Amigos por problemas
pariculares, y para poder cumplir lo prometido de dos cuentos mensuales, este
mes se publicaran dos mini historias y el mes entrante seran dos cuentos largos. Les recordamos, que pueden
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jueves, 20 de septiembre de 2018
miércoles, 5 de septiembre de 2018
Amigos el nuevo
mini cuento. Les recordamos, que pueden
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lunes, 27 de agosto de 2018
Amigos el nuevo
cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato
físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234.
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Amo mi trabajo,
pero como todo tiene un lado negativo. Debo estar largas horas viajando de un
colectivo a otro. Los viajes no parecen tener fin. Durante ese tiempo es poco
lo que hay para hacer más que mirar por la ventana y suspirar de abrrimiento.
Pero mi
verdadera historia comienza cuando conocí a una bella chica. Siempre se sentaba
a mi lado y poco a poco nos hicimos amigos, su nombre era Sofía.
Las charlas con
ella hacían mis viajes más llevaderos.
Sin embargo un
día una comida en el mal estado me afectó el estómago, para peor al día
siguiente debía enfrentar un largo viaje. Pensé en suspender, pero la verdad es
que necesitaba el dinero, probé con medicamentos: nada. En uno de mis idas a la
farmacia se me ocurrió una idea descabellada, no obstante a esa altura ya o
tenía opciones: me compré un paquete de pañales descartables para adultos.
Al llegar a mi
casa me coloqué uno, era desagradable, incomodó, y me costa caminar con él, sumado
a un molesto ruido a bolsa de plástico que hacía cada vez que me movía. Era
humillante, pero no tenía opciones.
Al día
siguiente ya con mi pañal puesto, tomé asiento en el lugar habitual, al hacerlo
el ruido a bolsa de plástico volvió a hacerse presente y junto a un fuerte olor
a talco (que me había puesto para evitar pasparme).
Aquel día, por
primera vez en mucho tiempo deseé que Sofía no suba al colectivo. Pero la
suerte no estuvo de mi lado, cerca de una hora de viaje subió y como solía
hacer se sentó a mi lado.
Intenté
disimular mi incomodidad, aunque fue complicado. Cada vez que me movía se oía
ese ruido a bolsa, Sofía no parecía haberlo notado y si lo hizo fingió no escucharlo.
Llevábamos unas
horas de viaje, cuando sentí como mis intestinos se retorcían, intenté aguantar
lo que más pude, pero finalmente la presión me ganó. En un momento de flojera
largué todo lo que mi estómago acumulaba, sentí como el popo se desparramaba
por toda mi colita. Debido a mi descompostura mi vejiga también falló y solté
una gran cantidad de pipi. Sentí el pañal ponerse tibio y sobre todo muy
pesado.
-Qué feo olor
¿no? –exclamó mi amiga sin saber de dónde venía.
-¿Sí? No lo
siento –intenté disimular mi incomodidad.
-Sí, es un olor
muy feo –se tapó la nariz.
Afortunadamente
el colectivo hizo una de sus habituales paradas. Me disculpé y salí corriendo
derecho al baño. Allí me quité el pañal sucio que estaba a punto de estallar, me
limpié, no sin dificultad, me coloqué un nuevo pañal y volví al colectivo más tranquilo.
Más tranquilo
pude continuar con mis habituales charlas con Sofía. Pero cerca de una hora
después volvió mi descompostura. Una vez más me resistí hasta donde mis fuerzas
me lo permitieron, pero nuevamente fallé. Por segunda vez sentí como mi pañal
se volvía pastoso debido a todo el popo que largaba.
Sofía volvió a
mencionar el mal olor otra vez. La fortuna nuevamente estuvo conmigo y el colectivo
hizo una nueva parada, me dio el tiempo suficiente para limpiarme y colocar un
nuevo pañal limpio.
Pero la suerte
no puede durar para siempre. Un nuevo retorcijón hizo que por tercera vez
embarre mi pañal. Pero mi mala suerte no quedó allí, ya que el colectivo paró
cerca tres horas más tarde. Para esa altura fue imposible disimular frente a
Sofía que el olor venía de mí. Ella quedó en completo silencio el resto del
viaje y disimuladamente se tapaba la nariz.
El realizar la
tercera parada, me fui al baño desilusionado y triste. Cuando estaba a punto
cambiarme sentí una voz celestial a mi espalda.
-¿Quieres que
te cambie yo? –exclamó Sofía llena de ternura.
Estaba atónito
y solo asentí con la cabeza. Cuando me di cuenta mi amiga, ya me había
recostado en el suelo, me había quitado el pañal sucio y en ese momento me
limpiaba con toallitas húmedas toda mi colita y mis partecitas, me roció con
talco y me colocó un nuevo pañal.
