Vistas de página en total

lunes, 30 de diciembre de 2019


Hola amigos, finalmente llegó el último cuento del año. Esperamos hayan tenido una feliz navidad y estén preparándose para recibir con todo el año nuevo. Les recordamos que durante el mes de enero NO se publicaran cuentos, retomando en febrero. En la cuenta de Instagram si se publicaran los cuentos viejos. Aun así las páginas seguirán abiertas para cualquier consulta.
Les pedimos nos SIGAN en todas las estas redes sociales, DIFUNDAN y COMPARTAN las publicaciones para que Cuentos AB vuelva a tener el número de seguidores que supo tener antes de que Facebook cerrará la página (cercanos a los 5000)
Por último recuerden que está a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf, cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar.

Ni novio en el rol de papi

¿Cómo puede descubrirse el amor a los pañales? Por lo que averigüé, de muchas formas distintas. Una de ellas, como me sucedió a mí, por medio de otra persona.
Me llamo Sabrina y conocí mi actual pareja hace unos años, cuando yo tenía diecisiete años. Antes de él no había tenido muchas parejas, por lo tanto era bastante novata en lo que tenga que ver con relaciones. Pero estimo que todo era relativamente normal, hasta cierto día.
Una noche me invitó a su casa, sus padres estarían fuera todo el fin de semana. Al principio imaginé lo que cualquier chica, quería que tuviéramos nuestra primera vez, estaba equivocada, al menos en parte.
La noche comenzó normal, algo de música, una pizza de mozzarella y una película mala. Cuando ya era tarde y estábamos a punto de ir a la cama, tomé la decisión de que para mí también era tiempo de nuestra primera vez, pero mi novio tenía otros planes.
Se acostó a mi lado, y comenzó a acariciarme.
-Quítate los pantalones y la bombacha, y cierra los ojos –me pidió con suavidad.
Obedecí y sentí sus dedos acariciarme en el punto exacto. Estaba extasiada, por ello no supe cuándo comenzó lo que siguió. En algún momento, tomó mis piernas y las alzó para acomodar algo debajo de mi cola. Abrí los ojos al sentir ruido como de bolsa de plástico.
-¿Q… qué es esto? –inquirí confundida al ver debajo de mi un enorme pañal blanco.
-Te dije que tenía gustos particulares.
-Sí, pero esto es… ridículo.
-Es lo que me agrada, ¿no lo harías por mí?
-Bueno, pero exactamente ¿qué es lo que debo hacer?
-De momento solo dejarme a mí seguir adelante.
-O… ok –respondí llena de dudas.
Frente a la falta de resistencia, mi novio continuó con su labor. Roció mis partecitas y mi cola con talco, luego cruzó el frente del pañal entre mis piernas y lo abrochó a la altura del abdomen con fuerza. Me quitó mi remera y mi corpiño y me colocó una remera amarilla con dibujos infantiles. Por último me cambió el peinado, lo cepillo y me ató dos coletas infantiles.
-¿Qué te parece? –me consultó mostrando mi reflejo en un espejo de mano.
-Francamente me siento ridícula. Para ser sincera pensé que querías tener relaciones.
-Y eso quiero, pero solo cuando estés lista.
-¿Lista? ¿Qué más debo hacer?
-Aprender.
Con delicadeza me colocó un chupete en la boca.
-Aprender, que hasta el momento indicado, soy tu papi, no tu novio y así debes referirte a mí, ¿entiendes?

