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mini-cuento Recuerden que ahora tanto en Facebook como en el blog se publican
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último vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf,
cualquier interesado escribe por privado
Ahora
sí, a leer, disfrutar y comentar.
La mami-hermana
A partir de aquel evento, la vida de Carla fue desastrosa. Por accidente su
hermana habia tropezado y para evitar caer se agarró de
ella, el resultado dejó expuesto ante toda su familia que Carla usaba pañales.
Para peor ya había hecho tanto pipi, que estaba tan inflado y amarillento que
llamó más la atención de todos los presentes.
En los siguientes días la joven no salía de su depresión. A la humillación
se había sumado la prohibición de sus padres a volver a usar pañales. Su
hermana, Maguí, intentó ayudarla y de paso enmendar su error, pero nada parecía
funcionar.
Un tiempo después, los padres de ambas se tomaron un fin de semana de
descanso, y las niñas permanecieron solas en la casa. Magui aprovechó estaa
oportunidad para desarrollar un plan que levantara el ánimo a su hermana.
Buscó entre las ropas de sus padres el paquete de pañales que le habían
quitado a Cala. Además compró toallitas húmedas, y otros utensillos típicos de
bebé.
Carla que aún dormía, se depertó al sentir que alguien la tocaba. Abrió los
ojos, con pesadez en los parpados, pero se sorprendió al ver que su hermana le
quitaba la ropa.
-¡¿Qué haces?! –inquirió molesta.
-Te cambio, esta ropita de adulto no es apropiada para una bebita como vos.
Carla se puso roja como un tomate, se sentía avergonzada, pero al ver un
pañal no se resitió. Quería volver a sentir esa textura en su piel, el olor del
pañal limpio, y sobre todo volver a hacer pipí en él, y sentirlo seco y pesado.
Volvió a acostarse y permitió a Magui quitarle toda la ropa. Ésta le
levantó los pies y le acomodó debajo de la cola un pañal, antes de que lo
cerrara, le roció sus partecitas y el trasero con talco. Carla se estremeció de
placer, volvia a tener un pañal. Saltó de la cama y fue directo a al espejo a
admirarse, le encantaba el pañal, lleno de dibujos infantlesy extremadamente
abultado.
Con una energía renovada se arrojó sobre su hermana y la abrazó.
-Me alegra de que estes feliz, pero esto recien empeiza, bebita –explicó
mostrandole una mamadera cargada de leche tibia.
Las dos hermanas llegaron hasta la cocina. Mientras Carla se sentaba en una
silla, Magui le ataba al cuello un gran babero rosa con imágenes de princesas.
Con un cariño maternal le dio de beber la leche. Mientras Carla succionaba con
alegría, su hermana le acariciaba la cabeza.
-Así, bebita, muy bien –repetía.
Finalizado el desayuno, llegó el momento de desagotar la vejiga y la adult
baby no lo dudó. Aflojó sus piernas y dejó escapar todo el pipí acumulado de la
noche. La situación fue gratificante, sintió como el líquido tibio se escapaba
de entre sus piernas para depositarse y ser absorbido inmediatamente por el
pañal, el cual se volvía pesado y se teñía de un color amarillento.
Al percatarse de esto Magui quiso cambiarla, pero Carla la detuvo. Una
parte de usar pañales era el tenerlo así un buen rato, sentirlo pesado, lleno,
y cada tanto estrujarlo fuerte con sus manos, y sentir todo el pipí acumulado
en él.
-Lo que tú quieras bebita -exclamó
su hermana con el fin de hacer todo lo posible por mantener la alegría de su
hermana.
Magui tenía todo planificado para poder aprovechar cada minuto de aquel fin
de semana en pañales. Por ello después de que Carla hiciera sus necesidades, la
hizo subir a un cochecito de bebé viejo que había encontrado en el garaje. Le
ajustó las tiras de seguridad y la sacó a dar una vuelta por el patio de la
casa. Carla gritaba y hablaba como si fuera un verdadero bebé que disfruta del
paseo.
