El babyesposo
Comentar como
empezó todo me avergüenza un poco, pero haré el esfuerzo por contar todo sin
obviar nada.
Mi esposa y yo
solemos jugar en nuestra intimidad para darle mayor pasión a la relación.
Navegando por internet descubrimos una moda que es usar pañales. Al principio
nos pareció ridículo y poco excitante pero a medida que nos fuimos informando
la curiosidad fue más fuerte y nos decidimos a probarlo. Compramos un gran
paquete de pañales en una tienda y fuimos directo a nuestra casa.
En la
habitación ambos nos desvestimos y empezamos a jugar. Primero le coloqué el
pañal yo a ella, previamente rocié su cola y sus partes íntimas con talco para
que no se irrite. Después fue mi turno, mi esposa repitió las mismas acciones,
acomodó un pañal debajo de mi cola, me lo cruzó entre las piernas y lo cerró
con fuerza por encima del ombligo.
Terminado con
nuestro cambio empecé a acariciar a mi señora, toqué sus partes íntimas por
encima del grueso pañal eso pareció enloquecerla y así disfrutó durante unos
cuantos minutos.
Luego fue mi
turno y allí comenzó todo, ella quiso hacer conmigo lo mismo pero apneas
comenzó a tocarme me hice pis encima. No sé si fue porque estaba relajado, o
era la comodidad del pañal. Lo cierto es que el pañal se volvió pesado, húmedo
y amarillento por lo tanto disimularlo era imposible.
Mi mujer se
puso de pie de un salto, se miró la mano y luego me observó confundida. Intenté
dar una explicación pero me fue imposible articular dos palabras.
-Vaya, vaya parece
que este bebé ya se mojó –dijo al fin ella.
Sin mediar una palabra
me desprendió las tiras del pañal y me lo quitó. Me limpió las partes húmedas
con toallitas húmedas y me colocó un nuevo pañal.
Pensé que
seguiríamos con el juego, sin embargo me besó la frente, me deseó buenas noches
y se acotó a mi lado dispuesta a dormir (previamente se quitó el pañal). Yo
estaba tan avergonzado que no dije una sola palabra, tampoco me quité el pañal,
y así me dormí.
Al día
siguiente cuando me desperté mi esposa ya se había levantado, intenté no
recordar la trágica noche, pero al más mínimo movimiento de mi cuerpo se hizo
ir un ruido similar a una bolsa de plástico y recordé que aún tenía puesto un
pañal, me sorprendí al ver que también estaba mojado. Me lo quité maldiciendo y
bajé a desayunar.
Abajó encontré
a mi esposa preparando el desayuno, la cual me recibió con una gran sonrisa.
-¿Cómo dormiste
bebito? –fue su saludo.
-No es
graciosa, no estoy de humor, tuve una pésima noche. Necesito un café bien negro
para despejarme.
-Aquí está tu
desayunó.
Puso frente a mí
una gran mamadera llena de leche.
-¿Qué es esto?
-Tu desayuno
–repitió con tranquilidad y sin borrar su sonrisa, una tierna no burlona.
-¡Esto no es
gracioso! Lo de anoche fue muy humillante pero…
-Lo de anoche
fue muy tierno.
-¿Tierno?
-Sí, lo de tu
“accidente” me demuestra que más que una esposa estas necesitando una mami.
-¡¿Qué?! ¡NO!
-Decime algo,
¿cómo estaba el pañal?
-Estaba… estaba
bien –mentí con descaro.
-¿Seguro? A mí
me pareció muy mojado cuando me levanté.
La vergüenza se
apoderó de mí de nuevo y no dije nada.
-¿Ves? Estas
necesitado de una mami, y a mí no importa serlo, al contrario me encantaría.
Ahora toma tu mema tengo un día planeado lleno de diversión.
Como si
estuviera hechizado hice lo que ella me decía, tomé la mamadera y succione de
ella hasta que no quedó una sola gota en el recipiente. Luego me llevó de
regreso a nuestra habitación, me quitó, la ropa, me puso un nuevo pañal y por
último un chupete en la boca.
Me miré en el
espejo del living, en verdad me veía ridículo pero por alguna razón me sentía
bien, seguro y cómodo. El pañal a diferencia de lo que pensaba lo sentía agradable
al contacto con la piel, y cada vez que sentía un poco de angustia el chupetear
mi chupete me relajaba y tranquilizaba.