Asentí con la cabeza algo nerviosa.
Después de eso me condujo a la cocina, me costaba caminar con un pañal tan abultado Sinceramente no sabía que eran tan incomodos.
-Lo mejor para dormir es tomar un poco de leche tibia –me explicó.
Apareció frente a mis ojos con una gran mamadera llena de leche.
-Ven, bebita –me invitó.
Me acerqué y me recostó en su regazo, me quitó el chupete y me colocó la tetina de la mamadera en la boca. Comencé a succionar y la leche empezó a fluir de la mamadera a mi estómago. No tenía reamente hambre, pero no quería contrariar a mi novio así que me tomé toda la leche. Finalizado me abrazó y me dio ligeros golpecitos en la espalda para ayudarme a eructar.
-Y ahora ¿cómo te sentís?
-Todavía muy estúpida.
-De acuerdo, no esperaba que fuera rápido.
-¿Qué cosa?
-No importa. Ahora debemos pasar a algo más grande.
-¿Qué?
-Quiero que hagas popo en tu pañal, mucho.
-¡¡¡¿Qué?!!! ¡¡¡No!!! ¡De ninguna manera! Eso es un asco, horrible –grité llena de vergüenza.
-Papi te limpia, bebé.
-Pero es asqueroso.
-No para alguien que te ve como bebé, y así es como yo te veo –me tranquilizó tomándome de las manos -. Intenta, por favor.
Una vez más llena de dudas, accedí. No estaba segura como debí hacerlo, así que me coloqué de cuclillas y empecé a hacer fuerza, lo primero que me salió fue unas gotas de pipi que apenas note debido a que el pañal las absorbió rápidamente. Para mi sorpresa el popo comenzó a salirme. El pañal mantuvo todo en el lugar. Tuve deseos de hacer más popo en el pañal, así que no me detuve allí. Seguí haciendo fuerza, y fuerza. El popo que salía de mi parecía no tener fin. Seguía cayendo más y más y el pañal resistía. Cuando terminé me desplomé exhausta en el piso. Sentí el popo pegarse más a mi cola y esparcirse por todo el pañal, que a esa altura estaba pegajosa y todo amarronado. No tardó mucho en llenarse la habitación de un espantoso olor.
-Bien hecho, bebé –me felicitó mi novio-papi -. Hora del cambio.
Acomodó debajo de mi un cambiador y un nuevo pañal. Me quitó el sucio que para mi sorpresa tenía más popo que lo que creía. Me limpió con cuidado con toallitas húmedas (de las cuales gastó mucho por tanto popo). Me puso talco y crema en las paspaduras y me puso un nuevo pañal.
-Ahora sí, hora de dormir.
No exclamé nada, estaba muerta de sueño. Nos acostamos en la misma cama, me puso el chupete en la boca, me besó en la frente y me deseo un buen descanso.
A la mañana siguiente, desperté pensando que todo había sido una pesadilla. Pero al moverme y sentir la incomodidad del pañal, me di cuenta que fue real. Mi novio ya estaba despierto a mi lado observándome.
-Voy a preparar el desayuno. Vos llena ese pañal de pipi –me dijo.
Por alguna razón, que en ese momento no podía distinguir, tenía una fuerte necesidad de obedecer a todo lo que mi novio me pidiera, por más humillante que fuera.
Llenar el pañal de pipi no fue difícil, ya que tenía muchas ganas. Me recosté, relejé mis músculos, y en pocos segundos el pipi inundo mi pañal, que se volvió de un color amarillento y sumamente pesado.
Mi papi regresó con el desayuno, que consistía en una nueva mamadera con leche y una banana pisada. Me ató un babero al cuello, y me dio de comer la papilla, y luego siguió la leche. Para finalizar me limpió todos los restos de comida que tenía de la comida.
-Esto está muy bien –exclamó palpando mi pañal lleno de pipi.
-¿Me cambias? –pregunté apenada.
-Por supuesto, papi te cambia.
Una vez más comenzó el ritual: me sacó el pañal y acomodó un nuevo. Antes de cerrarlo me roció con talco, y jugueteó conmigo dándome besos en mi barriga.
En el día continuamos haciendo cosas de bebé, mi novio siempre en el rol de papi. Cerca del mediodía mis intestinos me avisaron que era hora de una nueva evacuación. Pero no quería pasar por la experiencia de la noche anterior… o ¿sí?
Casi sin meditarlo me coloqué de cuclillas y he hice fuerza, sin ningún control el popo inundó el pañal. Me senté en el piso y me agradó la sensación de que aquello pegajoso que sentía era mi popo en el pañal.
Mi papi que había salido entró y se percató de mi “accidente” al sentir un fuerte olor.
-¿Te hiciste popo, mi cielo? –preguntó, asentí con la cabeza -. Vamos papi te cambia –me estiró su mano.
-No.
-¿No?
-Quiero quedarme un rato más así, jugando,  por favor.
-Por supuesto, mi cielito.
Así pase por distintos juegos que mi papi tenía preparado. Me encantaba moverme y sentir el popo moviéndose de un lado a otro.
Finalmente después de un buen rato mi papi, me cambió los pañales. Aunque no tardé en llenar los nuevos de pipi. La sensación de pesadez en la entrepierna era distinta, pero igual de gratificante.
Mi papi me llevó para cambiar ese pañal repleto de pipi, pero para mi sorpresa, en la cama comenzó a acariciarme. En ocasiones apretaba el pañal, sentí como la humedad se expulsaba. Me excitaba sentir las gotitas de mi propio pis acariciarme las piernas.
-Ahora sí que sos un bebé. Y yo voy a volver a ser tu novio.
Aquello experiencia fue mágica. Y todo se logró después de transformarme en las más tierna de los bebés.