El paseo duró cerca de quince minutos, tiempo para el cual fue necesario un
primer cambio de pañales, y que Carla había vuelto a hacer pipí en ellos y ya
comenzaba a escurrirse.
Magui acostó a su hermana sobre un cambiador plástico, le quitó el
asqueroso pañal húmedo, y le limpió las partecitas con toallitas húmedas, luego
le acomodó un nuevo pañal debajo de la cola, la roció con talco, y cerró el
pañal con fuerza por encima del ombligo. Le puso un gran vestido rosa sumamente
infantil, lleno de voladitos y tan corto que no ocultaba el gran pañal blanco.
En el fondo a Carla le daba pena que su hermana menor la tratara como un
bebé, pero lo cierto es que se le estaba haciendo realidad un sueño de toda la
vida: el tener un fin de semana como bebé y que alguien la atendiera. Tampoco
parecía a Magui molestarle su nuevo rol de hermana-mami. Al contrario parecía
disfrutarlo.
La siguiente actividad fue volver al patio, pero esta vez para dar una
vuelta en el triciclo. Carla llena de euforia se sentó en él, pero al ser tan
pequeño le costaba mantener el equilibrio. Sin embargo la imagen final parecía
la de un verdadero bebé tratando de aprender a usarlo.
Tanta diversión les dio hambre a las hermanas. El almuerzo consistió en una
papilla de banana y miel, que Carla, otra vez con su babero, degustó feliz.
La tarde fue a pura diversión entre programas infantiles y canciones para
bebés, Carla no paraba de reír y bailar.
A la noche ambas estaban exhaustas después de gran día. Se fueron temprano
a la cama. Maguí se aseguró de que su hermana tuviera el pañal seco, luego
entonó una dulce canción de cuna y la arropó con cariño.
A la mañana siguiente, lo primero fue un nuevo cambio de pañales, ya que al
despertarse Carla había descargado todo el pipí. Con la misma predisposición de
siempre y con mucho cariño la menor de las hermanas, le cambió los pañales.
El día continúo como el anterior, lleno de juego y paseos.
Cerca de la tarde, Magui miró a su hermana con expresión de preocupación.
-¿Qué sucede? –inquirió Carla al percatarse.
-En los casi dos días que llevas como bebé, nunca hiciste popo en el pañal
¿es que no te da ganas?
-No… es que… -se puso roja-. Jamás me hice popo en el pañal, nunca me animé.
-Y ¿Por qué no lo haces ahora?
-Es que me da vergüenza y puede ser… desagradable.
-¿Vas a perder esta oportunidad única? Y no es desagradable. A estas
alturas yo ya te veo como un bebé, no como una adulta.
Tales palabras convencieron a Carla. Sin dudarlo más, se colocó de
cuclillas y empezó a hacer fuerzas. Sintió el popo salir y ser contenido por el
pañal que se tiño de un color amarronado
en la parte trasera y media. Su cola se puso pegajosa mientras el popo seguía y
seguía saliendo. Finalizado se derrumbó exhausta en el suelo. Al caer el popo
se aplastó y se desparramó más por el pañal. Carla estaba en el paraíso y Magui
disfrutaba ver feliz su hermana y no le molestaba el fuerte olor
que se había concentrado en el lugar y más en su hermana.
Con amor, la llevó hasta el cambiador. Le quitó el apestoso pañal y la
limpió con cuidado, todo el popo aplastado le demandó el uso de muchas
toallitas húmedas. Una vez limpia le colocó un nuevo pañal.
Así siguieron cerca de unas dos horas más. Antes de que sus padres
regresan, ocultaron todo para no ser descubiertas.
Así transcurrió el mejor fin de semana de Carla. De una situación
vergonzante, pasó al cumplir el sueño de ser todo un bebé.