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lunes, 21 de noviembre de 2016


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Familia AB



Internet es un medio que sirve, entre otras cosas, para lograr contactar gente con gustos similares o intereses en común. Eso sucedió con Pedro y Olivia. Ambos eran abdl desde que tenían memoria, y se conocieron en el chat de un blog sobre dicha temática.

Después de unos meses de charlas decidieron conocerse y al verse fue amor a primera vista. Juntos pudieron cumplir la fantasía del otro. Cuando uno u el otro tenían la casa vacía se juntaban. No perdían un segundo para ponerse en pañales y empezar a disfrutar como bebés.

Por lo general cada uno le colocaba los pañales al otro, y jugaban un buen rato. Aprovechaban y mojaban y embarraban los pañales y así permanecían largo rato hasta que su pareja los cambiaba y limpiaba con toallitas húmedas. Pero en ocasiones Olivia hacía de mamá y pasaba toda la tarde cuidado de su bebito.

-¡¿Quién es el bebito de mami?! –solía decirle de forma juguetona mientras le colocaba el pañal o debía limpiarle el popo esparcido por toda la colita. Luego le daba juguetes de bebé y lo miraba toda la tarde viendo disfrutar con los peluches o pintar cuadernos de ilustración. Le preparaba la mamadera cargada de leche y le daba de tomar, y en ocasiones, cuando se tuvieron más confianza, simulaban que bebía leche de los pechos de ella. Olivia se desprendía su corpiño colocaba a su novio  en su regazo y él succionaba de los pezones de ella.

A veces los roles se invertían y Olivia era la bebé y Pedro el papá, la cuidaba con mucho amor y ternura.

-¡¿Quién es la bebé más hermosa del mundo?! –la jugaba mientras con toallitas húmedas le limpiaba sus partecitas.

También estaba el tiempo de juego con muñecas y a la tarde siempre había una mamadera llena de leche tibia.

Los años trascurrieron, ambos crecieron y también lo hizo su amor. Por ello después de siete años de relación se casaron y fueron a vivir solos.

Allí la libertad de andar en pañales fue mayor, podían hacerlo cuando quisieran y el tiempo que decidieran, siempre en pareja. A eso se le agregaba comportarse como bebés.

Una mañana Pedro se preparaba para ir a trabajar, luego de bañarse se dirigió al inodoro para evacuar su vejiga y se dio cuenta que no era necesario ya usar el baño, la libertad que le daba su nueva vida se lo permitía. Podía esta todo el día en pañales, incluso en el trabajo, mientras llevara ropa suelta nadie lo notaria. Se lo comunicó a su compañera y ésta estuvo de acuerdo.

Así fue como dejaron de utilizar el baño y pasaban las 24 hs del día en pañales, sabiendo que cuando ya estuvieran lo suficientemente cargados su pareja los cambiaria como el más dulce y tierno amor de mami o papi.

También dejaron de bebes de vasos, solo usaban mamaderas y a la hora de dormir ambos se llevaban sus peluches a la cama y no podían dormir si no tenían sus chupetes en la boca.

Fueron los días más felices de su vida pasar el día entero en pañales, sentir la textura contra la piel o el sonido a bolsa plástica cuando movian simplemente era indescriptible. Tan acostumbrados estaban a hacerse encima que muchas veces humedecían involuntariamente sus pañales mientras dormían, y al despertar se llevaban la sorpresa de encontrar sus pañales amarillentos y a punto de explotar.

Pera nada dura para siempre, pasados cinco años de casados Olivia descubrió que estaba embarazada. A ambos les alegró la noticia. Pero pronto cayeron en la cuenta de que su vida cambiaria al igual que sus gustos.

Sabiendo eso decidieron a provechar al máximo el tiempo antes de que el bebé nazca. Pero el día llegó y al tiempo que su hija crecía abandonaron el uso de pañales, y tuvieron que acostumbrarse a usar el baño de nuevo algo que les costó, y en ocasiones durante las noches sufrían accidentes y humedecían las sabanas.

Nueve años más tarde ambos habían olvidado el placer de los pañales aunque lo anhelaban. Fue Pedro quien una noche no se resistió más y tomó una bolsa de pañales y se colocó uno, decidiendo dormir así.

-Pero ¿y Ana? –exclamó su mujer refiriéndose a su hija.

