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viernes, 27 de julio de 2018


Amigos el nuevo cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234. Les rogamos se hagan seguidores de la página para poder seguir creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora sí a leer, disfrutar y comentar.

Por mi hermana

Esta es mi historia AB y ella se originó a partir de intentar ayudar a mi hermana más pequeña. Mi nombre es Julia y tengo trece años. Mi hermana más chiquita llamada Guillermina tiene siete años.
Ambas somos muy unidas y yo haría lo que sea por ella, y cuando digo lo que sea, es lo que sea.
Y lo puse a prueba poco después de su cumpleaños, Guillermina empezó a tener “accidentes” durante las noches. Todas las mañanas se despertaba con las sabanas y la ropa empapada de pipi.
Con el paso del tiempo la situación no mejoró, más bien todo lo contrario empeoró, ya que ni siquiera podía controlar su vejiga estando despierta. De un momento a otro sin darse cuenta soltaba todo el pipi quedando empapada sin importar e lugar donde este.
Los médicos no daban con cual era problema y hasta encontrar una solución le sugirieron a mi mamá que use pañales. Así la pobre Guillermina fue obligada a usarlos, pero no solamente durante los noches sino todo el día.
Mi hermana estaba muy triste y humillada. Con los pañales el problema no mejoró, mi mamá la cambiaba con frecuencia y le quitaba pañales repletos de pipi a punto de explotar.
Yo intentaba encontrar algo que le aliviara la vergüenza, pero no se me ocurría que podía ser. Hasta que un día mi mamá me pidió cambiarla ya que ella estaba ocupada. Recosté a mi hermana en la cama y le quité el pañal, la limpié con toallitas húmedas, la rocié con talco y cuando le iba a colocar el pañal la vi llorando.
-No es tan malo -intenté consolarla.
-Claro, porque vos no los usas.
-Tenes razón -le reconocí luego de meditarlo.
Me levanté la pollera, me bajé la bombacha y me acosté a su lado, acomodé el pañal debajo de mi colita, me rocié con talco y lo cerré a la altura de mi abdomen.
-¿Q… qué estás haciendo? –me preguntó atónita.
-Voy a usar pañales como vos, todo el tiempo que vos uses. De esa forma no serás la única.
-¿D… de verdad?
-Te lo prometo.
Mi hermana se abalanzó sobre mí y me abrazó. Me levanté, y al hacerlo se sintió un ruido similar a una bolsa de plástico, y con el pañal no podía cerrar bien las piernas, ni caminar de forma cómoda. Fue ahí cuando me di cuenta de que mi promesa sería más complicada de lo que pensé.
Como era sábado no me preocupe mucho, pero la incomodidad del pañal empezaba a ser fastidiosa. Cerca del mediodía vi que mi mamá iba a cambiar Guillermina puesto que su pañal rebalsaba de pipi, mi hermanita no paraba de llorar, así que me ofrecí a cambiarla.
En la pieza ella no paraba de repetir:
-Es muy vergonzoso, es muy vergonzoso.
Frente a eso se me partió el corazón y tome una decisión.
-¿Qué es lo vergonzoso? ¿Esto?
Me levanté la pollera dejando a la vista mi pañal, allí solté todo el pipi acumulado. En segundos el pañal se infló en la entrepierna y se tornó amarillento, me sorprendió como la humedad desaparecía, aunque ahora el pañal se me hacía aún más incomodó.
-¡Te hiciste pipi! –exclamó mi hermana
-Te dije que te ayudaría con esto, ahora no te puede dar vergüenza porque estamos iguales.
Luego de cambiarle, me quedé sola. Era mi turno, francamente no quería tener que ponerme de nuevo pañales, pero pensando en mi hermana acepté hacerlo. Me quité el pañal sucio, me limpie mis partes con toallitas húmedas tal como lo hacía con Guillermina, me recosté en la cama, acomodé un pañal debajo de mí, me rocié con talco, pasé el pañal entre mis piernas y lo abroché con fuerza por encima del ombligo.
Al levantarme sentí ese sonido a bolsa de plástico que comenzaba a ser muy molesto.
La tarde la pasamos mirando la tele. Observé de reojo y noté el pañal de Guille bastante lleno, pero ella no parecía percatarse. Suspiré, hice un poco de fuerza y humedecí mi pañal.
-Creo que ambas necesitamos un cambio de pañales –le susurré al oído.
Guille se dio cuenta de la cantidad de pipi que tenía su pañal y se puso roja de vergüenza. Mientras la cambiaba no paraba de llorar, y pese a que le mostré mi pañal, esta vez no pareció conformarla.
Me quedé pensando, si quería ayudar a mi hermanita debía ir más lejos.
Cerca de la noche llevaba a Guille a ponerle un pañal nuevo para que tenga durante toda la noche. Suspiré resignada y puse en práctica mi plan.
La estaba terminando de limpiar cuando me dijo.
-Que feo olor hay.
-Sí –exclamé como si no supiera su origen.
Fingí examinar distintos lugares, en una de ellas me agaché dejando al descubierto la parte de atrás de mi pañal.
-T… tú pañal –me hermana me señaló con el dedo índice.
-¿Qué pasa? –pregunté.
-Tiene color marrón ¿te hiciste popo?
Sabía bien lo que había dentro, aún así fingí examinarme. Mi pañal rebosaba de popo y apestaba horrible.
-Guau, me hice popo encima –le admití -. Creo que eso es más vergonzoso que lo tuyo ¿no?
-Seguro.
Me senté en el piso aliviada de que esa la hiciera sentir mejor. Me había olvidado del popo, hasta que mi cola estuvo en contacto con el suelo. Allí sentí todo el popo aplastarse y desparramarse por distintas partes. Me llevó un buen rato (y muchas toallitas húmedas) poder limpiarme toda.
Pero mi plan no terminaba ahí. A la hora de dormirme saqué de abajo de mi almohada un chupete (que compré a escondidas durante la tarde) y me lo puse en la boca.
-¿Qué haces? –me preguntó mi hermana.
-Es que no puedo dormir sin él, pero no digas a nadie, es muy vergonzoso.
Una vez más me resigné, me coloque el chupete y trate de dormir.
A la mañana siguiente me desperté temprano como siempre y me aseguré de que Guille seguía dormida. Me coloqué en cuclillas y dejé escapar todo el pipi en mi pañal, de forma que crea que también me sucedía como a ella.
Los días continuaron iguales, siempre hacía cosas humillantes de manera que no se sienta tan avergonzada, incluso compré una mamadera y tomaba de ella, ya que la había explicado que el agua se me derramaba si tomaba de las tazas normales.
 Guille empezó a ganar confianza a partir de mis acciones, mientras yo no me detenía, no paraba de mojar mi pañal, e incluso embarrarlos. Hasta llegué a pedirle a ella que me limpie, para que vea q no era tan vergonzoso. Me abrió el pañal lleno de popo, y con toallitas húmedas fue limpiándome con cuidado, me puso un nuevo pañal debajo de la cola, me roció con talco, y me lo cerró llena de amor.
Poco a poco los accidente de Guille se terminaron y pudo volver a su ropa común, también yo. Pero nunca olvidaré el tiempo en que, para ayudar a mi hermana, actué como toda una bebé.



miércoles, 4 de julio de 2018

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