-Ya está,
bebito –exclamó en forma picarona.
-Te juro que me
muero de vergüenza -le dije.
-No hay porque
tenerlo.
Se levantó la
pollera y me mostró un gran pañal blanco, estaba amarillento en la parte de la
entrepierna.
-A veces los
viajes son muy largos y se me escapa el pipi, así que opté por ponerme siempre uno.
Sonreí al ver que
ambos pensábamos igual. Más aliviado volví al colectivo. A partir de ese hecho
mi relación con Sofía se hizo más estrecha.
Faltando una hora
para llegar a destino mi estómago me volvió a avisar que aun no se recuperaba.
Me resistí y Sofía lo notó.
-Tranquilo
bebito. No pasa nada –dijo al tiempo que me recostaba en su regazo y me acariciaba
la cabeza.
Miró para un
lado y para otro y al ver que todos dormían, se desprendió los botones de la
camisa y luego hizo lo propio con su corpiño y me ofreció un pecho.
-¿Qué haces? –pregunté
alarmado.
-Shh –me acarició
la cabeza -. Succiona as a ver que te va aliviar -me explicó.
Con ciertas
dudas, dejé entrar su pezón en mi boca e hice lo que me sugirió. Por raro que
parezca ese simple acto me alivió los dolores.
-Así, bebé –repetía
Sofía al tiempo que me daba palmaditas en mi abultado pañal.
Al llegar a
destino, fuimos al baño. Primero ella me limpió con toallitas húmedas y me colocó
un nuevo pañal. Para después pedirme que yo hago lo mismo con ella.
Con cierto
temblor, la recosté en el suelo, le quité el pañal que estaba terriblemente
pesado por tanto pipi. Limpié sus partecitas con toallitas húmedas y volví a colocarle
un pañal luego de rociarle la colita con talco.
A partir de ese
día nos hicimos muy íntimos. Siempre viajamos con nuestros pañales a cuestas. Y
en las paradas nos cambiábamos el uno al otro. Por ello nunca olvidaré aquel
día en que estuve descompuesto y debí usar pañales como el más tierno de los
bebes.
viernes, 3 de agosto de 2018
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viernes, 27 de julio de 2018
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Por mi hermana
Esta es mi
historia AB y ella se originó a partir de intentar ayudar a mi hermana más
pequeña. Mi nombre es Julia y tengo trece años. Mi hermana más chiquita llamada
Guillermina tiene siete años.
Ambas somos muy
unidas y yo haría lo que sea por ella, y cuando digo lo que sea, es lo que sea.
Y lo puse a
prueba poco después de su cumpleaños, Guillermina empezó a tener “accidentes” durante
las noches. Todas las mañanas se despertaba con las sabanas y la ropa empapada
de pipi.
Con el paso del
tiempo la situación no mejoró, más bien todo lo contrario empeoró, ya que ni
siquiera podía controlar su vejiga estando despierta. De un momento a otro sin
darse cuenta soltaba todo el pipi quedando empapada sin importar e lugar donde
este.
Los médicos no
daban con cual era problema y hasta encontrar una solución le sugirieron a mi
mamá que use pañales. Así la pobre Guillermina fue obligada a usarlos, pero no
solamente durante los noches sino todo el día.
Mi hermana
estaba muy triste y humillada. Con los pañales el problema no mejoró, mi mamá
la cambiaba con frecuencia y le quitaba pañales repletos de pipi a punto de
explotar.
Yo intentaba
encontrar algo que le aliviara la vergüenza, pero no se me ocurría que podía
ser. Hasta que un día mi mamá me pidió cambiarla ya que ella estaba ocupada.
Recosté a mi hermana en la cama y le quité el pañal, la limpié con toallitas
húmedas, la rocié con talco y cuando le iba a colocar el pañal la vi llorando.
-No es tan malo
-intenté consolarla.
-Claro, porque
vos no los usas.
-Tenes razón -le
reconocí luego de meditarlo.
Me levanté la
pollera, me bajé la bombacha y me acosté a su lado, acomodé el pañal debajo de
mi colita, me rocié con talco y lo cerré a la altura de mi abdomen.
-¿Q… qué estás
haciendo? –me preguntó atónita.
-Voy a usar
pañales como vos, todo el tiempo que vos uses. De esa forma no serás la única.
-¿D… de verdad?
-Te lo prometo.
Mi hermana se
abalanzó sobre mí y me abrazó. Me levanté, y al hacerlo se sintió un ruido
similar a una bolsa de plástico, y con el pañal no podía cerrar bien las
piernas, ni caminar de forma cómoda. Fue ahí cuando me di cuenta de que mi
promesa sería más complicada de lo que pensé.
Como era sábado
no me preocupe mucho, pero la incomodidad del pañal empezaba a ser fastidiosa.
