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martes, 8 de agosto de 2017



Amigos un nuevo cuento. Les recordamos, que pueden adquirir su libro el Instituto AB en formato físico siguiendo este enlace: https://www.createspace.com/6381234. Sin más, les dejo el nuevo cuento a leer, disfrutar y comentar.

El secreto de la felicidad

Creo que la mejor forma de empezar es preguntándose ¿cuánto uno está dispuesto a hacer por amor? Pues yo llegué a niveles insospechados. Me presento me llamo Álvaro y desde hace tiempo estoy perdidamente de una chica de mi curso llamada Mia. Ella es realmente hermosa, tiene el cabello sedoso y rubio, delgada y de una bella anatomía.
Desde lejos siempre la miraba y me preguntaba que se sentía estar con ella. Un día me di cuenta que si no daba el primer paso jamás lograría nada. Tomé el valor que necesitaba y la invité a salir. Ella me miró con su bella cara y una mirada compasiva y exclamó:
-Lo siento pero no me harías feliz.
La respuesta me dejó helado, estaba preparado para cualquier tipo de contestación menos esa, ¿por qué yo no la haría feliz?
-Pero yo… -intenté insistir.
-Lo siento pero no –me interrumpió –no sería feliz contigo.
Giró sobre sus talones y se alejó.
Ya estaba decidido a no perder, es por ello que insistí al día siguiente y al otro, y al otro. Pero siempre recibía la misma respuesta: “no me harías feliz”.
-Deja que te demuestre que estas equivocada. Además si no probamos jamás lo sabrás.
Ella bajó la mirada como apenada, y sus mejillas se tornaron tiernamente rosadas.
-¿M… me harías feliz? –preguntó.
-Completamente.
-De acuerdo.
Sacó de su mochila una carpeta a la cual le arrancó una hoja y escribió en ella, para después dármela.
-Esta es mi dirección, ven el sábado solo si estás dispuesto a hacerme feliz.
Estaba confundido pero de ninguna manera faltaría a la cita, claro que no sabía lo que esperaba.
Entre emoción y ansiedad el gran día llegó, me presenté en el lugar indicado, toqué el timbre y aguardé a ser atendido. Mia me recibió estaba verdaderamente hermosa. Con un gesto de su mano y una gran sonrisa me invitó a pasar.
-Me alegro de que hayas venido –me confesó.
-Gracias aunque todo esto es un poco confuso.
-Lo sé, pero no te preocupes ya vas a entender todo. Espérame un minuto.
Giró sobre sus talones y al cabo de unos minutos regresó con una gran bolsa. Se paró frente e a mí y comenzó a sacar de allí distintas cosas, todos artículos de bebé.
-¿Q… qué es todo esto? -pregunté con una sonrisa nerviosa.
-Esto es mi felicidad. Lo que quiero… es que seas mi bebé.
-¡¿Qué?! –grité con la cara roja de la vergüenza.
-Yo quiero bebés, no novios.
-¡Esto es una locura! ¡Una estupidez!
Tomé mis cosas y me marché del lugar. Estaba realmente furioso y avergonzado, Mia estaba loca.
Los días pasaron y no me podía sacar de la cabeza a Mia realmente estaba enamorado de ella, pero lo que me pedía era descabellado.
Aun así mi tentación por estar con Mía me llevó a visitarla de nuevo unos días después. Se sorprendió al verme de y más cuando le expliqué que no podía dejar de pensar en ella y estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de estar a su lado.
Me invitó a pasar y al igual que la última vez me pidió que aguardara, mientras buscaba las cosas. Trajo la bolsa que contenía todas las cosas.
-¿Listo? –me preguntó algo tímida y con la cara enrojecida lo que me evidenció que también le causaba cierta vergüenza la situación. Asentí con la cabeza.
Con lentitud me colocó un chupete en la boca y me indicó que no hable. Estaba sentado en un sillón con delicadeza me recostó, allí me quitó el pantalón y el bóxer. Por la vergüenza me tapé con las manos pero ella las quitó y me contempló unos segundos, para después acomodar debajo de mí un gran pañal blanco. Me roció mis partes y mi cola con talco y después cerró el pañal a la altura del abdomen. Me sacó la remera y me puso una con dibujos infantiles, por ultimó ató a mi cuello un babero.
