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miércoles, 24 de octubre de 2018


Amigos el nuevo cuento, de esta forma cumplimos con lo prometido, de este mes hacer dos cuentos largos, a partir de Noviembre volvemos a la forma anterior Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234. Les rogamos se hagan seguidores de la página para poder seguir creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.

Mami de alquiler

Me llamo Damián tengo 32 años y llevo casados cuatros años. Si bien soy feliz sentía que algo le faltaba a mi vida, y sabía bien que era: desde muy joven era adult baby, y luego de casarme abandoné esa hermosa forma de vida, desde luego jamás revelé nada a mi esposa.
Pero después de tanto tiempo de abstinencia de pañales, comencé a sentir una gran necesidad de al menos retornar por breves instantes a esa vida.
Navegando por internet descubrí de una mujer que ofrecía sus servicios de “mami”, para mi mayor sorpresa vivía en la misma ciudad que yo. Mi cuerpo tembló y se llenó de sudor cuando comencé a redactar un mail y se lo envié. La respuesta no tardó en llegar, en ella me explicaba en qué consistía sus servicios, el precio (por  supuesto) y como proceder.
Desde hacía un tiempo, por las tardes tenía cerca de tres horas libres debido a los horarios rotativos de mi trabajo, y en ese tiempo mi esposa estaba en su oficina por lo tanto tenía a mi disposición ese tiempo para invertirlo como quisiera. Me llevó unos minutos tomar la decisión, pero lo cierto es que deseaba más que nada en el mundo volver a sentirme un bebé. Envié un nuevo e-mail para confirmar un encuentro, me citó para el día siguiente.
Entre nerviosismo y ansiedad llegó el horario pactado. Toqué el timbre y me recibió una joven mujer que me invito a entrar.
-Me llamo Damián… -empecé por decir.
-Shh –me interrumpió con ternura -. No me importa tu nombre de adulto. Acá vas a ser bebé, y vas a ser mío durante dos horas, y yo solo voy a ser mami.
Sin perder más tiempo me fue despojando de mi ropa hasta quedar completamente desnudo, no me resistí por que el miedo y la emoción me congelaban.
Me tomó de la mano y me llevó hasta un sillón cercano, allí me recostó sobre un pañal desplegado, me roció con talco en mis partecitas y lo cerró con fuerza por encima de mi abdomen. La sensación de volver a tener un pañal puesto después de tanto tiempo fue sencillamente magnífico. Tanta fue mi emoción que no pude evitar soltar un gran cantidad de pipi. El pañal se puso pesado en cuestión de segundos y se tornó de un color amarillento.
-Guau, por lo que veo eres un bebé entrenado –exclamó palpando el pañal mientras preparaba la ropita para ponerme.
-Lo lamento –exclamé al darme cuenta de que quizás me extralimité.
-Shh, los bebés no hablan –respondió con ternura.
Me colocó un chupete en la boca y me cambió el pañal, me limpió con toallitas húmedas y volvió a ponerme un nuevo pañal, el cual acomodó debajo de mi colita mientras me levantaba los pies, lo cerró después de rociarme con talco. Una vez más me limité a sentir la textura del pañal rozando mi piel. Luego me terminó de vestir con un bodi, y unos pantalones cortos todos llenos de dibujitos tiernos.
El primer día solo me limité a conocer la casa de mi “mami de alquiler”, en la cocina me dio una gran mamadera llena de leche tibia con cacao. Finalizado me limpió la boca con el babero que me había atado al cuello.
Hubo necesidad de un nuevo cambio de pañal (por pipí otra vez) y cuando me quise dar cuenta el plazo establecido se había terminado. Me despedí algo satisfecho, pero anhelando más, mucho más.
En los siguientes encuentros la rutina se repetía, me desvestía, me colocaba un pañal, y luego alguna ropita infantil y pasábamos el resto del tiempo haciendo cosas típicas de bebé y mami: tomar la mamadera, jugar con algunos peluches y eventualmente un baño tibio.
Al finalizar el quinto encuentro y cuando ya me disponía a volver a mi aburrida vida de adulto ella me detuvo con una pregunta.
-Dime ¿hasta dónde quieres llegar?
-¡A qué te referís??
-¿Qué más querés de nuestros encuentros? ¿Qué más esperas como bebé?
-Todo, quiero ser en la totalidad un bebé, mientras este aquí.
-Solo eso quería saber -sonrió con dulzura –prepararé algo especial para nuestro próximo encuentro.
Anhelé la llegada del siguiente miércoles (el día en que nos veríamos). Le emoción me embargó aún más cuando me paré frente a la casa de mi “mami”.
