Amigos el nuevo
cuento, de esta forma cumplimos con lo prometido, de este mes hacer dos cuentos
largos, a partir de Noviembre volvemos a la forma anterior Les recordamos, que
pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este
enlace: https://www.createspace.com/6381234.
Les rogamos se hagan seguidores de la página para poder seguir
creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora sí a leer, disfrutar y
comentar.
Mami de
alquiler
Me llamo Damián
tengo 32 años y llevo casados cuatros años. Si bien soy feliz sentía que algo le
faltaba a mi vida, y sabía bien que era: desde muy joven era adult baby, y
luego de casarme abandoné esa hermosa forma de vida, desde luego jamás revelé
nada a mi esposa.
Pero después de
tanto tiempo de abstinencia de pañales, comencé a sentir una gran necesidad de
al menos retornar por breves instantes a esa vida.
Navegando por internet
descubrí de una mujer que ofrecía sus servicios de “mami”, para mi mayor
sorpresa vivía en la misma ciudad que yo. Mi cuerpo tembló y se llenó de sudor
cuando comencé a redactar un mail y se lo envié. La respuesta no tardó en
llegar, en ella me explicaba en qué consistía sus servicios, el precio
(por supuesto) y como proceder.
Desde hacía un
tiempo, por las tardes tenía cerca de tres horas libres debido a los horarios
rotativos de mi trabajo, y en ese tiempo mi esposa estaba en su oficina por lo
tanto tenía a mi disposición ese tiempo para invertirlo como quisiera. Me llevó
unos minutos tomar la decisión, pero lo cierto es que deseaba más que nada en
el mundo volver a sentirme un bebé. Envié un nuevo e-mail para confirmar un
encuentro, me citó para el día siguiente.
Entre nerviosismo
y ansiedad llegó el horario pactado. Toqué el timbre y me recibió una joven
mujer que me invito a entrar.
-Me llamo Damián…
-empecé por decir.
-Shh –me
interrumpió con ternura -. No me importa tu nombre de adulto. Acá vas a ser
bebé, y vas a ser mío durante dos horas, y yo solo voy a ser mami.
Sin perder más
tiempo me fue despojando de mi ropa hasta quedar completamente desnudo, no me
resistí por que el miedo y la emoción me congelaban.
Me tomó de la
mano y me llevó hasta un sillón cercano, allí me recostó sobre un pañal
desplegado, me roció con talco en mis partecitas y lo cerró con fuerza por
encima de mi abdomen. La sensación de volver a tener un pañal puesto después de
tanto tiempo fue sencillamente magnífico. Tanta fue mi emoción que no pude
evitar soltar un gran cantidad de pipi. El pañal se puso pesado en cuestión de
segundos y se tornó de un color amarillento.
-Guau, por lo
que veo eres un bebé entrenado –exclamó palpando el pañal mientras preparaba la
ropita para ponerme.
-Lo lamento –exclamé
al darme cuenta de que quizás me extralimité.
-Shh, los bebés
no hablan –respondió con ternura.
Me colocó un
chupete en la boca y me cambió el pañal, me limpió con toallitas húmedas y
volvió a ponerme un nuevo pañal, el cual acomodó debajo de mi colita mientras
me levantaba los pies, lo cerró después de rociarme con talco. Una vez más me
limité a sentir la textura del pañal rozando mi piel. Luego me terminó de
vestir con un bodi, y unos pantalones cortos todos llenos de dibujitos tiernos.
El primer día
solo me limité a conocer la casa de mi “mami de alquiler”, en la cocina me dio
una gran mamadera llena de leche tibia con cacao. Finalizado me limpió la boca
con el babero que me había atado al cuello.
Hubo necesidad
de un nuevo cambio de pañal (por pipí otra vez) y cuando me quise dar cuenta el
plazo establecido se había terminado. Me despedí algo satisfecho, pero
anhelando más, mucho más.
En los
siguientes encuentros la rutina se repetía, me desvestía, me colocaba un pañal,
y luego alguna ropita infantil y pasábamos el resto del tiempo haciendo cosas
típicas de bebé y mami: tomar la mamadera, jugar con algunos peluches y
eventualmente un baño tibio.
Al finalizar el
quinto encuentro y cuando ya me disponía a volver a mi aburrida vida de adulto
ella me detuvo con una pregunta.
-Dime ¿hasta
dónde quieres llegar?
-¡A qué te referís??
-¿Qué más
querés de nuestros encuentros? ¿Qué más esperas como bebé?
-Todo, quiero
ser en la totalidad un bebé, mientras este aquí.
-Solo eso
quería saber -sonrió con dulzura –prepararé algo especial para nuestro próximo
encuentro.
Anhelé la
llegada del siguiente miércoles (el día en que nos veríamos). Le emoción me embargó
aún más cuando me paré frente a la casa de mi “mami”.