Me acercó a un espejo para que me vea, estaba ridículo pero debo admitir que en cierto punto me veía tierno.
-¿Sos feliz? –le pregunté.
-Mucho. Pero puedo serlo aún más si seguimos adelante.
No estaba muy seguro a que se refería pero asentí con la cabeza.
Me tomó de la mano y me guio a otro sector de la casa. Me di cuenta que caminar con un pañal era muy difícil, debía hacerlo con  las piernas abiertas y de forma torpe.
-Me agradaría que seas un bebé con toda las letras –me explicó en el camino -.Eso quiere decir que si en algún momento necesitas ir del baño no dudes en hacerlo para eso te coloqué el pañal.
Me costaba hacer tal cosa pero ya había llegado a un punto sin retorno.
En lo que sería su cuarto, se recostó sobre la cama y me invitó a que haga lo mismo en su regazo. Cuando lo hice, se desprendió los breteles de su corpiño dejando al descubierto uno de sus pechos, era blanco, hermoso y con un pezón rosado.
-Toma bebito –me lo ofreció tomándolo de abajo y acercándolo.
La situación empezaba agradarme, abrí la boca y dejé entrar en ella toda la tetilla, y como un bebé comencé a succionar. Desde luego nada salía, pero el succionar me daba una sensación de placer difícil de explicar.
Mía por su parte me acariciaba la cabeza y daba ligeras palmaditas en mi cola por encima del pañal, acompañando siempre con la misma frase.
-Buen bebito, buen bebé.
Así estuvimos un buen rato, luego me ofreció el otro pecho y repetimos la acción. Lo que siguió fue una mamadera llena de jugo de manzana, mi preferido. Bebí el delicioso líquido mientras ella sostenía la mamila. Al igual que con los pechos de ella, descubrí que succionar la tetina me daba cierto placer. Perdido en todos esos sentimientos me tomé todo el jugo.
Pasamos la siguiente hora con juegos para bebés, ella jugueteaba en el suelo conmigo con algunos osos de peluche o me levantaba la remera y llenaba de besos mi barriga. Yo intentaba actuar lo más cercano a un bebé y a Mia le agradaba eso.
Cuando el jugo bebido se procesó, sentí como me vejiga me presionaba para soltar todo el pipi. Recodé lo que mi “mami” me dijera pero no estaba seguro de poder hacerlo. Intenté calmarlo distrayendo mi mente pero no fue suficiente después de un rato las ganas eran muchísimas. Pensé que si soltaba un poquito quizás aguantaría más, pero no fue así. Al aflojar mi vejiga un corto chorrito de pipi salió, pero de repente me vino todo el líquido acumulado. No podía dejar de hacer pipí, en segundos mi pañal estaba amarillento, húmedo y pesado.
Mia se percató.
-Creo que este bebito ya necesita un cambio –exclamó.
De la mano me llevó a la habitación, con el pañal en esas condiciones era todavía más difícil caminar. En el cuarto me despojó del pesado pañal, me roció con talco de nuevo, y me puso un pañal seco, lo cual fue bastante agradable.
-¿Podrías hacer algo más por mí? –me preguntó acercando su bello rostro al mío, asentí con la cabeza ya que llevaba el chupete -. Hazte caca en el pañal.
Era difícil lo que me pedía más allá de la vergüenza no tenía realmente ganas, hice fuerzas e intenté otros métodos pero, nada funcionaba.
-Hay algo más para probar –dijo pensativa.
Me hizo recostar boca abajo y a través del pañal me introdujo un delgado tubito en el agujero de la colita. Al instante sentí un líquido ingresar en mí. Entonces entendí me estaba haciendo una enema. Intenté resistirme pero ella me calmó con unas caricias en mi cabeza.
-Ya bebito, esto te va a ayudar.
Cuando el líquido se terminó, quitó el tubito y esa simple acción hizo que largara, sin esfuerzo, todo el popo. No lograba poder detenerme, seguí largando popo y más popo.
Sin fuerzas me desplomé en el suelo y sentí toda la caca esparcirse más. El olor era muy fuerte. Sin embargo Mía sonreía feliz.
Con el mismo cuidado de antes, me sacó el pañal, y debió usar muchas toallitas húmedas para dejarme bien limpio, para luego cerrar un nuevo pañal.