Para mi
sorpresa mi esposa se había levantado temprano para comprar muchas cosas de
bebé. Como osos de peluche y con ellos estuvimos jugando un buen rato sentado
en el suelo. Después pasamos una divertida tarde mirando dibujos animados, los
cuales, nuevamente para mi sorpresa, pese a que eran muy infantiles, los
disfrutaba muchísimo.
-Bebé, no
hiciste popo todavía, tienes que hacer ¿no tienes ganas?
-Bueno un poco,
pero…
-Que no te de
pena mi tesorito, mami te limpia después.
Recostó mi
cabeza en su pecho y desde esa posición empecé a hacer fuerza, no fue necesario
mucho esfuerzo puesto q tenía ganas. A los pocos segundos sentí como el pañal
retenía el popo y lo esparcía por toda mi colita. El olor que se esparció por
la sala delataba que había hecho lo que se me pidió.
Mi esposa no
dijo nada, solo me recostó en el piso y procedió a cambiarme. Me limpió con
mucho cuidado y amor la colita con toallitas húmedas de bebé, luego siguió el
talco, me colocó un nuevo y gran pañal blanco, y por último me puso perfume de
bebé.
-Ya estas
limpito y perfumado, bebé –exclamó al fin.
Puso mi cabeza
en su regazo y empezó a cantar una dulce canción de cuna que decía:
“Duerme, duerme
Duerme mi dulce bebé
Duerme que mami te cuida
Duerme, duerme mi dulce bebé”
Su hermosa voz hizo
que en cuestión de minutos estuviera profundamente dormido. Desperté luego de
un rato, me sentía realmente bien. Al notar que me movía, mi esposa, se acercó con una gran
mamadera y me la ofreció. En esta ocasión no la rechacé y la tomé con ganas,
comenzaba a disfrutar ser un bebé.
Terminado, mi
esposa me abrazó y me dio ligeros golpecitos en la espalda para ayudarme a
eructar.
Después
continuamos con un baño, llenó de agua tibia la bañera y colocó juguetes, de
esa forma yo me divertía mientras ella me lavaba el cabello con shampoo para
bebés.
Me secó con
mucha paciencia y recién allí me volvió a poner los pañales, eventualmente se interrumpía
para darme besitos en la panza
-Mi hermoso
bebé –decía.
La cena consistió
en una papilla de banana y miel. Me colocó un babero y con una cuchara me fue
alimentado.
A la noche por
algún motivo no me podía dormir giraba de un lado a otro sin que el sueño me
llegue.
-¿Qué pasa
bebé? ¡No podes dormir?
Moví de un lado
a otro la cabeza. Ella volvió a entonar la canción, pero en esta ocasión no
surtió efecto.
-Vamos a probar
otra cosa –propuso luego de un rato.
Se bajó un poco
el camisón dejando su torso desnudo, me recostó en su regazo y me acercó unos
de sus pechos.
-Dale bebito,
succiona –me dijo con dulzura y acariciando mi cabeza.
Accedí, abrí mi
boca y permití el ingreso de todo el pezón, como si se tratara de una mamadera
succioné, claro que no salía nada pero aquella bella sensación me relajó y al
cabo de un rato me dormí abrazado de mi esposa y mejor dicho de mi mami.
A la mañana
siguiente fue similar, mi pañal estaba repleto de pis. Por lo cual mi mami se
predispuso a un nuevo cambio. Mientras yo miraba dibujitos en la televisión.
-¡Que bebé, más
buenito! –me felicitaba mi mami.
En aquel día
estuve más demandante como bebé, cada vez que quería algo lloraba como uno. Y
en más de una ocasión mi esposa recurría a ofrecerme sus pechos para calmarme,
oferta que nunca rechazaba. Me encantaba sentir su rosado pezón en mi boca y
succionar de él. Mi esposa parecía disfrutarlo ya que en ocasiones, si bien
quería seguir con su rol de mami, más de una vez dejaba escapar algún gemido de
placer.
Pasado el fin
de semana, mis accidentes nocturnos terminaron, descubrí que lo que mi esposa
decía era cierto, estaba necesitado de un amor de mami. Por ello de vez en
cuando ambos retomamos los roles, ella es una dulce mami y yo el más tierno de
los bebés.