Al entrar me
encontré de frente una enorme caja de cartón ubicada justo en medio de la sala.
-¿Qué es eso
inquirí? –curioso.
-La gran
sorpresa de la que te hablé, acaba de llegar, justo a tiempo. Pero antes hay
que transformarte en el bebito del que estoy enamorada.
Como sucedía
habitualmente me quitó toda la ropa y me vistió como bebé, con pañal, bodi y
guantes y zapatos de lana tejidos. Me colocó un chupete, como siempre lo hacía
para que no hablara, y me llevó en andas al comedor para ver aquello que me había
comprado.
Abrió la caja
mientras yo esperaba expectante sentado en el suelo. Lo primero que sacó fue un
enorme andador (esos que usan los bebés de verdad para aprender a caminar).
-¿Te gusta,
bebito? –me preguntó al tiempo que me ayuda a entrar.
Lo disfruté
como loco, iba de un lado a otro bajo la tierna mirada de mi mami, me sentía
más bebé que nunca, solo me detenía eventualmente para hacer pipí en mi pañal
(que a esas alturas estaba repleto, pero no me importaba, al contrario me
encantaba sentir su pesadez y olor) y luego seguir. Pero las sorpresas no
terminaban.
Dentro de la
caja también había un cochecito de bebé pero de mi tamaño.
-¿Estás listo
para un paseo, bebito? –preguntó mi mami.
Ansioso, me
arrastré hasta llegar a ella. Me tomó en brazos y me colocó dentro. Mientras
ella me ajustaba con las cintas de seguridad yo me entretenía con un oso de
peluche.
Creí que el
paseo sería solo en el patio de la casa, no obstante mi corazón se aceleró
cuando vi que nos dirigíamos a la calle. Intenté zafarme, pero las correas me
lo impedían.
-Tranquilo
–exclamó mi mami –. Querías llevar esto al límite.
Ya en la calle la
gente mi miraba extrañado, mientras yo moría de vergüenza, pero después de un
buen rato dejó de importarme porque era lo que deseaba. Además al estar lejos
de mi casa era imposible encontrarme con alguien conocido. Por ello me dediqué
a disfrutar lo que hacía tanto anhelaba.
Fuimos a un
parque, también al supermercado porque mami me explicó que debía comprar
algunas cosas. Dentro paseamos entre las góndolas buscando comestibles, y en la
parte de higiene tomó un enorme paquete de pañales de adultos.
Mientras en la
caja aguardábamos para pagar, me di cuenta que aún me quedaba un cosa por
hacer. Ya sin ningún miedo me acomodé un poco, hice fuerza y dejé salir el popo
que hacía rato me estaba molestando. Como estaba sentado sentí como el popo se
aplastaba en mi colita al tiempo que salía y como se iba desparramando por todo
el pañal.
-¡Qué lindo,
bebito! –exclamó con sinceridad la cajera.
Para ese
momento ya el olor evidenciaba mi “accidente”.
-Menos mal que
compré pañales, este bebito ya necesita un cambio –rio alegre mi mami mientras regresábamos
a la casa.
Ya en el hogar,
me recostó en la cama y me quitó el pañal todo sucio. Me limpió con toallitas
húmedas todo el popo aplastado, me roció con talco y me colocó un nuevo pañal,
mientras jugaba conmigo.
-Pero que bebé
más chancho –me decía en forma juguetona y me besaba la panza.
Al volver a mi
departamento estaba extasiado, en pocos días había logrado lo que deseaba desde
años.
Un rato más
tarde arribó mi esposa, la noté molesta. Me llevó a nuestra habitación. Prendió
la computadora y en una red social me mostró fotos de un usuario, en ellas se
reflejaba el paseo que tuviera en la tarde con mi mami.
-Lindas cosas
haces mientras yo no estoy –exclamó de brazos cruzados.
De un tirón me
llevó a ella, se sentó me colocó a mi boca
abajo y me dio nalgueadas en la cola.
-Fuiste un mal
bebé.
Luego me recostó
en la cama, me quitó los pantalones y la ropa interior, de debajo de la cama
sacó un enorme pañal y me lo colocó.
-¿E… estás
segura de esto? –pregunté al percatarme de que todo se trataba de un juego de
ella y que no estaba ofendida.
-Estoy
embarazada –me reveló -. Así que por los próximos nueve meses voy a practicar
con vos, vas a ser mi bebito de prueba.
Al oír eso no
puede evitar sentir total alegría, y deje escapar en el pañal todo el pipi
acumulado.
-Pero que
bebito más chancho –exclamó mi esposa al ver que el pañal se ponía más pesado.
Así fue como
luego de un gran stand by volví a tener esa vida que tanto me gustaba, la de un
tierno bebé.