El resto del día siguió con algunos juegos y más mamaderas, y por supuesto más cambios de pañal ya que la enema seguía haciendo efecto en mí, cada media hora me hacía popo encima. Fue un total de cinco veces acompañado de cinco cambios de pañal.
-Pero que bebé tan sucio –jugaba ella cada vez que mi pañal se embarraba.
Esa es mi historia, Mía y yo nos seguimos frecuentando, no me queda claro que somos, lo que sí sé es que ella es extremadamente feliz cuando me trasformó en su tierno bebé.


jueves, 3 de agosto de 2017



De maestra a alumna de kínder.

¿Cómo empezó todo? Bueno creo que fue con un acontecimiento en particular. Me presento soy María y soy maestra de un kínder. Siempre fue mi sueño, es por ello que amaba trabajar allí y amaba a los niños.
No obstante todo cambió cuando la directora se jubiló y en su lugar entró una mujer llamada Graciela, ya entrada en años, muy exigente, y algo malvada. Tenía un perfil militar y era conocida por ser muy severa con sus empleadas. Desde el primer día que la vi sentí un pánico terrible, me aterraba cuando hacía acto de presencia.
Tal era lo que me asustaba que cuando la veía o me llamaba a dirección, me agarraban unas ganas enormes de hacer pis. Siempre tenía que salir corriendo al baño. Pero lo peor fue cuando no llegué, poco antes de alcanzar el inodoro mi traviesa vejiga largó todo el pipi. Fue muy humillante tenía mi ropa empapada. Por suerte nadie se enteró ya que tenía unos pantalones de repuesto. Pero la situación se repetía día a día.
Una tarde mientras daba un paseo, y calculaba cuantos pantalones había mojado en una semana, vi una tienda que vendía productos para bebés, me detuve a verlos solo porque me encantaban esas cosas. Y junto a unos juguetes vi una enrome bolsa de pañales para adultos. Una idea descabellada y ridícula se me cruzó por la cabeza, pero dada la situación no tenía muchas opciones. El caso es que me compré los pañales y pensé ponérmelos para trabajar y así evitar mi problema.
A la mañana siguiente desplegué uno, lo puse en la cama, me rocié con talco para no irritarme, me acosté sobre él y me lo coloqué. Me sentía rara, era algo incomodó pero luego de un rato me acostumbré y su textura me empezó a agradar.
Ese día en el trabajo, la directora me llamó para hacerme unas preguntas, como siempre hablaba en forma de reto. Las ganas de hacer pipí volvieron, pensé en aguatarme pero la conversación fue más larga de lo esperado y sin poder controlarme la vejiga se liberó. Sentí como el pañal se llenaba con mi pis, como el pañal se volvía más abultado y pesado.
Cuando salí de la dirección, me revisé con cuidado, mi ropa estaba completamente seca, mi plan fue un éxito. Al llegar a mi casa, me quité el pañal, me limpié con cuidado mis partecitas y mi colita y volví a mi ropa habitual. Desde aquel momento siempre asistía a trabajar con pañales. Incluso en días de mucho trabajo ni siquiera iba ala baño, disimuladamente me sentaba en mi banco y hacía pipi, dejándole el resto del trabajo al pañal. El contacto del pañal a mi piel empezó a agradarme, incluso lo sentía cómoda y mi antigua ropa interior ahora se me presentaba un poco molesta. Todo iba perfecto hasta que un día…
Hasta que un día me encontraba en el baño de la escuela, aquel día había estado muy tensionada y había hecho más pipi que de costumbre en mi pañal y está ya no aguantaba más, así que me dispuse a cambiarlo. Me quité el pantalón y cuando estuve a punto de quitarme el pañal, Graciela ingresó y me encontró en vistiendo un pañal, un pañal repleto. Sonrió con maldad y se tomó su tiempo para verme, yo estaba petrificada por el miedo y la vergüenza. Tal fue así que me volví a hacer pipí, en este caso del pañal comenzó a gotear ya que no podía absorber más.