Al entrar me encontré de frente una enorme caja de cartón ubicada justo en medio de la sala.
-¿Qué es eso inquirí? –curioso.
-La gran sorpresa de la que te hablé, acaba de llegar, justo a tiempo. Pero antes hay que transformarte en el bebito del que estoy enamorada.
Como sucedía habitualmente me quitó toda la ropa y me vistió como bebé, con pañal, bodi y guantes y zapatos de lana tejidos. Me colocó un chupete, como siempre lo hacía para que no hablara, y me llevó en andas al comedor para ver aquello que me había comprado.
Abrió la caja mientras yo esperaba expectante sentado en el suelo. Lo primero que sacó fue un enorme andador (esos que usan los bebés de verdad para aprender a caminar).
-¿Te gusta, bebito? –me preguntó al tiempo que me ayuda a entrar.
Lo disfruté como loco, iba de un lado a otro bajo la tierna mirada de mi mami, me sentía más bebé que nunca, solo me detenía eventualmente para hacer pipí en mi pañal (que a esas alturas estaba repleto, pero no me importaba, al contrario me encantaba sentir su pesadez y olor) y luego seguir. Pero las sorpresas no terminaban.
Dentro de la caja también había un cochecito de bebé pero de mi tamaño.
-¿Estás listo para un paseo, bebito? –preguntó mi mami.
Ansioso, me arrastré hasta llegar a ella. Me tomó en brazos y me colocó dentro. Mientras ella me ajustaba con las cintas de seguridad yo me entretenía con un oso de peluche.
Creí que el paseo sería solo en el patio de la casa, no obstante mi corazón se aceleró cuando vi que nos dirigíamos a la calle. Intenté zafarme, pero las correas me lo impedían.
-Tranquilo –exclamó mi mami –. Querías llevar esto al límite.
Ya en la calle la gente mi miraba extrañado, mientras yo moría de vergüenza, pero después de un buen rato dejó de importarme porque era lo que deseaba. Además al estar lejos de mi casa era imposible encontrarme con alguien conocido. Por ello me dediqué a disfrutar lo que hacía tanto anhelaba.
Fuimos a un parque, también al supermercado porque mami me explicó que debía comprar algunas cosas. Dentro paseamos entre las góndolas buscando comestibles, y en la parte de higiene tomó un enorme paquete de pañales de adultos.
Mientras en la caja aguardábamos para pagar, me di cuenta que aún me quedaba un cosa por hacer. Ya sin ningún miedo me acomodé un poco, hice fuerza y dejé salir el popo que hacía rato me estaba molestando. Como estaba sentado sentí como el popo se aplastaba en mi colita al tiempo que salía y como se iba desparramando por todo el pañal.
-¡Qué lindo, bebito! –exclamó con sinceridad la cajera.
Para ese momento ya el olor evidenciaba mi “accidente”.
-Menos mal que compré pañales, este bebito ya necesita un cambio –rio alegre mi mami mientras regresábamos a la casa.
Ya en el hogar, me recostó en la cama y me quitó el pañal todo sucio. Me limpió con toallitas húmedas todo el popo aplastado, me roció con talco y me colocó un nuevo pañal, mientras jugaba conmigo.
-Pero que bebé más chancho –me decía en forma juguetona y me besaba la panza.
Al volver a mi departamento estaba extasiado, en pocos días había logrado lo que deseaba desde años.
Un rato más tarde arribó mi esposa, la noté molesta. Me llevó a nuestra habitación. Prendió la computadora y en una red social me mostró fotos de un usuario, en ellas se reflejaba el paseo que tuviera en la tarde con mi mami.
-Lindas cosas haces mientras yo no estoy –exclamó de brazos cruzados.
De un tirón me llevó a ella, se sentó  me colocó a mi boca abajo y me dio nalgueadas en la cola.
-Fuiste un mal bebé.
Luego me recostó en la cama, me quitó los pantalones y la ropa interior, de debajo de la cama sacó un enorme pañal y me lo colocó.
-¿E… estás segura de esto? –pregunté al percatarme de que todo se trataba de un juego de ella y que no estaba ofendida.
-Estoy embarazada –me reveló -. Así que por los próximos nueve meses voy a practicar con vos, vas a ser mi bebito de prueba.
Al oír eso no puede evitar sentir total alegría, y deje escapar en el pañal todo el pipi acumulado.
-Pero que bebito más chancho –exclamó mi esposa al ver que el pañal se ponía más pesado.
Así fue como luego de un gran stand by volví a tener esa vida que tanto me gustaba, la de un tierno bebé.


miércoles, 3 de octubre de 2018


Amigos el nuevo cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234. Les rogamos se hagan seguidores de la página para poder seguir creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.