¡¡¡PROSPERO AÑO NUEVO LES DESEA LA PAGINA DE CUENTOS AB!!!


viernes, 13 de diciembre de 2019

A leer, comentar y disfrutar


sábado, 30 de noviembre de 2019


Amigos el nuevo cuento. Recuerden que ahora tanto en Facebook como en el blog se publican las mismas historias.
También pueden seguirnos en Instagram donde publicamos las mismas historias (pero con más lentitud), lo encontrarán como: cuentos ab (y verán que está el mismo logo).
Les pedimos nos SIGAN en todo las estas redes sociales, DIFUNDAN y COMPARTAN las publicaciones para que Cuentos AB vuelva a tener el número de seguidores que supo tener antes de que Facebook cerrará la página (cercanos a los 5000)
Por último vuelve a estar a la venta el libro “El instituto AB” en formato pdf, cualquier interesado escribe por privado
Ahora sí, a leer, disfrutar y comentar.

Tierno bebé

Luciano llegó al apartamento, estaba súper nervioso. En los últimos meses haba entablado una conversación vía chat con una mujer, Nazarena de 36 años, veinte años mayor que él.
Ahora después de muchas idas y vueltas se conocerían cara a cara. Ella era muy hermosa, y con una actitud segura, el joven por su lado no se animaba a mover un músculo.
-Tranquilo cariño, -expresó -. Empecemos por quitarte la campera, acá hace calor.
Después de unos minutos de charla, Luciano se sintió más seguro y abandonó su timidez natural.
-Porque no empezamos –propuso Nazarena.
-C…claro –frente a estas palabras volvió a ponerse nervioso.
La mujer lo tomó de la mano y lo guio hacia su habitación.
-Acóstate -le pidió con dulzura.
Lucano sintió como la mujer le quitaba los pantalones, estaba en el paraíso. Cerró los ojos para imaginarse mejor lo que vendría. Sintió a su compañera acomodando algo debajo de él. Luego se lo cruzó entre las piernas y se lo cerró con fuerza a la altura del abdomen.
-¡¿Qu… qué es esto?! –se horrorizó al ver que le había colocado un enorme pañal blanco.
-¿Cómo qué es? Un pañal obvio. Todo el tiempo estuvimos hablando de un encuentro para jugar.
-¡Pe… pero pensé que era un juego, para tener sexo.
-¿Sexo? No. No me interesas para eso. Yo lo que quiero es un bebé, y vos lo vas a ser.
-Evidentemente hubo una confusión. Lo lamento. Me retiro.
Dicho esto comenzó a quitarse los pañales.
-¡Bebé, malo! –lo retó la mujer.
Lo atrajo hacia ella, y empezó a azotarlo en la cola y no se detuvo hasta que ésta estaba roja como un tomate.
-Ahora, volvamos a empezar-dijo severamente la mujer -. O debo seguir castigándote.
El joven apenas respondió con un ligero movimiento de la cabeza, y tragándose el llanto.
-Bien.
Una vez más lo recostó. Le colocó, como castigo, dos pañales juntos más unas tiras absorbentes, logrando un pañal súper abultado. Luego le puso un calzón de goma para que no se lo quite. Lo vistió con un bodi y un short con dibujos súper infantiles. Para finalizar le colocó guantes y zapatos tejidos. Lo llevó frente al espejo para admirar su obra.
-Todo un bebé –aseguró.
-Pero yo no soy un bebé.
-Sí, lo sos –lo calló colocándole un chupete en la boca.
Paso siguiente, lo paseó por la casa mostrándole los diferentes lugares.
-Y por último, este es el baño. Claro que vos no lo vas a necesitar, pare eso tienes los pañales. Al oír eso Luciano se llenó de vergüenza.
El joven seguía a la mujer por los distintos lugares, pero debido a lo abultado que se había vuelto el pañal, le costaba mucho caminar, lo hacía torpemente y sin poder cerrar las piernas (casi como un bebé que recién aprende a caminar).
Cada vez que Nazarena le hablaba lo hacía como si él fuera un pequeño bebé.
Pasada una hora Luciano moría de hambre.
-¿Tiene hambre, bebé? -preguntó su mami.
-Sí, y ¿qué vas a darme una mamadera o papilla? –respondió irónicamente.
-Claro que no. Pensaba en una hamburguesa. ¿Te apetece?
-¡Seguro!
-Bien, vamos al cochecito.
-¡¿Qué?! ¡No!
-Entonces vas a pasar mucha hambre.
Después de mucho aguantarse, Luciano cedió, y caminado torpemente se subió al cochecito.
-Muy bien, progresamos –sonrió triunfante, Nazarena.
Lo sujetó bien con las tiras de seguridad y salieron a la calle. La gente miraba asombrada al bebé adulto y Luciano moría de  vergüenza, tanto que no notó que unas pocas gotas de pipí empezaban a humedecer su pañal.