Sin mediar palabra me tomó la mano y de un tirón me sacó del baño y me paseó así por todo el edificio, todos estaban sorprendidos. Finalmente me hizo ingresar a la sala donde trabajo, y frente a mis alumnos, me recostó sobre un cambiador plástico, me quitó el relleno pañal, me limpió con toallitas húmedas y me puso un nuevo pañal, yo estaba tan aterrada que no decía ni hacía nada. Pensé que me daría los pantalones pero no fue así, solo me dejó con los pañales. Me sentó con el resto de mis alumnos y se colocó al frente.
-Yo tomaré la clase por hoy -exclamó -.Niños y niñas como verán tienen una nueva compañera. Su anterior maestra parece ser que es una bebita ya que no puede controlar su vejiga y viene aquí con pañales. Bueno si tanto la gusta ser un bebé, debería ser una alumna de kínder y no una maestra.
Jamás en la vida me había sentido tan humillada, pero esto recién empezaba.  
Mi miedo me paralizaba, cada vez que esa mujer se me acercaba o tan solo miraba me volvía a hacer pipí Mi nuevo pañal estaba que rebalsaba. Ya lo sentía súper pesado y húmedo, y comenzaba a costarme caminar con él, debía hacerlo con las piernas abiertas. Un par de veces intenté decirle algo a Graciela pero ella solo me colocó un chupete en la boca para silenciarme.
Por lo demás me hacía participar en las mismas actividades que el resto de mis alumnos. Pasado un buen rato hizo a los niños dormirse, fue cuando aproveché para preguntarle:
-¿Porque hace esto?
-Usas pañales, ¿quieres ser un bebé? Pues te pongo con los bebés.
-Pero yo uso pañales porque… -me interrumpí
-¿Por qué?
-No puedo decirlo.
-Entonces te voy a seguir tratando como bebé, hasta que me digas.
-No soy un bebé –exclamé.
-Ya, ya, bebé.
Con una gran fuerza me alzó y me recostó sobre el cambiador de plástico y al ver el estado en que estaban los pañales, me volvió a cambiar.
Luego me alzó una vez más y con unas palmaditas en mi cola me fue cantando una canción de cuna, sé que puede sonar ridículo pero todo ello me calmó y me hizo dormir.
Al despertar fue hora de tomar la leche, y mientras los niños lo hacían solo, a mí la mujer me tomó en brazos otra vez y me dio de tomar una mamadera. Yo le temía así que no quería contradecirla en nada y obedecía todo cuanto me decía.
Cuando fue el momento de los juguetes. Me alzó y me puso arriba de un caballito de madera con ruedas y me paseó por todo el jardín. Imagínense la imagen mía, arriba de caballito de madera con un pañal a la vista y un chupete en la boca.
De algún lado saqué fuerzas y me negué a más humillaciones.
-¡¿Me contradices?! –me dijo de la forma más intimidante.
Apenas atiné a negarme con la cabeza, fue tal el miedo que tuve que mis intestinos se aflojaron y desparramaron, por mi pañal, un monto de popo. El olor rápidamente me delató. La mujer tiró por la parte de atrás de mi pañal y vio todo el popo.
Con una sonrisa maliciosa se volvió a levantar y me llevó al salón. En el camino me daba palmaditas en la cola, que desparramaban más el popo, y me decía:
-Ya bebita, ya. Yo te cambio.
Una vez más me cambió los pañales, pero en esta ocasión previamente me tuvo que limpiar con toallitas húmedas mi colita y mis partecitas. Debo reconocer que la sensación me agradó. Y la mujer cada vez que me cambiaba los pañales se presentaba más amable.
Fue entonces cuando me di cuenta que si actuaba como bebé, ella era dulce y amable. Entonces por más humillante que fuera empecé a actuar como un bebé, y Graciela se complació de tratarme como uno.
Ya no me resistí a jugar con los demás niños o a todo aquello que la mujer quería. Descubrí que el chupete no era algo tan malo, de hecho era muy agradable estar chupeteando todo el tiempo y ayudaba a tranquilizarme, usar pañales tampoco me molestaba ya hacía tiempo que me había acostumbrado y si los mojaba o embarraba tenía quien me cambie, yo no tenía que hacer nada.
Así la segunda parte del día fue mucho mejor, solo me dediqué a disfrutar.
Bueno esta es mi historia, desde luego que le perdí el miedo a Graciela y para hacerlo debí transformarme en su bebita.