El inicio de mi vida

Jamás fui una persona a la que se la pueda considerar afortunada. Desde chico fui dejado en un orfanato. Más de una vez estuvo la posibilidad de que me adopten, pero jamás se concretó.
A los dieciocho debí dejar el que consideraba mi hogar y hacer mi vida, claro que el problema es que no tenía vida, ni sabía qué hacer con ella. Intenté obtener un empleo, pero mi escasa capacidad sumada a otros problemas me dejó sin muchas posibilidades.
En poco tiempo me hallaba, con dieciocho años, mendigando en la calle por unas pocas monedas o algo de comer.
Fue así que enfermé, altas fiebres atacaron mi cuerpo y se debilitaron al punto de que ya no podía estar en pie. Antes de perder el conocimiento lo último que recuerdo fue una mujer de unos cuarenta y pico de años acercarse a mí y exclamar:
-¡Pobre, ángel!
Desperté sintiéndome horrible, pero estaba en una cómoda cama y totalmente limpio. La mujer que viera en la calle estaba mi lado sentada, cuidándome.
Me explicó que su nombre era Nazarena, estaba en su casa y ella había pagado los servicios médicos y los antibióticos que salvaron de una muerte segura.
No lo podía creer, por primera vez en mi vida alguien hacía algo por mí, y era una desconocida. 
Cuando la consulté del por qué.
-Simple –respondió -. Porque te amo. Pero no como una mujer a un hombre sino de una madre a su hijo.
-No la comprendo.
-Veras, lo que más deseo en este mudo es tener un bebé, pero no uno de verdad ya que crecen y dejan de serlo. Lo que quiero es una persona que sea eternamente un bebé y yo atenderlo eternamente como una mami.
-Y ¿usted quiere que yo sea un bebé? -inquirí algo espantado y avergonzado.
-Es una oferta. Sino lo deseas puedes volver a la calle donde no hay nada, o quedarte aquí para recibir atención, comida y mucho amor, lo único que pido a cambio es que seas un bebé, en todo el sentido de la palabra, las 24 horas del día los siete días a la semana.
La oferta me agarró de sorpresa, no sabía que contestar, sus argumentos eran buenos y me hacían dudar. Por ello sin pensarlo adecuadamente, si meditarlo, quizás hasta sin quererlo, acepté.
La mujer sonrió, me tomó de la mano y me trasladó a otra habitación. Allí comenzó mi transformación, empezó por depilarme, ya que según ella: “un bebé no tiene bello”. Luego desechó mí, según palabras de ella también, horrible ropa de adulto.
A continuación vino lo más difícil para mí, ya desnudo me hizo recostarme sobre un enorme pañal blanco, me roció con talco, y lo cerró con fuerza a la altura de mi abdomen, me vistió con un bodi azul, me puso zapatos y guantes tejidos de color celeste y para finalizar me colocó un chupete en la boca.
A partir de acá comenzaría mi entrenamiento, debía aprender varias cosas para ser el bebé ideal que mi nueva “mami” quería que fuera. Por ello debía aprender a ser pipi y popo en los pañales, llevarlo al nivel de que me saliera natural y sin darme cuenta. Tampoco podía ya caminar como un adulto debía hacerlo como un bebé, es decir gatear.
Debo reconocer que me sentía estúpido y me veía ridículo, el pañal era súper incomodó y me costaba trasladarme con él, más si debía a hacerlo en cuatro patas.
Para la cena me sentó en una sillita alta, a la cual me ajustó con unas correas, me colocó un babero, y para comer me dio una papilla que sabía horrible y para beber una mamadera de leche tibia.
Finalizado me llevó al baño, me quitó toda la ropa y el pañal que estaba limpio ya que aún me costaba hacerme en él. Me metió en una bañera llena de agua con juguetes, me incentivó a que juegue con ellos, disimulé hacerlo tratando de ser lo más creíble posible.
Cerca de diez minutos me sacó de la bañera, me secó y me colocó un nuevo pañal, y un enterito que imaginé sería mi pijama.
Me llevó una nueva habitación, la cual estaba adornada de forma infantil, era la típica habitación de bebé pero todo en tamaño adulto. Bajó lo baranda de una gran cuna y me hizo entrar para luego volverá colocar la baranda, un móvil sobre mi cabeza giraba y hacía sonar un dulce melodía.