Al arribar a la casa de comida, tomaron lugar en una mesa. La gente no paraba de mirar asombrada la escena. Cuando llegó la hamburguesa, la mujer paró al muchacho que casi se había abalanzado sobre la comida.
-Espera –dijo.
Se levantó y le colocó un enorme babero.
-Ahora si bebé. Come.
Con los guantes y el babero se le dificultaba comer, por ello se manchaba o se le caía la comida.
-Toma, bebé. No te atragantes –la mujer le sirvió jugo en la mamadera
-¿Tengo que tomar de ahí?
-Los bebés no usan tazas, ni vasos.
Resignado una vez mas y teniendo mucha sed, cedió. Con desesperación se bebió todo el contenido de la mamadera y pidió por más. Luciano no olvidaba que la gente no dejaba de observarlos, pero de momento quería solo saciar su sed y hambre.
Debido a lo rápido que comió, sintió como su estómago comenzaba a retorcerse. Hizo fuerza para aguantar, pero la presión era mayor. Primero fue un gas, y luego fue un torrente de popo. El pañal se volvió amarronado y apestoso. Luciano sentía su colita pegajosa, con moverse poco podía sentir como el popo se aplastaba más y más.
-¿Qué es ese olor? –preguntó Nazarena.
Se levantó de su sitio y se dirigió hacia el joven. Tiró el pañal por detrás y lo inspeccionó.
-¡No! ¡No mires! –rogó el chico avergonzado.
-Bebé, pero que cochino, ya te hiciste popo. Disculpe –le dijo  un camarero -. Mi bebé se hizo en los pañales, ¿dónde puedo cambiarlo?
El hombre miró al chico que estaba rojo de vergüenza.
-E… en aquel baño hay cambiador –señaló el mozo algo confundido.
-Muy amable. Vamos, bebé.
Tomó a Luciano y lo guio al lugar indicado. A medida que pasaban entre las mesas, la gente se tapaba la nariz debió al terrible olor.
Llegado al lugar, la mujer lo subió al cambiador y empezó a quitar los pañales.
-Vaya, hay mucho pipi también. Y después decís que no sos un bebé.
Frente a estas palabras el joven comenzó a llorar
-No, ya bebé, mami no te reta –le colocó un chupete en la boca.
Tomó muchas toallitas húmedas y lo limpió con cuidado. Luego acomodó dos pañales lo roció con talco y le colocó crema para las paspaduras, y cerró con fuerza ambos pañales.
Lo alzó y en andas lo sacó del baño, al llegar a su mesa lo colocó en el cochecito y se marchó. Luciano aún estaba avergonzado, pero el cansancio comenzaba a vencerlo.
Al arribar a la casa, la mujer controló, los pañales al ver que estaban secos decidió no cambiarlo. Lo acostó junto a ella en la cama.
-¿Por qué me humillaste así? –preguntó el joven.
-¿Humillarte? Estas equivocado, solo quiero que seas un bebé feliz, lo que digan los demás no debe importarte.
-Pero fue muy vergonzoso.
-Ven aquí.
La mujer se colocó de frente a él y lo abrazó, mientras Luciano lloraba.
-No llores más.
Nazarena se bajó las tiras de su camisón dejando al descubierto sus pechos. Lo acercó más. El joven dejó entrar unos de los pezones en la boca y comenzó a succionar. Pese a que no salía leche, sintió aquello muy satisfactorio, luego de continuó con el otro pecho hasta que se quedó dormido.
Al día siguiente, el joven notó sus pañales llenos de pipi, asoció eso al hecho de no haber ido al baño en la noche, pero por algún extraño motivo, ya no parecía molestarle el hecho de estar en pañales.
Nazarena estaba feliz de esta actitud, con el mayor de los amores y ternura, le cambió los pañales y le colocó unos nuevos.
El día transcurrió con mayor tranquilidad que el anterior, a Luciano comenzaban a divertirle aquellos juegos propios de bebés.
Cerca del medio día ambos almorzaron, Luciano degustó una papilla de banana y manzana junto a una enorme mamadera llena de leche tibia.
Por la tarde el joven no paraba de mirar a su mami.
-¿Qué pasa, bebé?
-¿Podría… podría volver a ser amantado?
-Claro que sí, las veces que desees.
Luciano se acostó en el regazo de la mujer, mientras esta le ofrecía sus pechos. Con desesperación el joven succionó, mientras Nazarena parecía disfrutar de aquel acto.
Mientras succionaba sintió ganas de hacer popo, ya sin importarle mucho dejó salir todo lo acumulado mientras continuaba degustando su manjar.
Terminado fue el momento de un nuevo cambio, toallitas, talco y pañales danzaron en las manos de la mujer.
Así Luciano se fue acostumbrando a la vida de bebé, vida que al principio le parecía humillante. Pero que ahora después de años disfruta al máximo, disfruta mucho ser un dulce bebé.