Amigos volvimos. En este caso no es un cuento sino uno de los capítulo del libro "el instituto AB" que les regalamos. Les recordamos, que si desean adquirirlo en formato físico, lo pueden hacer siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234. Les rogamos se hagan seguidores de
la página para poder seguir creciendo. Dicho esto es momento de arrancar. Ahora
sí a leer, disfrutar y comentar.
Capítulo 3
EL PRINCIPIO
DE TODO
Sola en la
habitación y sin resistir la imagen que me devolvía el espejo arrojé el chupete
que tenía en la boca. Aún no la toleraba, así que empecé a gritar y a maldecir.
Finalmente me deshice del peinado infantil que me habían hecho y me arranqué el
horrible vestido rosa.
Me quedé solo
con el pañal, volví a mirarme en el espejo. Seguía sin agradarme lo que veía.
No quería quedarme desnuda, pero tampoco quería seguir vistiendo un pañal de
bebés, así que luego de dudarlo unos segundos me lo quité y lo arrojé bien
lejos.
Estaba
agitada, confundida. Sin saber que más hacer me coloqué en cuclillas y comencé
a llorar, y así estuve un buen rato, hasta que la doctora volvió a entrar.
-¿Lloras?
Bien, eso es bueno. Es algo típico de un bebé, vas avanzando.
-¡¡¡No soy un
bebé!!! –grité poniéndome de pie enfurecida y sin importarme mostrar la
desnudez de mi cuerpo.
-Pero lo
serás, ya te lo dije –respondió sin alterarse ante mi actitud o mi imagen -.Se
obediente y colócate la ropa de nuevo –exclamó mientras escribía algo en una
carpeta.
-¡Ni loca!
-No voy a
repetirlo ¡hazlo! –levantó la mirada y me fulminó con sus ojos oscuros.
-¡NO!
-Sera como
quieras, quieres andar desnuda por todas lados como si fueras un animal hazlo,
pero serás tratada como tal.
Hizo una leve
señal con la mano y los dos hombres que antes había visto, ingresaron. Me
tomaron por la fuerza y me arrastraron hasta la doctora, desde luego que me
resistí, pero mi fuerza con doce años y un cuerpo menudo no era competencia
para dos gorilas.
Me pusieron
sobre el regazo de la mujer que estaba sentada en una silla y mientras me
sostenían de las manos y los pies, ella me azotaba en la cola, tan fuerte que
me fue imposible no llorar.
-¡Eres una
mala bebé! ¡Mala bebé! –repetía una y otra vez.
No estoy
segura de cuanto duró el castigo. Lo que sí sé que es que mi cola ardía de
dolor, y que ya al final no tenía lágrimas para soltar pese a que lo deseaba.
Cuando
la mujer se detuvo pensé que ya todo
había terminado, pero estaba equivocada. Me volvieron a colocar el pañal y
luego me pusieron un collar de perro en el cuello y con una correa me
arrastraron hasta una jaula, a la cual solo se podía ingresar a gatas. Era
realmente diminuta, no podía ponerme en pie, ni hablar de tener espacio para
estirar los pies o los brazos.
Nuevamente
maldije a los gritos, luego con una voz apenas audible, y por último supliqué
con lágrimas en los ojos. La doctora se acercó y me observó con una sonrisa
cínica, se colocó en cuclillas y me puso el chupete en la boca.
Lo hubiera
arrojado, hubiera vuelto a maldecir a los gritos, pero ya no tenía fuerzas
estaba exhausta y dolorida, por lo tanto solo me recosté como pude, llorando,
con el chupete y el pañal.
* * *
De alguna
forma había logrado conciliar el sueño aunque no estoy segura cuanto es que
dormí. Cuando desperté estaba sedienta, hambrienta y dolorida. Moví un poco mi
entumecido cuerpo, el pañal hacia un ruido similar a una bolsa de plástico.
Volví
suplicar por mi liberación. Fue entonces que apareció la doctora otra vez
luciendo su sonrisa cínica.
-Por favor
–balbuceé.
-¿Estas lista
para hacer caso? –asentí con la cabeza abatida -¿Tienes hambre?
-Sí.
-Bien.
Salió de la
habitación y a los pocos minutos ingresó Mónica, sin mediar palabras pero
siempre con una actitud maternal y de dulzura. Se sentó a mi lado y paso a
través de los barrotes una mamadera llena de leche y me la ofreció. Estaba a
punto de gritar de furia otra vez, pero como dije ya no tenía fuerzas y moría
de sed. Así que solo puse mi boca en la mamadera y empecé a succionar y tragar
el contenido.
La terminé en
cuestión de minutos debido al hambre que tenía. Mónica se levantó y se marchó.
-Buena bebita
–dijo antes de salir.
Al poco
tiempo y estando sola, sentí como mi vejiga hacia presión para liberar toda la
orina que tenía acumulada. Me resistí, no quería hacerlo. Pero finalmente la
presión fue más fuerte y en un instante de flaqueza liberé todo mi pipi, en
segundos el pañal se puso húmedo y pesado.
Lloré con el
chupete en la boca, lloré angustiada porque había perdido la segunda batalla en
esta guerra.