días como bebé (1° parte)
Corría
tan rápido como podía porque llegaba tarde a mi trabajo. En una esquina doblé y
lo último que recuerdo fue un enorme bate de beisbol acercarse a mi cara.
Cuando
desperté me encontraba en una habitación desconocida, miré a un lado y a otro
confundido. Apenas me moví noté cierta incomodidad en mí, tardé en descubrir de
que se trataba, al fin me incorporé un poco para ver que tenía un gran pañal
blanco. Cuando lo quise tocar, vi que mí manos estaban cubierta con grandes guanteletes
sin dedos como los que usan los bebés. De mi boca no se escapó ningún sonido
puesto que llevaba un chupete con correa. En mi desesperación volví a mirar a mí
alrededor y para mi sorpresa descubrí que estaba en una cuna, de mi tamaño,
pero cuna al fin. La baranda era tan alta que me era imposible espacapr de
allí. Intenté quitar las trabas de seguridad, pero los guantes volvían torpe
mis manos.
Intenté
calmar mi mente y por tercera vez inspeccioné la habitación, era como la de un
bebé, pero por lo que llegaba a ver era todo de mayor tamaño. Sobre un gran mueble
cambiador había al menos una decena de pañales, distinguí sobre un sillón
ropita de bebé pero de mayor tamaño, y además juguetes por doquier.
Poco
a poco en mi mente se fue formulando que quien me había secuestrado me tenía
allí como un bebé. Aquella idea hizo que la desesperación se apoderada de mi
otra vez. Sin embargo pasó a un segundo plano cuando sentí la necesidad de
desagotar mi vejiga. El problema, claro está no podía moverme de donde estaba.
Miré hacia mi entrepierna y vi el gran pañal.
-Y
si hiciera… Claro que no –deseché la loca idea enseguida.
La
presión seguía aumentando y mis fuerzas eran cada vez más escasas. Al fin me
tragué mi orgullo y dejé de aguantarme. Pude sentir como el pipi se
desparramaba en el pañal que se volvió más pesado y se tiño de un color
amarillento. Jamás había usado un pañal, por lo cual me llamó la atención el
hecho de que a pesar de todo el pipi que expulsé me sentía seco.
Humillado
me recosté y empecé a llorar. A los pocos minutos se presentó una joven mujer,
era muy bella, con un largo cabello rojizo, y vestía un camión muy sexy.
-¿Qué
pasa mi bebito? –exclamó acercándose a mí.
Mis
intentos por decir algo se vieron impedidos por el chupete, apenas salieron
algunos sonidos guturales que me hacían parecer más un bebé.
-Ahh
mi bebito está queriendo aprender a hablar –me palpó el asqueroso pañal –. Ah,
ya veo, lo mojaste. Pero no llores mami te cambia.
La
mujer destrabó una de la barandas de la cuna, vi mi oportunidad, tan rápido
como pude me bajé y quise dirigirme a la puerta de salida, pero mis pies me
fallaron, casi no tenían fuerzas. Caí al piso, y una vez más parecía un bebé intentando
gatear.
-Aún
eres muy chiquito para caminar –me dijo la mujer.
Con
increíble fuerza me alzó en brazos y me llevó a un mueble cambiador. Me recostó
y empezó a quitarme el pañal, quise resistirme, pero mis brazos tampoco tenían
fuerzas.
-Ya,
ya bebito, hay que sacar este pañalito todo cochino.
Finalmente
su fuerza fue más y me sacó el pañal, intente tapar mis partes de la vergüenza,
pero ella apartó mis manos.
-Bebito,
mami sabe bien que hay ahí y no le da pena.
Me
acomodó debajo de mi cola un pañal, me roció de talco mi cola y mis partes y la
distribuyó con sus manos, luego puso algo de talco en el pañal y lo cerró con
fuerzas a la altura del ombligo. Volvió a abrochar mi enterito a la altura de
la entre pierna.
Intenté
preguntar qué pasaba allí por medio de gestos, pero la mujer respondía a ellos
como si solo se tratara de un juego infantil entre la mamá y el bebé.
Comenzaba
a darme cuenta que aquella mujer estaba desquiciada, y yo empezaba a enloquecer
también.