Cerca del mediodía vi que mi mamá iba a cambiar Guillermina puesto que su pañal
rebalsaba de pipi, mi hermanita no paraba de llorar, así que me ofrecí a
cambiarla.
En la pieza
ella no paraba de repetir:
-Es muy
vergonzoso, es muy vergonzoso.
Frente a eso se
me partió el corazón y tome una decisión.
-¿Qué es lo
vergonzoso? ¿Esto?
Me levanté la
pollera dejando a la vista mi pañal, allí solté todo el pipi acumulado. En
segundos el pañal se infló en la entrepierna y se tornó amarillento, me sorprendió
como la humedad desaparecía, aunque ahora el pañal se me hacía aún más
incomodó.
-¡Te hiciste
pipi! –exclamó mi hermana
-Te dije que te
ayudaría con esto, ahora no te puede dar vergüenza porque estamos iguales.
Luego de
cambiarle, me quedé sola. Era mi turno, francamente no quería tener que ponerme
de nuevo pañales, pero pensando en mi hermana acepté hacerlo. Me quité el pañal
sucio, me limpie mis partes con toallitas húmedas tal como lo hacía con Guillermina,
me recosté en la cama, acomodé un pañal debajo de mí, me rocié con talco, pasé
el pañal entre mis piernas y lo abroché con fuerza por encima del ombligo.
Al levantarme
sentí ese sonido a bolsa de plástico que comenzaba a ser muy molesto.
La tarde la
pasamos mirando la tele. Observé de reojo y noté el pañal de Guille bastante
lleno, pero ella no parecía percatarse. Suspiré, hice un poco de fuerza y
humedecí mi pañal.
-Creo que ambas
necesitamos un cambio de pañales –le susurré al oído.
Guille se dio
cuenta de la cantidad de pipi que tenía su pañal y se puso roja de vergüenza. Mientras
la cambiaba no paraba de llorar, y pese a que le mostré mi pañal, esta vez no
pareció conformarla.
Me quedé
pensando, si quería ayudar a mi hermanita debía ir más lejos.
Cerca de la
noche llevaba a Guille a ponerle un pañal nuevo para que tenga durante toda la
noche. Suspiré resignada y puse en práctica mi plan.
La estaba
terminando de limpiar cuando me dijo.
-Que feo olor
hay.
-Sí –exclamé
como si no supiera su origen.
Fingí examinar
distintos lugares, en una de ellas me agaché dejando al descubierto la parte de
atrás de mi pañal.
-T… tú pañal
–me hermana me señaló con el dedo índice.
-¿Qué pasa?
–pregunté.
-Tiene color
marrón ¿te hiciste popo?
Sabía bien lo
que había dentro, aún así fingí examinarme. Mi pañal rebosaba de popo y
apestaba horrible.
-Guau, me hice
popo encima –le admití -. Creo que eso es más vergonzoso que lo tuyo ¿no?
-Seguro.
Me senté en el
piso aliviada de que esa la hiciera sentir mejor. Me había olvidado del popo,
hasta que mi cola estuvo en contacto con el suelo. Allí sentí todo el popo
aplastarse y desparramarse por distintas partes. Me llevó un buen rato (y
muchas toallitas húmedas) poder limpiarme toda.
Pero mi plan no
terminaba ahí. A la hora de dormirme saqué de abajo de mi almohada un chupete
(que compré a escondidas durante la tarde) y me lo puse en la boca.
-¿Qué haces?
–me preguntó mi hermana.
-Es que no
puedo dormir sin él, pero no digas a nadie, es muy vergonzoso.
Una vez más me
resigné, me coloque el chupete y trate de dormir.
A la mañana
siguiente me desperté temprano como siempre y me aseguré de que Guille seguía
dormida. Me coloqué en cuclillas y dejé escapar todo el pipi en mi pañal, de
forma que crea que también me sucedía como a ella.
Los días
continuaron iguales, siempre hacía cosas humillantes de manera que no se sienta
tan avergonzada, incluso compré una mamadera y tomaba de ella, ya que la había explicado
que el agua se me derramaba si tomaba de las tazas normales.
Guille empezó a ganar confianza a partir de mis
acciones, mientras yo no me detenía, no paraba de mojar mi pañal, e incluso embarrarlos.
Hasta llegué a pedirle a ella que me limpie, para que vea q no era tan
vergonzoso. Me abrió el pañal lleno de popo, y con toallitas húmedas fue limpiándome
con cuidado, me puso un nuevo pañal debajo de la cola, me roció con talco, y me
lo cerró llena de amor.
Poco a poco los
accidente de Guille se terminaron y pudo volver a su ropa común, también yo.
Pero nunca olvidaré el tiempo en que, para ayudar a mi hermana, actué como toda
una bebé.
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