-Está en la otra habitación dormida, jamás lo sabrá.

Compartiendo el pensamiento de su marido Olivia también se colocó un pañal y así durmieron toda la noche. Lo que no esperaban era que el despertador fallara y a la mañana siguiente su hija los sorprendió a ambos en pañales. Roja de la vergüenza por lo que veía salió sin decir una palabra.

Durante el desayuno también estuvo callada, hasta que preguntó:

-¿Por qué… porqué usan pañales? –preguntó.

Sus padres no sabían que responder, durante varios minutos divagaron hasta que Pedro se colocó de cuclillas frente a ella y se sinceró.

-Mira, cariño, en la vida hay gustos de todo tipo. Algunos más comunes y otros no tanto. Mamá y yo disfrutamos usar pañales que son gustos particulares y que pocos entienden.

-Y ¿hacen como si fueran bebés?

-A veces si –respondió su madre.

-Lo importante –se apresuró a decir el hombre –es que entiendas que no tiene nada de malo ¿de acuerdo?

-Ok.

Los días siguientes la niña estuvo más callada que de costumbre, sus padres lo notaron pero no se atrevían a preguntarle que le pasaba por la cabeza. Pero cinco días más tarde se paró frente a sus padres y dijo:

-Los pañales ¿son cómodos?

-Sí –respondió su padre sorprendido –lo son.

-Y ¿es agradable ensuciarlos? –Olivia asintió con la cabeza algo apenada -.Entonces quiero probar.

-No creo que sea buena idea -opinó su madre.

-¿Por qué no? –respondió rápido Pedro -.No tiene nada de malo.

Fueron hasta un supermercado y compraron pañales para bebé de la talla más grande y a gusto de Ana.

-¿Estás segura? –le preguntó su madre una vez de regreso a la casa.

-Sí.

Como la niña aún era pequeña los padres la ayudaron. Le quitaron los pantalones, le acomodaron un pañal debajo de la cola, la rociaron con talco y finalmente lo cerraron con fuerza por encima de la cintura.

Ana se puso de pie y caminó un poco con las piernas abiertas debido a lo abultado del pañal. De pronto se detuvo y giró hacia sus padres.

-¡¡¡Tenían razón, es genial usar pañales!!! –gritó con alegría y una gran sonrisa.

La niña permaneció así todo el día, deambulaba por la casa sin pantalones exhibiendo con orgullo su pañal rosado con dibujos de princesas. Al igual que a sus padres le encantaba sentir como su textura le rozaba la piel y el ruido a bolsa de plástico cada vez que se sentaba.

Pasados las horas sintió como su vejiga empezaba a presionar para largar el pipi acumulado durante el día. Por un lado no quería quitarse el pañal ni por un segundo.  Pero por otro tenía interés de saber ¿qué pasaría si los mojaba? ¿Dejaría de ser tan cómodos? La curiosidad pudo más y luego de unos minutos de concentración y de buscar una posición cómoda para que la vejiga se relaje, el pipi salió con fuerza. El pañal se volvió pesado pero las cintas absorbentes hicieron su trabajo y el pañal quedó seco. Esta nueva sensación le encantó a Ana y siguió jugando con su pañal repleto de pipi.

Llegando a la noche fueron sus intestinos lo que presionaron en esta ocasión. Sus dudas volvieron. Pero como hiciera en la tarde simplemente dejó salir todo. El pañal se volvió aún más pesado y la sensación del popo esparcirse por toda su colita le encantó. Entonces lo supo no quería volver a usar otra cosa que no fueran pañales.

Cuando sus padres fueron a buscarla para comer reconocieron el olor. Con una sonrisa la revisaron y al ver el estado del pañal, se predispusieron a cambiarla.

La pusieron en la cama y limpiaron con toallitas húmedas, y pidió un nuevo pañal no quería volver a su ropa interior habitual.

A partir allí Ana uso pañales todos los días, iba a la escuela con ellos, los ocultaba bajo un short para que no se le vean por debajo de la pollera. Le encantaba mojarlos y embarrarlos y aguardar a la espera del cambio de pañales por parte de sus padres. Por su lado Pedro y Olivia también volvieron a usarlos. Así los días pasaban y la familia volvió a su hábitos anteriores y todos, sin excepción, se trasformaron en tiernos bebés.



viernes, 18 de noviembre de 2016

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