Luego
del cambio de pañales, me llevó en brazos hasta un corralito lleno de juguetes,
me dejó allí dentro animándome a que me divirtiera con lo que me había dado,
mientras ella me tomaba fotografías como si yo fuera un bebé de verdad. Desde
luego me rehusé.
-Bebito,
sé que te está costando acostumbrarte a todo esto nuevo, pero mientras más
rápido lo hagas mejor para todos. Te puedo asegurar que voy a ser una mami
súper dulce que te va a dar todas sus atenciones, lo único que pido es que seas
un buen bebé.
Con
mis manos le hice señas de que estaba loca, desde luego no le gusto. Con
increíble fuerza me levantó, me puso en su regazo y empezó a dar nalgueadas.
-Eso
no es ser un buen bebé –repetía una y otra vez.
Me
impresionaba la fuerza que tenía, y sus golpes, a pesar del abultado pañal,
podía sentirlos y eran muy dolorosos. Luego de la reprimenda volvió a dejarme
en el corralito y por medio de gestos me indicó que jugará. Para evitar otro
castigo físico accedí aunque sin saber muy bien que hacer, pero lo poco hecho
pareció satisfacer a mi nueva “mami”.
Así
pase gran parte de mi primer día como un bebé. Pese a mi resistencia mojé el
pañal dos veces más a lo largo del día, y debí pasar por la humillante
situación de ser cambiado, claro que a la mujer que me atendía no parcia
molestarle, más bien lo contrario la satisfacía ver en mis actitudes propias de
un bebé.
Cerca
de la noche me volvió a costar en la cuna alta, cerró con candado los barrotes
y cantó una canción de cuna para que me duerma. Una vez solo, me costó mucho
conciliar el sueño, no podía parar de pensar en lo que estaba viviendo, por
otro lado moría de hambre y para finalizar el horrible pañal que llevaba puesto
no dejaba de hacer ruido cada vez que me movía, como si fuera una bolsa de
plástico.
Entrada
la madrugada finalmente el cansancio me venció y me dormí. No estoy seguro de a
que hora desperté solo recuerdo que aquella desquiciada mujer me observaba con
una expresión de ternura que pocas veces vi.
-¿Al
fin se despertó mi bebito dormilón? –exclamó.
Palpó
mi pañal, y notó que estaba seco.
-De
seguro tienes mucha hambre –asentí con la cabeza -. Bien.
Procedió
a retirarme de la cuna, me llevó en alzas hasta una silla y allí se sentó y me
colocó en su regazo.
-Ahora
voy a quitarte el chupete, si hablas no habrá comida –volví a asentir con la cabeza.
Me
quitó la correa y sentí un gran alivio. Luego se abrió la camisa y me ofreció
uno de sus pechos que ya comenzaba a gotear leche. Desde luego que no era lo que
deseaba, pero mi hambre de varios días y la sed fueron más fuerte. Como si
fuera un verdadero bebé me lancé con desesperación y succioné como loco. El líquido
era más pastoso y de sabor dulzón al principio hasta hacer más liquido luego. El
sabor no era de mi agrado, pero la sensación de que algo tibio estuviera llenando
mi estómago era satisfactorio.
-Tranquilo,
bebito, hay mucho –repetía ella al tiempo de que se presionaba los pechos para
que la leche saliera con más fuerza.
Cuando
vacié un pecho continué con el otro.
En medio
de la succión sentía que me vejiga iba a estallar, pero no quería interrumpir el
banquete, así que con menos vergüenza que el día anterior solté el pipi para
que el pañal se encargara, el mismo se volvió terriblemente pesado y se infló muchísimo.
-Que
buen bebito que sos -dijo la mujer al
notar el estado del pañal.
Terminada
la comida si procedió a cambiarme, desechó el pañal húmedo y amarillento y acomodó
uno nuevo debajo de mi colita. Me roció con talco y al pañal también, lo cruzó
por entre mis piernas y al cerrarlo lo apretó con fuerza con lo abrojos.
-¿Por
qué…? –atiné a decir tímidamente durante el cambio.
-Shhh
–me colocó el chupete -. Lo único importante es que borres esa vida aburrida de
adulto que tenías, y te centres en ser un buen y dulce bebé.