-Buenas noches, mi bebito -exclamó la mujer y me dejó solo.
Intenté dormir, pero mis ganas de hacer pipí me lo impedía, intenté hacer en el pañal, pero me era imposible. Hasta que se me ocurrió una idea. Desabroché un lado del pañal y poniéndome de pie, como si estuviera frente a un inodoro intenté hacer. Así lo logré todo e pipi cayó sobre el pañal el cual lo absorbió al instante. Volví abrocharlo. Lo sentía distinto más pesado y con algo de olor, pero secó. Más tranquiló pude dormir.
A la mañana siguiente mi mami me despertó con una gran mema tibia, y se la vio contenta al palmar mi pañal y notar que estaba bastante lleno (claro que no sabía que había hecho algo de trampa).
Me tomó entre sus brazos y me recostó sobre un enorme mueble cambiador, me quitó el pañal sucio, me limpió con toallitas húmedas y me colocó uno nuevo. Me cambio de ropa y me llevó a la cocina.
Una vez más me colocó en la sillita alta, luego un babero y me dio mi desayuno una papilla hecha de banana. Yo me seguía sintiendo avergonzado por ser tratado como un bebé, pero la verdad es que mi “mami” era muy dulce y buena y hacía la situación más llevadera.
La mañana la pasé sentado en el suelo intentando encontrarle alguna diversión a unos osos de peluche. De repente unas tremendas ganas de hacer popo me vinieron. Sabía que debía hacerme en el pañal, pero no estaba seguro. Una cosa era pipi, esto era muy distinto.
Luego recordé que había aceptado la condición de ser tratado como un verdadero bebé, por ende no tenía opciones. Me acomodé un poco, hice fuerza y sentí como el popo salía para luego ser contenido por el pañal. Una vez que terminé, me preparé para sentarme, sabía lo que sucedería cuando lo hiciera. Me resigné y lo hice. A pesar de lo asqueroso me agradó sentir como el popo se aplastaba y desparramaba por todo el pañal.
Mi mami vine al rato, para ese momento un desagradable olor ya había invadido toda la sala.
-Aquí hay un bebé que ya se hizo popo –exclamó tirando de mi pañal por detrás.
Como antes me llevó a mi habitación y me colocó sobre el mueble cambiador. Me sacó el apestoso pañal, y me limpió con toallitas húmedas, (debió gastar unas cuantas hasta dejarme bien aseado). Me colocó un nuevo pañal y cerró el bodi en la entre pierna.
-Estoy muy orgullosa de tu comportamiento, cada minuto que pasa sos más y más un bebé.
Así fueron pasando los días, me fui acostumbrado a esa vida. Debo reconocer que lo que más me costaba era el tema de los pañales. Por otro lado aún no lograba hacer pipí sin pararme y desabrocharme el pañal.
Una tarde mi mami me llamó, fui gateando (como ella quería), y me hizo recostarme sobre su regazo. La mujer se quitó la remera y se desprendió el corpiño dejando al descubierto sus pechos. No tenía que tener mucha explicación a lo que deseaba. Abrí mi boca y dejé entrar el pezón en ella. Succioné como debería hacerlo un bebé. Para mi sorpresa empecé a sentir un gusto dulzón. Intenté alejarme, pero mi mami me retuvo.
-Estoy tomando unas pastillas que me ayudó a generar leche y con tú estimulo se producirá mucho más, estoy muy feliz de poder amamantarte –me explicó mientras me acariciaba la cabeza y con la otra mano me daba palmaditas en la cola.
Aquello me relajó, de repente ganas de hacer pipí me vinieron, supe que esta vez sería distinto. Era distinto porque me repetía mí mismo “me gusta esto” “quiero seguir así”, “quiero ser un bebé el resto de mi vida” dicho esto dejé salir el pipi, el pañal se volvió pesado en cuestión de segundos.
Después de aquel día pude hacer pipí sin necesidad de ponerme en pie, y tal como lo predijo mi mami, poco a poco el pipi empezó a escapárseme solo, incluso durante las noches mientras dormía.
Fue así como mi vida cambió, pasé de ser una persona que estaba sola en la vida a encontrar una familia y mucho amor. Pero para ello debí transformarme, por el resto de mis días, en el más dulce de los bebés.